Javier Vázquez Delgado recomienda: Piruetas

Edición original: Spinning, First Second Book.
Edición nacional/ España: Ediciones La Cúpula.
Guion y dibujo: Tillie Walden.
Formato: Rústica con solapas.
Precio: 32,00 €.

Yo tenía un plan este mes. Me enteré de que La Cúpula iba a publicar a finales de marzo lo nuevo de Tillie Walden, titulado ¿Me estás escuchando? Entonces me percaté de que todavía no habíamos reseñado la trayectoria de esta autora en nuestra Santa Casa, así que decidí ponerme manos a la obra y comenzar a repasar sus trabajos publicados en España hasta darle cobertura a todos. Lógicamente, hoy no tengo claro cuándo podré agenciarme su nuevo trabajo, ni siquiera si será posible que salga para la fecha que estaba prevista, dadas las circunstancias. Sin embargo, creo que lo mejor para estos momentos tan excepcionales que nos está tocando vivir es tratar de seguir con las rutinas que nos sea posible. Entre todos podemos pasar esto, así que, dado que yo tengo aquí un precioso tomo blanco, morado y amarillo, voy a aportar mi granito de arena para seguir con nuestras rutinas y voy a continuar con mi plan. Hoy vamos a hablar de Piruetas.

Criada entre Nueva Jersey y Texas, Tillie Walden comenzó a desarrollar sus propios cómics ya en su adolescencia, llamando rápidamente la atención de la editorial inglesa Avery Hill con solo 19 años y estrenándose en el mercado comercial con The End of Summer. Con su estilo visual ampliamente influenciado por el manga y en especial el Studio Ghibli, Walden fue cosechando críticas favorables y distintos premios con sus siguientes obras. Sin embargo, su auténtico pelotazo y su catapulta a la primera plana vino con la obra que nos ocupa, Spinning en su idioma original, publicada a través de First Second Books y con la que la autora estadounidense postraría a sus pies a la crítica internacional, consiguiendo el premio Eisner a la Mejor obra basada en hechos reales y convirtiéndose en la autora más joven en gozar de un galardón con tan solo 22 años.

¿Y sobre qué trata Piruetas? Pues es complicado de explicar. La respuesta simplona sería que trata sobre el patinaje sobre hielo, pero Piruetas se compone de mucho más. Básicamente estamos hablando de las memorias de su autora a lo largo de su infancia y adolescencia, un relato de la pubertad que toma como eje central su dedicación semiprofesional al patinaje artístico y la relación de amor-odio que la autora mantuvo con él, pero que toca una inmensidad de vivencias y emociones a lo largo de la obra, desde su homosexualidad, la relación con sus padres, el acoso escolar o la presión por encajar en el mundo.

El relato de Tillie Walden es precioso. Con unos capítulos que llevan por nombre un movimiento de patinaje cada uno, la autora nos coge de la mano y nos lleva a través de su vida con una narración en off constante que atesora una sinceridad pasmosa, abriéndose de par en par al lector en cada pequeño detalle que repasa, desde los sentimientos más ingenuos e infantiles dignos de esas edades a los momentos más importantes de su juventud. Una narración pausada y serena, incluso en los momentos más traumáticos, sin pelos en la lengua que contrasta con la retraída niña que la autora usa para representarse. Hablamos de un salto al vacío, un grito de liberación con el que, aventurándome a especular, estoy seguro de que Walden cerró viejas heridas y pasó una importante página de su vida con la que estar en paz consigo misma.

Esta serenidad no es solo fruto de su escritura. El arte de Tillie Walden es limpio y minimalista, con un estilo que transmite paz y tranquilidad, soledad y reflexión. No encontraremos en esta obra grandes despliegues pictóricos ni detallados dibujos, porque su autora perfila solo aquello que es imprescindible para transmitir lo que quiere contar. Este es un relato de sentimientos, y no hay un solo objeto en escena que no busque sumar a esos sentimientos. No hay, de hecho, ni un solo color aparte de los dos elegidos por su autora: el morado como sustituto del negro y ciertos destellos amarillos, y no es menos interesante esta elección. El morado es la base de la identidad de la obra, un color que transmite muchas cosas. Un tono con rasgos femeninos por su cercanía al rosa pero que a la vez reniega de la suavidad de este, como una mujer que sin dejar de serlo se revuelve contra los cánones de género que se espera que cumpla. Un color que además aporta por su oscuridad cierta monotonía y sobriedad a su relato íntimo y que retratan la introversión de su protagonista, solo interrumpida por las apariciones puntuales de amarillo que funcionan como pequeños destellos de amargura o melancolía.

Piruetas es una obra que te toca el corazón, un diario personal en el que su autora se desnuda y nos muestra todos sus defectos y sus temores, y un cómic que debería ser de lectura obligatoria entre los jóvenes y los no tan jóvenes, y sobre ello me gustaría hacer una reflexión final. A pesar de que no parezca ser su objetivo principal, creo que es de capital importancia lo que consigue transmitir Walden sobre la homosexualidad en esta obra. Piruetas es un relato fundamental sobre lo dañina que es una sociedad que no la asimila abiertamente y la incluye en su vida para normalizarla. Porque, como pasa con el machismo, muchas veces nos limitamos a focalizar en los ejemplos de homofobia más llamativos y visibles, como unos padres que echan de casa a su hijo o unos compañeros que te pegan e insultan. Pero lo que cualquiera que no tenga la sensibilidad y la empatía de un zapato puede percibir leyendo la historia de Walden es la gravedad de los pequeños gestos a los que, en este caso una niña, se ve expuesta, haciendo que crezca con la sensación de que algo no está bien en ella. Es absolutamente desgarradora la escena en la que la autora narra el momento en el que confesó su sexualidad a sus padres y amigas y todos ellos, con mejores o peores intenciones, reciben la noticia con la frialdad de quien piensa que, efectivamente, algo no está bien, pero “habrá que aceptarla como es”. Sin insultos, sin violencia, sin grandes escenas. Solo unas palabras seguidas de silencio y un abismo que aumenta sus dimensiones. Ninguna niña ni ningún niño debería tener que enfrentarse a algo así. Crecer ya es lo bastante complicado.



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