Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn), de Cathy Yan

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Dirección: Cathy Yan.
Guion: Christina Hodson.
Música: Daniel Pemberton.
Fotografía: Matthew Libatique.
Reparto: Margot Robbie, Mary Elizabeth Winstead, Ewan McGregor, Jurnee Smollett-Bell, Rosie Pérez, Chris Messina, Derek Wilson, Steven Williams, Ali Wong, Matthew Willig, Charlene Amoia, François Chau, Greice Santo, Eric Michael Cole, Nico Greetham, Judy Kain, Eddie J. Fernandez, Robert Catrini, Dana Lee, Anthony Molinari, Ego Mikitas, Michael Masini, Gerald Downey, David Bianchi, Sara Montez, Mike Ferguson, Lenora May, Dominic Pace, David Anthony Buglione, Jeff Lipary, Joe Bucaro III, Eddie Alfano, Ryan Wicks, Pramod Kumar, Paul Lasa, William Guirola, Bruno Oliver, Karen Teliha, Zack Whyel, Julian Garcia, Nick Phillips, Bojana Novakovic, Jenelle McKee, Luis Richard Gomez, Ryan Watson, David Ury, Shad Gaspard, Adinett Nsabimana, Jason Catron, Jack Dourakos, Diezel Ramos .
Duración: 109 minutos.
Productora: DC Entertainment / Clubhouse Pictures / Kroll & Co. Entertainment / LuckyChap Entertainment.
Nacionalidad: Estados Unidos.

Aviso de Spoilers: La siguiente crítica de Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn) puede desvelar pequeños detalles argumentales de la películas. Si todavía no la has visto y quieres conservar la sorpresa vuelve más tarde, nosotros seguiremos en el mismo sitio.

“Todos te tienen miedo. Todos tienen miedo al señor J. Pero en realidad deberían temerme a mí… ¡porque soy la puta Harley Quinn!”.

Hace unos años, el director David Ayer, con el apoyo logístico y financiero de Warner Bros y DC Entertainment, se autoproclamaba responsable de uno de los mayores atentados cinematográficos relacionados con el mundo de las adaptaciones de cómic que hemos podido ver en la gran pantalla. El visionado de Escuadrón Suicida todavía hace sentir hoy escalofríos a muchos espectadores al pensar en su historia, sus personajes y un montaje caótico edulcorado con una playlist random de Spotify. Pero lo que importa en esta vida es ser molón y tener unos buenos fajos verdes en el banco; los productores del monstruo supieron ver que el personaje de Harley Quinn era el verdadero trending topic de la película. Lo demás, pensarían, se podía rehacer sin problemas, porque el Universo DC tampoco ha tenido mucha coherencia hasta la fecha que digamos.

En eso está trabajando actualmente el director James Gunn, un fichaje lógico teniendo en cuenta que Escuadrón Suicida se miraba en el espejo de Guardianes de la Galaxia. Eso dejaba libre a Harley Quinn para convertirse en la estrella de la función en una futuro producción en solitario. El problema es que la antigua secuaz del Joker es un personaje que nunca ha tenido entidad por sí misma, siempre ha necesitado ser parte de algo para tener una motivación y un sentido en la vida; eso lo podemos apreciar que incluso en sus cabeceras en el mundo del cómic donde ha tenido que estar escoltada habitualmente por otros personajes del Universo DC para poder brillar y/o reírse de ellos. Es normal, al fin y al cabo estamos hablando de una psicópata con ropa estridente y un bate de béisbol que aún hoy sigue encajada en una misma premisa: encontrar su lugar en el mundo. Sobre ello gira tambén esta producción.

Harley Quinn debía volar por libre como se insinuaba en el final de Escuadrón Suicida, sobre todo con el Joker de Jared Leto fuera de circulación. Seguramente, ese concepto de “volar libre” llevó a alguna mente privilegiada de la producción a hacer la asociación obvia con Aves de Presa. El plan ahora pasaba por realizar una adaptación de este mítico grupo de los cómics dónde nunca había militado Harley Quinn. Y ya aventuramos que utilizar la palabra “adaptación” en este contexto es muy generoso por nuestra parte visto el resultado final. Harley Quinn podría haber sido la villana para este grupo de superheroinas formado originalmente en las viñetas por Canario Negro, Barbara Gordon y, posteriormente, La Cazadora. Eso ya había ocurrido en la fallida serie de televisión de 2002 del canal The WB. Pero el personaje interpretado por Margot Robbie en la ficción era un revulsivo fenómeno adolescente que había que reciclar de manera inteligente para seguir explotándolo en un futuro. Ella tenía que ser en centro de la historia en todo momento.

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La directora sinoestadounidense Cathy Yan, conocida únicamente por su trabajo en la cinta Dead Pigs con la que ganó un Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance, ha sido la principal responsable de llevar a esta idea a buen puerto contando con el guion de Christina Hodson (Bumblebee). En el reparto tenemos a la mencionada Margot Robbie que es también productora del experimento y a su alrededor pulula un reparto que le sirve poco más que de sparring. Por otro lado, tenemos al triplete que supuestamente da nombre a la cinta, con Jurnee Smollett-Bell (True Blood) dando vida a Dinah Lance alias Canario Negro, Rosie Perez (Fearless) que encarna a la detective Renee Montoya y Mary Elizabeth Winstead (Scott Pilgrim vs. the World) como Helena Bertinelli alias La Cazadora. Su parecido con sus homónimas de papel está más bien fuera de cobertura, en el mejor de los casos son visiones paródicas de unos personajes aquí reducidos al cliché para ser meras comparsas de Harley Quinn y su espectáculo de purpurina, explosiones y violencia.

En el reparto también tenemos a la debutante Ella Jay Basco como Cassandra Cain y a los villanos de la función, un Ewan McGregor que intepreta a un pasadísimo y sobreactuado Máscara Negra que se pasa toda la historia chillando como un neurótico con la esperanza de robar algo del protagonismo de Harley Quinn, y la mano derecha de este, un Victor Zsask encarnado por Chris Messina (Argo) que no logra en ningún momento captar nuestra atención. Todos ellos naufragan en su intención de sostener una producción que solo está interesada en su verdadera protagonista y su pretendida historia de emancipación del Joker. Pero la historia lejos de darnos esa sensación nos muestra a un personaje enrabietado que hace todo lo posible por mantener el poder que tenía como socia y pareja del señor J y que confunde el “respeto” con “hacer que se fijen en ti”. Todo ello con unas buenas dosis de metatextualidad que en ningún momento llevan al nivel de autoconciencia de la saga Deadpool y que se limita a propornernos una narrativa innesariamente desordenada, etiquetas de colorines y, nuevamente, como ya sucedía en Escuadrón Suicida, una playlist que por momentos tiene más importancia que la propia película.

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Esta última sensación se ve reforzada por un diseño de vestuario propio de una producción televisiva del Arrowverso y una fotografía que no parece tener un mínimo de coherencia y finalidad; lo mismo nos lleva por un iluminado callejón de la ciudad que a un parque de atracciones sacado de la febril imaginación de Tim Burton. El contraste es tan exagerado que otorga a las localizaciones una sorprendente sensación de irrealidad haciéndonos sentir en el interior de un videoclip acelerado en el que las cosas pasan porque son molonas y tienen que pasar, reproduciendo en el camino no solo grandes hits de la música pop y otros clásicos imperecederos, sino también todos los estereotipos del género que es capaz de recuperar a su paso. No todo lo que cabe mencionar de la producción resulta negativo, la cinta de hecho supera en algunas cuestiones a Escuadrón Suicida, con un montaje mucho más orgánico y con un sentido de la acción mucho mejor llevado en el que se puede disfrutar fácilmente de sus coreografías. No hay nada en ellas que le otorge una personalidad especial al conjunto, pero están bien planteadas y ejucutadas.

Por su lado, el argumento es una mera excusa, un cliché del género y aunque se entiende su intención de parodiar precisamente este tema, los personajes van dando bandazos de un lado a otro. Lo hacen sin realmente ofrecernos una reflexión sobre ciertas cuestiones que aparecen en la cinta, algunas tan delicadas como los abusos sexuales. Todo se revuelve con una bomba de humo y una huida hacia adelante llegando a una conclusión final en la que sus protagonistas descubren que lo importante es “ser molonas” y “poder dar patadas altas con unos pantalones ajustados”. El argumento toma ideas de la etapa en solitario de los cómics de Harley Quinn que inauguró en 2014 Amanda Conner y que precisamente seguía su historia después de su ruptura con el Joker. De los cómics de Aves de Presa toma el título construyendo en su lugar una trama que reformula la típica historia de mafiosos. Uno de los nuevos maleantes de Gotham, Máscara Negra; quiere hacerse con un valioso objeto que contiene la contabilidad de un adinerado clan caído en desgracia. Este objeto cae en manos de la joven Cassandra a la que finalmente Harley Quinn se verá obligada a ayudar realizando una alianza con la detective Reene Montoya, La Cazadora y Canario Negro.

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Esta reunión de personajes femenina confabulada contra el patriarcardo que resulta ser Aves de Presa se ha intentado vender como una película feminista, pero la realidad es muy diferente. Es más bien lo contrario, una producción machista, un machismo rosa y con purpurina, sí, pero machismo. En teoría, la película intenta explicarnos cómo Harley Quinn se emancipa del Joker, pero realmente nunca llega a hacerlo. De hecho, el personaje de Harley Quinn no hace ninguna evolución narrativa a lo largo de la cinta. Durante el primer cuatro de la cinta, Harley mantiene en secreto su ruptura con el señor J para mantener los privilegios que le da ser “la novia de”. En medio de una borrachera digna de Resacón en las Vegas, decide hacer pública su ruptura sin pensar que eso abrirá la veda para que un montón de agraviados por acciones pasadas vayan a por su pescuezo. Pero nada de lo que ocurre alrededor de esta situación cambia el hecho de que Harley es absolutamente dependiente del Joker.

No hay emancipación, no hay renuncia real. Incluso después de anunciar su separación, le escuchamos decir barbaridades del estilo “un arlequín no es nadie sin su amo”. Ni siquiera durante el último cuarto de la película, el timming para las revelaciones y vuelcos de guion, hay una auténtica reflexión sobre lo negativo y peligroso de las relaciones tóxicas. No hay un momento de empoderamiento, de reconocimiento de la dependencia y lucha activa contra ella. Y esto es un gran problema, porque sí queda claro que la relación entre ellos dos es desigual, machista y tóxica, pero no queda claro que eso esté mal. Estamos ante una película que verán millones de adolescentes y que normaliza las relaciones de dependencia tóxica. Y lo más peligroso, es que transmite el mensaje que ser una mujer dependiente de un hombre tóxico está guay. Una vestimenta estridente y sexy, una actitud macarra y una voluntad de amar incondicionalmente. Este carnaval, Haley Quinn volverá a ser el disfraz estrella entre las adolescentes.

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Una de las cosas que se está comentado respecto a Harley, es que, a lo largo de la película, ella demuestra que es capaz de sobrevivir sin la ayuda de nadie. Es fuerte, letal y no hay que subestimarla. Le pega una patada al tópico del sexo débil. Es una película de supervillanas, evidentemente que no es dependiente física y violentamente de nadie. Parece mentira que a estas alturas tengamos que decirlo, pero la dependencia no es sólo para llegar a los tarros del estante superior de un armario, para abrirlos o para matar a la cucaracha que se ha colado en el baño. O en clave superheroica, para patearle el culo al villano de turno. La dependencia es emocional, relacional, sentimental. Harley no depende de nadie para matar a sus enemigos, su dependencia está en un lugar mucho más profundo y oscuro. Si nos quedamos en la superficie podemos llegar a creer que Aves de Presa es una película liberadora, pero si rascamos, normaliza la toxicidad porque la actitud de sus personajes no es enfrentarse a ello.

El resto de los personajes femeninos tienen un papel más secundario pero el patrón también se reproduce, merece la pena detenernos a hablar del personaje de Renee Montoya en relación a esto. Sus investigaciones son pisoteadas sistemáticamente por sus compañeros, la ningunean, se aprovechan y ríen de ella… De nuevo, una situación clarísimamente machista que no tiene réplica feminista en la película. Renee Montoya se une a las Aves de Presa y huye de esa situación. Pero ya está. No hay una lucha activa contra el comportamiento de sus compañeros y superiores. Esto hace que el mensaje sea “cuando eres víctima de una situación injusta, lo que tienes que hacer es irte”. Pues no, cuando hay una discriminación por la razón que sea (género, orientación sexual, etnia, creencias religiosas…) hay que denunciarlo y luchar contra ello. Quiénes lo hacen mal no son las víctimas, son los acosadores. De nuevo, la película retrata una situación compleja, pero el mensaje que da al espectador es cuestionable.

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En definitiva, el problema de Aves de Presa es que pretende ser una película feminista y solo consigue ser una historia que defiende de manera superficial el “mujeres al poder”. El problema es que esto ya está superado. Socialmente, ese eslabón ya lo hemos dejado atrás y estamos luchando contra otras cuestiones. Hay cientos de películas (incluso comerciales y ligeras) que están poniendo sobre la mesa cuestiones mucho más complejas. Qué hay mujeres que pueden pegarle una paliza a un hombre, ya lo sabíamos, gracias. Ahora hace falta mostrar que las relaciones tóxicas son la antesala del maltrato, la violación y el feminicidio. Demostrar que hombres y mujeres deberíamos ser iguales y que para ello tenemos que luchar codo con codo para acabar con la lacra social que supone el machismo. Todo esto no lo tiene nada claro la cinta protagonizada por Margot Robbie. Y si esto se suma a unos valores cinematográficos bastante cuestionables como los comentados, en los que la sombra de Escuadrón Suicida se palpa todavía demasiado grande, hace que Aves de Presa este más cerca de productos que creíamos haber superado hace tiempo como Catwoman y Elektra que de los pasos adelante que habían supuesto películas recientes del género como Wonder Woman y Capitana Marvel.



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