Javier Vázquez Delgado recomienda: Clase Letal 7: Amor como sangre

Edición original: Deadly Class #’s 32-35 USA, Image Comics.
Edición nacional/ España: Norma Editorial.
Guion: Rick Remender.
Dibujo: Wes Craig.
Color: Jordan Boyd.
Formato: Rústica.
Precio: 16,50 €.

La maldad es una cosa curiosa. Las grandes historias de nuestra cultura suelen definir una línea muy clara que separa a los héroes de los villanos, a los que buscan la verdad, la libertad y la justicia de los que buscan la mentira, el poder y el beneficio personal. Por eso nos gusta tanto la Segunda Guerra Mundial, porque suele resultar sencillo discernir quién era el villano a derribar en aquella contienda. Pero en la vida real las cosas no suelen ser tan sencillas. La maldad como característica absoluta se difumina a través de las gafas de cada uno para convertirse en la percepción que tenemos de los atributos de los demás, medidos a partir de la escala que nuestra vida y nuestra experiencia nos han moldeado como la correcta. Y de ahí nace la eterna lucha, porque nadie es el malo de su propia historia. Todos creemos que hacemos lo que debemos hacer, y muchas veces la única manera de frenar la espiral de violencia es pararse a cuestionarse si alguna vez hemos sido los malos. Pararse a cuestionarse si nuestra escala de medir es perfecta. Y sobre todo, pararnos para ponernos por un instante en la cabeza del de enfrente y esforzarnos por intentar entender sus motivaciones. Porque si tú eres el bueno y él es el malo, ¿por qué estáis los dos peleando dentro del mismo agujero? Quizás la maldad exista, pero quizás la mayoría de las veces se le podría poner freno si en lugar de extender un puño extendiéramos una mano.

Sale el sol una nueva semana de cuarentena y sigue habiendo cosas que echamos de menos, pero lo que no para es el ritmo del equipo indie para seguir trayéndoos reseñas a diestro y siniestro. Hoy, mientras los niños toman las calles a golpe de patinete, retomamos una serie donde los niños toman la calle a golpe de machete. Nuestra cobertura de Clase Letal continúa y lo hace alcanzando ese mágico número que es el siete. La colosal obra de Rick Remender y Wes Craig alcanza el número 35 de su serialización en grapa sumida en una auténtica orgía de violencia de la que uno no sabe ya cómo van a poder escapar sus protagonistas.

Nuestra nueva pandilla favorita de Kings Dominion está de escapada por México. Tras un rifirrafe un poco feo con los peces gordos de la clase, Helmutt, Petra, Zenzele, Tosahwi y Quan huyen más allá de la frontera en busca de un poco de tranquilidad, solo para encontrarse perturbando la de María y Marcus, que vivían felices y comiendo perdices lejos de las manos de Lin hasta su llegada. Porque Quan tiene varias caras, y en la mayoría de ellas es un pobre diablo cobarde y extorsionado. Por Kenji, el repugnante hermano de Saya que busca al nicaragüense al que su hermana dejó con vida para hundir su carrera dentro de la escuela de asesinos, y por Viktor, que está dispuesto a vengarse como sea de los novatos que han osado poner en tela de juicio su liderazgo. Un cruce de odios y venganzas que solo se puede saldar de una manera: con sangre, balas y lágrimas.

Clase Letal es muchas cosas, y ninguna de ellas incluye lentitud. Tras un tomo anterior en el que tuvimos un poco más de calma para tomar aire y un final que adelantaba una buena ensalada de hostias, Amor como sangre se erige como la culminación de ese cruce de caminos en una vorágine de violencia sin igual que mira de tú a tú al frenético número cuatro de los exámenes finales. Los chicos de Kings Dominion están hasta el cuello de mierda y de sangre, y uno se pregunta si su guionista no tendrá en algún momento un poco de piedad con ellos, especialmente con esa pareja formada por María y Marcus que tanto han sufrido por dejar atrás todo aquello.

La protagonista principal de este arco es, sin duda alguna, la acción, una acción ruidosa e hipervitaminada que aturde y de esas que nos recuerda que la guerra crea extraños compañeros de cama. Wes Craig se lo pasa en grande dibujando a miembros de la Yakuza tiroteados y acuchillados a lo largo de todo el tomo, con una gran colección de páginas completas que transmiten el caos de la violencia en la que sus personajes están sumidos y que, una vez más, sacan a relucir la increíble calidad de su dibujante. Cabe decir que a nivel de calidad de trazo es posiblemente el tomo en el que por momentos menos inspirado he visto a Craig, con un dibujo más tosco en una gran cantidad de páginas, pero donde no pierde fuelle ni queriendo es en su genial narrativa cargada de energía cinética, con unas espectaculares composiciones como la que podéis ver a continuación, que siguen convirtiéndolo en uno de los mejores narradores de acción del mercado USA.

Pero a pesar del ritmo desenfrenado del volumen, Amor como sangre consigue, como es habitual en su guion, dejar espacio incluso en medio de un infierno para seguir aportándonos nuevos matices para sus personajes. Además del interludio en Japón para recordarnos lo bien jodida que está Saya, Rick Remender aprovecha para profundizar en las miserias del traidor Quan y en el oscuro pasado de Zenzele, de la que empezamos a ver una cara mucho más siniestra en un bonito flashback a acuarela (como suele hacer Craig para ilustrar el pasado) que precisamente por su bonito estilo resulta más desolador en lo que narra.

Pero el foco principal, claro, está sobre Marcus. Hemos echado de menos al chico que dio inicio a esta serie, y sobre él cargan los grandes temas de esta obra. Remender es un autor al que le hemos visto tratar en profundidad el peso de la familia en Ciencia Oscura, pero en lo que aquí se centra es en la familia que elegimos, los amigos. Marcus ha dado muchas vueltas alrededor de las ventajas de estar solo y no depender de nadie, pero a estas alturas de la serie lo que tenemos es a un personaje que ha visto el infierno y que sabe que no se puede salir de él a solas, que siempre necesitamos un hombro sobre el que apoyarnos, aunque solo sea mientras recargamos la pistola. Además, Remender nos acompaña por la catársis de su protagonista y nos lleva hacia su gran revelación: la violencia es una rueda infinita que parece no dejar de girar nunca, y quizás para frenarla debemos dejar de golpearla. Quizás a veces la manera de ser el bueno no es pelear con el malo, sino dejar de pelear.

Clase Letal alcanza su séptima entrega en nuestra cobertura y nos ponemos ya a punto para cubrir el ritmo de publicación español. Tras estos siete volúmenes se intuyen dos cosas: que no tiene pinta de que su historia esté cerca de terminar, y que no parece que sus autores sean capaces de bajar el listón.



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