Javier Vázquez Delgado recomienda: Marvel Limited Edition. Spiderwoman. Origen

Edición original:.Marvel Spotlight #32, Marvel Two-in-One #29-33, Spider-Woman #1-8
Edición nacional/ España:.Panini Cómics y SD Distribuciones
Guion:.Archie Goodwin y Marv Wolfman
Dibujo:.Sal Buscema, Carmine Infantino y otros
Entintado:.V.V.A.A.
Color:.V.V.A.A.
Formato:. Tomo en tapa dura
Precio:.

35,95 euros

Ser mujer en el mundo del cómic es complicado. Y si no te denominas Wonder Woman, ser personaje femenino de cualquier universo de ficción todavía lo es más. Te queda demostrar el doble de tus compadres masculinos, tus posibilidades de éxito se reducen y quedas abocada a la buena fe del editor de turno. En épocas actuales, no hay más que ver los ataques furibundos a determinados productos, simplemente por el hecho de ser protagonizados por mujeres, por parte de la caverna retrógrada que anida por los recovecos de Internet. En otros tiempos las quejas venían al correo del lector o simplemente dejaban de vender. Poner a una fémina como protagonista era casi un órdago, en determinados momentos históricos. En Marvel tardaron en confiar en el componente femenino para comandar una revista. Sin duda, se establecieron como parte fundamental de las historias desde su inicio, ya fueran como acompañantes o bien parte de los diversos equipos, pero costaba mucho ver en un encabezado un apodo perteneciente a una mujer. Los setenta pasaron a ser la década para su definitiva implantación. Y Spiderwoman forma parte de esa remesa de heroínas con cabecera propia.

Su camino no es que fuera enlucido de baldosas amarillas hacia el estrellato. Al contrario, pues la intención primigenia era utilizarla para un fin puramente mercantilista, como veremos a continuación. Una simple forma de capturar un nombre por motivos empresariales. La jugada no terminó de salir mal, puesto que la serie llegó a durar unos cincuenta números (quién sabe que hubiera pasado sin el empeño de Jim Shooter por cerrarla, si así habría alcanzado una carrera más larga), lo que se concluye como una fija del catálogo editorial de finales de los setenta y primeros años ochenta. Una serie de animación, múltiples cómics, un cierto sentido de legado (Julia Carpenter o Mattie Franklin así lo atestiguan), la afortunada recuperación en el S. XXI, por parte de Brian Michael Bendis, toda una Invasión Secreta, el sustentar sobre sus espaldas una de las mejores series de esta década, dibujada por Javier Rodríguez, y una nueva aventura presta a comenzar, en manos de Karla Pacheco y Pere Pérez, nos dan el testimonio necesario de que Jessica Drew ha obtenido el reconocimiento del aficionado marvelita.

Teniendo en cuenta su desarrollo posterior, los comienzos de Spiderwoman fueron muy modestos. Panini Cómics y SD Distribuciones nos presentan, en su línea Marvel Limited Edition, sus pasos iniciales, en un tomo que se ha titulado, muy convenientemente, “Spiderwoman. Origen”. En él podemos localizar su primera aparición, nada menos que en Marvel Spotlight #32, revista contenedor que servía de banco de pruebas para diferentes ideas. A continuación, tenemos un ciclo representado en Marvel Two-in-One, la colección donde la Cosa de los 4F hacía equipo con variados personajes de la editorial. Se puede decir que fue el test definitivo para verificar que la nueva heroína tenía posibilidades de triunfar. Por último, contamos con el lanzamiento de la serie regular, Spider-Woman, hasta su #8, punto de corte que cierra este MLE, uno de los más finos de la colección, con apenas 280 páginas en su haber. Un tomo que contiene una acertada coherencia creativa, debido a que sus responsables trabajaron en perfecta armonía. Hablamos de Marv Wolfman y Carmine Infantino, pero antes de meternos con sus aportaciones, hay que dedicarle unas pequeñas palabras a su trama de nacimiento.

Spiderwoman, más conocida en su identidad civil como Jessica Drew, surgió como un mero accidente. Esta afirmación está más que confirmada por un integrante del Bullpen, posterior responsable literario del personaje, el bueno de Marv Wolfman. Contamos con un prólogo en el presente volumen, a cargo del citado escritor, donde nos cuenta, con pelos y señales, de donde surgió la idea de un derivado de Spiderman, versión mujer. El caso es que Stan Lee, a la sazón, plenipotenciario Publisher de la compañía, siempre había recelado de este tipo de prácticas, por cierto, muy habituales en la Distinguida Competencia. Lee, en su tiempo como editor en jefe, había rechazado de plano crear caracteres que no tuvieran una idiosincrasia propia. Y a finales de los setenta, debía tragarse sus propias palabras. En enero de 1977, había comenzado a publicarse Ms. Marvel, un derivado del Capitán Marvel (que a su vez era un nombre secuestrado a golpe de talonario, ya que pertenecía a un longevo superhéroe de la Golden Age). Y para febrero de ese mismo año 77, se anunciaba el debut de Spider-Woman. Algo estaba cambiando en los estamentos editoriales.

La cuestión es que había diferencia de intenciones entre esos dos personajes femeninos; la primera fue creada con la intención de convertirse en un icono feminista, mientras que la segunda no serviría para absolutamente nada. Así, como suena. Ya hemos comentado que Drew nació por un accidente y ese viene de la mano de los típicos rumores empresariales. Los altos estamentos de Marvel oyeron que una compañía de animación, llamada Filmation, estaba a punto de presentar un nuevo proyecto llamado, oh casualidades, Spiderwoman. En realidad, estaba todo bien pensado. Un nombre que se asociaba de manera subconsciente a un personaje muy popular, con eso ya conseguías al menos la atención de buena parte del público curioso. Cuando Stan Lee fue advertido, se dirigió de manera inmediata al Bullpen y ordenó a Archie Goodwin, entonces editor al mando, que se sacara de la manga, de manera inmediata, una historia presentando a la Spiderwoman propia de Marvel, en aras de proteger los derechos de reproducción. Las indicaciones eran claras, le daba igual como fuera pero ese personaje no debía parecerse, nada de nada, al alter ego de Peter Parker; prohibida cualquier tipo de conexión entre ambos. Una vez cubierto el cupo, esta Spiderwoman no tenía por qué aparecer en ningún otro cómic de la compañía, puesto que su único objetivo era preservar una marca corporativa.

Así de triste era la propuesta, pero bastante real, ya que este juego de marcar propiedades y registros se había mantenido en una plácida calma durante el ascenso y consolidación de la Casa de las Ideas de los sesenta. Aquella tentativa de incomodar a DC, con la creación de Wonder Man, se saldó con la muerte del mismo, en su episodio de nacimiento, y con un pacto tácito de no jugar con las propiedades de los demás. En 1976 esa tregua se quebró, al continuar DC con el desarrollo de Power Girl, pese a los continuos toques por parte de Marvel, recordando que ellos tenían en marcha un Power Man, lo que trajo consigo la resurrección del Hombre Maravilla. Nos hallamos en el momento en el que en la editorial se dieron cuenta de que ya no eran aquella pequeña empresa que recogía cualquier atisbo de éxito para ser reproducido en sus revistas, sino que ellos mismos podían ser objeto de copia por parte de importantes conglomerados. Caso de Spiderwoman con Filmation… que se volvería a repetir con Hulka y la cadena de televisión CBS.

Archie Goodwin tenía en sus manos la responsabilidad de mover ficha en el asunto. Sabiendo que el personaje no tenía futuro, decidió que no iba a molestar a ningún autor y que él mismo se encargaría de la historia de presentación (y aparente fin, como se pretendía). Recabó la ayuda de un profesional como la copa de un pino, el gran Sal Buscema, y estableció su publicación en Marvel Spotlight, una colección con gran cantidad material giratorio. El editor le pidió un diseño de personaje a Marie Severin, que fue la encargada de dar forma a la imagen de Spiderwoman, su clásico uniforme con toques amarillos y rojos (y cabeza cubierta, aspecto que se cambió en subsiguientes entregas), ya que muy poco énfasis se le iba a dar a su personalidad civil (en realidad, ninguno, más allá de relatar un origen bizarro). Todo estaba preparado para saltar a la palestra en ese #32 de la colección.

Arte original de Sal Buscema y Jim Mooney

Los elementos puestos en liza por Goodwin son de lo más variado. Aunque rápidamente el lector capta que andamos en polos opuestos a su homólogo masculino. La ambientación es pintoresca, pues nos desplazamos a Europa para saber de las aventuras de Spiderwoman (que nunca es llamada así en la revista, sino Arachne). Estamos en una base oculta de S.H.I.E.L.D. y la muchacha es adepta a HYDRA, por lo que, de pronto, ya nos introduce en un marco de espionaje que no se relacionaba, ni de lejos, con Spiderman. En este puesto de control tenemos a Nick Furia, tratando de conseguir información de un recluso muy concreto, llamado Jared, que no es otro que el enamorado de nuestra protagonista. Ha ido hasta allí para rescatarlo, lo que no sabe es que se trata de una marioneta en las manos del jefe regional de HYDRA, el malvado Otto Vermis. Es evidente que tiene habilidades sobrehumanas (quitando fuerza y agilidad aumentada, lo más relevante es una curiosa capacidad de vuelo y el lanzamiento de rayos, sus famosas “picaduras”), por lo que es enviada a la boca del lobo, para que ella sola se enfrente a la fuerza combinada de Furia y sus hombres. El viejo Nick consigue abrirle los ojos y con cierto esfuerzo, que se gire contra sus antiguos superiores, yendo especialmente tras la cabeza pensante de todo este entramado, el taimado Vermis. Será éste el que le relate su origen, uno que tiene que ver con complejos experimentos, el Alto Evolucionador y Wundagore, algo demasiado impactante como para que la chica se lo tome a buenas. El número concluye con un Furia intrigado por el paradero de la Dama Araña y una Arachne apesadumbrada, perdiéndose por los frondosos bosques europeos. Fin.

Archie Goodwin era, aparte de un tremendo editor, un guionista más que competente; Sal Buscema se encontraba en plenitud de sus facultades creativas, entintado por un veterano como Jim Mooney; y Severin había entregado un diseño icónico a más no poder. Una pena que ese talento fuese malgastado en un aparente callejón sin salida, ¿verdad? Pues a veces el destino tiene sus giros inesperados y el trabajo bien hecho, su recompensa. Marvel Spotlight #32 vendió muchísimo, más de lo habitual en este tipo de cabecera, sorprendiendo a propios y extraños. El mismo Marv Wolfman, en su carta de presentación en Spider-Woman #1, comenta jocosamente que la gente del Bullpen hacía chanza de la idea de un derivado de Spiderman. Nadie tenía fe en este personaje que solo había sido creado con un objetivo, parapetar un copyright. Y ahí lo teníamos, llamando la atención de los grandes jefes. Lee volvió con las exigencias, en este caso, que Goodwin le diera una serie regular a Spiderwoman, siempre manteniendo la distancia con su célebre contrapartida masculina. Pero claro, Archie era un editor atareado y no le interesaba meterse en otros jardines. Es aquí donde entra en acción la figura de Wolfman.

El guionista trabajaba a tiempo completo para Marvel, por lo que Archie y Stan se reunieron con él para ofrecerle la flamante serie de Spider-Woman. Wolfman aceptó, ya que tenía hueco en su agenda, pero expuso ciertas demandas para hacerse cargo de la revista. El primero de esos requerimientos, cambiar el origen del personaje, demasiado inverosímil y exagerado para generar empatía hacia la protagonista. Marv mantendría las líneas básicas marcadas por Goodwin, pero apuntaría a que faltaba parte de la información, lo que nos llevaría a una nueva génesis, más acorde con los gustos del nuevo guionista. El otro requisito es que, en vez de plantar ante los aficionados la serie regular de Spider-Woman, tras el abrupto cierre de Marvel Spotlight, sería más interesante para el futuro de la heroína meterla de secundaria en alguna cabecera con cierto tirón. El editor jefe aceptó que el escritor utilizase Marvel Two-in-One para tales menesteres. Así lo admite Wolfman en su carta de presentación en Spider-Woman #1: “mirad, todo el mundo sabe que en este negocio un guionista suele tardar unos seis meses en pillarle el tranquillo a un nuevo personaje con el que está trabajando. Eso básicamente quiere decir que, para que un escritor se sienta cómodo con lo que escribe y pueda ir puliendo y corrigiendo errores, deben transcurrir seis números de una serie. Pero éste no es el caso de Spider-Woman. Eso se debe a que sus apariciones en Marvel Two-in-One me sirvieron de banco de pruebas”.

Marvel Two-in-One no es que fuera de las colecciones señeras de la editorial. Su calidad era más bien justita, debido a que su leit motiv se basaba en aventuras quasi autoconclusivas, con la obligación de meter en cada número un nuevo acompañante para la Cosa, en sus peripecias fuera de los 4 Fantásticos. El caso es que el sobrino de la tía Petunia era tremendamente popular, lo que atraía un importante sector de público, a lo que se añade un tipo de lector que buscaba una lectura escapista y simple para pasar el rato. La publicación, a la altura de 1977, se mantenía muy sana en ventas. Wolfman aterriza en el #26, sucediendo a guionistas como Bill Mantlo o Roy Thomas. El momento seleccionado para la inclusión de Spiderwoman es el #29. Se aprovecha una historia previa, donde se había producido un enfrentamiento de la Cosa con el Deathlok, para mandar a Ben y a Alicia Masters a Gran Bretaña, más concretamente a Londres, en busca del doctor Louis Kort, un experto en robótica que podría ayudar a recomponer al ciborg de su maltrecho estado. Desde aquí se articularán los hilos para la recuperación de cierto personaje que nos interesa.

Spiderwoman, secundaria en Marvel Two-in-One

El acompañante seleccionado para este ejemplar es Shang-Chi, aprovechando el paso por la pérfida Albión. Pero a nosotros nos interesan las fuerzas de HYDRA, que nos muestran reminiscencias de aventuras pasadas y que se convierten en el enemigo en la sombra, con una impactante revelación al final de ese #29: Spiderwoman ha vuelto a caer en las manos de la malvada organización. El siguiente número ya contamos con la heroína en la portada, anunciando una lucha sin cuartel entre los dos principales protagonistas. Supone la recuperación efectiva de alguien que debía haber cerrado su participación en el Universo Marvel, cinco meses después de su creación. La mujer que viste de amarillo y rojo se encuentra bajo el influjo de HYDRA, como en su aventura inicial. La razón es que los villanos lograron capturarla, lavarle el cerebro y reactivarla bajo sus designios, gracias al suero inventado por el doctor Kort. Ahora Ben Grimm va a tener enfrente un hueso duro de roer, con el entorno bucólico de Londres como silencioso testigo.

Wolfman mantendrá a Spiderwoman en este ciclo británico de la Cosa desde el citado #30 hasta el #33. Se sumarán otros actores a las hostilidades, como Alicia Masters, la Chica Invisible o Modred el Místico, pero las intenciones del guionista estaban claras, insertar a Spiderwoman como secundaria fija para que fuera calando en un público lector. Dibujada por un habitual de esta colección como Ron Wilson (ocasionalmente, por un titán como John Buscema), la nueva heroína había cumplido su cupo de prueba y estaba dispuesta a saltar a su propia colección, con fecha estimada abril de 1978.

Ya hemos dicho que el guionista había tenido su tiempo para probaturas en Marvel Two-in-One, pero faltaba el equipo artístico designado. No serían Sal Buscema y Jim Mooney, sus creadores gráficos originales, ni Ron Wilson, inmerso en Marvel Two-in-One. A Wolfman le dieron una grata sorpresa cuando le anunciaron que se subía el barco nada menos que Carmine Infantino, toda una leyenda del medio, recluido en Marvel tras una mala salida del más alto sillón editorial en DC. Como decimos, el dibujante venía de colaborar muchísimos años con la Distinguida Competencia, por lo que el desembarco en la acera de enfrente tuvo que ser traumático. Acostumbrado a trabajar con guiones completos, lo del método Marvel debía de sonarle a chino. Wolfman comenta en el prólogo que montaba guiones especialmente más elaborados, con variadas especificaciones y pleno de detalles, para que Infantino pudiera articular la narrativa sin la menor dificultad. Aun así, la inserción de diálogos se hacía a posteriori, tras la presentación de las páginas de prueba realizadas por el dibujante, al estilo clásico de Marvel. De telonero en las tintas contamos con Tony DeZuñiga, maestro de la plumilla para con el blanco y negro.

La primera portada correría a cargo de Joe Sinnot (luego se alternarían Dave Cockrum y el propio Infantino en ese cometido), donde ya vemos a Spiderwoman con la melena al viento. Recordamos que, hasta ahora, su icónica imagen venía con una máscara que le cubría el cuero cabelludo. Wolfman pensó que esta apariencia le otorgaba una mayor sofisticación y así lo comunicó tanto a los dibujantes titulares, como al portadista. Es un primer cambio de los muchos que el escritor tenía previsto. De hecho, este número es una reescritura del origen del personaje, donde nos olvidamos de animales evolucionados y conocemos a Jessica Drew, la primera vez que se nombra como tal, pues hasta ahora solo era designada por sus apodos (Spiderwoman o Arachne). El tema del nombre, recuerda el guionista, no fue algo sencillo; tras muchas vueltas, la decisión final emergió en una cena con varios creativos. Marv no quería utilizar la nomenclatura Jessica, puesto que era el nombre de su primera hija. Al final, le convencieron y aceptó tragarse ese sapo, con el definitivo asentamiento de Jessica Drew para ese Spider-Woman #1.

Infantino y DeZuñiga, equipo artístico

Este primer ejemplar es fundamental para comprender la idiosincrasia del personaje. Wolfman mantenía a esta Spiderwoman alejada de cualquier parecido con su homólogo masculino, ambientaba sus aventuras en Europa (al menos, en sus primeros números), los lazos con el Alto Evolucionador se fortalecen, al unir sus destinos a la familia Drew y el monte Wundagore, además de introducir como secundario a un agente de S.H.I.E.L.D., llamado Jerry Hunt (pensado como motivo romántico para Jessica), que sirve de enlace con Scotland Yard, lo que equivalía a mantener cerca el asunto del espionaje. Objetivo cumplido para Marv Wolfman; el personaje había sido hecho suyo y se disponía a probar distintos enfoques con la protagonista.

El episodio original resultó sencillo para el guionista. Sabía lo que quería cambiar, lo que chirriaba en el origen de Jessica y que la serie se iba a construir en base a alguien que hasta ahora desconocía su pasado y deseaba integrarse en la sociedad. Todo en orden. El problema era seleccionar el enfoque, la piedra sobre la que edificar la construcción, aspecto que Wolfman no tenía nada claro: “¿Cuál era ‘un gran poder conlleva una gran responsabilidad’ de Spiderwoman? ¿Cuál era la fuerza motriz que daba a este tebeo su identidad propia? Esas preguntas seguían atosigándome, pero a decir verdad, no tenía ninguna respuesta”.

El bueno de Marv decidió fijarse en el subtítulo, asignado por las altas instancias editoriales…. “to know her is to fear her!” (o lo que es lo mismo, conocerla es temerla). Podía ser un referente para su aproximación. Comienza un giro hacia lo esotérico, con la presentación de la malvada hechicera Morgana Le Fey, lo que nos trae conexiones con el ciclo artúrico, en forma de un lacayo lastimoso llamado Excalibur. El escritor nos introduce un secundario cercano a la magia, que por momentos se juega a que se trata de Merlín, aunque nunca confirmado. De esta manera queda instaurada la hechicería en el entorno de Spiderwoman. Wolfman estima que su periplo europeo termina en el #2, enviando a Jessica a los EEUU, pero lejos de Nueva York, a la costa contraria, con destino Los Ángeles. A partir del #3, llena las páginas con personajes de un perfil retorcido, como el Hermano Grimm o el Ahorcador, la versión Wolfman del justiciero típico de los setenta, lo que le llevó, a los pocos ejemplares, a tratar un enfoque cercano al terror. Como tal se puede catalogar el #5 de la colección, un episodio intenso, repleto de sensaciones oníricas, pesadillescas más bien, que nos revela que Morgana Le Fay tiene un especial interés en Spiderwoman.

La razón para tal inquina es que la arcana mujer busca un libro al que el submundo demoníaco denomina como el Darkhold. Este ejemplar es bien conocido por todos los seguidores del terror Marvel, puesto que se ha marcado como origen para todo el entramado que subyace bajo las criaturas de la noche. Por aquellos entonces, era un concepto que apenas había echado a andar, en una colección tan secundaria como el Werewolf By Night. Conclusión, en el #6 contamos con la aparición estelar de Jack Russell, el hombre lobo de la editorial, por lo que la asunción de Spider-Woman como cabecera adepta al terror parece más evidente.

Sin embargo, Wolfman parece llevarnos la contraria, dado que le mete un nuevo bandazo a la dirección de la revista, al presentar un episodio puramente superheroico, con la vuelta de Nick Furia al entorno de la heroína. Ni siquiera el buen Marv sabe por qué hizo tal cosa, reconocido en el prólogo. Y tampoco parece recordar que le llevó a presentar el #8 como un episodio fracturado en dos partes bien diferenciadas. La primera con un personaje cliché, el hombre maldito que no puede morir; la segunda, un intento de emular a la programación de la “Twilight Zone”. Aquello debió de ser su momento de lucidez puesto que fue en ese instante cuando decidió abandonar. Autores como Mark Gruenwald, Michael Fleisher o Chris Claremont continúan con su legado, pero para Wolfman, el camino quedaba cerrado: “esta historia tampoco convenció a nadie de la plantilla de Marvel (en referencia a ‘El Traje’, la segunda parte de aquel #8). Me acuerdo claramente que se rieron de ella, y con razón. Sí, para mí era obvio que seguía sin dar la tecla en esta serie, así que decidí dejarla. Como me encantaba el personaje de Spiderwoman, era importante que escribiera su historia alguien que la comprendiera mejor que yo”.

Las peripecias del personaje continuaron hasta su #50, en abril de 1983 (fecha de portada), con la orden dada por Jim Shooter de acabar con Jessica. Mucho recorrido y el guionista que forjó sus primigenios pasos, fuera de la colección, por decisión propia. Carmine Infantino continuaría algo más en las labores gráficas, pero no sería hasta la llegada de Claremont cuando el personaje tuvo la oportunidad de despuntar. Pero eso ya debe quedar para siguientes relatos, puesto que el MLE que estamos analizando finaliza así, con el último número realizado por el tándem Wolfman-Infantino.

Puestos a analizar la parte literaria del tomo, parece que, por lo reproducido en las palabras del guionista titular, estamos ante un completo desastre. Y no es tal que así. Es comprensible que Wolfman se encontrara frustrado al no conseguir el tono exacto de la colección. Y a toro pasado, es muy fácil señalar fallos evidentes o decisiones que se hubieran tomado en otra dirección. Eso se lo dejamos correr al bueno de Marv. Sin decir que es una maravilla de tebeo, hay que admitirle que consigue una manera de muy dinámica de aproximarse a un personaje, que recordamos, partía del rechazo de ser un derivado y que era desconocido para el gran público. Los cómics entran de una manera vigorosa, con una rapidez endiablada….. ocurren muchas cosas, en muy poco espacio de tiempo, para que al lector no le dé tiempo a aburrirse. Cierto es que hay muchas traslaciones que no se sostienen (por ejemplo, el sentido del Ahorcador en una trama esotérica), pero se pasa un buen rato, si te dejas llevar en ese viaje sin control que representa la vida de Jessica Drew. Hay cariño puesto en el desarrollo del personaje y hay que admitirle que casi todo lo bueno que le dieron autores posteriores se basa en conceptos aportados por Wolfman.

Hemos hablado largo y tendido de Marv, pero es justo recordar que no es el único guionista del volumen. Toca hacer breve mención a Archie Goodwin, primer artífice literario de Spiderwoman. Suya es la trama de debut y nada más; algo es algo. Su trabajo es alocado, lleno de acción y giros inesperados. El editor tenía las suficientes tablas para presentar una historia que se sabía que no iba a llevar a nada y no pareciese un completo sinsentido. Al final, fruto de su buen hacer, dadas las excelentes ventas de ese Marvel Spotlight #32, Jessica contó con una oportunidad de probar su valía. Bien por Archie, como casi siempre.

Respecto a la parte gráfica, los créditos andan algo más repartidos. Con un par de ejemplares en su haber, tenemos a los hermanos Buscema, Sal (Marvel Spotlight #32) y John (Marvel Two-in-One #30). Nada que objetar puesto que son dos nombres que aportan calidad contrastada. El siguiente en relevancia es Ron Wilson, responsable del ciclo en Marvel Two-in-One. Dibujante cumplidor, muy capaz para las escenas de acción, precisamente cogía muchas de las mejores virtudes de los Buscema y trataba de trasplantarlas a su modo de hacer. Sin grandes florituras, consigue sus objetivos. Por último, el gran reclamo del tomo, la leyenda Carmine Infantino. Dibujante que llevaba en esto toda una vida, desde la Golden Age, encargado de muchas imágenes icónicas de DC, se trata de una de las leyendas indiscutibles del medio. Su capacidad para montar la acción, la habilidad de transmitir fluidez en el movimiento (que se lo digan a Flash), la perfección del trazo al delimitar las figuras y los rostros humanos, son algunas de las mejores características del artista. Hay que apuntar que nos encontramos en la curva descendente de su trayectoria como dibujante, aunque todavía le quedaban sus buenos años de aportaciones. Simplemente, el nivel ha bajado con respecto a épocas anteriores, máxime cuando se pasó una larga temporada alejado del tablero, dedicado a asuntos editoriales.

Bien podemos ver la diferencia de acabados en su trabajo según los entintadores asignados. Por un lado, Tony DeZuñiga, alguien de personalidad muy acusada, que deja su sello en los lápices que repasa. Suya es la faena de Spider-Woman #1-5 y aquí tenemos el mejor acabado de la serie regular, sin lugar a dudas. Cuando a Carmine le entintan gente como Al Gordon, Rick Bryant o Steve Leialoha, mucho más respetuosos con el material de origen, se le aprecian varias costuras. Aun así, su cometido se puede considerar como ajustado y desde luego, con sello característico Infantino.

El hacerse cargo del color está repartido en varios nombres habituales de aquellos años en Marvel: Janice Cohen, Glynis Wein o Bob Sharen, por citar una representación. Se trataba de una parte con un alto componente artesano y poco reconocido, por lo que podemos decir que el apartado color entra dentro de lo esperado, sin salirse de la ortodoxia. Por último, recordar alguno de los portadistas que tenemos en el volumen, gente tan reconocida como Gil Kane, Rich Buckler o George Perez, a los que añadir los ya mentados Sinnott, Cockrum e Infantino.

Este Marvel Limited Edition contiene las calidades habituales que han hecho famosa a la línea; tomo robusto en tapa dura, con papel de gramaje grueso para apreciar una perfecta reproducción, extraída de la reciente versión USA en Masterworks. El tomo contiene dos textos aclaratorios, una al inicio, a cargo del propio Marv Wolfman, y otro a su final, confeccionado por Eduardo de Salazar, un fijo de esta colección. Como extras, apuntar la carta de presentación de Wolfman, en Spider-Woman #1, una página de publicidad donde Jessica compartía espacio con las creaciones del Rey (Dinosaurio Diabólico y Hombre Máquina), una portada inédita de Infantino y una original de Dave Cockrum, entintada por Bob Wiacek, para el #4 de la colección. Poca cosa en cuanto a material accesorio que podamos destacar.

En definitiva, nos encontramos ante un tebeo estándar de la Marvel de los setenta. No destaca, pero sus autores consiguen darle el suficiente dinamismo para que la palabra aburrimiento no pasee por nuestras conclusiones, cuando finiquitamos su lectura. Es cierto que es inevitable cierta sensación de incertidumbre puesto que, como el propio guionista ha declarado públicamente, no llegó a encontrar un motivo de base para encauzar las aventuras de Spiderwoman. Mientras tanto, se dedicó a lanzar ideas por doquier, ya fuera alrededor de la magia, lo superheroico o el terror, tratando de que algo quedase y en cierta manera, captando la atención del lector, por el que será, a la siguiente ocasión. El resultado es un volumen irregular, con un apartado gráfico que no desentona, que dependerá muy mucho su compra con el nivel de interés o cercanía que el posible comprador tenga con un personaje como Jessica Drew.

Lo que sí es interesante destacar es que la línea parece retornar a sus raíces, los años setenta. Con el publicación de esta serie, a la que faltan un buen puñado de ejemplares para completar su primer volumen, más el anuncio del próximo Motorista Fantasma, otra longeva colección que requerirá su porcentaje de espacio para completarla, y la buena marcha de los Defensores, tras su paso por el Marvel Gold tapa blanda, parece que los MLE vuelven a ser mayoritariamente carne de los setenta. Últimamente, se había sufrido una deriva por otros derroteros, que difícilmente se podían calificar como material de complicada publicación (caso de la Espada Salvaje de Conan u obras de un autor superventas como John Byrne). A estas alturas, parece un hecho evidente que la línea se ha consolidado el mercado hispano. Por tanto, es de recibo que busque una expansión natural, más allá de las pautas sobre la que fue concebida. En el pasado reciente, tuvimos la apertura de la Golden Age Limited, para material de los años 40 y 50, la 80’s Limited y la 90’s Limited, que la propia SD ha acuñado como marchamos diferenciadores dentro de su catálogo.

Pues bien, a la espera de flamantes novedades que sirvan para rellenar esos periodos históricos, la gran fuerza de la línea se ha concentrado en acercar a un renovado público una gran cantidad de clásicos de culto, de calidad incontestable, que Panini había dejado de lado para potenciar sus primeras espadas. Gracias a los MLE, hemos podido contar con ediciones que hacían justicia a cosas como la Tumba de Drácula, Shang-Chi, Maestro del Kung-Fu, Howard el Pato, Invasores, el Hombre-Cosa, Deathlok, Killraven, el Planeta de los Simios, espectaculares ejemplos de la producción de Curtis y muchas cosas que se dejan en el tintero. Un material que ningún aficionado marvelita hubiera soñado atesorar en tan poco espacio. No se podía ni imaginar, previo al anuncio de la línea en ese ya lejano 2015.

Hace unos años, este redactor organizó un top ten sobre las posibilidades de ciertos títulos en un futuro cercano. De aquella terna, quedan todavía dos sin publicar, el Omega de Steve Gerber y el Weirdworld de Doug Moench. También hay algunos títulos que nos han sido prometidos, incluso anunciados, como el Tomb of Dracula magazine o el Dracula de Roy Thomas y Dick Giordano. El terror ha sido una parte fundamental para la confección de los MLE. Todavía restan obras de esa temática por ver la luz, magazines muy minoritarios, que quizá queden sepultados por su marginalidad, lo que sería una auténtica pena.

Spider-Woman se encontraba en aquella lista y aquí la tenemos, dispuesta a ser degustada, esperemos que en su totalidad, por el aficionado hispano. Y de nuevo hemos de comentar la oportunidad de ir fogueando sus tebeos, ya que se rumorea, se quiere intuir, que hay circulando un proyecto audiovisual con protagonismo de Jessica Drew. Por tanto, todo aquel interesado en ir conociendo a la futura estrella, ya tiene un sitio al que dirigirse, gracias a la línea Marvel Limited Edition.



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