Javier Vázquez Delgado recomienda: La cizaña
Aunque pueda parecer exagerado, en ocasiones podemos percibir el deceso de una celebridad como si hubiese ocurrido en el seno de nuestra propia familia o de un grupo de amigos, debido a una conexión especial entre su trabajo y nuestra forma de ver y entender la vida y el arte, la cual contribuye a crear sentimientos de cariño y relativa cercanía hacia esa persona. El pasado 24 de marzo nos despertamos con la triste noticia del fallecimiento de Uderzo, un terrible acontecimiento que conmovió a los aficionados a los cómics y es que, para muchos de nosotros, este ilustre dibujante es uno de los responsables de nuestra pasión por las viñetas.
Cuando en la redacción de Zona Negativa se propuso la conmemoración de su figura, no dudé ni un segundo en la reseña con la que quería colaborar, ya que La cizaña es uno de los primeros cómics de los que tengo recuerdo, con el que aprendí a leer, a divertirme con sus dibujos y a enamorarme del cómic para siempre. Es para mí una historia muy especial, que he releído en múltiples ocasiones desde mi infancia y que conozco de memoria. Desde el instante en el que entré en contacto con los habitantes de aquella aldea gala y sus enemigos romanos, estos pasaron a formar parte de mi pequeño mundo y me han acompañado a lo largo de las diferentes etapas de mi vida. Me siento incapaz de hacer justicia al trabajo de un genio y expresar mi más profundo agradecimiento por su incalculable contribución a mi desarrollo personal, pero sirvan estas líneas como homenaje a quién tanto me ha dado…
Edición original:Asterix. La Grande Collection 15. La zizanie FRA, Hachette
Edición nacional/ España:Bruño
Guión:René Goscinny
Dibujo:Albert Uderzo
Formato:Cartoné, 56 Páginas
Precio:19,95€
La cizaña vio la luz periódicamente del número 531 al 552 de la revista Pilote, siendo posteriormente publicada en formato álbum en 1970. Esta fue la primera historia de Astérix en una década clave para el personaje, que ya se había consolidado como una de las piedras angulares de la BD, puesto que sus mejores historias fueron creadas en esos años. Además, en 1977 fallecería el malogrado Goscinny, marcando inevitablemente el devenir de su creación y dejando a su compañero como único responsable de la misma.
El decimoquinto álbum de la serie sigue una conocida regla no escrita, según la cual las aventuras de nuestros galos favoritos alternan la acción entre su pequeña aldea de Armórica y uno de sus viajes dentro de la órbita del Imperio Romano. En esta ocasión, la trama tendrá lugar en el pueblecito galo, en el que la convivencia de sus habitantes se verá puesta en peligro a causa de una estrategia de los dirigentes romanos. La historia comienza en Roma, donde Julio César comparece ante el Senado para conseguir fondos económicos para sus campañas militares, una petición que el senador Stradivarius rechaza exaltadamente, reprochando al emperador que aún haya una aldea gala que resiste a la invasión romana, aunque en realidad no se trata más que de una venganza contra César por haber restado poder a dicho órgano gubernamental.
Ante esta situación, César convoca a una reunión a sus colaboradores y consejeros más cercanos, con el fin de poner remedio a la afrenta de los galos y someter definitivamente al Senado bajo su control absoluto. Uno de estos amigos plantea a César la posibilidad de acabar con la unidad y el espíritu colectivo que caracteriza a los habitantes de la aldea, para lo que propone utilizar a un sembrador de cizaña que está en prisión a la espera de ser devorado por leones, los cuales se devoraron entre sí cuando saltaron a la arena.
Tullius Detritus es el gran hallazgo de este álbum, un personaje muy querido por los seguidores de las aventuras de los galos. Su fantástica presentación ya es toda una declaración de intenciones de los autores y una demostración de las habilidades de este cizañero, cuya enigmática y pequeña silueta aparece encadenada, siguiendo el paso de dos enormes legionarios que pelean entre sí a causa de la manipulación a la que Detritus los ha sometido. César lo libera y lo lleva ante sus consejeros, quienes comienzan a discutir airadamente entre sí ante la simple presencia del recién llegado, quien, cuando por fin se dirige a ellos, consigue incluso alterar el templado juicio del emperador romano, que queda prendado de sus capacidades. Detritus es enviado a la Galia con la misión de sembrar la discordia en la aldea gala, bajo la promesa de César de concederle la libertad y una gran fortuna.
Camino de la Galia, la galera romana que lo transporta, cuyos tripulantes están enzarzados en una divertida disputa, se cruza con los entrañables piratas, personajes secundarios que nos regalan gags desternillantes en cada una de sus apariciones y que, como no podía ser de otra manera, acaban peleando entre sí, hundiendo su propio barco. Mientras tanto, los habitantes del poblado galo se preparan para celebrar el aniversario de su jefe, Abraracúrcix, quien se encuentra ensayando un discurso de agradecimiento ante su esposa Karabella, que está enfadada por la inutilidad de los regalos que han hecho a su marido.
Tras llegar al campamento de Aquarium y caldear su ambiente, Detritus marcha rumbo a la aldea para poner en marcha su maquiavélico plan. Consigue acceder a ella gracias a un jarrón que afirma llevar para el hombre más importante de la aldea, pero pasa por delante de un vanidoso Abraracúrcix, al que deja con un palmo de narices, para entregarlo a Astérix, sembrando así la discordia en el seno de la pequeña comunidad gala, cuyo ambiente se ve intoxicado por la actitud que adoptan sus habitantes y las rencillas que surgen entre ellos.
Las disputas entre los confundidos e iracundos galos, cuya convivencia se ve emponzoñada por el intruso romano, adquiere tal magnitud que incluso Astérix y Obélix discuten entre sí, aunque la reconciliación entre los dos grandes amigos no tarda en producirse. Detritus hace gala de su astucia para llevar a cabo su taimado ardid, ante el que únicamente el druida Panorámix y el bardo Asurancetúrix permanecen impasibles y con la sangre fría.
Los autores aprovechan esta ocasión para realizar una considerable ampliación de la galería de personajes secundarios, introduciendo a habitantes de la aldea que no habíamos visto con anterioridad, como la mujer de Edadepiédrix. Sin embargo, no es el plantel de los galos el único que se ve enriquecido, sino que también conoceremos a una particular patrulla de legionarios, entre los que destaca Monosabius, un alelado fortachón que lleva a cabo su peculiar guerra psicológica, o Caius Aerobus (una caricatura del actor Lino Ventura), comandante del campamento de Aquarium, quien se ve desconcertado por las tácticas de Detritus y pierde poco a poco el mando de sus soldados.
La resolución de la trama fluye de la combinación del talento de los dos autores y es que, si bien no falta una batalla campal en la que los romanos reciben todo tipo de guantazos, que además se detalla con un espectacular diagrama, también hay lugar para hacer que Detritus pruebe su propia medicina, demostrando que la fortaleza de los galos no reside solo en la poción mágica.
En La cizaña encontramos todas las señas de identidad que caracterizan a la serie, como el refinado sentido del humor, los juegos de palabras (que en ocasiones son de difícil traducción), la crítica social, dirigida en esta ocasión a determinadas actitudes humanas y a la toxicidad de algunas personas, o las citas históricas, como el consabido “y tú también, hijo mío”, que César espeta a un alterado Brutus al comienzo de la historia. Este álbum corresponde a una etapa de plena madurez artística de ambos autores, en la que unos experimentados Goscinny y Uderzo dan lo mejor de sí mismos. El dinamismo narrativo del que hacen gala y la apabullante fluidez entre presentación, nudo y desenlace son dignas de un detallado estudio.
En cuanto al dibujo, el trabajo de Uderzo solo puede calificarse de superlativo. Una vez más, demuestra su habilidad para la caricatura, la cual nace a partir de un profundo estudio y conocimiento de la realidad, para deformarla a su antojo con pleno sentido. Hay que destacar también el uso del color verde en los bocadillos, e incluso en la portada, y las técnicas de rotulación empleadas para mostrar los nocivos efectos que la presencia y las palabras de Detritus tiene sobre el resto de personajes, como un veneno que es sutilmente inyectado y que lentamente recorre todo el aparato circulatorio.
Sin embargo, a Uderzo (así como a Goscinny y a los mandamases de la editorial) se le puede achacar una mancha en su carrera. Se trata de la falta de acreditación de sus asistentes, máxime cuando su hermano Marcel afirmó haberse encargado del entintado y el coloreado de dieciséis álbumes de Astérix, entre los que se encuentra este, amén de aquellos cuya contribución ha quedado sepultada bajo el anonimato.
Este álbum ha tenido numerosas ediciones en nuestro país, pero la de mayor calidad es la perteneciente a La Gran Colección, en la que las historias de los galos se publican a un tamaño mayor, con el dibujo y el color restaurados y una renovada traducción, a cambio de un precio más elevado. En cualquier caso, se trata de un álbum fantástico, una excelente muestra del torrente creativo de una pareja de autores que escribió sus nombres con letras de oro en la historia del medio y una maravillosa lectura para cualquier persona que quiera divertirse con un buen cómic.
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