Javier Vázquez Delgado recomienda: Sweet Tooth Vol. I

Edición original: Sweet Tooth núms. 1 a 18 USA.
Edición nacional/ España: ECC Ediciones.
Guion: Jeff Lemire.
Dibujo: Jeff Lemire.
Entintado:Jeff Lemire.
Color: José Villarrubia.
Formato: Cartoné, 448 páginas. A color.
Precio: 41,00 €.

Hablar hoy de Jeff Lemire es hablar de uno de los guionistas más relevantes de panorama actual del cómic en USA. Un creador que bien puede ser clasificado como hombre orquesta, capaz no solo de escribir sus obras, sino también de dibujarlas (con un estilo muy particular y personal) y que ha trabajado para muchas de las editoriales más importantes de Estados Unidos, desde Marvel, Dark Horse, Image y por supuesto DC Comics.

La colaboración con DC comenzó en 2009, con la novela gráfica, Nadie, dentro del sello Vertigo, que le permitió pasar a encarar su primera serie regular (finita) dentro del mismo sello, Sweet Tooth, la que fue su tercera obra desde que empezara a publicar en 2005, su Lost Dogs.

Sweet Tooth se ha hecho esperar. 10 años desde que arrancó su publicación, 7 desde su finalización en USA, es el tiempo que ha tardado en llegar a España una de las obras más potentes del catálogo del escritor canadiense. ECC se ha hecho eco de las peticiones de los aficionados y se marca un primer tomo de cuidada edición, con mimo en el detalle (el cosido del tomo tiene el mismo patrón geométrico y de colores que la camisa de Gus, el protagonista de la obra), con profusión de extras con diseños de personajes, bocetos de portadas, textos que amplían la experiencia que propone la obra y donde se recopilan los primeros 18 números de los 40 que la componen.

En esta obra, como en todas las primeras de Lemire (y en aquellas con las que siente una especial afinidad emocional) se encarga tanto del guion como del dibujo, con el color aplicado por un eficaz José Villarrubia. Un trabajo con un grupo de artistas muy limitado, que conforman una historia opresiva, dura, melancólica y contundente, que esconde en su interior todos y cada uno de los tropos, vicios y obsesiones del autor de Black Hammer, que continúa creciendo como artista en una de las obras más largas de su catálogo.

La premisa de la obra gira en torno a un escenario donde las instituciones gubernamentales y la sociedad en si misma se han desintegrado debido a una enfermedad que ha diezmado a la población. Un mundo en el que han empezado a nacer híbridos, humanos con rasgos de animales, sin aparente explicación científica, que son perseguidos y hacinados para su estudio, pues se espera de ellos lograr una cura para la enfermedad que continua activa. Es la historia de Gus, un niño híbrido, amenazado por su padre a la hora de no abandonar el bosque, de no perder la seguridad de las cuatro paredes de su cabaña, ignorando el mundo que existe fuera de esos muros ocultos entre los árboles.

Con este telón de fondo, Lemire, posee las herramientas adecuadas para focalizar la atención del lector sobre el individuo, su capacidad para el cambio, profundizando en la idea de la soledad y los anhelos infinitos que se esconden en el interior de toda persona para luchar con fiereza contra el abandono social. Se trata de un trabajo intelectual orgánico, que busca increpar al lector a lo largo de la trama, en los aspectos básicos de lo que nos gusta llamar sociedad.

La perdida de la inocencia, la negación de un dios todopoderoso, salvador o castigador, con espacio para la redención desde una corrupción insana y aparentemente inamovible, eso define a un cómic que se ancla en el eterno conflicto entre el bien y el mal que se expresa de manera directa entre las rendijas de alma de esos niños marcados por el estigma de sus deformidades animales. Un estigma que no es sino una metáfora sobre lo que es diferente y cómo reacciona la sociedad frente a eso que no comprende y no puede controlar. Una metáfora donde cabe todo y cada lector llena con su propia experiencia de vida.

La seroprevalencia de la humanidad puesta a prueba a través de una historia que persigue emocionar y fracturar el alma del lector, con un mensaje que en su primera parte se muestra frío, descarnado, áspero, con indicios de esperanza que queda aplastada por la inmoralidad y el egoísmo. Un ejercicio de sobrexplotación, que ejerce una catarsis absoluta al lector que se ve arrastrado a un mundo que le resulta ajeno y al mismo tiempo demasiado familiar.

Valores como la amistad, la confianza, la conciencia social y sobre todo la familia (alejada de todo tipo de convencionalismos) se oponen con marcada fuerza a la ciencia y al mantra el fin justifica los medios, para acabar por marcar un camino en el que si hay espacio para que los corazones más duros, más negros, más petrificados, acaben por romperse y dejen atrás una era glacial de abandono y desesperación.

El guionista de Un Tipo Duro, no solo mide a la perfección las palabras, sino que controla el tempo de la historia a través de su peculiar estilo de dibujo, anguloso, carente de toda proporcionalidad anatómica, abrupto, de línea recta, que se pliega a las necesidades de la trama con una cuidada puesta en escena donde cada página se expresa por si misma. Un trabajo narrativo mayúsculo con espacio para el impacto visual, que no se amedrenta ante largas escenas de diálogos fluidos, con las que ir dosificando, de forma muy progresiva, la información justa y necesaria con la que poder mantener al lector plenamente enganchado a la historia.

Mención especial para el trabajo que se realiza con el color por parte de José Villarrubia, que aporta el fondo cromático necesario para que cada momento, cada situación, arda en las retinas del lector. Una paleta de colores que se amolda milimétricamente al trazo de Lemire, llenado de expresividad los toscos, pero eficaces, dibujos de Lemire. Una simbiosis entre lápiz y color sublime.

Lemire transforma la realidad de tal forma que lleva a los protagonistas a un estado especialmente dramático a fin de disponer de todas las herramientas que ese nuevo entorno posee. Unas herramientas que permiten maximizar ciertas situaciones y hacerlas mucho más impactantes, potentes y crudas, a fin de maximizar su efecto en el lector que se ve obligado a recorrer los áridos caminos de esta historia de la mano del escritor y de unos fascinantes protagonistas.

Sweet Tooth es una de las obras más importantes del 2020. Su llegada al mercado español cierra una vieja herida en la producción de Lemire para con sus seguidores. Leer a Lemire siempre es gratificante emocionalmente, pero es muy relevante acercarse a este escritor leyendo sus obras cronológicamente, es decir, leyendo sus primeros trabajos para luego ir poco a poco recorriendo su producción y ver como progresa en su estilo. La experiencia es grata y vivificadora, pues Lemire no deja de crecer y ampliar su repertorio intimista, crepuscular y humanista en cada nueva obra que acomete.

Un trabajo que se mueve entre lo clásico y la experimentación narrativa y visual, que no deja indiferente y que sin duda es una lectura imprescindible y necesaria para todo aficionado al noveno arte.

P.D. Si es posible, poneros de fondo a Bramhs mientras disfrutáis de la lectura de la obra. Os sorprenderá su efecto tanto por la experiencia sensorial, como por lo que ocurre en la historia.



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