Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNSeries – The Witcher. Primera temporada

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Dirección: Lauren Schmidt, Alik Sakharov, Charlotte Brändström, Alex Garcia Lopez, Marc Jobst.
Guion: Lauren Schmidt, Declan De Barra, Beau DeMayo, Haily Hall, Jenny Klein, Sneha Koorse, Michael Ostrowski (Novelas: Andrzej Sapkowski).
Música: Sonya Belousova, Giona Ostinelli.
Fotografía: Jean-Philippe Gossart, Gavin Struthers.
Reparto: Henry Cavill, Freya Allan, Millie Brady, MyAnna Buring, Anya Chalotra, Björn Hlynur Haraldsson, Adam Levy, Jodhi May, Mimi Ndiweni, Therica Wilson-Read, Eamon Farren, Joey Batey, Lars Mikkelsen, Royce Pierreson, Maciej Musial, Wilson Radjou-Pujalte, Anna Shaffer, Rebecca Benson, Shane Attwooll, Luke Neal, Matthew Neal, Tobi Bamtefa, Roderick Hill, Inge Beckmann, Natasha Culzac, Amit Shah, Tom Canton, Judit Fekete, Imogen Daines, Shaun Dooley, Mahesh Jadu, Anita Olatunji, Kembe Sorel, Raquel Amegashie, Martin Angerbauer, Joachim Paul Assböck, Katia Bokor.
Productora: Platige Image / Netflix / Sean Daniel Company / Pioneer Stilking Films.
Nacionalidad: Coproducción Estados Unidos-Polonia.

“El mal es el mal. Menor, mayor, mediano, es igual, las proporciones son convenidas y las fronteras son borrosas. No soy un santo ermitaño, no siempre he obrado bien. Pero si tengo que elegir entre un mal y otro, prefiero no elegir en absoluto”.

Hubo un tiempo en el que parecía que la fantasía épica sería incapaz de sobreponerse a la alargada y destacada sombra de El Señor de los Anillos. La obra de J.R.R. Tolkien ha eclipsado durante décadas al género, dejando en un segundo plano a autores y obras notables como Robert Jordan y La Rueda del Tiempo o Ursula K. Le Guin y El ciclo de Terramar, entre otras muchas. Pero el siglo XXI nos está trayendo una nueva generación de autores que han sabido romper con las convenciones del género y reformularlas para las sensibilidades del público moderno. Estamos hablando de nombres como los de Brandon Sanderson, Joe Abrecrombie y Patrick Rothfuss, creadores con nuevas y estimulantes ideas y universos que están cosechando un gran éxito con sus trabajos. Pero no han sido ellos los pioneros de esta nueva tendencia, en realidad esta viene marcada, por un lado, por el trabajo previo de sus predecesores, y por otro lado, debido a un hecho circunstancial como la popularidad de la serie de televisión de Juego de Tronos que hace poco llegaba a su final.

Las novelas de Canción de Hielo y Fuego de George R.R. Martin en la que se inspira la ficción de David Benioff y D. B. Weiss han sido un revulsivo para el género y con su adaptación a la pequeña pantalla su impacto solo ha hecho que recrudecerse. La primera novela de la saga se publicó en 1993, sorprendiendo a los lectores con su crudeza, oscuridad y manejo de la intriga. Pero ese mismo año también se publicó El último deseo, una antología de relatos cortos de Andrzej Sapkowski en la que presentó en sociedad a Geralt de Rivia, a la postre protagonista de una saga de libros que también han tenido una gran repercusión en la literatura fantástica moderna haciendo gala de la una prosa, una inventiva y una trama absorbente inspirada en el folclore y mitos de origen eslavo.

La saga de Geralt de Rivia se compone de siete libros, los dos primeros de relatos cortos, el ya citado El último deseo y La espada del destino, a los que seguirían cinco novelas: La sangre de los elfos, Tiempo de odio, Bautismo de fuego, La torre de la golondrina y La dama del lago. La historia ya fue adaptada en 2001 en una producción polaca y una serie de televisión de trece capítulos emitida solo un año después que ampliaba el material del filme. Las dos fueron dirigidas por Marek Brodzki, con Michał Żebrowski encarnando a Geralt, pero su falta de presupuesto, sus cambios respecto a la obra original y la furibunda oposición de Andrzej Sapkowski, condenaron justamente esta visión de la historia al ostracismo. En 2007, la compañía CD Projekt RED lanzó al mercado el primer videojuego de The Witcher lo que supuso un repunte en la popularidad de la franquicia que también contaría con varias adaptaciones al cómic realizadas por Dark Horse Comics y publicadas en España por Norma Editorial.

No parece casualidad que ante el vacío de poder dejado por el final de Juego de Tronos en Netflix volviesen la mirada a esta historia. En 2017 saltó la noticia, la plataforma por streaming se había hecho con los derechos de las novelas originales con la intención de realizar una serie de televisión en la que hubiese espacio suficiente para rendir tributo a la creación de Sapkowski. El reparto está encabezado por Henry Cavill que después de haber interpretado en el cine a Superman en estos últimos años se hace ahora con el papel de Geralt. Le acompañan Anya Chalotra (The ABC Murders) que encarna a Yennefer de Vengerberg, la joven Freya Allan (Into the Badlands) que hace lo propio con la joven Ciri y Joey Batey que encarna al dicharachero y entrañable Jaskier, entre otros muchos que podríamos destacar. La principal responsable de la cabecera en esta primera temporada compuesta de tan solo ocho episodios ha sido la showrunner Lauren Schmidt Hissrich que ya ha participado en otras producciones de Netflix como Daredevil y The Defenders.

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Esta ha sido una segunda oportunidad para Geralt en la pequeña pantalla, con un producción que en apariencia -y es importante remarcar esto último- se presenta con un mayor presupuesto y con un mayor apego a la obra original que la versión de Marek Brodzki. El resultado lo hemos podido ver en los estertores del pasado 2019 y aunque las impresiones han sido variadas, en términos generales ha convencido a gran parte de la crítica y de los aficionados. Pero lo ha hecho demostrando realmente poco: unas pocas escenas de acción bien coreografiadas, una ambientación que luce bien en planos abiertos, un ritmo demasiado irregular, unos personajes interesantes pero no del todo bien caracterizados, unos efectos especiales bastante limitados y un guion que es el equivalente a un ovillo de cables que no sabemos por dónde empezar a desenredar. El problema de The Witcher: querer ser la nueva Juego de Tronos intentando imitarla en lugar de acercarse y defender más las meritorias particularidades de la obra original de Sapkowski.

Lo que ha hecho Lauren Schmidt Hissrich es poner en primer plano una cuestión que no es el centro de interés de la Saga de Geralt de Rivia como es la lucha de poder entre los distintos reinos de este universo. Es cierto, parece una decisión lógica fusionar las primeras aventuras de El Brujo con algunas de las tramas futuras tratadas en los libros, pero eso obliga a presentar previamente a personajes y condicionar la trama de una manera que nos tememos acabará derivando en futuras temporadas hacía territorio desconocido. Esto también se carga parte del misterio y la intriga entorno a algunos personajes claves de la historia, funcionando lo narrado en parte como precuela de los libros. No era fácil abordar esta adaptación por la configuración de la propia obra, siendo, los dos primeros volúmenes de La Saga de Geralt de Rivia, y como ya hemos comentado, antologías de relatos cortos que nos narran las hazañas de su protagonista y nos preparan para un tercer libro en el que se inicio propiamente la historia. Se podría decir que Netflix se ha querido complicar innecesariamente en este aspecto.

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La adaptación no ha sabido entendido el material que intenta adaptar. La obra de Sapkowski tiene un gusto exquisito por la caracterización, por el diálogo y por la diversidad a grandes rasgos; presenta también un delicioso humor negro, un vehículo que su autor utiliza para definir un mundo cínico en el que cada personaje, reino y criatura tiene su propia voz. En este sentido, la traducción al castellano de José María Faraldo para la editorial Alamut refleja a la perfección la idiosincrasia de una saga que con la apariencia ligera de una aventura de espada y brujeria convencional presenta apuntes sociales deliberadamente anacrónicos, una mitología fascinante y mucha sorna respecto al género. La diferencia con Juego de Tronos y otras publicaciones es la consciencia sobre sí misma de esta obra en la que hay un evidente culto al detalle. Lo que Netflix nos propone en cambio es plano, superficial y convencional, siendo difícil entender que hace especial a esta historia más allá de alguna idea simpática y divertida.

The Wicther ha perdido la literatura y con ella parte de su rico subtexto que deconstruye la fantasía clásica para proponernos un entretenimiento más ligero, con algo de acción -tampoco en exceso- y un punto de drama. También hace acto de presencia un mal muy extendido actualmente como es el de la sobreexplicación y la simplificación de ideas. Para muestra podemos leer el cuento original de El Brujo con el que abre la antología de El último deseo y que nos narra el encuentro de Geralt con una estrige. Al compararlo con su traslación a la pequeña pantalla comprobaremos que nuestras sensaciones no son ni mucho menos las mismas, todo es más directo y lineal aun cuando parece que la adaptación está siendo fiel a grandes rasgos. En el libro no se menciona ningún ritual que haya convertido a la joven princesa en un monstruo, solo se habla de una maldición de origen desconocido y relacionada con fuerzas oscuras que los hombres pueden invocar incluso de manera inconsciente. Es una aproximación más filosófica, más misteriosa y compleja que lo que vemos en la serie. Las novelas juegan con las apariencias y la magia no se utiliza a la ligera, en la serie lo que ves es lo único que hay.

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Netflix ha elegido el mal menor que dirán algunos, pero ya sabemos que no hay mal menor. Si la historia ya comienza a la deriva es difícil que acabe remontando en próximas temporadas por muchos quiebros que haga para intentar ocultar su verdadero presupuesto y las prisas en la producción. En ocasiones, a nivel visual, la serie nos convence, pero en otras tantas vemos que todo es fachada, con la caracterización paupérrima de seres mágicos y escenarios que nos retrotraen a clásicos como Buffy Cazavampiros o Xena La Princesa Guerrera. Ni mucho menos en este aspecto la serie desarrollada por Lauren Schmidt Hissrich está a la altura de Juego de Tronos como se ha comentado mucho en redes sociales. El problema es que esto no se compensa a nivel narrativo y la serie está llena de lagunas argumentales resultando harto confusa, incluso para los que están familiarizados con los libros y los videojuegos de la franquicia. En ningún momento sabemos realmente en qué momento cronológico se ubica la acción en los primeros capítulos y, aunque más adelante queda claro, los saltos temporales no están bien resueltos.

En definitiva, The Witcher tiene como principal valor la inercia con la que podemos consumirla; sus episodios pese a ser confusos en la unión de sus tramas, son tan simples y directos que podemos verlos mientras jugamos con el móvil. Ese es el estilo que Netflix ha puesto de moda con otras de sus producciones dando veracidad así a algunas críticas que la consideran poco más que una fábrica en la que prima la cantidad por encima de la calidad. En el caso de The Witcher podemos disfrutar en parte de su ambientación, la acción y algunos de sus actores, en especial Henry Cavill que encaja en el papel como un guante y logra que mantengamos un mínimo interés por la serie. En lo demás, a lo sumo, tenemos una cabecera cumplidora que se presenta al examen para sacar un aprobado raspado y lo logra no sin alguna dificultad. Por desgracia, está muy lejos todavía de reflejar las intenciones y particularidades de la obra original de Andrzej Sapkowski, porque aunque parezca lo contrario estos siguen sin ser buenos tiempos para la fantasía.

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