Javier Vázquez Delgado recomienda: La Residencia de los Dioses

Edición original::Asterix. La Grande Collection 17. Le domaine des dieux FRA, Hachette.
Edición nacional/ España:Salvat.
Guion:René Goscinny.
Dibujo:Albert Uderzo.
Formato:Cartoné, 56 páginas.
Precio:19,90€.

Resulta triste que tenga que fallecer un ilustre autor, que lo ha sido durante toda su vida, para que lo recordemos y hablemos de él. Pero bueno, la realidad es que esta casa, no pocas veces se habla de Albert Uderzo o de Astérix y Obélix, los famosos galos del cómic francobelga que llevaron a este dibujante (y posterior guionista) al estrellato y que tanto han tenido que ver en la infancia de generaciones enteras de lectoras, entre los que me encuentro. Y es que, nunca olvidaré, cuando mi madre me trajo de la biblioteca El Hijo de Astérix, una aventura que con el tiempo descubrí que no era ni de lejos la mejor que tenía el famoso galo pero que me abrió la puerta a un mundo completamente nuevo de romanos, galos, césares, pociones mágicas, y sobre todo, de viñetas.

Por eso no puedo dejar de participar en este día tan especial, en el que trato de homenajear como se merece a Albert Uderzo (y por supuesto, también a Rene Gonscinny) con una de las obras de mayor crítica sociopolítica de Asterix (con el permiso de Obélix y Compañía, que será reseñada en este día tan ilustre por el no menos ilustre Diego García Rouco, que también reseñó esta obra en esta fantástica entrada), la cual no es otra que La Residencia de los Dioses.
La Residencia de los Dioses comenzó a ser publicada en el 4 de Marzo de 1971, a partir del número 591 de la revista Pilote, siendo recopilada posteriormente ese mismo año en formato álbum, y siendo a su vez, la décimo séptima aventura del galo.

En esta ocasión, no veremos a los romanos tratando de invadir la aldea gala, ni estaremos ante una de las famosas aventuras de viajes que tanto gustan en los cómics de Astérix, si no que nuestros aguerridos galos se enfrentarán a los romanos a través de una invasión que desconocen y que no pueden combatir a mamporros ni con poción mágica: La invasión del capitalismo y de la especulación inmobiliaria.
Y es que, el César concibe un maquiavélico plan para hacerse con la irreductible aldea gala, el cual no es otro que comenzar a construir La Residencia de los Dioses, un complejo urbanístico de alto standing que se instalará sobre la tierra que los bosques galos otrora ocuparan, una vez que estos son deforestados por los romanos.

De este modo, nadie toca la aldea, ni pretende poner un pie en ella, pero ésta se ve sorpresivamente rodeada de mansiones al estilo insular romano que pronto contaminaran la cultura y el modo de vida galos, hasta el punto de asimilarlos y terminar por borrarlos de la faz de la tierra. Un punto de vista crítico, inteligente, satírico y muy muy divertido que nos muestra otra forma de invadir la aldea gala y acabar con ella, que no es otro que el que el capitalismo nos lleva enseñando desde hace décadas, aplastando con su imparable rueda todo cuanto toca.

Uderzo fiel aquí a un característico estilo, nos mostró una aventura que tenía lugar en los límites fronterizos de la aldea gala y en la que dibujó con gran maestría tanto la mansión, como al ciudadano romano medio, como los bosques que eran deforestados por los romanos por la noche, y replantados por los galos durante el día.
Tan famosa y recordada en esta aventura, que en el año 2014, la misma fue adaptada para cines en una versión animada que se considera hoy en día una de las mejores películas que existen sobre las aventuras de Astérix.

Y es que, si de algo hacían gala Gonscinny y Uderzo en esta emblemática colección, era de saber sacar punta a toda situación, y de utilizar el antiguo conflicto entre la Galia y Roma como una forma de reflejar los problemas de la sociedad del momento, los cuales en la década de los setenta eran tan reales como en el Siglo XXI, en el que seguimos viendo a culturas aplastadas por la globalización y el imparable avance de un mercado inmobiliario que pese a habernos sumido en una crisis económica de la que nunca salimos realmente, jamás deja de hacer avanzar su rueda.



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