Javier Vázquez Delgado recomienda: Grandes Tesoros Marvel. La Patrulla X: Hijos del Átomo.

 

Edición original:X-Men: Children of the Atom 1-6 USA.
Edición nacional/ España:Panini Comics.
Guión:Joe Casey.
Dibujo:Steve Rude, Michael Ryan, Paul Smith y Esad Ribic.
Entintado:Andrew Pepoy.
Color:Paul Monts.
Formato:Tomo en tapa dura con sobrecubiertas, 160 páginas.
Precio:40 €.

 

Orígen. Una palabra que cuando está referida al género superheroico suscita tanto expectación como miedo. El origen es aquello que define al superhéroe en cuestión; y por ello, debe resultar impactante, demoledor, y a la vez, plasmar unos ingredientes lo suficientemente potentes como para que justifiquen el qué, cómo y quién del personaje, pero sobre todo su por qué. Y es que, no en vano, la historia de origen es aquella que no solo justifica las razones que llevan al vigilante a luchar por la justicia en detrimento de sí mismo, si no que será aquella historia a la que la editorial volverá en innumerables ocasiones por diversas razones, ya sea para actualizar conceptos, para justificar por la vía de la continuidad retroactiva la aparición de nuevas tramas y personajes, o, simplemente, por mero guiño al lector.

Sin embargo, y como bien apuntó Julián M. Clemente al inicio de su introducción a este tomo del extinto y muy recomendable coleccionable Marvel Héroes, si revisamos y repasamos los orígenes de los distintos superhéroes de Marvel o DC tal y como fueron concebidos en la edad de oro o a la de plata de los cómics (a la que pertenecen la mayoría de los títulos clásicos de Marvel), recibiremos una ejemplificativa lección de historia del cómic. Y es que, esos orígenes de personajes, anclados la mayoría de ellos, si no circunscribimos a Marvel Comics en la década de los sesenta, en poco más de diez o doce páginas, nos presentan al personaje principal antes de conseguir sus poderes, señalan el accidente o catalizador que lo convierte en un ser especial, y se presenta al villano que será, probablemente, su némesis definitiva o, al menos, uno de sus enemigos acérrimos.

Es lo que ocurría con los primeros números de Spider-Man, El Increíble Hulk, Iron Man, e incluso de Los Vengadores, que peleaban entre ellos y se reunían para combatir al enemigo común, a Loki, en tan sólo un número. Sin embargo, esa no era si no hija de la época que le vio nacer, en un momento histórico en el que los cómics vendían un entretenimiento que se caracterizaba por su ligereza e inmediatez, constituyendo un medio para contar historias que todavía no había alcanzado ni madurez como arte, ni la etiqueta de cultura que tendría a partir de la década de los 70 y, desde luego, ya en los ochenta con la aparición de obras por todos conocidas como Wathcmen (Alan Moore y David Gibbons), Batman El Regreso del Caballero Oscuro (Frank Miller), Batman Año Uno (Frank Miller y David Mazzucchelli) etc.
Esa dinámica de resumir algo tan capital para los personajes como su origen en un mero puñado de planchas era como digo, algo que afectaba a la inmensa mayoría de títulos, pero que, desde luego, resultaba todavía más sangrante en La Patrulla X, sobre todo si cometemos el error culpable del que este redactor es consciente de valorar dichos cómics con los criterios artísticos actuales.

Hank Mcoy lidia con la histeria mutante a una edad muy temprana.

Y es que, en un solo número, se nos explicaba que existían los mutantes, que eran el siguiente paso en la escala evolutiva, que por eso mismo la humanidad los temía y que el Profesor Charles Xavier (telépata y mutante), cual Martin Luther King, luchaba por integrarlos en la sociedad. Por otro lado, se narraba que Magneto, como un Malcolm X comiquero, buscaba que los mutantes asumieran el dominio de la humanidad tal y como les estaba predestinado, forzando la extinción del homo sapiens y, por si todo eso fuera poco, se presentaba a esa primera clase de mutantes entrenados por Charles Xavier: Warren Worrington III (Ángel), Jean Grey (Chica Maravillosa), Bobby Drake (Hombre de Hielo), Hank McCoy (Bestia) y Scott Summers (Cíclope).
Es decir, de este modo, y haciendo un maravilloso uso de las técnicas narrativas del momento, Stan Lee y Jack Kirby condensaban toda esa batería de datos en el hoy mítico X-Men nº 1, con fecha de portada de Septiembre de 1963 que, a modo de guiño y de ejemplo de la comparativa entre las distintas maneras de contar el origen de un grupo de superhéroes con el paso de los años, se incluye en este tomo del Coleccionable Marvel Héroes.

El Ángel patrulla las calles, impartiendo justicia.

Pues bien, hecha esta introducción, pasemos a analizar, La Patrulla X: Hijos del Átomo, una miniserie de seis entregas que en entre Noviembre de 1999 y Septiembre de 2000, nos regaló una versión pausada y concienzuda de la formación de los X-Men oríginales, todo ello de la mano del escritor Joe Casey (Wolverine, Deathlock, The Incredible Hulk, The Flash, Adventures of Superman y, especialmente, Cable) y de los dibujantes Steve Rude (Nexus, Batman, Fantastic Four) que ilustra los números 1,2 y 3 de esta miniserie, Michael Ryan (Runaways, Mystic, New Excalibur) y Paul Smith (American Flagg!, Marvel Fanfare, The Spirit, Starman) que acometen juntos el dibujo del número 4 de la colección, y del croata Esad Ribic (Secret Wars, Ultimates) que se encarga de finalizar la serie con el dibujo de sus números 5 y 6.

Bestia se acepta a sí mismo.

La Patrulla X: Hijos del Átomo, aprovecha todas y cada una de las seis entregas en las que se divide, las cuales utiliza para contarnos paso a paso, cuál es la vida de cada uno de los personajes que componen esa Primera Clase del Instituto Xavier para Jóvenes Talentos, antes de que conocieran al famoso telepata y de que sus vidas cambiaran por completo.

Así, Scott Summers, antes de ser Cíclope es un joven introvertido y atribulado que es utilizado por un ladronzuelo del hampa para cometer crímenes, utilizando sus poderes para ello, sin que Summers se atreva a dejar dicha vida, toda vez que este criminal le ha facilitado las gafas con las que es capaz de abrir los ojos sin poner en peligro la vida de nadie.

Cíclope decide poner fin a su calvario.

Por su parte, Bobby Drake, es un chaval medio de instituto americano, sin muchos amigos, ni talentos especiales, con los clásicos dramas del adolescente marginado que comienza a experimentar extraños sucesos que bajan la temperatura de su cuerpo, ante la atónita mirada de unos padres que ni lo comprenden, ni tratan de hacerlo.

Warren Worrington III, por el contrario, es presentado como un vigilante que antes de conocer a Xavier, ya patrulla las calles, como un vigilante enmascarado, utilizando sus alas nada fáciles de esconder para ponerlas al servicio de los más desvalidos, viniendo de una familia rica en la que los abusos al más débil están a la orden del día.

Hank McCoy, en contraposición a Bobby Drake, resulta ser el paradigma del adolescente popular. Alto, guapo, muy dotado para los deportes… nada se interpone en el camino de un joven con muy buen fondo, pero que se deja llevar por la ola de adoración que le rodea en su instituto, tratando de no aceptar que sus habilidades deportivas, así como el tamaño de sus manos y pies, no resultan en absoluto cualidades normales para un humano.

Finalmente, Jean Grey, es la única que al inicio de esta obra ya conoce a Xavier, puesto que, como en los cómics originales, conoce al profesor desde pequeña, al haber sido Charles quien le ha enseñado a controlar sus poderes, diseñándose aquí una visión del personaje que, sin diferir en demasía de la clásica, ya nos muestra una joven fuerte e independiente que es totalmente consciente de lo que su condición de mutante supone y representa.
De este modo, se construye una interesante trama apta tanto para aficionados de los X-Men como para aquellos lectores que quieran leer algo sobre estos personajes y no sepan por dónde empezar, sintiéndose perdidos en una de las franquicias que más personajes, colecciones y formaciones distintas contiene.

En cuanto al dibujo, a pesar de que hasta cuatro dibujantes resultaron ser necesarios para poder alumbrar esta obra, el lector no percibe un baile excesivamente molesto o excesivo, todo ello, por supuesto, gracias al entintado de Andrew Pepoy y al coloreado de Paul Monts, que sirven como pegamento unificador de la serie, que cuenta con un dibujo en líneas generales bueno y cumplidor, haciéndose gala de líneas suaves y dinámicas por parte de Steve Rude (el que mejor trabajo desempeña en esta obra con la excepción de Esad Ribic, que se encarga además, de las portadas de toda la serie), Michael Ryan y Paul Smith, pero que desde luego alcanza sus cuotas máximas de calidad cuando en los dos números finales entra en escena Esad Ribic, quien en aquel momento, con su estilo tan particular y sobresaliente, desconocía que estaba llamado a hacer grandes cosas en La Casa de las Ideas.

En la reseña que dedicamos en su día a este tomo, hablábamos de como el mismo merecía su reedición por parte de Panini. Y es aquí donde entramos en polémica, y es que, como se suele decir, ten cuidado con lo que deseas. La reedición ha llegado, el cómic puede volver a ser adquirido tras casi diez años sin que ello fuera posible una vez que se dejó de publicar el exitoso Coleccionable Marvel Héroes, pero a un precio cuatro veces superior.

Sí, el mencionado coleccionable tenía un precio mucho más barato porque estaba pensado para ser vendido en kioscos y con un papel de calidad baja, como baja era la calidad de la encuadernación. Se pagaba exáctamente lo que valía el cómic en dicho formato y ni un euro más. La cuestión es que, habríamos entendido una reedición en formato por ejemplo, 100% Marvel HC, o dentro de la próxima línea Must Have, esto es, un tomo en tapa dura, a un precio de como mucho 15-20€. Pero no una miniserie que cueste 40 € y que, para colmo, en esta edición ofrece menos material que en la anterior, que incluía el X-Men #1 de Stan Lee y Jack Kirby, y un especial sobre Cíclope de Roy Thomas.

No terminamos de ver hacia dónde va este Grandes Tesoros Marvel que está publicando la editorial según directrices que sabemos vienen desde Italia, pero desde luego se encarecen obras clásicas de cómic a cambio de un papel que no es de una calidad especialmente resistente, y de ofrecer la obra en un formato grande que no siempre es necesario, como ocurre en este caso en el que la obra original fue publicada en un tamaño distinto y reducido que no era si no el original.

Si no tenéis este cómic desde luego que es muy recomendable su adquisición, pero debéis plantearosla muy mucho al estar obligados a pasar por un formato rematadamente e innecesariamente encarecido.



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