Javier Vázquez Delgado recomienda: Kill or be killed, tomo 2
Edición original: Kill or be killed #5-10 USA
Edición nacional/ España: Panini, Evolution Cómics
Guión: Ed Brubaker
Dibujo: Sean Phillips
Color: Elizabeth Breitweiser
Formato: Tomo en tapa dura, 176 págs.
Precio: 19’95€
Cada año que pasa Ed Brubaker y Sean Philips se consagran como una de las mejores parejas artísticas del presente siglo, el género negro es suyo, ya son un referente, pero lo han tocado de formas muy diferentes, obras distintas que nos tocan de distinta forma, y cuando uno cree que ha hecho de todo llegan con una historia corta y ganan un premio Eisner. Mis héroes siempre han sido yonquis, cuya reseña podéis leer aquí, nos los ha devuelto este año demostrando que siguen en plena forma, pero en España todavía estamos viendo su última obra acabada, esta Kill or be killed, que consta de veinte números, que aquí veremos en cuatro tomos, es decir, con este segundo número llegamos a la mitad.
Hablar de los autores es ya casi redundante, Ed Brubaker es un guionista capaz de moverse de mil maneras en el mismo mundo, mientras que el dibujo de Sean Philips lleva años asentado y aun así parece ir un paso más allá en cada obra que saca, su estilo y su narrativa son impecables pero el trabajo se ve en cada página, que nos deja perplejos mirando los detalles. Están hechos el uno para el otro y somos afortunados de que se hayan encontrado.
El primer tomo de Kill or be killed nos contaba la historia de Dylan, un hombre que es salvado de un intento de suicidio por un demonio, pero este le pide que mate a alguien cada cierto tiempo o si no será él quien muera. El planteamiento es sencillo, donde gana la serie es en el tratamiento de la misma, en su personaje principal y en sus secundarios, así como en el manejo de los tiempos, algo que será muy importante y muy atrevido. Los autores van seguros y sin miedo, que escojan ir soltando spoilers sobre el futuro, teniendo en cuenta que todo está narrado en primera persona, es valiente, es posar la fuerza en cómo pasan las cosas y no en qué va a pasar después, un recurso diferente al que se suele utilizar pero con el que logran salir victoriosos.
Este segundo tomo es más valiente, si cabe, que el anterior, algunos aspectos siguen por el mismo camino mientras que otros cambian de manera radical. Seguimos con esa narración en primera persona, aunque hay un capítulo en que será otro personaje quien lleve la voz cantante, pero cambia el tono de la misma, el protagonista sigue siendo muy egoísta, pero cambia la reflexión, y se meten nuevos personajes de gran importancia que trastearán con el mundo de Dylan.
Tardamos un poquito en darnos cuenta porque los autores saben despistarnos con la verborrea mental del protagonista, pero ¿en qué momento se pasa de matar un pederasta a ir a por una persona que envenena perros?, efectivamente hay un fuerte cambio moral, antes su reflexión se orientaba hacia quién merecía morir más que él, sobretodo ahora que había descubierto las bondades de la vida al enamorarse de Kira, pero eso ya no es así, y no parece necesitar disculpa alguna para matar. Sus objetivos cada vez son más bajos, ya no hay que ser un gran criminal para convertirse en su objetivo, de hecho solo hay un pequeño momento en el que piensa sobre uno de los hombres a los que mató en el anterior tomo y su conclusión es que no sirvió para nada porque su turbio negocio seguía igual. No se explica este cambio de paradigma, ya no asesina a asesinos, valga la redundancia, sino a timadores, pero tampoco hace falta porque se ve en sus actos y en sus pensamientos, lo cual es una maravilla, no hay sobre-explicación sino una evolución que el lector puede captar poco a poco.
Otro cambio importante es el del escenario, en el primer arco se soslayaba una estructura similar a las sitcoms que tanto gustan en televisión, un apartamento y tres personajes sobre los que giraba una parte fundamental de la trama, incluso algún toque humorístico. Aquí nos olvidamos de ello, uno de estos personajes prácticamente desaparece, su compañero de piso, así como lo hacen esos leves toques de humor, y el piso, aunque sigue apareciendo, no tiene un sentido simbólico, ahora esto pasa a ser tarea de la propia ciudad, por la que el protagonista se moverá continuamente.
Parece atrevido tanto cambio para un segundo arco que sigue al de presentación, pero los autores van más allá y lo hacen con tanta familiaridad que el cambio apenas se nota gracias a que el tono y la narración siguen siendo los mismos. Es el turno de los personajes, donde entran dos que, a largo plazo, serán definitorios y una tercera que ya veremos hasta dónde aguanta. El camello de Dylan nos plantea una forma de ver al protagonista como un hipócrita, ya que con él no para de defender unos ideales que cambian a su gusto y en función de sus intereses, la narración en primera persona puede hacernos empatizar con él, es lo habitual en este tipo de recurso, sin embargo sus actos lo definen y estos no hacen más que convertirlo en una persona que se miente a sí mismo de la misma manera que nos miente a nosotros. Por otro lado el toque de realidad, con reivindicación más que certera, nos lo da la policía Lily Sharpe que parece querer convertirse en su némesis, aunque aun hay terreno para moverse, más aun viendo la capacidad de los autores para realizar cambios. Y aunque la entrada de la ex de Dylan puede antojarse interesante, es el regreso de Kira y el capítulo dedicado a ella, donde lleva la voz cantante, lo que da un giro al personaje hacia rumbos más interesantes que ser “la pareja de”.
Al final Kill or be killed logra crecer, seguir con el mismo tono pero cambiar, convirtiéndose en un trabajo muy orgánico, sin bajar lo más mínimo su calidad. Esta apertura hace que trate otros temas, que haya un fondo mucho mayor, que cada pequeña parte sea un gran hilo del que tirar y nos haga pensar un poco, sobretodo ese abanico de grises que están entre el blanco y el negro, mientras seguimos con la misma historia.
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