Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNSeries – Locke & Key. Primera temporada

Dirección: Carlton Cuse (showrunner), Meredith Averill (showrunner), Michael Morris, Vincenzo Natali, Tim Southam, Mark Tonderai, Dawn Wilkinson.
Guion: Aron Eli Coleite, Carlton Cuse, Albert Torres, Meredith Averill, Elizabeth Ann Phang.
Música: Torin Borrowdale.
Fotografía: Checco Varese, Tico Poulakakis, Colin Hoult.
Reparto: Connor Jessup, Emilia Jones, Jackson Robert Scott, Asha Bromfield, Kolton Stewart, Darby Stanchfield, Kevin Alves, Thomas Mitchell Barnet, Coby Bird, Laysla De Oliveira, Griffin Gluck, Eric Graise, Hallea Jones, Petrice Jones, Genevieve Kang, Sherri Saum, Bill Heck, Felix Mallard, Steven Williams, André Dae Kim, Nicole Stamp, Isai Rivera Blas, Chris Britton, Bobby Brown, Jesse Camacho, Chris Farquhar, Kaleb Horn, Ken Pak.
Productora: IDW Entertainment. Distribuida por Netflix.
Nacionalidad: Estados Unidos.

Aviso de Spoilers: El siguiente artículo contiene abundantes spoilers tanto del cómic de Locke & Key como de la adaptación que ha hecho Netflix para TV. Por lo que si continúas leyendo, ni siquiera el armario reparador podrá arreglar el estropicio que estás a punto de cometer. Hazlo bajo tu responsabilidad.

“Cada vez más, temo que nada bueno puede venir de casi ninguna adaptación, y obviamente esto es dramático. Hay un par de adaptaciones que quizás sean tan buenas o mejores que la obra original. Pero la gran mayoría de ellas son inútiles”. Alan Moore

Tuvimos que frotarnos los ojos para comprobar que no estábamos soñando. Finalmente, Locke & Key tendría una adaptación televisiva tras una década en la que se abortaron numerosas intentonas. Todo comenzó al de poco de que se publicara Bienvenidos a Lovecraft, el primen volumen de la obra escrita por Joe Hill e ilustrada por Gabriel Rodríguez. Al comprobar su tremendo potencial, Dimensions Films se hizo con sus derechos con la idea de realizar un largometraje. Algo que, como sabemos, nunca sucedió. Lo que sí ocurrió fue que dichos derechos se traspasaron a Dreamworks dos años después. Allí, con Alex Kurtzman y Roberto Orci de mandamases (que colaboraban conjuntamente en Fringe y posteriormente lo hicieron en Sleepy Hollow), el proyecto tornó en serie de televisión. De esta forma, en el año 2010, con un presupuesto de 10 millones de euros, Mark Romanek (Nunca me abandones) rodó un episodio piloto con intérpretes como Miranda Otto (Eowyn en la saga El Señor de los Anillos), Nick Stahl (Sin City: Ciudad del pecado) o Mark Pelegrino (Jacob en la serie Perdidos). Josh Friedman (Las crónicas de Sarah Connor) hizo las veces de guionista y showrunner. Sin embargo, FOX Network (canal donde se iba a emitir) sólo contaba con un hueco en su parrilla y, como Locke & Key se antojaba demasiado cara, fue Alcatraz, de J.J. Abrams, la que se llevó el gato agua. El citado piloto pudo verse en la Comic Con de San Diego de 2011 e incluso llegó a filtrarse en la red el mes pasado. El propio Hill en una entrevista concedida a Collider en otoño del 2014 aseguraba que el capítulo estaba genial, pero que FOX no continuó con la producción al ser demasiado aterradora. Para tod@s aquell@s que queráis comprobar el look de aquella y compararla con la versión de Netflix que tenéis en VOD, os mostramos el tráiler de lo que pudo ser y lo que finalmente ha terminado siendo.

TRÁILER FOX (2011)

TRÁILER NETFLIX (2020)

Durante un tiempo, Kurtzman y Orci siguieron empeñados en sacar el proyecto adelante aunque esto supusiera cambiar el formato. De esta forma, en la Comic Con de San Diego del año 2014, anunciaron, a bombo y platillo, una trilogía cinematográfica que nunca vería la luz. Ante tal cantidad de adversidades, Joe Hill decidió escribir un nuevo guion para el primer capítulo que pudiera llevarse a cabo en formato televisivo. En el año 2017, Andy Muschietti (It) se pone detrás de las cámaras del episodio piloto encargado por Hulu. Carlton Cuse, Scott Derrickson y Lindsey Springer ejercieron de showrunners mientras que el plantel estaba compuesto por Owen Teague, Danny Glover, Jackson Robert Scott y Nate Corddry. Hulu no acababa de verlo claro y decidió abandonar el proyecto. Un año después, Netflix dio luz verde a la primera temporada de Locke & Key, pero del anterior proyecto sólo sobrevivieron Carlton Cruse, que ejerció de mandamás junto a Meredith Averill (La maldición de Hill House), Muschietti (abandonando sus funciones en la dirección) como productor ejecutivo y el pequeño Jackson Robert Scott que volvió a meterse en la piel de Bode. Podíamos esperar que, después de tantos contratiempos, la serie crecería en plenitud. Ya sabéis, lo que no te mata te hace más fuerte. Nada más lejos de la realidad. Como analizaremos en el transcurso de esta reseña, la versión de Locke & Key que Netflix decidió llevar a buen puerto hace agua por todos los lados.

Como ya hemos hablado en Zona Negativa largo y tendido de Locke & Key, y suponiendo que si habéis llegado a este punto de la lectura estaréis familiarizados, al menos, con el cómic de Hill y Rodríguez, tan sólo haremos una breve sinopsis de su historia. Rendell Locke es asesinado y su familia se mudará a Lovecraft, pequeño pueblo de Massachusetts en el que se crió. Su mujer, Nina, y sus tres hijos, Tyler, Kinsey y Bode, pasarán su particular duelo en un hogar muy especial. La Casa de las Llaves es una mansión que guarda muchos secretos en su interior. Entre ellos, unas llaves con mágicas propiedades que convertirán la historia en una trepidante aventura llena de fantasía. Hasta aquí, salvando el cambio gratuito de nombre del pueblo (se prefiere homenajear a Richard Matheson que H.P. Lovecraft) las similitudes entre la obra original y el producto de la plataforma streaming son abundantes. Desgraciadamente, pronto tardamos en darnos cuenta de que todas las virtudes con las que disfrutamos en las viñetas no tienen lugar en su homólogo televisivo.

¿Dónde están las llaves, Salinas?

Vaya por delante que no debe de ser tarea sencilla trasladar una obra como Locke & Key a televisión. Se necesita mucho dinero y otro tanto de imaginación para conseguir estar a la altura de las expectativas. Esto será clave para que escenas en las que el CGI sea necesario resulten creíbles (¡Ay! Ese Bode fantasma…) o tengan que adaptarse a las circunstancias (como veremos más adelante con la Llave de la Cabeza). Lo que resulta sangrante es la falta de mimo al realizar esta adaptación. El tono sombrío brilla por su ausencia y cualquier elemento complejo ha sido borrado de la ecuación. Cuse y Averill han optado por tirar de clichés adolescentes dando prioridad a las subtramas románticas con un playlist musical que eleva la temperatura del bochorno hasta hacerlo inaguantable. Como pasara en el cómic, el drama familiar debería de ser el auténtico motor de esta serie a partir de una buena construcción de personajes y las complicadas relaciones que entre ellos mantienen. Exceptuando a Bode y, en ocasiones, Kinsey, el resto de personajes (tanto principales como secundarios) son una mala caricatura de los creados por Hill y Rodriguez.

Da la sensación de que cualquier espectador que no se haya acercado al cómic de IDW tendrá serios problemas en seguir su narrativa atropellada. Parece mentira que a pesar de contar con un material original tan potente y bien hilvanado, el libreto de la serie sea tan deficiente. Ante la alarmante incapacidad de los guionistas por generar misterio, se cargan de un plumazo todo el suspense que se le presupone a la historia. Para más inri, poderes como la Llave de la Caja de Música se utilizan meramente como alivio ¿cómico? cuando podía haber tenido una mayor relevancia por puro pragmatismo. Es decir, no se necesita ningún tipo de efecto visual y podría haber dado muchísimo juego. De la misma forma, la Llave Temporal brilla por su ausencia. Algunos dirán que a lo mejor se la reservan para la siguiente temporada (deseamos encarecidamente que Netflix no siga adelante con ella), pero habría estado genial viajar al pasado para conocer la génesis de las llaves. Algo fácil de llevar a cabo y que le hubiese dado coherencia al relato… pero no. Hemos tenido diez episodios para poder comprobar que lo único que han diseñado es una trama deslavazada, protagonizada por unos personajes sinsorgos y un villan@ (la margarina de lo maligno si lo comparamos con el Dodge comiquero) de quien desconocemos cuales son sus motivaciones. Un auténtico desastre.

Por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta

Las interpretaciones tampoco ayudan con el resultado final. Proponemos inaugurar los Razzie de la pequeña pantalla sólo para que Darby Stanchfield (Nina Locke) pueda conseguir el premio. A pesar de darle un protagonismo que en el cómic no tiene, la actriz parece empeñada en sacarnos del visionado con su interpretación del método. Del método Winona Ryder. Esto es, hacer gala de constantes muecas que poco o nada tienen que ver con el momento vital de su personaje. Nunca una borrachera nos dejó tan mal cuerpo. ¿Se puede hacer tan mal? Laysla De Oliveira y Felix Mallard son dos caras de una misma moneda. Ya sea como Dama del Pozo, Dodge o Lucas, la némesis de la familia Locke está tan mal diseñada por los creadores de Locke & Key que no sabemos hasta que punto no funciona por las carencias de sus andróginos intérpretes o, simplemente, era imposible construir un villano de entidad con el molde escogido. El guaperas Connor Jessup (una versión teen de Tom Hardy) es una sombra del Tyler primigenio, aunque peor parte se lleva Rendell Locke, su padre en la ficción. Bill Heck nos regala una serie de poses a lo largo de varios flashbacks para demostrarnos que, además de buenorro, es un primogénito molón. “Sugar Daddy” fue el mote para referirnos a él entre esas bambalinas de la comunicación llamada WhatsApp. Jackson Robert Scott y Emilia Jones, sin inventar la rueda, salvan el honor del colectivo actoral. Decir que el mejor personaje de Locke & Key en la serie de Netflix es la Casa de las Llaves es algo tan cierto como preocupante.

Locke & Key es un producto cobarde que no arriesga ni lo más mínimo. Mencionaba anteriormente el tema de la Llave de la Cabeza, probablemente una de las favoritas para la mayoría de los lectores. Cierto es que era difícil llevarlo a cabo de manera literal pero no menos cierto es que la plasmación en pantalla resulta fallida y descafeinada a partes iguales. Ni un símbolo o guiño en la mente de Bode que recuerde el brutal asesinato de su padre o la persistente amenaza de la mujer del pozo. Por si esto fuera poco, el interior de Kinsey tiene forma de centro comercial que poco o nada tiene que ver con la esencia del personaje. Eso por no hablar del sonrojante plagio a Inside Out (Del revés) con esas estanterías multicolor llenas de recuerdos. Sólo faltaba que de repente sonase un… ¡Hilo dental! ¿Y que podemos decir de Spider Jerusalem? O su alter ego adolescente Scot Kavanaugh que regalaba alguno de los momentos más hilarantes en el cómic escrito por el hijo de Stephen King. Pues que lo único que conserva es la T de su nombre y su marcado acento británico. Creedme, cualquier parecido más que podáis encontrar es pura coincidencia.

Si tu quieres despegar
Bing bong, bing bong
Al cohete has de cantar
Bing bong, bing bong
Quién es mejor que nadie más y con el quieres jugar

Como viene siendo habitual en la ficción de los tiempos que corren, varias menciones a la cultura popular harán acto de presencia con el fin de conectar con el aburrido espectador. Harry Potter, Las crónicas de Narnia, El Señor de los anillos… todos ellos se irán citando de manera poco sutil entre bostezo y bostezo de la desinteresada audiencia. Por ser justos, una broma combinando un peluche y Street Fighter es lo único que consiguió arrancarme una sonrisa en la primera temporada. Aunque para momento gracioso (por lo ridículo) la fotografía que Joe Ridgeway saca a Lucas Caravaggio desde la ventana de la casa de Ellie Whedon. Ridgeway: profesor de día, paparazzi de noche.

Esto que acabamos de comentar es un buen ejemplo de como los caminos paralelos que se han tomado con respecto a la obra original no han estado para nada elaborados. En el cómic, Dodge iba al instituto tratando de ganarse la confianza de los hermanos para tener acceso a las llaves y es allí donde Ridgeway le reconoce. Un buen planteamiento que tenía lógica (y funestas consecuencias). En la serie no había relación alguna entre el veterano docente y el villano transgénero. Bueno, en realidad sí. Con el triple salto mortal y doble tirabuzón que los juguetones creadores se habían guardado para el final, resulta que Gabe, con menos carisma que una lenteja y cuya relación con Kinsey desprendía antimateria, era también Dodge/Lucas. Un plan taaaan malvado que permitirá al enemigo de los Locke hincharse a gofres con extra de sirope de alce hasta el fin de los tiempos. ¿Será la insulina el arma definitiva para acabar con la glotona criatura?

A continuación realice un giro final. Ha llegado a su destino.

En su afán por evitar momentos delicados, los guionistas de Locke & Key decidieron prescindir de la violación a Nina Locke. No sólo eso, sino que un personaje capital en la obra original como el discapacitado Rufus Whedon, aquí no es más que un mero comparsa al que le faltan cuatro hervores. La tóxica relación de Ellie Whedon con su madre o el abandono por parte del padre de Rufus, ni siquiera son mencionados. Todos los matices que nos podíamos encontrar en la lectura, son blanqueados hasta la saciedad para un visionado tan insípido como olvidable. Una vez más, no se atreven a dar el paso definitivo cambiando totalmente el final de las viñetas. La muerte, tan presente en el cómic, aquí apenas tiene lugar puesto que cada suceso se edulcora en exceso. Como no podía ser de otra manera, Vincezo Natali se une a este cúmulo de despropósitos dirigiendo los dos últimos capítulos. Ni rastro queda de aquel joven talento que, a sus 28 años, sorprendió con Cube en 1997. Cuando parecía que no íbamos a ver la icónica gorra de pesca que Tyler heredó de su padre, la serie de Netflix nos hace una concesión en los últimos instantes a modo de homenaje. No será el único guiño simpático. Como ya ocurriera en el cómic, Gabriel Rodriguez y Joe Hill aparecen haciendo un cameo como paramédicos.

Más allá del discutido CGI, el aspecto visual de Locke & Key no acaba de convencer. A medio camino entre un telefime y una película porno, su estética no ayuda a crear la atmósfera necesaria. Elementos añadidos como el espejo del reverso tenebroso (que recuerda de forma sospechosa al Nosotros de Jordan Peele) no acaban de aportar profundidad a la historia. Desafortunadamente, la serie creada por Carlton Cuse y Meredith Averill resulta ser un producto muy naif en el que obvian cualquier ápice de crueldad y se aleja todo lo posible del terror inherente al cómic de Hill y Rodriguez. Locke & Key es una licencia más que se quema sin remedio. Una oportunidad perdida. Una auténtica pena.



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