Javier Vázquez Delgado recomienda: Grandes Obras Marvel. La Saga del Planeador Maestro
Spiderman es uno de los iconos más reconocidos del mundo del cómic. Una trayectoria que alcanza los casi sesenta años y que ha tocado prácticamente los medios. Cuesta creer que un personaje de tamaña envergadura fuera una simple probatura, un ensayo y error en un pequeña editorial que trataba de reflotar su exiguo catálogo. Pero así fue. Stan Lee, principal guionista y editor de Marvel, unió sus fuerzas con un artista de inmenso talento como Steve Ditko. Ambos pusieron los cimientos de un superhéroe que ha cautivado a millones de personas, a lo largo de su amplia carrera. No fue algo de un día para otro, se fue confeccionando paso a paso, ejemplar a ejemplar, hasta llegar a uno de esos clímax que permanecen en el imaginario popular, “la Saga del Planeador Maestro“. Es por eso que nos hallamos aquí, para honrar su memoria, como una de las grandes obras de Marvel, un título bien merecido.
Debemos agradecer a Panini Cómics que este marzo haya puesto en disposición del respetable una edición que recopila estos tres números USA, en el flamante formato Marvel Facsímil, un intento de recopilar momentos memorables de la editorial en grapa, puesto que la etapa Lee-Ditko se haya recopilada en nuestro país, al completo, en dos voluminosos tomos. Aprovechamos la ocasión para reivindicar una trilogía a la que muchos lectores de nuevo cuño puedan tener un cierto respeto, por estar realizada en aquellos lejanos años sesenta, pero que goza tal cantidad de bondades que sorprenderá a más de uno.
Bienvenidos a la creación de un mito ya que están dispuestos a presenciar como nació The Amazing Spider-Man.
Llega el Hombre Araña
Spider-Man nace en las páginas de una revista contenedor llamada Amazing Fantasy. En realidad, era una publicación que había pasado por diversos estadios. Comenzó siendo Amazing Adventures, cuyo propósito principal era continuar con un subgénero que dio buenos rendimientos a finales de los años 50, el de los monstruos. Jack Kirby y Stan Lee produjeron una ingente cantidad de material respecto al género monstruoso y en esas se vieron con esta nueva cabecera. En ella se incluían pequeños complementos dibujados por Steve Ditko, que a la larga satisfacían de una manera mayor las apetencias literarias de Lee. A la altura del #6 se decide acabar la andadura de Amazing Adventures y renombrar la colección (manteniendo la numeración). Amazing Adult Fantasy sería el nuevo encabezado y en él se apelaba a historias más complejas, de forma literal, “la revista que respeta tu inteligencia”. Lee y Ditko se convierten en los encargados de proveer el material para la renombrada cabecera, con historias autoconlusivas, de diferente temática. Era evidente que se trataba una apuesta fuerte por parte del editor, pero el cómic no funcionó del todo bien. Para el #15 se decide borrar el Adult de la portada, dejando solo el Amazing Fantasy, y obviar las tradicionales historias episódicas para introducir el nuevo valor seguro del momento, el superhéroe. Amazing Fantasy #15, con fecha de portada agosto de 1962, nos presenta a Spider-Man, un flamante personaje en mallas al que adscribir en la Era Marvel de los cómics. Ésta dio comienzo en 1961, con el debut de los 4 Fantásticos, a los que habían seguido el Increíble Hulk, el Hombre Hormiga o el Poderoso Thor. A esas alturas se notaba que era una temática en auge y que el nuevo empijamado venía a intentar salvar la colección. ¿O más bien era al revés?
La idea del personaje se la debemos a Stan Lee, como casi siempre. Extraído de declaraciones suyas, fue tal que así: “Mientras estaba sentado mirando fijamente la pared, con ésta devolviéndome la mirada, me fije en que había una mosca zumbando en torno a mi cabeza. ¡Uau!, pensé. ¿Y si un superhéroe pudiera trepar por la paredes?….Me acordé de una colección de novelas baratas que leía de niño, The Spider, ¡una araña!, ¡Spider-Man!”.
Nuestro autor parecía encontrarse en estado de gracia puesto que los rudimentos, las bases, le asaltaban sin cesar, en aras de darle un toque revolucionario a esa flamante creación: “quería presentar a un héroe que tuviera un toque de superfuerza, pero que su mayor poder consistiera en que podía pegarse a las paredes y techos. Confesé que había tenido la idea mirando una mosca, mientras escribía. No puedo recordar si era cierto o no, pero daba un poco de color a mi propuesta. También mencioné que nuestro héroe, al que quería llamar Spider-Man, sería un adolescente, con todos los problemas, obsesiones y angustia de un adolescente Sería un huérfano que viviría con sus tíos, un poco empollón, un perdedor en cuanto al aspecto romántico y que estaría constantemente preocupado por el hecho de que su familia apenas tuviera dinero para vivir”. Por lo aquí expuesto, se puede decir que el guionista lo tenía bien atado desde su misma concepción, aunque hay veces que es necesario excavar con algo de profundidad para conocer la auténtica verdad.
Esta narración es el tipo de historia genérica que El Hombre suele aplicar al nacimiento de sus co-creaciones, pero a estas alturas, somos conscientes que la invención del personaje es algo mucho más complejo que un momento de curiosa inspiración. Con los rudimentos de un posible héroe de raíz arácnida, Lee se reunió con su mejor colaborador, Jack Kirby, para ver cómo lo podían hacer. Y podemos afirmar que da comienzo el lío.
El Rey de los cómics fue el primero de los artistas que recibió el esbozo de Stan Lee. Dar vida a un superhéroe llamado Spider-Man. Jack, que ya tenía un bagaje y una experiencia (además de ser el principal motor del nuevo Universo Marvel), pensó en cómo trasladarlo al papel. Y para ello, qué mejor que recuperar ideas con las que ya había trabajado en el pasado. Puede ser un dato tremendamente desconocido por el usuario medio, pero el Rey estuvo implicado en la confección del personaje, antes de la llegada de Ditko. Es por eso que Kirby llegó a autoproclamarse, en un momento muy concreto de su carrera, como el único y genuino creador del personaje. Empecemos con un poco de contexto.
Jack colaboró, codo con codo, durante muchos años con Joe Simon. Éste tuvo una idea, que desarrolló junto a Jack Oleck, en 1953; un nuevo héroe llamado, ¡oh confluencias!, Spiderman. Este proyecto fue desestimado por la editorial Harvey, tras cambiar el título al más sonoro Silver Spider. En ella teníamos a un chaval que localizaba un misterioso anillo, que a la larga lo transformaba en un superhéroe. Simon no tiró la toalla, ya que el concepto tenía su valía (y se había probado que funcionaba con el Capitán Marvel original, dado que se avistaba que ese era el molde maestro del personaje). En Red Circle Comics (propiedad de Archie Comics), a la altura de 1959, Simon y Kirby vendieron su creación, únicamente variando el nombre de la serie (cambió a The Fly; o lo que es lo mismo, El Moscardón, en nuestro país), pero manteniendo punto por punto la historia original de Silver Spider: niño que localiza anillo mágico que lo convierte en superhéroe, con poderes variados, tal como trepar por las paredes, agilidad y generar una especie de tejido similar a una telaraña desde su espalda.
Reseñado este dato, tenemos un par de detalles a destacar. El protagonista, Tommy, es un niño huérfano adoptado por una pareja de ancianos. Además, siempre va ataviado con una pistola, fuente indispensable para sus poderes. Joe y Jack abandonaron demasiado rápido las aventuras de este sucedáneo del Capitán Marvel; solamente, se mantuvieron cuatro números (la cabecera continúo con otros artistas hasta 1964, fecha de su primera cancelación). Desavenencias personales y la búsqueda de mejores pastos dieron al traste con su periplo en The Fly.
Así pues, con estos elementos, Jack Kirby comenzó a dar forma al nuevo Spiderman. El caso es que Stan recibe las primeras cinco páginas de la nueva serie y no termina de conectar con lo que ve. Nunca ha salido a la luz pública ese trabajo desechado, por lo que toda la información que poseemos proviene de los dimes y diretes de los principales implicados. Destaca principalmente la versión del que se había designado como entintador de la cabecera, Steve Ditko. Steve es un activo fundamental en nuestro relato, pero su puesto inicial iba a ser de mero secundario, aplicando tintas a los lápices del Rey. Todo ello cambió cuando el editor decidió que no le gustaba la versión de Kirby. Pero no adelantemos acontecimientos, ¿qué había en esas cinco páginas de muestra? Siempre siguiendo las palabras de Ditko, teníamos un diseño del protagonista primordial, un ejemplar musculoso, con un atuendo que recordaba al Capitán América y ataviado con una curiosa pistola que fabricaba redes. Después, se incluye algo de contexto, con un Peter Parker niño, huérfano como el Tommy de Silver Spider, y viviendo con sus ancianos tíos. Ben se representaba como un policía retirado, brusco en su tratamiento para con su sobrino. Las últimas viñetas mostraban al chaval, acercándose a la casa de un vecino, donde seguramente localizaría el anillo mágico que le daría el poder de convertirse en Spiderman. Fin de la aportación de Jack Kirby.
Repetimos, a Stan no le gustó. No le hizo mucha ilusión el aspecto del héroe y de su alter ego. El guionista era alguien que por definición siempre se ha mostrado contrario a la concepción del sidekick, el acompañante juvenil. Fue de los primeros en otorgar entidad a los jóvenes como héroes en sí mismos, sin necesidad de adscribirse a alguien mayor. Recientemente, él y Kirby lo habían hecho de manera fenomenal al perfilar a Johnny Storm, la Antorcha Humana de los 4 Fantásticos, que rápidamente se convirtió en uno de los favoritos del público. Ver a ese hombre de mediana edad, musculado y alejado totalmente de la imagen de chaval que se suponía que era Peter Parker, no terminó de convencerle. También hay quien dice que fue el propio Martin Goodman, el Publisher de Marvel, el que paralizó aquellos esbozos. Sus similitudes eran tan evidentes con The Fly (que recordemos, seguía en activo en el catálogo de Archie), que el gran jefe pensó en una posible demanda. Ya se vio expuesto en tiempos, precisamente por Simon y Kirby, a cuenta del famoso escudo triangular del Capitán América. Pronto tuvo que ser cambiado por un diseño circular, al parecerse el diseño sospechosamente a la imagen de marca de otro personaje patriótico entonces en boga, The Shield. Sea como fuere, Kirby fue retirado del proyecto.
A Jack no es algo que le alterara en demasía, su carga de trabajo en la editorial ya era bastante elevada. Pero estas reuniones iniciales entre Lee y Kirby serán sacadas en el futuro a colación a vueltas con las reclamaciones del Rey de los Cómics. Nuestro dibujante se embarcó en una larga lucha por sus derechos y mantuvo una dolorosa disputa con Marvel Comics. En aquellos días tan convulsos, llegó incluso a reclamar la creación de Spiderman. Hay que entender que Kirby estaba muy quemado por el tratamiento que se le había otorgado durante largos años. Eso no quita para que se puedan rastrear visos de verdad en sus reclamaciones. Parece confirmado, no solo por Jack, sino también por su viejo colaborador, Joe Simon, que Stan Lee preguntó por la creación de un nuevo superhéroe y Kirby le presentó su Spiderman basado en The Fly. Stan aceptó el ofrecimiento e incluso, cuenta el propio Simon, que se iba a utilizar en el encabezado el logo diseñado por el mismo Joe en persona, como otro elemento en este intento de crear un Spiderman. Finalmente, las ideas iniciales no fructificaron, pero eso no quita para que Jack Kirby tuviera algo que decir respecto a la creación del personaje.
El resultado final es que las tornas giraron hacia Steve Ditko, aquel que en principio estaba asignado como el entintador de la colección. Steve era un colaborador fijo de la compañía de Goodman, compaginando trabajo con su más apreciada Charlton Comics, lugar donde pudo expandir su manera de desarrollar cómics. A la altura del 1962 es un habitual, un veterano del llamado “Método Marvel”, acostumbrado a trabajar junto a Lee en variadas historias de género. Ahora tocaba el tiempo de los superhéroes. Ditko recibe las muestras realizadas por Kirby, a la vez que asume el discurso de Stan. Éste le habla de un héroe de su juventud, The Spider, y sus influencias pulp, de crear un héroe adolescente, de otorgarle poderes arácnidos…. Y Steve se puso rápidamente a la obra.
En Amazing Adult Fantasy #14, la revista que compartían a pachas editor y creador, habían publicado un argumento sobre un personaje llamado Tad Carter, que de buenas a primeras introducía el concepto mutante en la órbita de la compañía. No estamos aquí para hablar de los portadores del gen X, pero sí es rastreable el influjo de lo que veremos en el próximo ejemplar, en cuanto al diseño del alter ego adolescente. La concepción de Tad es muy similar al del futuro Peter Parker, un muchacho universitario vestido de forma muy tradicional, con su traje y chaqueta, su chaleco, su idéntico peinado…. Se puede decir que Amazing Adult Fantasy sirvió como banco de pruebas para el próximo superhéroe, pero no fue la única. Lee y Ditko contaban con un amplio historial de colaboraciones. En Strange Tales #97 (de junio del 62, siempre fecha de portada) participan en una historia repleta de fantasía donde, atención, debutan unos rostros familiares, un tío Ben y una tía May que cualquier aficionado al Trepamuros sabría reconocer a simple vista. El diseño es idéntico al de los secundarios que veremos en el debut de Spiderman, por lo que nuestros autores supieron reconocer conceptos que funcionaban y trasplantarlos a su nueva creación.
La cuestión del espacio vital para Spiderman era otro tema espinoso en la época. Recordamos que Goodman tenía un trato poco favorable con la distribuidora, lo que había generado una cultura de revista antológica en la editorial. Cuando Lee se presenta en su despacho con la idea de un héroe adolescente con poderes de una araña, la cara del mandamás no fue precisamente de agrado. No iba a gastar el escaso espacio del que se disponía para dar pábulo a algo que seguramente (y hablamos de las sensaciones del propio Publisher) causaría repulsa en los jóvenes lectores. Arañas y niños, no era buena mezcla. Caso cerrado…. pero no para Lee. A estas alturas, el editor se sentía fuerte, tras la creación de los 4 Fantásticos, Hulk, el Hombre Hormiga y Thor. Sabía que los supers estaban funcionando e intuía que tenían algo importante entre manos, lo que en su potestad de editor jefe implicaba que iba a publicarse, con total seguridad. Lo que nos lleva de nuevo a Amazing Adult Fantasy.
Amazing Adventures era una revista que se comenzó a publicar en 1961, por tanto, en el momento de transición de Atlas a Marvel, con una temática más cercana a la primera, ciencia ficción barata y monstruos varios. A estas alturas, estas historias ya no calaban en el lector, por lo que para su número siete se renueva de arriba abajo, cambiando el encabezado por Amazing Adult Fantasy. Esta cabecera representa el mejor ejemplo de trabajo conjunto de Steve Ditko y Stan Lee, ya que el editor se propuso hacer de ella un lugar para la ciencia ficción y fantasía de calidad, con historias cortas pero muy suculentas. Y para ello se necesitaba del talento y la creatividad de un genio como Ditko.
La idea sobre el papel era estupenda. Apelar a un tipo de lector con aspiraciones. El problema es que publicitar algo que se presuponía pensado para niños con la palabra “Adult” inducía a que muchos padres, desconocedores de su interior, se negaran a comprar ejemplares de la revista. La consecuencia de esa aparente contradicción es que la colección sufrió para mantener unas ventas dignas. Menos de un año aguantó como experimento. A la altura del #14, la noticia ya era sabida por toda la redacción. Amazing Adult Fantasy se cancelaba en el siguiente número. Y ahí es donde entra un Lee plenipotenciario a nivel editorial. Okey, no hay espacio para Spiderman en el catálogo y a la vez tenemos una revista moribunda que va a ser cancelada. Al menos probemos con el personaje en un intento desesperado. Total, Goodman no nos podrá echar en cara que arruinemos algo que ya está hundido. Este es el relato habitual, hecho público en el Correo de los Lectores de Amazing Spider-Man #4, presentado con la tradicional desmemoria del editor. Quizás habría que observar los hechos con lupa para determinar algo mejor los matices.
Amazing Fantasy #15 (agosto de 1962, fecha de portada) viene con cambios. Primero, sufre un recorte en el título, el término “Adult”. Tal como explicaba Stan, en una página final del ejemplar, la palabrita de marras había traído quejas por parte de adolescentes que se sentían incómodos por comprar algo que se anunciaba para adultos. Y lo más importante, su reclamo principal se aleja de la antología de ciencia ficción para presentarnos la vida y milagros de un renovado personaje en pijama, Spider-Man. Así, con guion intermedio. La razón para ello la ha explicado Lee en bastantes ocasiones, quería evitar confusiones con el nombre de otro reconocido personaje de DC, Superman. Para que engañar, era Stan el que confundía ambos caracteres, puesto que se le coló en alguna ocasión el nombre del Hombre de Acero en los cómics de Spidey. Por supuesto, las historias cortas de fantasía continúan sirviendo de telonero, de manera muy válida, pero aquí hemos venido a hablar de Spiderman.
La trama de origen es tan conocida que da reparo hablar de ella, sin sentirse reiterativo. El adolescente Peter Parker, alumno de instituto, no es un chico popular. Miembro del club de ciencias, asiste a una exposición sobre radiación cuando es picado por una araña alterada, otorgándole suculentos poderes. Peter debe hacerse con ellos, rápidamente, y pronto aprende que puede ganar dinero con semejantes habilidades, vestido de la guisa de Spiderman. Siendo un huérfano acogido por sus tíos, piensa que esos dólares le van a sentar muy bien a la familia. Pero claro, si tienes poder y ninguna responsabilidad puede que ocurra alguna desgracia. La irresponsabilidad de Peter provoca que cierto ladrón avispado llegue hasta las inmediaciones del tío Ben, finiquitando así su vida. El joven Parker se sentirá emocionalmente implicado por el trágico suceso, aplicando esa dura enseñanza al discurrir de una vida…..”un gran poder, conlleva una responsabilidad”.
Así de sencillo. Stan Lee y Steve Ditko nos dejaron una grandiosa historia de origen en apenas once páginas. Suerte que al final se incluyera una extra pues el editor tenía pensado recortar la trama para dejarla en diez, saltándose la página dos, donde se hacía referencia a su día a día como estudiante. Había que casar el nacimiento de Spidey con el resto del contenido de la revista. Stan pudo al final cuadrarlo y permitir la salida de la historia completa, lo que sin duda el aficionado agradece al otorgarle un gran contexto. En este poco espacio vemos las mejores características gráficas de un Ditko en plena expansión creativa. Una ambientación que parece de otra época (más cercana a los cincuenta que a los sesenta), la composición de página, la estructura de las cuadrículas, la utilización de las sombras, el diseño insuperable de la equipación arácnida… Lo único que Steve vio rechazado fue su propuesta de portada para Amazing Fantasy #15. El editor prefirió la presentada por Jack Kirby, icónica a más no poder, que de alguna forma nos retrotrae a los primeros pasos de la gestión del personaje.
En el epílogo del ejemplar, Stan alentaba a los lectores para saber de su opinión, si había gustado o no el tal Spiderman, adscribiéndose a un futuro Amazing Fantasy #16. Y es aquí donde la realidad choca con el relato oficial. Sí ya estaba escrito que esa cabecera iba a ser cancelada, ¿por qué engañar al lector? Tenemos la seguridad que Ditko se puso manos a la obra para dibujar ese hipotética segunda aventura del personaje, ya que sabemos que el Amazing Spider-Man #1 contiene un número de inventario correlativo al Amazing Fantasy #15. Otra cosa es que ese trabajo se viera congelado unos cuantos meses. El dato fundamental es que Amazing Fantasy era la revista menos vendida del escaso catálogo marvelita. Por tanto, posibilidades de cancelación siempre existían. Los datos de ventas tardaban bastante en llegar, por lo que es muy extraño que Lee supiera con exactitud el momento de cese de publicación, atribución que descansaba en el gran jefe y que aplicaba de manera tajante.
Goodman hizo efectivo lo esperado tras el #14, canceló Amazing Fantasy, hasta nuevo aviso, dejando al lector huérfano de aventuras con aquel muchacho, vestido de rojo y azul, capaz de lanzar telarañas, trepar por las paredes y luchar contra criminales con una fuerza sin igual.
La victoria para la dupla creativa se puede decir que saboreó de manera merecida. A finales de 1962, llegaron las ansiadas cifras de venta oficiales y Martin Goodman pudo constatar que Amazing Fantasy #15 no solo había tenido números muy solventes, sino que era el título más vendido en Marvel durante ese mismo año. No tardó en convocar al editor para recordarle su apoyo total al personaje (sí, ese Goodman, el mismo que recelaba de un adolescente con poderes de una araña) y que a partir de marzo de 1963 (recordemos, fecha de portada) contaría con una revista en exclusiva para él, The Amazing Spider-Man. Para entonces, Lee ya había cubierto su cupo de reivindicar al héroe adolescente puesto que colocó como protagonista a Johnny Storm, la Antorcha Humana de los 4F, como uno de los reclamos en Strange Tales.
Lo cierto es que un superhéroe con unas características arácnidas podía ser algo rompedor para la época. Arañas y superhéroes representaban una cierta innovación ¿O tal vez no? Peter Parker es un caso único de saber hacer, de calidad intrínseca, pero las asociaciones con arañas ya se llevaban utilizando desde la Golden Age, no solo en las compañías de Goodman, sino en el comic-book americano, en general. Veamos algunos ejemplos, solo para contextualizar un poco mejor la creación de Spiderman.
The Spider, Master of Men, recoge las mejores herencias pulp para mostrarnos otro trasunto de la Sombra, uno de los héroes más populares de los años 30. Creado por Harry Steeger en 1933, es un personaje que se ha paseado principalmente por el terreno de la literatura barata de la década de los treinta y cuarenta, aunque ha tenido adaptaciones al cómic y, atención al dato, a la televisión. Remarcamos su traslación a la pequeña pantalla por la temprana fecha de la misma, nada menos que el año 1938, cuando la tele era todavía una rara avis en los hogares americanos. Sus habilidades se circunscriben a ser un habilidoso luchador y contar con una Browning del 45, ya que no cuenta con poderes sobrehumanos. Un detalle que puede causar revuelo es que uno de los rivales de The Spider se hace llamar Octopus, lo que supone el prefacio de una de las grandes rivalidades en el terreno de juegos de Marvel.
Timely también tuvo algo que decir en relación a caracteres arácnidos. La primera Black Widow debuta en 1940, en la típica revista contenedor llamada Mystic Cover, en su #4. Creada por George Kapitan (guion) y Harry Shale (dibujo), se trata de un personaje que tiene un contexto más bien complejo. Claire Voyant es una mujer dedicada al ocultismo que un día se ve sobresaltada por Satán, en persona. Éste le confiere poderes muy particulares, como matar con un simple toque, y le otorga su disfraz característico. Es tal como lo oyen, una mujer al servicio del demonio, en plenos años 40. Esta Viuda Negra tuvo un recorrido breve en la producción de Goodman, apenas unos pocos ejemplares. Fue recuperada, de manera tangencial, en Marvels por unos entusiastas como Kurt Busiek y Alex Ross, aunque los únicos que se han preocupado en darle un desarrollo acorde fueron J.M. Straczynski y Chris Weston en la maxi serie Los Doce. Si preguntan porque esta Viuda ha sido obviada durante toda la Era Marvel, pudiera ser que se debiera a que fue creada durante la regencia de Joe Simon…. Stan creó una Black Widow en los sesenta, la popular Natasha Romanoff, y ordenó que nadie tuviera en cuenta a la buena de Claire. Y eso que fue una de las pioneras, pero no la única.
Spider Queen se desarrolló en la editorial Fox Features, protagonizando la revista The Eagle en los números que van del #2 al #4 (año 1941, fecha de portada). La historia de Shannon Kane pasa por casarse con un reputado químico, cuyas atribuciones se relacionaban con el alto secreto del gobierno. Tras ser asesinado su marido, Shannon se apropia de una fórmula que le permite confeccionar una red muy similar a la que fabrican las arañas. Unos brazaletes específicos le permiten el uso del fluido arácnido. Un colorido disfraz después y ya la tenemos peleando contra el mal y la injusticia. Como pueden observar, su recorrido fue muy breve en esos años 40, por lo que la propiedad pasó a dominio público, para que pudiera ser recuperada por Roy Thomas, entonces en las filas de Marvel Comics. El segundo volumen de los Invasores, editado a inicios de los 90, fue utilizado por Roy para recuperar personajes olvidados y esta Spider Queen fue incorporada al catálogo marvelita….para tampoco hacer básicamente nada con ella. Lo único de interés es que Thomas trató de emparentar las dos fórmulas del fluido arácnido, la de Kane y la de Parker, y poco más. Howard Chaykin la incluyó de secundaria en una mini serie datada en el siglo XXI, que protagonizaron unos ficticios Avengers 1959, y no se ha vuelto a saber de ella.
Alias the Spider tuvo más suerte que sus coetáneas femeninas. Surgido por el talento de Paul Gustavson en 1940, uno de esos autores capaces de dibujar y guionizar su propia producción, protagonizó de manera prolongada un segmento en Crack Comics, propiedad de Quality Comics, durante casi tres años. El personaje apenas utiliza referentes arácnidos puesto que es un aventurero provisto de un arco y unas flechas como defensa. Eso sí, gasta un coche que busca una similaridad en su diseño con el de una araña y que su dueño ha bautizado como Black Widow. Lo interesante de Alias ya no descansa en sus prolíficas aventuras durante la Golden; lo más relevante, a ojos actuales, es que forma parte del catálogo de Quality que compró DC Comics en su momento, por lo que ha pasado a formar parte de la enrevesada continuidad deceíta. Ya sea en la encarnación de Tom Hallaway, en la de Lucas Ludlow-Dalt o en la de I, Spyder, es al fondo del gigante de Burbank al que tienen que recurrir para saber más de sus peripecias.
Sin salirnos del entorno de DC, contamos también con un personaje que nos trae reminiscencias arácnidas, surgido en el seno de National Periodical, el primigenio nombre de la que ahora llamamos, cariñosamente, Distinguida Competencia. En 1942 tenían en nómina a un talentoso dibujante llamado Hal Sharp, que había ilustrado las aventuras de coetáneos de la época como The Flash, Mr. Terrrific o Robotman. Para el próximo lanzamiento de una revista contenedor, llamada Star-Spangled Comics, se necesitaba savia nueva, por lo que Mort Weisinger imaginó a un justiciero enmascarado equipado con una pistola que disparaba telarañas, temido en el mundillo criminal por su nombre de guerra, Tarantula. Sharp tuvo la titánica tarea de diseñar trasfondo del personaje para el #1 de Star-Spangled, con un uniforme que fue usurpado por el Sandman de la Golden Age. Lo cierto es que este Tarantula es un concepto que por momentos bordea lo más parecido al Spiderman de Marvel, teniendo en cuenta la idea original de Kirby, con aquel justiciero que disparaba telarañas por su pistola… Jonathan Law, nombre del alter ego tras la máscara, ha sido un integrante del All Star Squadron y ha permanecido en el catálogo de DC hasta primeros del S. XXI, momento en que se le pierde de vista en la serie Nightwing.
Con este pequeño repaso ya podemos obtener consciencia de que los elementos arácnidos fueron usados, de manera continuada, en los cómics de la Golden Age. Todavía nos quedaría rememorar algunos casos muy secundarios: la Spiderwoman de la desconocida editorial H. Clay Glover Co., cuya única aparición en Major Victory Comics viene sin firma autoral; la segunda Viuda Negra, llamada Linda Masters, publicada en Catman Comics y cuyo recorrido cortó la propia Timely al denunciar derechos de copyright sobre el nombre; el héroe enmascarado The Web, principal reclamo de Zip Comics, propiedad de MLJ Magazines (o popularmente llamada Archie Comics), un luchador de tipo patriótico con un nombre poderoso; o el inclasificable Black Tarantula, creado en el la editorial de Victor Fox en 1950, sin autores acreditados, donde sus rudimentos giraban claramente hacia el género de terror, con un protagonista capaz de hipnotizar a sus víctimas, invocar a los muertos y convertirse en una gigantesca araña. Con estas aportaciones, podemos intuir conexiones, influencias y modelos a imitar por los creadores de Spiderman.
Semejante catálogo de arañas debían servir como ejemplo al Publisher para vencer sus reticencias hacia los artrópodos. Así, siempre siguiendo el relato oficial de Stan Lee, recibió la noticia de un superhéroe con poderes arácnidos: “Martin odió la idea. Se esforzó mucho en decirme que un héroe no podía ser un adolescente, que los adolescentes solo podían ser sidekicks. Además, todo el mundo sabe que un héroe no tiene demasiados problemas personales. Me informó que le estaba describiendo un personaje cómico, no un héroe…… Por último, el nombre de Spider-Man era un desastre. ¿Es que no comprendía que la gente odia a las arañas?….”. Si esto fuera ajustado a realidad, a Goodman se le había pasado un pequeño detalle. En octubre de 1961 (fecha de portada), es decir, hacía dos días, Stan Lee y Jack Kirby dieron salida a una historia muy particular, en la cabecera contenedor Journey into Mistery (en su #73, para ser precisos). Allí se nos presentaba a Robert Carter, un científico que no tenía otra ocurrencia que someter a radiación atómica a una simpática araña, logrando ésta un aumento de tamaño, inteligencia de nivel humano y algunos poderes muy chulos. Bien, se puede argüir que estamos ante una colección que sublimaba la ciencia ficción, con algunos toques (muy suaves) de terror. Pero no es baladí que Lee ya hubiera jugado con la idea de artrópodos y radiación en un cómic Marvel.
La cuestión que es si esta idea loca de Spiderman debía continuar, era necesario hacerlo muy bien, pues contaba con las reticencias del Publisher, además de un anticipado rechazo por parte de los chavales, ante una posible imagen escatológica en forma de araña. No se preocupen; de talento vamos a ir bien servidos. Si hay una mente que celebrar tras la creación de este icono es el portento creativo de Steve Ditko. Sin su determinación, ni su capacidad de inventiva no existiría el superhéroe, tal y como lo conocemos. Es el momento indicado para saber algo más acerca del genio de Pensilvania.
Amazing Fantasy. Los mundos de Steve Ditko
Steve Ditko se podía considerar un profesional con experiencia a la altura de 1962. No era alguien tan mayor para llamarse a sí mismo un veterano del medio, pero sí un trabajador que se había forjado en decenas de géneros, entregando ingentes cantidades de páginas a todas las editoriales posibles (Charlton, Gold Key, Atlas, etc.). Empleado como freelance en cada una de ellas, Steve se las ingeniaba para colaborar en varias compañías, aunque siempre consideró Charlton su casa. Es el lugar donde más material ha dejado, previa a su estancia continuada en Marvel Comics y banco de pruebas para que su estilo no dejara de evolucionar. Comenzaba el camino de un creador que hará historia en el medio.
Ditko nace en Johnstown, Pensilvania, en el año 1927. Se sabe que nunca fue un dechado en habilidades sociales pero que al menos sí perteneció a un club, el de ciencias de su instituto, con constancia gráfica en forma de fotografías, como chaval inquieto y buscador de respuestas. Uno de esos entretenimientos solitarios que poseía el joven Steve era el cómic, algo que le acompañó en su servicio militar, que acometió en 1945, nada más abandonar la secundaria. Allí garabateaba, imaginaba historias, llegando a publicar tiras en revistas militares donde sus compadres disfrutaban de su innato talento. Quizás era el momento de plantearse una profesión utilizando un arma tan sencilla como un lápiz. La cosa no era tan simple a la vista pues sus padres no podían llegar a entender que alguien quisiera dedicarse al cómic, por lo que pensaron el costearle cursos de pintura, para que se convirtiera en un artista al uso.
Al terminar su periplo en el ejército, decide trasladarse a Nueva York, centro neurálgico del noveno arte, y de esta manera ingresar en The Cartoonist and Ilustrators School, donde aprendería como hacer el trabajo al gusto de las grandes editoriales, asesorado por un grande como Jerry Robinson, su primera y mayor influencia. De esta institución tan particular surgió gente como Mike Esposito, Al Hollingsworth, Ross Andru o Wally Wood. Especialmente importante es la buena relación con otro estudiante coetáneo de la casa, Eric Stanton. De él y de su interacción mutua hablaremos más adelante.
En 1953 surge su primera oportunidad como profesional, en la pequeña editorial Stanmor Publications, cobrando diez dólares por página terminada. También hizo un breve paso por la empresa de Simon&Kirby, donde estaba interesado en aprender de Mort Meskin, unos de los fijos de Mainline, del que se declaraba incondicional seguidor: “nadie que lea una historia dibujada por Meskin puede sentir confusión acerca de lo que está ocurriendo. Meskin no solo cuenta la historia extraordinariamente bien, sino que lo hace de la forma más difícil”. Así pues, Mort es una de las influencias básicas a las que añadir, junto a Jerry Robinson y a Joe Kubert, del que imitaba la composición y la pincelada. En Mainline trabajó en la revista Black Magic, por un puñado de dólares, y poco más, pués el artista acabaría entrando en la órbita de Charlton, a no muy tardar.
Sin entrar en detalle de cada una de sus aportaciones en la editorial, se puede decir que encontró su media naranja creativa. Charlton era una compañía que se caracterizaba por mantener bajos costes, publicando la mayor cantidad de material posible. Esto le iba muy bien a un Ditko al que ningún editor ponía cortapisas; lo único relevante era llenar montones y montones de páginas. Steve podía innovar, crear, dar rienda suelta a cualquier cosa que tuviera en mente. Algunas de las características inherentes al dibujante las podemos observar por primera vez aquí. El detalle en cada una de las viñetas, repletas de elementos pictóricos que le permiten concebir una atmósfera determinada. Otro trazo muy reconocible es el uso de los negros para crear estados anímicos, tensión y ambientes. Steve, en sus pequeñas cuadrículas, se interesaba por transmitir sensaciones, más que por generar expectación o asombro. Ayudaba esa fijación que tenía por las expresiones humanas y el lenguaje corporal, con el que sus personajes hablaban al espectador, más que con los diálogos impuestos por los guionistas. Con estas habilidades, Ditko estaba predeterminado para ser uno de los grandes del terror, pero ya saben, el Comic Code vino a cerrar el género en el comic-book, a finales de 1954 y comienzos de 1955.
Estos días son de una dificultad añadida para el joven Ditko, ya que es diagnosticado de tuberculosis, con apenas 27 años, lo que le hace retirarse a su Johnstown natal. Con suerte, casi un año de reposo y muchos antibióticos, nuestro artista consigue recuperarse y regresa a Nueva York, con fecha estimada finales de 1955. Steve se dirige directo a la sede de Charlton para llevarse una buena sorpresa: las oficinas se han visto inundadas y la editorial no está en disposición de ofrecerle faena. Otra de las editoriales del mundillo, análoga en su proceder a Charlton, era Atlas Comics. Pagaban poco por página pero el editor jefe y principal guionista, Stan Lee, daba cancha amplia a los creadores. Pero vamos, el catálogo se movía entre los géneros que el Publisher, Martin Goodman, consideraba oportunos para el momento. El resultado es una división que luchaba por sobrevivir en un marcado clima de crisis irresoluble. Recordamos que es la época en la que Martin se había desecho de su personal de plantilla, viviendo mayoritariamente de material de inventario. Steve Ditko entra en contacto con Stan en 1956.
El primer fruto de su colaboración se da al trabajar para Atlas en un fill in de Two-Gun Western #4. Steve dejó dibujadas diecisiete historias más en ese año 56, volviendo de manera ocasional, a lo largo de la década, para hacer frente a los géneros de rigor. Su gran eclosión data de 1959. Entre ese punto y 1961 hay registradas cerca de cien historias, de variable longitud, muy pocas con firma de tándem autoral. Esto ha generado un profundo debate acerca de la colaboración entre Lee y Ditko, puesto que en estos convulsos años era corriente que los autores no dejasen su marca, generando no pocas dudas en cuanto a la procedencia del material. La Era Atlas está repleta de lagunas, sobre todo en cuanto a los guiones. Uno de los activos más destacados, el ubicuo Stan, siempre ha declarado que firmaba aquellos argumentos en los que participó en los cincuenta, por lo que en aquellos que no vemos estampada su rúbrica damos por sentado que no son obra suya. De ahí se sobrentiende que hay mucho material que procedía de escritores desconocidos…. o no tanto como creemos. Sacamos a colación este debate puesto que hay constancia clara del trabajo de Ditko a finales de los cincuenta y primeros sesenta en la editorial de Goodman. Y su firma suele aparecer en solitario. Esto nos lleva a pensar que Steve realizó una ingente labor como autor completo. Por supuesto, un escenario totalmente plausible es que el editor (o cualquier escritor arrendado), plantease las líneas generales de la trama, para que Steve la desarrollase a su antojo y ya alguien se haría cargo de los diálogos. Suena mucho a Método Marvel.
Ya sea “The Hidden Doom”, un argumento de corte bélico en la revista Battle (abril de 1959, fecha de portada) o “It Hapenned on The Silent Screen”, ciencia ficción con monstruo mediante, lo habitual de Tales to Astonish (julio de 1961, fecha de portada), nos valen como ejemplo del talento de un Ditko que a esas alturas sabía volar solo, manejaba como nadie la narrativa gráfica y cada vez estaba más habituado a hacer las veces de guionista. Llegado un punto, sobre todo cuando Lee impulsa a Ditko a la primera plana con Amazing Adult Fantasy, parece que se crea una imagen difícil de disociar entre Stan y Steve. Esto viene también por el aprecio que tenía el editor jefe por el talento del artista. Según Larry Lieber, hermano de Lee y uno de los encargados literarios entre el paso de Atlas a Marvel, jamás tuvo la suerte de trabajar con Ditko. Jack Kirby, Paul Reinman, Don Heck, etc….. todos esos sí, pero nunca Steve. Según el hermanísimo, Stan tenía un trato en exclusividad con Ditko y no dejaba espacio para otras colaboraciones, algo que al de Johnstown tampoco parecía disgustarle. El estilo improvisado del editor jefe le granjeaba una libertad inusitada.
Ditko trabajaba en un estudio propio que se agenció en 1958; desde allí, aportaba páginas a Charlton, a Atlas o cualquiera que solicitara sus servicios. Un pequeño espacio para el artista entre la 43rd y la Octava Avenida. Pero no fue solo hasta allí. ¿Recuerdan a su compañero de clase, Eric Stanton?. Pues toca hablar de él. Ambos compartían habitáculo de trabajo, cada uno con su espacio y su tablero de dibujo. La ubicación es relativamente bien conocida pues casi todas las fotos más conocidas de Steve Ditko se concentran en este estudio, que por cierto abandonó en 1968. De hecho, el autor se permitió el lujo de reproducir algunos elementos característicos en sus cómics (no hace falta citar el famoso complemento de la creación de Spidey, en el primer anual de la colección, que se desarrolla en el estudio de Steve). Stanton y Ditko tenían una relación de cercana amistad y siendo dos artistas, podríamos plantear una velada influencia en el trabajo de cada uno de ellos. Un dato curioso y nunca verificado, pero que no debería ser atípico entre dibujantes. No lo sería, si obviamos los gustos y el campo artístico de Stanton en el cómic, que no era otro que la temática erótica y más concretamente, el bondage. Oficialmente, nunca trabajaron juntos, aunque hay ciertas evidencias en el entintado, tanto de una como de otra parte, que parecen desmontar la versión oficial. Por no hablar de las fotografías, probablemente tomadas por el mismo Ditko, donde se veía a Eric con plumilla en mano y sentado en la silla de Steve, rodeado de revistas como Adventure into Mistery o Strange Tales of the Unsual, unas cabeceras que no solía frecuentar Stanton.
Como mínimo, se podía tildar de excéntrico que un dibujante, con una especial querencia por la ciencia ficción y el terror, como era Ditko, terminase dejando su impronta en el terreno erótico. Y que un artista transgresor como Stanton hubiera dejado un invisible sello en el comic-book para jóvenes (quizás, muy seguramente, también en Amazing Spider-Man). Pues bien, parece confirmado que tal cosa ocurrió, si seguimos el relato de su buen compañero Eric: “hice Sweeter Gwen inspirándome en Gwendoline de John Willies. Le pedí a Steve que la entintara por mí y así nos repartiríamos el dinero al cincuenta por ciento. Entonces pasamos a confeccionar el boceto de la historia, como solíamos hacer con Spider-Man. Nos dábamos ideas el uno al otro. Salimos con una historia muy bonita”. Ya ven, no solo que Ditko entintara un cómic erótico, haciendo de tripas corazón, sino que participó activamente en levantar el argumento. Además, Sweet Gwen, ósea, dulce Gwen ¿me suena vagamente de algún personaje relevante de Spiderman? Muy vagamente, ¿verdad?
Lo importante es que para 1961, Ditko se convirtió en uno de los principales talentos a ojos de Stan y la prueba palpable es Amazing Adult Fantasy. El editor jefe desplazó a su mejor colaborador, Jack Kirby, para asociarse en exclusiva con el de Johnstown, con el objetivo de dar forma a una revista que aspiraba a un público más selecto, dado que la inventiva y el talento de Ditko planteaban tramas de calado profundo. El aparente poco éxito de la propuesta no quiere decir que la valía de los autores quedara en entredicho, aspecto que quedó definitivamente aclarado con el éxito de Amazing Fantasy #15. Así recordaba la fallida cabecera el guionista y editor: “me encantaban esas historias. Me encantaba la manera dramática y brillante que Steve tenía de ilustrarlas. Nunca pude comprender por qué no se convirtió en una de nuestras publicaciones más vendidas”.
Como cierre de este punto, giramos hacia la eterna polémica, hacia una que tienes pocos visos de ser resuelta, ya que ni Stan ni Steve se encuentran ya entre nosotros. ¿Quién es el auténtico creador del personaje? La duda debería quedar resuelta rápidamente puesto que cualquier medio oficial, Marvel incluida, otorga el mérito de la co-creación a ambos. Pero claro, teniendo a Kirby, que trabajó en los estadios iniciales, intentando adjudicarse el tanto, sumado a los años que parecía que Stan había creado él solo el Universo Marvel, pues parece que al final el ambiente se tercia enrarecido, tanto que Ditko, muy retirado de la primera plana, tuvo que publicar un artículo en 1990, donde se acompañaba de una comparativa entre personajes, en la que dejaba clara la aportación de cada cual en la génesis de Peter Parker: “la primera aventura completa de Spider-Man fue publicada en Amazing Fantasy #15, a partir de la sinopsis de Stan…. Aunque es necesario saber quién hizo las contribuciones importantes de cualquier historia publicada, es irrelevante en este contexto. Lo que es relevante puede verse examinado en la primera historia de Spider-Man y comparándola con lo que se sabe de la versión de Jack. Ciertamente, no son creaciones idénticas”.
A ese respecto, Lee jamás ha negado la autoría de Ditko en la creación del personaje. Incluso, llegó a hacer pública una carta que exponía vox populi la co-creación, algo que no satisfizo mucho a cierta corriente contraria a su figura. Las aportaciones de The Man cada vez más se encuentran en entredicho. Él siempre se ha presentado como el hombre de la idea y ésta se ve ampliada y enriquecida por sus colaboradores. Sean muchas o pocas, parece evidente que hay trazas de Lee en la confección de las aventuras de Spidey. Y Stan siempre ha dejado bien clara la importancia de Steve en el desarrollo del personaje, dado que no dudó en acreditar a Ditko como argumentista, cuando tocaba, además de declarar abiertamente que ya no escribía las aventuras del Trepamuros: “ya no escribo Spider-Man. Steve Ditko, el dibujante, se ha estado ocupando de las historias….. Discutíamos tanto que le dije que empezara a escribirlas él mismo. Tampoco deja que nadie entinte sus dibujos. Entrega las páginas terminadas con notas en los márgenes para que yo ponga los diálogos”. Declaraciones a un periódico de gran tirada, como el New York Herald Tribune, en 1965. Y eso nos lleva al punto en que la relación entre ambos era insostenible, por cuestiones creativas y personales. La fosa era tan insalvable que no anticipaba nada bueno. Ditko ni siquiera le entregaba de manera directa el trabajo a Stan. Se evitaban, de manera descarada, hasta que en 1966, Steve Ditko abandonó Marvel, por muchos años. Volvería a finales de los setenta, pero nada sería igual.
Spiderman, por otro lado, no se resintió al perder a su principal motor, a su valedor primigenio, aquel bajo su tutela se constituyó como mitología moderna. Stan Lee supo cómo mantener el interés del lector, acompañado de un nuevo creativo, John Romita (ahora identificado como Sr.) en la colección. Por último, y ya buscando criterios de autoridad, esto es lo que comenta Sean Howe, en su libro “Marvel Comics. La Historia Jamás Contada”, acerca de la creación del personaje: “cuando Lee le pidió a Ditko que entintase las seis primeras páginas a lápiz de la historieta de Kirby, Ditko señaló que era una revisión de la Mosca…. Lee decidió que era necesario aplicar algunos cambios….. En la nueva sinopsis, una picadura de araña radioactiva sustituía al anillo como fuente de poder y no había transformación en ser adulto para el apocado adolescente”. En cuanto a las disputas y diferencias de criterio, Blake Bell, en su libro “Strange and stranger. The World of Steve Ditko”, señala aspectos positivos de esta dispar entente: “este enfrentamiento simboliza un sano intercambio entre guionista y dibujante que hizo posible el Método Marvel. Lee fue la fuerza principal tras el irónico giro que creó la motivación original para el personaje: un Spiderman hinchado de ego que permitió al ladrón escapar, solo para que el mismo criminal terminara matando a su querido tío Ben. Lee incluso pudo ser el que marcó la personalidad de Parker como la de un solitario adolescente agobiado por una serie de problemas personales. Pero fue la habilidad de Ditko para ampliar ese marco de referencia la que consiguió separar al héroe con problemas de ser un mero y repetitivo nuevo personaje que añadir al catálogo de superhéroes genéricos”.
Lo que es claro y evidente es que, ambos dos, Steve y Stan, iniciaron las aventuras de uno de los iconos más grandes que jamás ha aportado el noveno arte. La figura de Spiderman es harto reconocida en todo el mundo, incluso para aquel que jamás haya tocado un cómic en su vida. Esto no se consiguió con un solo episodio; fue un trabajo arduo, constante, en busca de otorgarle una personalidad propia, cuestión que a la conclusión de su periplo conjunto parece más que asentada.
Peter Parker. Poder y Responsabilidad
La recepción de la orden para reactivar al arácnido pilló a nuestro equipo con el trabajo ya adelantado. Como hemos señalado, se había comenzado a laborar en el Amazing Fantasy #16, por lo que aquellas páginas eran perfectamente válidas para el editor. Solo que ahora no sería parte de una revista contenedor; su propio nombre se vería reflejado en el encabezado, un #1 como está mandado. Ese Spider-Man, con guion, aderezado con el adjetivo pomposo de rigor, Amazing, recordando su procedencia, Amazing Fantasy, viene con la intención de hacerse un hueco en el mundo del superhéroe. Marzo del 63 (fecha de portada) es el momento estipulado para su salida a los puntos de venta y la revista se compone a la manera clásica, es decir, con variadas historias autoconclusivas en su interior. Para este primer ejemplar, Lee y Ditko refuerzan un aspecto que habíamos visto en su debut, la falta de recursos económicos, lo que le lleva a pedir sustento nada menos que a los 4 Fantásticos. También se empiezan a definir algunos secundarios fundamentales como el simpar J.J. Jameson, editor del Daily Bugle, empeñado en hacerlo pasar por amenaza. Se configura una de las más extensas e icónicas galerías de villanos, con la presentación del Camaleón, el espía ruso capaz de asumir cualquier identidad. Recordamos que la amenaza de Amazing Fantasy #15 era un vulgar ladrón, que sirvió como detonante para activar el lema “poder y responsabilidad”. Todo ello en las veinticuatro gloriosas páginas de Amazing Spider-Man #1.
Esos pequeños aderezos no esconden que la fuerza de la colección se edifica sobre su protagonista principal. El asombroso Spiderman mantiene el magnífico diseño que perfiló Ditko unos meses antes, en 1962; un traje con dibujo de telarañas que le cubría por completo. En palabras de Steve: “no estaba seguro de que a Stan le gustase la idea de cubrir por completo la cara del personaje. Pensé que le añadiría misterio y le daría al lector la posibilidad de imaginar, de dibujar, sus propias expresiones en la cara de Parker y, quizás, asumir la personalidad tras la máscara”. Lo cierto es que un tipo cubierto de arriba abajo de licra es algo muy bondage, un gusto adquirido de la relación con su colega Stanton. También tomó unas decisiones muy pensadas, como las telarañas “sobaqueras”, que debían servirle para planear, o un calzado plano, nada parecido a las típicas botas de superhéroe, puesto que Spidey necesitaba la máxima adhesión cuando trepaba por los muros. La idea de que nuestro Peter pudiera disparar fluido arácnido, con unos cacharros de fabricación propia, pertenece a Eric Stanton. Fue el ya famoso compañero de estudio el que le recomendó esa forma de usar una de las características propias de la araña, que el personaje presuponía poseer. Otra de sus habilidades, el sentido arácnido, surgió de una pregunta directa del editor jefe: “la idea vino después de que Stan y yo estuviéramos revisando la historia ya terminada del Camaleón. Stan me hizo una muy buena pregunta: ¿cómo sabe Spiderman donde se encuentra el Camaleón en una habitación oscura?”. Así que Steve añadió esas líneas rodeando su cabeza, lo que a partir de entonces se identificaría como peligro inminente.
Se torna indudable que nos encontramos ante uno de los diseños más icónicos de la historia del cómic. Y es obra, enteramente, de Steve Ditko. Bueno, no en su totalidad. Hay un detalle que se suele pasar por alto cuando hablamos del traje de Spidey. Ditko era un artista acostumbrado a entintar sus propios lápices, cuando no recibía una ayudita de su compadre Stanton. Pero el tema del color en Marvel, en aquellos lejanos sesenta, estaba en manos de una única persona. Sí, vamos a recordar a Stan Goldberg, el colorista, hombre para todo en el terreno de la producción. Suya fue la paleta de colores que vistió a Spiderman con esa combinación de rojo y azul absolutamente insuperable. A ese respecto, la idea de Ditko es que Spidey luciera por completo de azul: “el color azul de Spiderman fue eliminado porque era propiedad de las estrellas invitadas”. Con esa frase tan enigmática Ditko se refería a que el azul se asociaba a los 4 Fantásticos y Lee no quería confusiones. El término “estrella invitada” hace referencia a los 4F, de manera indirecta, puesto que fueron los añadidos que impuso Stan Lee en Amazing Spider-Man #1.
Y aquí viene uno de las principales discordias, en unos tiempos donde la convivencia todavía era cordial; Stan quería mucho más tiempo de Spiderman en el cómic y Steve prefería centrarse en Peter Parker. La idea de ese muchacho asocial, huérfano de madre y padre, conviviendo con su tía, viuda debido a su falta de responsabilidad, mientras que en el instituto le hacían el vacío, si no la vida imposible, era algo más estimulante para Ditko que el “pim pam pum” del género del superhéroe. Sabía que un porcentaje de acción debía acometer pero mientras se recreaba en la ambientación, en la composición de la página en base a pequeñas cuadrículas y en el estudio de personajes. Y Lee le reprendía por el hecho de no sacar más a Spiderman. De esa presión surgió uno de los recursos más significativos de esta primera etapa, la representación de la cara de Parker partida en dos, una con la máscara y otra sin ella. Y esto no era algo nuevo para el autor de Johnstown, ya que previamente lo había utilizado en Charlton Comics, concretamente para definir la doble personalidad del Capitán Átomo (Space Adventures Vol. 3 #36). A Stan Lee le gustó mucho el invento, pero hasta para eso tuvo problemas. Debido a una serie de misivas negativas llegadas a la redacción, el editor se replanteó su apoyo al nombrado recurso. Ditko se plantó ante su compañero y defendió su valía, frente a esos escasos síntomas de desaprobación. Lee aceptó mantenerlo y así se puede declarar un final feliz para este pequeño embrollo.
Para el artista, era primordial la representación de Peter Parker. Como se ha dicho en innumerables ocasiones, Ditko sentía a Parker como un trasunto de sí mismo, ese muchacho poco popular de Johnstown interesado en las ciencias. Incluso, en el retrato de un joven Steve, con sus gafas y peinado de los cincuenta, se pueden apreciar similitudes con la forma de acometer a Peter Parker bajo su lápiz. La manera de dibujar al alter ego en estos primeros tiempos denota un interés en dotarle de una psicología que le aleja del resto de sus compañeros que rondan su edad. Parker es mucho más inteligente que ellos. Y eso será usado por los autores para el desarrollo del personaje. The Amazing Spider-Man es el primer superhéroe que verá alterada su vida normal al convertirse en paria, en amenaza pública, debido a la mala prensa otorgada por el Daily Bugle, con un J.J.J. que no parará hasta verlo sometido. Múltiples contratiempos deberán ser solventados y para ello Spidey utiliza la inteligencia, la determinación, la importancia de lo que se está jugando. Otros enmascarados se hipotecan en la fuerza bruta, el estoque directo, para afrontar los problemas. A Spiderman casi siempre le va a tocar dar un rodeo en aras de salvar su identidad secreta.
El tema del sujeto bajo la máscara es un clásico del entorno del superhéroe. La doble personalidad existe desde que el primer ejemplar de superhombre (hablando en plata, Superman) debutó en viñetas. Para el correcto desempeño de las funciones justicieras, el héroe protege de manera procelosa su identidad civil, con la intención de que sus actividades secretas no afecten a los seres queridos. Especialmente relevante es el caso de Peter Parker, ya que su mito se construye en torno a la responsabilidad, debido a sentirse culpable por la muerte del tío Ben. Su preocupación por la tía May es una constante en todos los años de existencia del personaje, así como de amigos, novias y demás allegados. Es algo que, por los métodos más peregrinos, se conseguía siempre mantener en secreto. Por ello resulta llamativo que tras apenas doce números de la serie, Lee y Ditko nos ponen en portada el desenmascaramiento de Spiderman, a manos de Doctor Octopus, un malvado que dará que hablar y que resulta fundamental para nuestra narración, como comentaremos a continuación. Spidey se la ha jugado muy mucho por mantener a Peter Parker alejado de su larga sombra, y con momentos puntuales, lo ha conseguido mantener en el tiempo, dejando solo a los más cercanos como garantes de su secreto. Aunque, ya saben, a Mark Millar le debió parecer que lo de la identidad secreta era algo desfasado y utilizó un golpe de efecto mayúsculo para atraer todavía más atención a su Civil War. Este temerario movimiento tuvo sus consecuencias para Peter, pese a que no tardó en ser revertido (parcialmente) con el asunto del “Mefistazo”.
Ya hemos dicho que la galería de villanos de Spidey es una de las completas, tal y como iremos desgranando en líneas siguientes, pero también hemos advertido que Jameson es algo más que un incordio, tanto para Spiderman, en su figura de héroe público, como para Parker, que lo tiene que sufrir como su tiránico jefe. Resulta del todo intencionado pensar en una inspiración para este tipo de personaje y no asociarlo a Stan Lee. No existe confirmación oficial al respecto, pero es una cuestión con la que el propio Stan ha bromeado: “¡Él era yo! Era irascible, con mal temperamento, tonto, siempre creyéndose mejor de lo que realmente era. Era la versión que mucha gente tenía de mí”. Los paralelismos son palpables. El editor, pese a que no se puede negar su carácter creativo, no dejó de ser la cara empresarial ante el resto de los empleados, por lo que es inevitable que los diferentes roces tuvieran una traslación hacia un personaje antipático. Lo que no cuadró mucho es el tempo, puesto Jameson es Jameson desde el minuto uno y la relación entre Lee y Ditko no se deterioró hasta más adelante. Recordamos que Stan se preocupó personalmente de que Steve creciera en influencia dentro de la compañía, parapetándolo bajo su protección y dejándole mucha libertad creativa.
Por otro lado, Stan Lee no es que fuera alguien caído de un guindo. Si hubiera sido consciente de esa asociación temprana, nunca hubiera puesto en boca de J.J. el soliloquio de Amazing Spider-Man #10, donde abiertamente se explicaban las razones para ese odio enconado al Trepamuros, la pura envidia. Jameson se movía por el vil metal mientras que Spidey lo hacía todo de manera desinteresada, lo que provocaba en el dueño del Bugle un gran vacío existencial. Lo dicho, una cosa es una grado leve de auto parodia y otra dejarte en ridículo frente al respetable, mostrándote como un miserable. Pero, digamos lo que digamos, ha persistido esa asociación entre Jameson y Lee, que se reforzaba con la figura de Betty Brant, que se viene a identificar con Flo Steinberg, eterna secretaria del editor en jefe. Por cierto, por más que al aficionado de Spiderman le vengan a la cabeza otros nombres, en cuanto a novias del superhéroe se refiere, la primera figura romántica pensada para Peter fue la buena de Betty. Sobre su relación se sostendrán un buen puñado de tramas secundarias y algunos de los más reconocibles síntomas de la “mala suerte” Parker.
Los cómics de Spiderman se construyeron, desde su inicio, de una manera muy concreta, acorde con los tiempos: historias auto conclusivas que dividían en dos segmentos la publicación, la parte del héroe enmascarado y la parte de la problemática social de una adolescente con serios conflictos mundanos. Cada uno de los autores estaba más interesado en las dos versiones de la moneda, ambas dos muy válidas con relación al mundo del superhéroe. Desde luego, no era común observar como el alter ego de un empijamado se preocupaba por tan aspectos tan nimios como conseguir el dinero para el alquiler, sufrir por su anciana tía May, enfermarse, remendarse a mano el uniforme, aguantar a un matón como Flash Thompson……en definitiva, hacer frente a la problemática del día a día en una familia de clase media norteamericana. Eso sí, cuando toca enfundarse el disfraz, el lema del “poder y la responsabilidad” adquiere su total significación. Nuestro héroe posee sus habilidades aumentadas, fuerza, velocidad, capacidad de adhesión a las superficies, sentido arácnido, más un gadget muy característico como es el fluido que dispara a través de sus lanzarredes de construcción casera. Las situaciones de tensión suele rebajarlas haciendo gala de un particular sentido del humor, que tiende a incomodar bastante a sus rivales.
Existe un dicho que viene a decir que un héroe vale tanto como la fiereza de la galería de sus villanos determine. Spiderman tiene un buen surtido de ellos. La gran mayoría de sus antagonistas provienen de la época Lee-Ditko, donde se articularon sus némesis más reconocidas, en apenas un año, el periodo que va de marzo de 1963 a diciembre de 1964. Veamos de manera sucinta algunos de sus sospechosos habituales. De ese al que vulgarmente se conoce como “El Ladrón” no vamos a hablar. Su función era servir de Deus ex Machina y la cubrió holgadamente. Seguimos con nada menos que un espía soviético capaz de asimilar cualquier personalidad, el Camaleón. El miedo a la infiltración rusa llegó a niveles de paranoia en los EEUU de la época. Hay que recordar que nos hallamos en lo más álgido de la Guerra Fría, un conflicto que definió el S. XX histórico, en su corta extensión.
Para el #2 tenemos ración doble, dos enemigos que además desafían las reglas no escritas de los superhéroes. Si el enmascarado siempre era un ejemplar vigoroso, su contrapartida villanesca debía contar con unas habilidades físicas mínimamente similares. Pues bien, damos la bienvenida al Buitre, un antagonista para Spidey que se hunde directamente en la tercera edad. Un anciano en toda regla; y no la mente pensante, típico científico loco al uso, detrás de sicarios, sino alguien dispuesto a luchar cuerpo a cuerpo con el héroe, eso sí, ataviado con una exoesqueleto que le permite volar. De ahí su apodo, the Vulture. Lo cierto es que el mundo animal fue un caldo de cultivo excelente para extraer ideas, en busca de recrear tanto a héroes como a malvados. El aspecto de Adrian Toomes, con esa cabeza pequeña y nariz picuda, que los autores ansiaban que el lector asociase de manera inmediata con el ave carroñera, es un diseño made in Ditko, contraviniendo los preceptos del guionista y editor, como él mismo declaró en el pasado: “Stan creía que los villanos más efectivos eran los más fuertes… Así que a Stan no le gustó mi delgado y demacrado Buitre…..No solo importa la apariencia del personaje, sino cómo funciona en una historia en viñetas…”.
La trama de complemento que viene en ese #2 nos presenta al Chapucero, un simpático hombre de avanzada edad, en apariencia, experto en tecnología, que esconde un sorprendente secreto. La inclusión de elementos extraterrestres era algo muy popular, con aquellas historias sobre la ciencia ficción en los 50, por lo que Lee no se resistió a la concepción de este argumento con tales elementos. Algo, que sabemos de forma fehaciente, que no le terminó de gustar a Steve Ditko, alguien que siempre buscó una vertiente apegada a la realidad, en la medida de lo posible. Con el tiempo, esos alienígenas fueron establecidos como actores disfrazados, y la supuesta adhesión del Chapucero a algo de origen extraterrestre, tal como ser quería apuntar en la trama, totalmente olvidada.
En el número tres de Amazing tenemos el debut de alguien fundamental para comprender la historia del “Planeador Maestro”. Hablamos, claro, del Doctor Octopus y como su relevancia manda, nos detenemos algo más en su figura. Otto Octavius, en cierta medida, es un reverso tenebroso de nuestro amistoso vecino, Peter Parker (lectura recomendada, Spider-Man/Dr. Octopus. Year One, de Zeb Wells y Kaare Andrews). Un científico, con nulas habilidades sociales, rechazado por sus aspiraciones para con la ciencia. La creación del personaje está envuelta en los típicos dimes y diretes, ya que tenemos relatos bien distintos sobre el nacimiento del villano. Stan Lee, en entrevista a Alter Ego, es el que se adjudicó en principio la idea de Doc Ock: “Por alguna razón, pensé en un octópodo. Se me ocurrió que me gustaría llamar a alguien Octopus y que tuviera un par de brazos extra, porque sería divertido. Pero tenía que imaginar cómo llegaría hasta ahí. Dado que sería un científico, decidí que se llamara Doctor Octopus, que me sonaba bien…..”. Como no podía ser de otra forma, este relato “oficial” fue desmontado años después por Ditko, que declaró que fue él mismo el que sugirió un antagonista con brazos mecánicos, aunque le concede a Lee la autoría del nombre.
El encuentro primigenio entre el Doctor y el Trepamuros nos trajo algo inaudito, la primera derrota de Spidey. Así lo trasladaba el guionista a los asombrados lectores. “¡Me ha derrotado! ¡Todo el tiempo estuve a su merced! Ni siquiera ofrecí resistencia, podría haber acabado conmigo en cualquier momento. ¿Qué hago ahora? ¡Nunca me habían vencido! Esta vez mis poderes no han bastado. ¿Es éste el fin de Spiderman?”. Obviamente, nuestro héroe se repondrá del varapalo, gracias a sus conocimientos de química, pero la impresión había sido dejada. El Doctor Octopus se convertirá en un enemigo recurrente en esta etapa conjunta de Lee y Ditko, llegando a su máximo clímax en la “Saga del Planeador Maestro”.
Un detalle a resaltar de este #3, siguiendo el desarrollo de acontecimientos facilitado por el artista, es que hubo un conato de presentar una versión femenina de Spiderman. Esto es algo que rechazó de plano el bueno de Steve, dado que sería poco creíble que circulara un trasunto de un personaje que apenas había echado a andar, además de borrar de un plumazo una de las características que mejor apreciaba Ditko, el hecho de que Peter Parker era único, una rara avis en un mundo que no le aceptaba; la simple posibilidad de que existieran otros ejemplares que simularan si quiera sus habilidades arácnidas, rompía uno de los axiomas del personaje. A este respecto, nunca se han producido declaraciones de Stan Lee. Se desconoce si fueron simples ideas al aire o si realmente el guionista pretendía llevarlo adelante y fue el dibujante el que paró la idea. Nunca lo sabremos.
A partir de ese #3, se puede decir que la dupla mete la directa, con casi a villano para recordar por número. Si exceptuamos alguna rareza como el feudo con el Dr. Muerte, prestado de los 4 Fantásticos (con los que era habitual verle interactuar), contamos con el Hombre de Arena, el Lagarto, el Cerebro Viviente (le damos el beneficio de la duda), Electro, Los Forzadores (que tienen sus carisma, oye), Mysterio, el Duende Verde o Kraven en un plazo muy breve de tiempo. Toda una galería de villanos que protagonizarán algunas de las mejores historias del Trepamuros en los años venideros. Lee y Ditko sabían del potencial de su elenco, por lo que para el primer anual, datado en 1964, se propusieron una reunión de enemigos que sentaría cátedra en el entorno arácnido. Así nace el concepto de los Seis Siniestros.
El argumento se concibe de la siguiente manera. El Doctor Octopus, tras su habitual derrota con Spidey, se encuentra en prisión, pero no tardará en escapar. Como alguien de gran inteligencia, es sabedor de que el Lanzarredes ha ido dejando algunos enemigos por el camino. Doc Ock dispone una reunión con varios de ellos, a saber, Electro, el Buitre, Mysterio, el Hombre de Arena y Kraven. Otto es el que lleva la batuta, ingeniando un curioso plan: cada uno de los Siniestros se apostaría en una zona de la ciudad, dado que a Spiderman se le atraería con un buen cebo, Betty Brant. En números anteriores, el enmascarado había defendido a la secretaria de J.J. Jameson, por lo que Octopus intuyó algún tipo de relación. La casualidad, y la vuelta de tuerca inesperada, vienen del hecho de que el rapto de la muchacha se produce cuando la anciana tía May estaba en conversaciones con la misma, una reunión concertada por la ausencia escolar de su sobrino. Los malvados deciden llevarse a las dos, por el precio de una, algo que consigue añadir una mayor carga dramática a la trama.
Este especial es uno de los primeros tour de forcé al que los creativos someten a Spiderman, de una manera descarnada. Cuarenta páginas de lucha asfixiante, organizada por Octopus, y él mismo se configura como el escollo final. De esta aventura sacamos como conclusión que nuestro equipo creativo empujaba la figura del Doctor como alguien que supera la amenaza del simple plano físico. La inteligencia de Octavius llevará al límite los esfuerzos de Spiderman por derrotarle y pronto tendremos la mejor muestra de ello, con la saga que estamos prestos a desentrañar.
La pareja creativa encara 1965 con las pilas puestas aunque con evidentes fisuras en la entente. Nuevos villanos (el Escorpión, el Escarabajo, el Circo del Crimen, el Señor del Crimen, el Hombre Ígneo), ampliación de feudos con antagonistas fundamentales para el futuro de Spidey, como el Duende Verde (una pena no poder entrar en detalles sobre la esencia del personaje, por cuestiones de espacio), más interacciones con el resto del Universo Marvel o más problemas con Betty Brant (magnífica la última viñeta del Amazing #30, que sintetiza la problemática entre ambos jóvenes) se transforman en muestra de lo que nos espera para Spiderman en este vibrante año. De todas formas, el caudal de ideas no debe esconder que la relación entre Stan y Steve se había enfriado, una situación que nos va a llevar a un punto de no retorno. Lee y Ditko comienzan a pelear en demasía, apenas llegan a acuerdos en cuanto a la serie, por lo que el editor decide cederle todo el control del argumento, partir del #26 USA. Él se encargaría solo de dialogar el tebeo, otorgándole su particular verborrea.
La victoria para Ditko parece clara, aunque Lee se quedaría con cierto derecho a veto con respecto a decisiones trascendentales, como no podía ser de otra forma, ya que era el jefe editorial. Para muestra, el botón. Amazing Spider-Man #28 supone un hito en la vida editorial de Peter Parker, no en vano, asistimos a su graduación en el instituto, preparado para saltar a su reto universitario. Pues bien, esto se hizo en contra de la idea de Ditko. Steve era más partidario de mantenerlo un tiempo más en la secundaria, donde todavía podría cometer unos cuantos errores en su camino de convertirse en el héroe necesario. Para el dibujante, la perfección de sus habilidades requería de un tiempo mayor de aprendizaje. En cambio, Stan era partidario de los personajes con pies de barro, por lo que no estaba de acuerdo en esa idea de perfeccionamiento paulatino. Le atraía más la idea de crecimiento vital, el paso de la adolescencia a una proto-madurez.
Lee hizo valer su posición, respaldado por el Publisher de la compañía, Martin Goodman, por lo que a Ditko no le quedó otro remedio más que el de añadir este episodio de la graduación. Por cierto, como detalle curioso, en este #28 USA tenemos varias viñetas de la celebración protagonizada por los nuevos graduados, que a ojos actuales pasan por totalmente normales. Atención, no es tal que así, ya que contamos con un hecho histórico, a fecha de septiembre de 1965. En una amplia viñeta panorámica aparece una familia de afroamericanos, un padre y una madre orgullosos de su hijo. Nos encontramos ante la primera representación, repetimos, la primera, de figurantes de color, en la historia del cómic USA. Ahí es nada. Ditko metió un primer plano evidente y reconocible, puesto que él mismo se atribuye intentos previos en personajes lejanos (policías, viandantes, un preso casi tapado) a los que prácticamente no se les reconoce. En este caso, es público y notorio, por lo que dejamos constancia del mismo para que pase a dominio de todos los lectores.
La cuestión principal es que Steve Ditko manejaba las riendas de la colección, apoyado en los diálogos por el editor. No se hablaban, es más, se evitaban de manera evidente. De ahí que de cara a la más importante y conocida historia de su etapa conjunta, haya que apuntar que se trataba de una lucha de egos, cada uno con una hoja de ruta. Además, se percibe una cierta descoordinación, como apreciamos en el episodio previo a la “Saga del Planeador Maestro”. Hablamos de Amazing #30, un número que incluía un villano llamado el Gato, un experto ladrón, sin más atribuciones especiales. En un interludio de la historia principal, Spidey se topa con una banda que consigue robar un par de camiones de residuos nucleares, por lo que el Trepamuros se enfrenta a ellos, fracasando en su intento de abortar el hurto. Por las palabras de los malvados, estaban a las órdenes del Gato. Ahora bien, eso no cuadraba para nada con la dinámica del argumento. Esos esbirros, en la idea original de Ditko, servían a la mente pensante a la que se enfrentará Spidey, y que se desarrollará en subsiguientes números. En ningún momento el Gato insinúa que trabaje con un grupo de secuaces. Es evidente la falta de comunicación.
Nos quedamos a las puertas de la conocida popularmente como “La Trilogía del Planeador Maestro”. Tres números USA que van a definir para siempre la figura de Spiderman y que trasladan, de manera directa y sin pagar peaje, a Steve Ditko al Olimpo del cómic.
La Saga del Planeador Maestro
La inercia de la serie protagonizada por Spiderman era continua al alza. Ditko, con los aportes de Lee, mantenía con creces los intereses de los lectores, que disfrutaban de uno de los personajes más singulares que nos había regalado la narrativa superheroica. Esto era algo evidente, pero nadie nos podía prevenir para lo que venía a renglón seguido. La aventura más larga planeada hasta la fecha, nada menos que tres números, con unos pequeños interludios insertados en el ejemplar anterior. Se añade también un fuerte componente de misterio, ya que se sabe que alguien de inteligencia destacada está montando una conspiración, pero no conseguimos adivinar su identidad, de primeras. Por último, el nivel de intensidad de la historia, de una exigencia inaudita y eso que ya teníamos precedentes con derrotas, desenmascaramientos y desafíos casi imposibles, como su enfrentamiento con los Seis Siniestros. Lo que estaba por venir no tenía parangón en la trayectoria vital de Peter Parker.
Damos comienzo por el principio. La trama se inicia en el Amazing #31. Los matones que habían hecho acto de aparición en el número del Gato, siguen con sus procesos delictivos. Pero claro, si te mueves en el lado equivocado de la ley es muy probable que te las veas con Spiderman, por lo que el feudo está asegurado. El Trepamuros casi consigue dinamitar sus planes, pero los sicarios logran escapar de manera acuática. Se aprovecha para señalar una base submarina donde reside el cerebro de la operación, celoso de su identidad, ya que Spidey nunca debe ser consciente de su existencia.
Ditko organiza esta primera parte de manera atípica, ya que coincide con el punto de no inflexión del hombre bajo la máscara. La primera parte, como hemos dicho, es la escaramuza contra anónimos matones al servicio de una mente mayor. De repente, fundido en negro, y pasamos al nuevo panorama que se le abre a Parker, con su ingreso y primeros pasos en la universidad Empire State. Lo que Peter no puede adivinar es que en su vecindario de Forest Hills le va a surgir un problema casi insalvable, aunque no debemos adelantar acontecimientos. La tía May siempre ha sido una persona delicada de salud, en la visión primigenia de Steve Ditko. Por tanto, en principio, no debe sorprender al lector que la anciana caiga enferma y deba ser hospitalizada. De buenas a primeras, los doctores advierten que su estado es preocupante, por lo que debe quedar bajo los atentos cuidados de médicos especializados.
Es aquí donde Steve demuestra una sorprendente valía ya que conecta una innegable tensión narrativa con el punto de maduración marcado por su paso del instituto a la universidad. Se produce un relevo de secundarios, con la presentación de Harry Osborn, Gwen Stacy y, por la lejanía, el profesor Miles Warren, todos ellos personajes capitales para el futuro de Spidey, todos ellos debutan en el Amazing #31. Flash Thompson se mantendrá en el círculo de allegados, gracias a una beca deportiva, pero su perfil de matón se verá atenuado. De Liz Allan nos olvidaremos una temporada y Betty Brant se posiciona en la reserva, tras su ruptura, mucho más evidente con el acercamiento que se produce con Ned Leeds.
Con todo ese bagaje, vemos a Peter durante más de diez páginas, compaginar estudios, sufrir por su tía, aguantar las bromas de sus nuevos compañeros (Ditko insiste en el lado asocial del chico, pese a que la hija del capitán Stacy le pone el ojo encima desde el principio), fracasar como Spiderman en la búsqueda de crímenes (y así aliviar las facturas, con las consiguientes fotos para Jameson)…. Una delicia narrativa que trascurre en los habituales paneles que utiliza el artista (la plantilla de nueve, modificada de manera continuada, en aras de dar fluidez a la trama) donde ocurren gran cantidad de cosas, aderezados con los diálogos de Lee, que consiguen una sensación de dramatismo, de premura, de gravedad, que estamos próximos a conocer. La parte final del #31 nos trae la típica escaramuza, sin apenas trascendencia, con nuestros esbirros favoritos, aunque lo importante se está cociendo a millas de allí. Las últimas viñetas del ejemplar nos anuncian un secreto a voces, puesto que los doctores cuentan con los análisis definitivos de May; a la anciana no le queda mucho tiempo de vida.
Llegamos al punto medio de la saga. Generalmente, en este grupo de tres episodios míticos, casi siempre se apela a al #33, como la lógica conclusión de la misma, para ilustrar la grandeza de la historia pergeñada por Steve Ditko y guionizada por Lee. Permitan que en estas humildes líneas destaque la fuerza, el drama que aporta The Amazing Spider-Man #32. Para dar inicio al número, se decide dar por finalizado el misterio de quién se esconde bajo la identidad del Planeador Maestro. Desde la primera página nos descubren la figura del Doctor Octopus, como el taimado cerebro tras las últimas operaciones delictivas vistas en la ciudad de Nueva York. A Parker le crecen los problemas: la situación con Brant es insostenible, Jameson rechaza sus postreras fotografías, lo que le deja en práctico estado de bancarrota y le comunican el negativo parte médico de la tía May. Esto es quizás el dato de mayor relevancia, pues el chico conecta el maltrecho estado de la anciana con aquella donación de sangre radioactiva que le facilitó en el Amazing #10. Lo que le faltaba a nuestro héroe. No valía lo suficiente el sentirse culpable por el asesinato de su tío Ben, que ahora añadimos la carga mental de saberse responsable del delicado estado de su familiar más cercano. Más presión para un inestable Peter Parker, en una situación que lo va a llevar al límite.
Ante las situaciones más aciagas, siempre tenemos que pensar en un rayo de esperanza. En este caso viene del doctor Connors, que en su identidad villanesca conocimos como el Lagarto. Spiderman le lleva una muestra de sangre de May y el científico le habla del suero llamado ISO-36, una fórmula experimental que podría contrarrestar los efectos negativos de la radiación en sangre. Es el momento de buscar soluciones. Pero hay que ir con cuidado, ya que sabemos que el Planeador anda robando cualquier cosa que huela a radioactivo, por lo que sus secuaces interceptan el suero que iba directo al laboratorio del científico manco. Resultado, un Peter furioso, casi fuera de sí, va persiguiendo hampones en busca de la información que le lleve al Planeador, mientras sentimos la fatalidad en nuestras carnes, cuando los doctores van perdiendo poco a poco la fe en la recuperación de May.
Finalmente, Spidey localiza a los malosos al servicio de Octopus, consiguiendo llegar hasta su guarida secreta, donde el maléfico doctor tenía prevista una trampa, con el ISO-36 montado como cebo. Octavius se las promete muy felices pero no sabe que este Lanzarredes no se parece en nada al que se había enfrentado en el pasado. Lleno de rabia e ira, Spiderman aguanta todo lo que le echan, respondiendo en cada ataque de manera furibunda, lo que a la larga le traerá su propia desgracia: el derrumbamiento del cubil del Planeador, que recordamos se encontraba en un entorno subacuático. El Lanzarredes, enterrado bajo un amasijo de escombros y maquinaria pesada, intenta salir, pero no lo consigue. Ni sus poderes arácnidos ni sus gadgets sirven para salvar este imposible escollo. Peter está exhausto, con el ISO-36 frente a sus narices, lo único que puede salvar a su tía. Así, atorado y con una sensación inequívoca de fracaso, se cierra este número. Fundido en negro y a esperar.
Repetimos, alabamos el tempo narrativo de este #32, que consigue impregnar de tensión y drama cada página gracias al talento de Steve Ditko. El frenesí de la búsqueda, la acción desenfrenada, la violencia inédita de Spiderman…. Absolutamente todo consigue que el lector reconozca que estamos ante la batalla de su vida. El dibujante se hace valer de la tan consabida plantilla de nueve viñetas, que va modificando conforme a las necesidades de la trama. Con ella consigue que se destile muchísima información, casi de manera cinematográfica, cambiando a los distintos escenarios donde se dirime el futuro de May (el hospital, el laboratorio del doctor Connors, el cubil del Planeador…). Nos encontramos ante una pieza de orfebrería perfectamente encastada y lo mejor estaba todavía por llegar. Lo curioso es que Steve, a nivel artístico, lo apostaba todo al último estadio. El artista, como se entintaba a sí mismo, había cogido la costumbre de trabajar sobre bocetos muy esquemáticos, dejando la definición para el proceso de entintado, aplanando el camino al colorista de turno. Para Ditko, lo primero era dilucidar la estructura, encontrar la narrativa adecuada; el resto, vendría rodado.
Este redactor nunca ha sido un defensor del formato grapa para el material actual, una manera de publicación a mi gusto desfasada. Sin embargo, he de decir que hay historias a las que le queda como anillo al dedo y esta podría ser perfectamente la “Saga del Planeador Maestro”. Cuesta imaginar a los lectores de la época, sin previews adelantadas, ni Internet que reventase el curso de los acontecimientos, cerrando ese Amazing #32. La sensación de impaciencia, de qué ocurrirá, la tensión de si de verdad los autores se atreverían a plantear una derrota de tal calibre para Spiderman, es muy difícil de trasladar en términos actuales, que incluso sabemos lo que va a pasar a varios meses vista. Pero en enero de 1966 (fecha de portada, por lo que este cómic vendría a estar disponible en el último tercio del año 65) las cosas eran muy diferentes. Marvel Comics estaba cambiando muchas reglas del juego y los lectores permanecían expectantes, a la espera de alcanzar el siguiente nivel. Un mes agónico debió de significar aquella espera para conocer el cierre de la trilogía.
“¡El Capítulo Final!“. Así rezaba la portada de Amazing Spider-Man #33, con una ilustración espectacular de Ditko donde nos mostraba una imagen en primer plano de un Spidey, literalmente con el agua al cuello, atrapado bajo un amasijo de hierros. Ahora sí que sí, nos encontramos con el culmen, el clímax de la obra. Y para ello, vamos a seguir la habitual composición de viñetas del dibujante, porque hay un efecto deliberado en la forma de articular las primeras páginas.
Comenzamos en la página uno, con un espacio dedicado para la rotulación del título del número. Luego tenemos un grupo de cuatro paneles en línea, cada uno con una localización concreta: el primero, la imagen de May en el hospital; la siguiente Connors, a la espera del ISO-36; la tercera nos muestra a los secuaces de Octopus, expectantes ante los acontecimientos; por último, una imagen aérea del escondrijo del Planeador. Debajo de ellas, una viñeta más amplia con la imagen de un Spiderman subyugado, sumido en su propio fracaso, con una estancia que se va llenando de agua, gota a gota, chorro a chorro, lo que representa otro peligro evidente para nuestro protagonista. Pasamos a la página dos. Nos centramos en la figura del héroe derrotado. Ahora van a ser siete viñetas, seis de ellas del mismo tamaño y la séptima más grande, ocupando el espacio total de la parte baja de la página. La intención es recalcar el papel de la culpa de Peter, tanto por su fallecido tío Ben como por su enferma tía May. Sin duda, es una preparación, encorajinarse para lo que estaba por venir.
La página tres viene con la épica. Seis paneles en los que, poco a poco, vemos como Peter utiliza la energía que subyace bajo su gastado cuerpo de superhéroe para ir levantando la gigantesca estructura. Repetimos, seis viñetas, en las que paulatinamente va aumentando ligeramente el tamaño, conforme nos encaminamos al final de la página. La siguiente reduce significativamente el número de viñetas a cuatro, tres iguales, de tamaño pequeño, y una grande, más de la mitad del encuadre, con un Spidey cerca de conseguirlo. Y llega la página cinco, una ilustración a página completa donde un soberbio Spiderman consigue librarse de su pesada carga. Vítores, aplausos, lloros y lo que quieran para definir un momento excepcional. Sin comerlo ni beberlo, Steve Ditko nos ha metido en vena una buena dosis de objetivismo (de esta filosofía hablaremos algo más en el punto siguiente), admitámoslo, pero se lo perdonamos, porque el artista ha sido capaz de llevarnos en volandas, con una narrativa milimétricamente planificada en paneles, hasta un momento mágico de la historia del cómic de superhéroes. Simplemente, magistral.
Hemos alabado lo suficiente el buen hacer del artista, pero no queremos pasar por alto la contribución de Stan Lee a tan magno momento. Cierto es que allá por 1998 llegó a tratar de ponerse una medalla, al aseverar en una entrevista en Comic Book Marketplace, que él le había insinuado a Steve el hecho de que Spidey se encontrara atrapado, dejando claro que le había dado total libertad para trasladarlo al papel, a la manera del dibujante. Sin quitarle el mérito a Ditko, le metía una cuñita. Rápidamente, Steve envió una misiva aclaratoria, que vería la luz en la misma publicación, en la que recordaba al personal que llevaba las riendas de los argumentos, de manera personal, desde el número 26, por tanto no daba lugar a que Stan pudiera si quiera insinuar que tenía que ver algo en la concepción del Amazing #33, más allá de poner de los diálogos a la historia. Por otro lado, esto no es que fuera una revelación. Ya en su momento, el propio editor en jefe había declarado a los cuatro vientos que era Ditko el encargado de los argumentos, puesto por escrito incluso en los créditos, por tanto, que se había desentendido de tales menesteres. No tenía mucho sentido, años después, reclamar un mérito, por pequeño que fuera, que no era suyo. Lo cierto es que ambos creativos no se hablaban a la altura de finales de 1965, por lo que es imposible que Lee sugiriera algo que Ditko aceptara, a menos que fuese imposición editorial (como resultó el caso de la graduación).
Hasta aquí, todo aclarado. Pero reiteramos que Stan Lee seguía escribiendo a Spiderman, a Peter Parker, a sus secundarios y a sus enemigos. Sus textos de apoyo, sus diálogos, sus soliloquios interiores…. Lee es el encargado de forjar la psique de Spiderman, de trasladarnos con sus frases dramáticas a los lugares que Ditko pretende con sus imágenes, manteniendo el ritmo, acrecentando el drama, amplificando la tensión. Muchos pensarán que es pan comido. No lo es. En esas cinco páginas llenas de presión narrativa, tenemos un Spidey a solas, desarrollando una conversación consigo mismo, mientras levantaba una construcción que pesa varias toneladas. Hay veinticuatro bocadillos de texto en este estadio de la trama. Y cada uno de ellos aporta, intensifica, te lleva en una dirección, el crescendo, la famosa liberación. Steve Ditko creó una obra de arte en imágenes y Stan Lee le supo dotar de unos textos, al menos, a la altura.
Obviando polémicas peregrinas, que a estas alturas, cada uno tiene su idea hecha con respecto a la dupla Lee y Ditko, hay ciertos signos que nos apuntarían a la paternidad de esa imagen impactante, Spidey levantando toneladas de acero, como salida de la imaginación del dibujante, si fuéramos desconocedores de los entresijos editoriales. Para empezar, es una imagen arquetípica del objetivismo surgido del entorno de Ayn Rand, de la que era fiel seguidor Steve Ditko. Sobre todo nos remite a “La Rebelión de Atlas”, un libro de 1957 donde la filósofa de origen ruso trataba de organizar su epistemología en un entorno distópico, con un fuerte discurso político que entroncaba con la sociedad americana de la época. La portada original buscaba conectar con el mito griego del titán al que Zeus condenó a sostener el cielo, con sus propios brazos. Y esto se puede relacionar con nuestro Trepamuros, asediado de problemas, completamente solo, con la única ayuda de su determinación por solucionar la papeleta. ¿Saben algo curioso? Fue Stan Lee el que introdujo a Steve Ditko en las enseñanzas de Rand. El editor se quedó con los aspectos más pintorescos de sus novelas, mientras que el artista se vio rápidamente embriagado por una filosofía que apelaba al individualismo y a la forja de uno mismo.
La cuestión es ver qué razones podían llevar a un hombre de mediana edad a abrazar una filosofía que despreciaba cualquier tipo de bondad social. Y la respuesta se encuentra muy atrás. Ya hemos comentado que Steve era una persona de pocas relaciones personales, muy metido en su propio mundo, desde el instituto. Conforme fue creciendo, se pueden observar síntomas de mejora ya que su participación en el ejército, su inclusión en la escuela de arte, donde trazó camaraderías (caso de Eric Stanton) o su decisión de trabajar en el mundo del cómic, un sector abiertamente colaborativo, nos alejan la imagen de un Steve Ditko asocial que muchos tenemos en la cabeza. Sin embargo, un hecho traumático pudo provocar ese carácter objetivista, que definió su carrera a partir de mediados de los años sesenta. En 1954 Steve contrajo tuberculosis, una enfermedad muy compleja, de la que tardó en recuperarse nada menos que un año. Un golpe así te cambia la existencia y desde luego, te puede llevar a pensar que ante las peores situaciones de la vida estás solo y tú mismo debes bastarte para superarlo.
Hay otros pequeños detalles, menos contrastados, pero que casan bien con el entorno donde se desarrolla el drama de la trilogía. El padre de Steve Ditko era un operario en la fábrica de aceros Bethlehem Steel Mill. La América de entreguerras era una máquina industrializada, repleta de empresas manufactureras que daba abundante trabajo a la población de la zona. Los Ditko pudieron mantener un buen nivel de vida gracias a ese trabajo, por lo que el artista debía de estar familiarizado con grandes máquinas y aparejos industriales. ¿Puede que sean esos diseños en el escondrijo del Planeador su homenaje particular a la profesión familiar? No lo sabemos. Tampoco estamos seguros de asociar la imagen devastadora de Spidey bajo cientos de toneladas de acero con la inundación que sufrió Johnstown, su ciudad natal, en 1936, cuando nuestro artista contaba con apenas nueve años. Estas dos ideas se las hemos tomado prestadas a nuestros amigos de Dial B for Blog, pero como no hay confirmación oficial de las mismas, advertimos que hay que cogerlas con pinzas. Aun así, entran dentro de lo plausible, para nada descabelladas, por lo que hemos decido incluirlas en el texto. Si miramos los diarios del día siguiente al diecisiete de marzo del 36, veremos unas instantáneas devastadoras de la zona. Un chaval de tierna edad, ante la magnitud del destrozo, puede llevar años grabado en su subconsciente una catástrofe de esa magnitud, esperando el momento idóneo para emerger. Y es bien sabido que los creativos suelen tirar de su propio bagaje para componer sus obras. Metal, destrucción, superación personal, son cuestiones que Ditko podía llevar interiorizadas y que tuvieron una efectiva traslación en la “Saga del Planeador Maestro”.
Se podría pensar que nos encontramos ante la lógica conclusión de la aventura, cuando es al contrario, pues nos hallamos en los instantes iniciales de Amazing #33. Eso no quiere decir que la tensión narrativa aminorase. Todavía nos quedaba salir del cubil del Planeador Maestro. Tenemos siete páginas, a continuación, de puro drama de supervivencia. Después de haber hecho lo imposible por escapar del aparejo industrial, el escondrijo se inunda casi totalmente, por lo que Spidey debe luchar con todas sus fuerzas con la pura y simple naturaleza. Pero atención, que los malvados secuaces de Octopus no se han ido (cosa que su jefe sí, desaparecido desde el episodio anterior), por lo que se viene pelea a puñetazos, con un héroe mermado, casi sin fuerzas, apelando a la heroica. Aquí recogemos el espíritu de ese Amazing #32, con un Spiderman en modo berserker, aguantando porrazos y luchando sin estrategia ni control. Son tres páginas maestras de Ditko, repletas de acción bien llevada y su dosis correspondiente de drama.
No se vayan que todavía hay más. Spidey escapa de la base del Planeador para ir directo a al laboratorio de Connors, a la espera de sintetizar el ISO-36, pues no hay tiempo para descansar. Allí, sin quitarse el atuendo de superhéroe, se dedica a hacer ciencia. Tal cual, como suena. Son un par de páginas en las que dos nerds se dedican a hacer su magia; doce viñetas, repletas de diálogos y explicaciones varias, que nos vienen a decir que el antídoto está preparado. Ya solo queda llevarlo al hospital y esperar que dé resultado con la tía May. Encaramos la conclusión, aunque nos quedan unas pocas páginas donde Lee y Ditko se recrean en la mala suerte Parker, con una Betty Brant en estado de nervios y un Jameson que busca estafarle en su cometido como fotógrafo freelance; nada nuevo bajo el sol.
Lo importante lo hallamos en la parte final del número, donde nos confirman que la anciana se va a recuperar y que vivirá para ver la luz del sol, un día más (el tema se ha alargado en demasía puesto que May lleva dando guerra casi sesenta años). Y de nuevo debemos calibrar la reacción de Peter: no está feliz porque su tía haya sobrevivido al envite, sino que la sensación que se transmite es de alivio. Parker no podía haber aguantado otra inyección extra de culpa, tras llevar sobre sus hombros el trágico destino del tío Ben. Para muestra volvamos a ese caudal artístico que nos aporta un artista como Ditko. Cuatro viñetas, muy chiquititas, con un primer plano de la mayor de los Parker, relajada, descansando tras el susto, con una ventana al fondo. Desde aquí vemos a Peter, alejándose del hospital, con la cabeza agachada, claramente apesadumbrado, mientras que el doctor va bajando poco a poco la persiana. Los pensamientos del médico, alabando al muchacho por su buen hacer, puestas por Stan Lee, contrastan con esas imágenes del sobrino cabizbajo, mientras se le va borrando de plano, pensando en lo que casi pudo ser y al final no fue. A veces con muy poco, con pequeños detalles, gestos casi imperceptibles, se consigue transmitir un mundo. Y aquí Steve Ditko vuelve a salir victorioso.
No cabe duda de que esta aventura se trata de un antes y un después en la trayectoria del personaje. Se puede decir que nos encontramos ante la culminación de un camino que se inició en aquel Amazing Fantasy #15; el definitivo rito de transición entre la adolescencia y la edad adulta, con un puntito de pérdida de la inocencia, por esa preocupación por el destino de la tía May. Una construcción perfectamente engarzada, a nivel de guion y dibujo, que hubiera significado un precioso cierre a la participación de Steve en el entorno del Trepamuros. Pero no fue así, Ditko continuó durante algunos episodios más, de calidad irregular, siendo generosos.
La inercia llamaba a buscar un enemigo clásico, con la vuelta de Kraven en el #34, en un argumento muy básico que no aportaba nada al historial de sus enfrentamientos previos. Luego Ditko arengó el regreso de uno de los enemigos más olvidables de esta primera etapa, el Hombre Ígneo. En el Amazing #36 contamos con el debut de un nuevo maloso, de incierto futuro y que granjeó algunos problemas entre Stan Lee y Steve Ditko que han trascendido a la luz pública. El Saqueador, nombre del antagonista de ese número, era un homenaje del artista a los enemigos del protagonista de “La Rebelión de Atlas”, obra fundamental y fundacional de Ayn Rand, por tanto, otro vehículo de transmisión del objetivismo. Pero no fue ese el motivo de la disputa entre los dos creativos.
Tenemos declaraciones de Roy Thomas, recién aterrizado en la compañía, a la altura de la realización de la “Saga del Planeador Maestro”, donde era testigo presencial de los enfados que cogía Steve Ditko ante el más mínimo cambio de planes. Así, recuerda que, en un episodio en concreto, Stan había añadido un “votado por Ditko” de forma jocosa en los créditos. Thomas, estupefacto, veía al dibujante cabreado como una mona porque, literalmente, “él no había votado nada”. Claros síntomas de una relación laboral muy compleja. El propio Roy se maravillaba ante el hecho de Steve y Stan jamás coincidían en las oficinas editoriales; parecía algo hecho a propósito.
Viendo como estaba la tensión entre ambos, se puede decir que ese #36 supuso una búsqueda de conflicto de manera deliberada. Ya hemos comentado que la forma de trabajar del artista era montar unos bocetos muy esquemáticos, se añadían los diálogos, y luego el dibujante le daba el acabado final, para que el colorista y el rotulista, cada uno en su ámbito, rematasen la faena. Pues bien, siempre siguiendo el relato de Roy Thomas, cuando se presentaron al guionista las páginas del Amazing Spider-Man #36 había una escena en la que Lee añadió los diálogos que correspondían al Saqueador y a Spiderman, en principio, de manera errónea. Cuando Steve terminó el proceso de entintado, no cuadraban las palabras entre héroe y villano. El editor agarró un enfado monumental, ya que estaba convencido de que el artista lo había hecho a propósito. Tuvo que llamar a un profesional de la casa, Carl Hubbell, para que cambiara los uniformes y esa pifia no saliese a la luz. Cuenta Thomas que fue una de las pocas veces en la que vio a Stan Lee fuera de sí. A estas alturas, parecía claro que su destino estaba sellado.
Todavía restan un par de ejemplares en la andadura de Ditko con Spidey, el #37 con la presentación de Mendel Stromm, el hombre de los robots, y el #38, con un tipo normal llamado Joe, que a costa de Spiderman consigue hacerse una carrera, ahondando el artista en el eterno mantra de la mala suerte Parker. Estos cómics se publicaron cuando Steve Ditko ya se había desvinculado de la editorial. El dibujante se cansaba del ambiente de trabajo y abandonó, de manera irrevocable. La decisión de su marcha estaba tomada con anterioridad, eso se sabe con seguridad, puesto que en una carta personal a Jack Kirby, fechada meses antes, Steve le había comentado la idea de ir dejando la editorial Marvel. Y a partir de aquí empiezan las leyendas, los dimes y diretes, la búsqueda de razones por la que, de un día para otro, Steve Ditko decidió salir en busca de otros pastos, dejando a su creación en manos de otros autores.
El relato oficial, que se ha repetido en libros e intros de volúmenes recopilatorios hasta la saciedad, es que hubo una disputa insalvable por la personalidad que se escondía bajo la capucha del Duende Verde. A estas alturas, parece más o menos aceptado que no fue tal que así. Sinceramente, si hubo algún desencuentro entre ambos por la identidad, de los muchos que se contaban en la entente, desde luego no era motivo de fondo para abandonar Marvel. Steve Ditko había utilizado dos veces el recurso de desenmascarar a villanos (Electro y el Señor del Crimen) y que no fueran nadie conocido para nuestro héroe. Es fácil señalar una cabezonería por una tercera vez. A este respecto, Ditko sí se ha pronunciado y es fácil seguir el desarrollo de acontecimientos: “sabía desde el día uno, desde la primera historia del Duende Verde, quién sería el Green Goblin. Lo sabía porque yo lo puse en el club de negocios de Jameson, fue allí donde al Duende y a J.J. se les pudo ver juntos. Los puse juntos en otras historias donde el Green Goblin no aparecería disfrazado. Yo puse al hijo del Duende (mismo estilo de peinado) en los números de la universidad para una implicación más dramática y para crear consecuencias en el hilo argumental”. Dicho queda. Hay que buscar otras razones para la espantada.
Es obvio que el clima de trabajo ayudaría a Steve a tomar una decisión. Cuando no te cruzas palabra con el editor en jefe, estás a la merced de todo tipo de cambios y no te sientes valorado, es probable que tu moral comience a mermar. Quizás haya que apuntar algo más arriba para localizar el auténtico enemigo de Ditko, Martin Goodman. El editor de la revista Ditkomania, Ron Franz, llegó a tener buenas relaciones con el artista, consiguiendo unas declaraciones explosivas acerca del motivo de su cese laboral con Marvel: “me dijo que nunca tuvo un problema personal con Stan Lee. El problema de Ditko era con el editor, Martin Goodman. Evidentemente, a Goodman no le gustaba la dirección que Ditko estaba tomando con Spiderman, debido a sus puntos de vista filosóficos, basados en los escritos de Ayn Rand….. Lee estaba en medio de la situación. Goodman quería cambios y Ditko se negaba a aceptar esos cambios. Finalmente, Lee le dio a Ditko un ultimátum… Y Ditko se marchó…… fue claro en su conversación conmigo: su pelea era con Goodman, no con Lee…..” (texto extraído de “Spider-Man. La Historia jamás Contada”, Julián Clemente, Panini, 2015).
Estas palabras de Franz parecen chocar con el empeño de muchos de demonizar a Stan Lee (valdría simplemente con poner en valor su aportación) como el enemigo natural de Steve Ditko. De facto, en su segunda venida a Marvel, a finales de los setenta, contamos con testigos presenciales, como Tom DeFalco, que vieron en su reencuentro un aroma a pátina cariñosa, de dos viejos amigos que tuvieron que tomar caminos distintos, por diferir en posicionamientos en la vida, tanto personal como laboral. El editor Ralph Macchio le llegó a proponer hacer algo con Spidey, guionizado a medias con Lee, y Steve al menos consideró el ofrecimiento, aunque nunca se pudo concretar en algo tangible.
La cuestión es que, pese a las evidentes peleas, se percibía un respeto entre ambos autores, que nunca han recelado de la condición de co-creadores de Spiderman. Y con eso nos quedamos. Con eso y con sus treinta y ocho números de Amazing Spider-Man, más el Amazing Fantasy y dos anuales. El comienzo, las bases, el tarro de las esencias de uno de los personajes de cómic más importantes de la cultura de masas.
Las esencias de Spiderman
Cualquier lector neófito podría pensar que para ser Spiderman lo único necesario es contar con unos poderes chulos, tener un increíble sentido de la moda y una habilidad innata para la ciencia. Requisitos sencillos, ¿verdad? Pues no, como cualquier seguidor avezado señalará a renglón seguido, Spiderman es Peter Parker y solo él, por lo que ya adelantamos que las esencias del personaje son más complejas que tener habilidades arácnidas y ponerse un traje colorido. Y para comprender esto debemos retrotraernos a sus estadios iniciales, de ahí que esta reflexión sobre lo que representa el Trepamuros encaje de manera orgánica con un análisis de etapa Lee-Ditko.
Empezamos con las sentencias lapidarias, para ir matizando poco a poco. Spiderman se sustenta en la culpa. El famoso mantra de “poder y responsabilidad” proviene directamente de ahí; si el tío Ben hubiera seguido con vida tras el encuentro con el ladrón, difícilmente los derroteros hubieran circulado por la misma senda. Peter acomete su papel de Spidey porque asume que la muerte de su familiar es fruto de su inacción, por lo que a partir de ese instante rendirse no va a ser una opción, no importan las circunstancias adversas a las que deba enfrentarse.
Parece más o menos aceptado que esa motivación fue otorgada por Stan Lee en aquella segunda sinopsis sobre la que trabajó Steve Ditko, tras el abandono de Kirby. No se puede decir que el guionista inventase la rueda, ya que personajes literarios movidos por la culpa existen desde que la literatura se desplegó como tal. Obras tan inmortales como “La Iliada”, “Las Mil y una Noches”, “McBeth” (en realidad, casi cualquier obra de Shakespeare), “La Vida es Sueño” o de cariz más actual, autores como Frank Kafka o Edgar Allan Poe cuentan con personajes asolados por esa desagradable sensación. Es una tradición amplísima que se puede registrar hasta nuestros días. Y la culpa entronca directamente con la moralidad. La literatura moralizante tuvo un pico de mayor difusión localizado en la literatura infantil y juvenil del S. XVIII-XIX. Más concretamente, en aquellos autores que recogían por escrito adaptaciones de la tradición oral, la sabiduría popular trasplantada al noble papel. Gracias a las plumas de Charles Perrault, los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen o Madame D’Aulnoy se produjo una amplia expansión de la corriente moralista en la literatura pensada para niños, extraída de la más antigua sabiduría, la popular. No en vano, la moral no es más que el conjunto de normas destinadas a preservar de forma organizada la cohesión de un grupo. De ahí ese esfuerzo en trasladar las ideas más básicas e importantes a las nuevas generaciones.
Para Lee, que no era extraño al género de los superhéroes, desde su práctico inicio, carecía de dificultad meterle una pátina de moralina a un personaje que se movía en una temática que, recordamos, estaba enfocada para chavales. También es de sobra conocido que los enmascarados surgieron en EEUU con la intención de mantener un statu quo muy evidente, como máxima representación fantasiosa en tiempos de guerra. Pero Stan supo incluir algunos aspectos novedosos, alejar la imagen de dioses perfectos que tenían los personajes en leotardos y acercar a Spiderman un poco más a pie de calle, pese a sus innegables poderes. Aquello de ídolos con pies de barro.
Peter Parker, el alter ego bajo la máscara, es un tipo bastante normal que en su día a día se enfrenta a problemáticas nada enrevesadas. Mientras que parece que su vida de superhéroe la va solventando, de aquella manera, su vida personal es un fracaso porque tiene tantas cosas entre manos que no da más de sí. Sus asuntos personales, ya sean románticos, interacciones amistosas o los simples estudios, se ven supeditados a la responsabilidad de guardar a la gente de su entorno; por eso es, y siempre será, nuestro amistoso vecino Spiderman.
Algo inaudito y nunca visto en el comics USA de superhéroes, hasta ese instante, es que Peter sufre por problemas económicos. No era habitual que en estas revistas se explotase la vida del personaje tras la máscara, más allá de crear algo de culebrón y algunas relaciones básicas, muy simplificadas, para poner toda la carne en el asador en la acción. Parker debe buscarse un trabajo de mala muerte, como fotógrafo, con el que sacar algo de dinero, mientras el mismo periódico para el que colabora demoniza sus acciones. Y es que Spidey es de los pocos héroes Marvel (venga, aceptemos a los X-Men) que no es vitoreado, ni alabado por sus acciones; es más, se encuentra estigmatizado por ello. Bienvenidos a la mala suerte Parker. Pero aún con esas, Spiderman continua desempeñando su quehacer heroico, porque es su deber moral, porque nunca podrá quitarse el peso de la culpa, porque es su responsabilidad.
Sigamos con algunos de los aspectos revolucionarios aportados por Stan Lee ya que algo que debió impactar en la época es que el protagonista principal era un adolescente. Existía una regla no escrita en el género donde se tiraba habitualmente de jóvenes en el papel del sidekick. Es decir, que acompañantes juveniles ha habido, desde los inicios de los tiempos, pero su papel era de simple comparsa, pese a que tuvieran recurrentes oportunidades para brillar en revistas contenedor. El héroe principal de una serie regular nunca podía ser un muchacho. Lee era de los pocos autores que había recelado del concepto de sidekick. Junto a Jack Kirby, había introducido la figura de la nueva Antorcha Humana de los 4 Fantásticos, también un muchacho adolescente, pero en este caso asesorado y apoyado por los otros integrantes del grupo, mucho más curtidos. El poner de protagonista absoluto a alguien como Peter Parker, alumno del instituto Midtown, era una total osadía.
El sobrino de los Parker es un chaval aplicado, amante de las ciencias, con dificultades para establecer relaciones sociales provechosas. Normalmente, las personas bajo la máscara no solían tener ese tipo de estigmas. Más o menos atléticos, con un grupo de secundarios leales…. Cuesta ver a un verdadero paria vestido de superhéroe. Todos sus compañeros mantienen una mofa continuada sobre él, destacando como enemigo enconado el matón de Flash Thompson, que de manera contradictoria, es el fan número uno de Spidey. Que sí, con el tiempo descubrimos que Liz Allan sentía algo por el bueno de Peter, pero en sus estadios iniciales, los alumnos que comparten clase con nuestro héroe le hacen el vacío. Esto sabemos que procedía de Steve Ditko, ya que repasando la biografía del dibujante, observamos algunos patrones casi idénticos en su vida de estudiante. En muchos aspectos, Peter Parker era alguien con el que se podía identificar gran cantidad de lectores, pero parece claro que, antes que nada, era una traslación al papel de la juventud de Ditko.
Otra de las continuas reclamaciones del artista titular es que la colección debía mantenerse muy pegada a la realidad. Spiderman debía ser un héroe urbano, que se mueve entre la zona de Queens y la Gran Manzana. Cierto es que el género del superhéroe es muy dado a la ciencia ficción, por lo que la serie no se vio libre de interacciones con los 4F, epítome de la temática, o aquel segmento con el Chapucero, con protagonismo de simpáticos aliens. Pese a ello, Ditko evitó algún que otro episodio que rompía el grado de verosimilitud que él en concreto buscaba aplicar a Spiderman. Entre ellos podemos citar el asunto del Duende Verde, que en la sinopsis original de Stan Lee era un demonio antiguo traído del antiguo Egipto, en vez de un hombre corriente y moliente; o la intención del editor de añadir una Spiderwoman al elenco de secundarios. Para Steve, esto último era un completo error ya que rompía una de las características de la revista, repetimos, un cierto realismo. Que hubiera una persona con los mismos poderes que Spidey era algo complicado de tragar. La casualidad hizo que aquella araña picara a Peter y éste desarrolló su vida con poderes en arreglo a una filosofía vital, heredada de sus tíos. Imaginen como se hubiera sentido Ditko al conocer lo que montó J.M. Straczynski con su revolucionaria idea de los tótems y las arañas (y todo lo que ha traído después). O verlo convertido en empresario de éxito, tal como observamos en el periplo final de Dan Slott. No había nada más anti esencias, más anti Ditko, que esto.
Sin duda, Spiderman tiene que ver mucho con Steve Ditko. Es su criatura. Y pese a que a sus inicios la entente con Lee funcionaba, compaginado ideas con su guionista, poco a poco, el dibujante se hizo con las riendas totales de su destino. A partir del Amazing #26, es responsable tanto del dibujo como del argumento. Eso coincide con la asunción filosófica del objetivismo. Ya hemos apuntado que Stan era un lector de Ayn Rand y que fue el mismo editor el que introdujo a la filósofa de origen ruso en el entorno de su compañero de armas. Hablamos de inicios de los sesenta, solo que hasta mediados de esa década no vemos al Ditko como activista del objetivismo. A partir de ahí, su pasión y devoción por las ideas de Rand iría en aumento.
Si vamos a hablar del objetivismo es lógico que definamos algunos de esos preceptos, para así ver con más claridad cómo lo pudo aplicar en las páginas de Spiderman. Rand es una exiliada de origen ruso, que consiguió hacerse con una gran influencia en los Estados Unidos, básicamente como una advenediza. Hija de familia farmacéutica, su buena posición social le permitió cursar estudios de filosofía e historia en la universidad de San Petersburgo, allá por 1924, aunque su verdadera pasión era el cine, por lo que se matriculó en Instituto Estatal de Artes Cinematográficas, en la especialidad de guionista. De aquí vienen sus primeros intentos de escritura. Rand sentía un desprecio especial por el comunismo recién instaurado en su país, en parte, por la expropiación del negocio familiar, que consiguió que las posibilidades de la familia bajasen considerablemente. Ayn tenía familiares en los Estados Unidos y aprovechó un sencillo viaje de tipo personal para instalarse en América y jamás volver. Obviamente, su destino estaba en Hollywood donde se asentó, tratando de vender guiones a cualquiera que estuviera interesado. Su primer triunfo, “Red Pawn”, una cinta de 1932 producida por Universal Pictures, que versaba sobre el peligro de la Unión Soviética. De ahí al estrellato en unos años.
La autora, con una formación humanística, consigue hacerse un hueco en la intelectualidad de la América de la época, no en base al ámbito académico, sino a través de un corpus escrito. Obras de teatro, guiones de cine y finalmente, novelas: “Lo que vivimos” (1936), “Himno” (1938) y sus dos obras más afamadas, “El Manantial” (1943) y “La Rebelión de Atlas” (1957). Esta última se puede definir como el compendio de su ideario político y filosófico, consiguiendo un gran predicamento. Puede que resulte curioso a un público europeo, bastante desconectado del peso intelectual del objetivismo, pero “La Rebelión” es uno de las obras más influyentes para la sociedad norteamericana. En una ya legendaria encuesta del New York Times, se colocó en segunda posición de los libros más apreciados por los ciudadanos norteamericanos, solo superado por la Biblia. Ahí es nada. Veamos las líneas básicas que pretende trazar Ayn Rand en su ideario.
El núcleo sintetizador de sus ideas se puede resumir en una frase: el interés propio, sin restricciones, es bueno mientras que el altruismo es malo. Utilizando palabras propias de la autora: “el colectivismo es la premisa tribal de los primigenios salvajes que, incapaces de concebir derechos individuales, creen que la tribu es el supremo, omnipotente controlador, que posee la vida de sus miembros y puede sacrificarlos cuando a él le plazca” (Capitalism: The Unknown Ideal, sin edición en nuestro país). Así de simple y así de duro. Las objeciones a este racionamiento vienen de la misma rama sobre la que la misma autora se precia de tener un título, la historia. Si algo nos enseña el echar un vistazo a las sociedades de cazadores-recolectores de la prehistoria (apoyado por estudios antropológicos realizados en el S.XX) es que los humanos tenemos una tendencia a cooperar y cuidarnos, los unos a los otros, que nos ha permitido superar estadios, pasando de ser simples carroñeros a tener la habilidad de controlar los resortes de la naturaleza, a nuestro antojo.
Esa premisa “randiana” no se sostiene, ni por asomo, solo con realizar una simple búsqueda básica de hechos. Y pese a ello, continua en sus trece: “Suponiendo que los hombres nacen sociedad, ¿eso quiere decir que se deban mantener allí? Si el hombre comenzó como un animal social, ¿no está el progreso y la civilización dirigiéndonos hacia lo individual? ¿No es este el único progreso? Si la humanidad está en la cúspide los animales, ¿no es ese el siguiente paso del hombre?” Aterrador y totalmente desquiciado. La filósofa centra sus esfuerzos en un ideario político y social, ya que su armazón epistemológico se nos derrumba como castillo de naipes. Y precisamente de ahí viene su más preciado triunfo. Solo el capitalismo radical, sin restricciones, ni reglas (el laissez faire llevado a su extremo), es el único sistema político y social que respeta la dignidad humana. De ahí que los protagonistas de sus novelas sea presentado como un visionario al que el estado, la colectividad o el establishment pone continuas e inverosímiles trabas, en aras de frenar su desarrollo personal. Es sencillo ver el porqué del calado de la ideas de Rand en un país donde presentar un sistema más justo de sanidad (no digamos ya plantear la gratuidad o la universalidad de la misma) es algo cercano al comunismo, con importantes efectivos del partido Republicano como confesos seguidores del objetivismo.
Sin meternos en más explicaciones, que tampoco es que Rand se sacase de la manga algo de complejidad mayúscula, más allá de su “A es A”, enigmática frase que pretendía entroncar con preceptos de Aristóteles y Descartes, básicamente lo que predica es una suerte de individualismo extremo, en los diferentes aspectos de la vida. Para presentar las diversas situaciones en sus novelas, sus protagonistas casi se podrían tildar de superhéroes, con lo que conseguía, en una sociedad que idolatraba a los triunfadores, generar atención en una gran cantidad de lectores. Aquel que sigue sus propios dictados egoístas es despreciado, no es entendido por la masa, por el vulgo. Los hacía ver especiales. Tampoco es que esto fuera un invento de la rusa; cualquiera que hubiera leído el “Demian” de Herman Hesse, novela de autodescubrimiento de primeros de siglo, podría apreciar allí los mismos subtextos.
Ditko se vio atrapado por las historias de Rand, ya que en gran medida se podía sentir identificado. Había sobrevivido a una adolescencia asocial, con singular éxito; conseguido superar una enfermedad muy dura, en soledad; y por fin, era el motor de una revista de gran popularidad, pese a que era torpedeado, coartado, por los altos estamentos editoriales. Steve lo tenía todo para caer en las garras del objetivismo. Sin entrar en desarrollos complejos, puesto que estamos en una entrado sobre Ditko, no sobre el objetivismo en el cómic, Steve no ha sido el único que ha jugado con estas ideas. Autores tan reputados en el medio como Frank Miller han admitido enseñanzas de la filósofa, aplicadas a su obra artística. En el caso de Miller, tanto el personaje de Martha Washington como determinados pasajes del Dark Knight Strikes Again contienen importantes trazas de objetivismo, lo que nos conecta con Zack Snyder, otro autor empeñado en transmitir conceptos “randianos”, en este caso, en el terreno audiovisual.
Vamos a buscar algo de esa plasmación filosófica en las páginas de Spiderman, pero es importante consignar que el objetivismo se introdujo de manera tardía en la colección. El primer Spiderman, el primigenio Peter Parker, hace gala de un ideal ético que representa el hombre recto, leal y sufridor que se enfrenta a las penurias del día a día con integridad y dignidad. Esto choca de manera directa con un nuevo modelo social de joven que apela al triunfo y al aplauso. De alguna manera, los principios morales de Peter se pueden calificar de pre-modernos, pese a que el chico es todo un adalid de las ciencias. Así, el hombre de justicia perfecta se define en “La República” de Platón como aquel que hace lo correcto a pesar de ganarse la fama de hacerlo todo mal. Algo que nos suena y mucho a nuestro amistoso vecino. Y si miramos hacia la tradición cristiana, al documento de documentos, en la Santa Biblia tenemos un versículo en Lucas 12:48 que reza tal que así: “al que mucho se le dio, mucho se le reclamará”. O lo que es lo mismo, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Parece claro que los autores buscaron en tradiciones clásicas las mejores características para un personaje que debía convivir con un sentimiento de culpa, por ser un héroe con pies de barro, y así poder cumplir con sus rectos principios vitales. Es Peter el que hace que Spiderman funcione como tal, su ética, su moral, no sus poderes.
Esto es algo que caló de maner profunda en gran cantidad de lectores. Roy Thomas, autor que se formó en los primeros movimientos de fan alrededor de los cómics, supo hacerlo efectivo de manera evidente. En su serie sobre realidades alternativas de los años setenta, What If?, planteó en su #7 un hecho inaudito, ¿qué hubiera pasado si la araña radioactiva no hubiese picado a Peter? Desarrollado por Don Glut y dibujado por Rick Hoberg , se organiza un escenario variado donde el artrópodo insemina su veneno en tres reconocidos secundarios de la colección: Flash Thompson, Betty Brant y John Jameson hijo. En todos ellos, el resultado fue un desastre, prueba evidente de que Spidey y Peter Parker son algo mucho más superhéroe e identidad civil; los valores de la persona bajo la máscara son los que sustentan al héroe.
La mejor definición que encontramos en tradiciones antiguas para definir a Peter Parker es “mensch”. Es un vocablo judío que significa, literalmente, buena persona. Lo que define a nuestro personaje es esto; sin duda, se trata de un magnífico superhéroe porque es capaz de hazañas increíbles, pero por encima de todo, el lector siente que está ante una buena persona. Las conexiones judías con la serie son realmente vagas, pero existen. A los Parker, al contrario que a otros reconocidos supers, no se les relaciona con lo hebreo. Ditko no lo era, por lo que nunca hubiera permitido esa adhesión para su creación. Pero Stan sí que pertenecía a la comunidad judía, conocía de sobra sus preceptos y pudo sacar trazas de los mismos para labrar la personalidad del personaje, sin necesidad de ponerle una kipá. Además, por si alguien no lo sabe, el barrio de Forest Hills es muy conocido en Queens por tener una de las mayores comunidades judías de la ciudad, por lo que el chico, en su día a día, podía mamar enseñanzas tan válidas como las de su tío, de parte de sus convecinos.
Eso sería así si Peter hubiera contado con una vida vecinal más o menos normal. Pero no. Ditko y Lee forjaron al muchacho como alguien asocial, con muchas dificultades para labrar amistades, pese a su indiscutible buen talante. Sus valores son antiguos, desfasados para sus compañeros de clase. A nadie le interesa un paria como Peter Parker. En su etapa conjunta, Spiderman tiene mejores relaciones sociales que su alter ego, entre las que se cuentan otros superhéroes (Johnny Storm) o villanos rehabilitados (el doctor Connors). Solo la tía May, el ancla con el mundo real, y Betty Brant, que consigue ver algo especial en él, logran romper ese muro invisible que parece armado sobre su persona. Algo que sabemos que era muy de la personalidad de Steve Ditko.
Steve abrazó sin problemas esa imagen de Peter como la buena persona, por definición, pero poco a poco comenzó a añadir diferentes capas, conforme nuestro autor se iba adentrando en la filosofía “randiana”. Si salirse mucho de lo estipulado, fue introduciendo conceptos objetivistas en sus historias, con sumo cuidado. Un primer conato lo tenemos en el primer anual de la colección. ¿Recuerdan aquel especial con la presentación de los Seis Siniestros? Spidey debía superar, uno por uno, a sus rivales para al final alcanzar el premio de liberar a Betty y a la tía May. Durante ese periplo Spiderman se encuentra con otros personajes del Universo Marvel, pero directamente lo ignoran o es el propio Trepamuros el que hace oídos sordos. Especialmente sangrante es una conversación con la Antorcha Humana: “ya que ambos estamos en el mismo gremio, me imaginé que podía echarte una mano”. La respuesta de Peter es puro objetivismo: “esta pelea es personal… ¡Así que la tendré solo!”. A ver, ¿no sería más lógico, ante la magnitud de lo que te juegas (la vida de las dos personas que más quieres) aceptar una mano amiga? Ya sabemos la respuesta, es más importante mantenerse fiel a tus preceptos.
Cierto es que este anual está guionizado por Stan Lee, antes de la ruptura total con su dibujante. Solo así se entiende que aparezcan otros enmascarados, ya que era algo que a Ditko le traía sin cuidado. La cuestión del entorno compartido es un tanto que debemos a apuntar al editor, algo de lo que Steve siempre receló, y solo se sintió feliz de utilizar tal recurso en el segundo anual, cuando Spiderman unió fuerzas con Stephen Strange, su otra criatura en Marvel. Es que se nota a la legua que están puestos para hacerlos de menos….. como ejemplo, Jameson llama a los 4F para pedirles que busquen a Brant y la Cosa no tiene más que contestar, con su jocoso tono, que no se trata del departamento de personas desaparecidas, mientras que Sue le indica que llame a la policía. Ninguno de los supuestos héroes cumplen con su cometido; solo Spiderman se mantiene inasequible al desaliento, en busca de sus seres queridos.
De todas maneras, la más evidente representación del objetivismo es la misma “Saga del Planeador”, más concretamente el inicio de Amazing #33, la celebérrima secuencia del levantamiento, homenajeada hasta la saciedad. Es una velada traslación de “La Rebelión de Atlas”, pero además contiene un mensaje claro y diáfano. Ante una situación tan dramática, uno podría esperar algo de ayuda en la figura de otro superhéroe, una mano del destino, de la pura casualidad. La realidad es que no es así. Nadie rescata a Spiderman, porque no es necesario que nadie lo salve. Spidey se rescata a sí mismo, no requiere más que de su propia determinación. Ayn Rand estaría orgullosa.
En Amazing Spider-Man #35 nos anunciaban un nuevo enemigo para el siguiente ejemplar. Un antagonista tan complejo del que no se disponía ni el nombre. Los datos nos dicen que, en el primer borrador, los autores lo iban a denominar Meteoro, pero Ditko impuso que se llamase Saqueador, lo que nos conecta con el objetivismo. El ideario político del mismo incluye este concepto. Partiendo de términos que Rand utilizaba habitualmente, como cazadores, recolectores, capital o proletariado, la filósofa rusa trato de añadir su granito de arena incorporando los conceptos de “productor” y “saqueador” en su novela “La Rebelión de Atlas”. Básicamente, la sociedad se divide en dos estamentos; los productores son aquellos que generan riqueza, que obtienen beneficios con sus esfuerzos, mientras que los saqueadores son todos aquellos que viven de los réditos de los productores, sin aportar nada. Recordamos que fue este episodio el que marcó el más fuerte desencuentro entre Lee y Ditko, siendo la espoleta definitiva para que el dibujante abandonara Marvel.
Pero no sería la última vez que Steve nos dejaría un subtexto de los suyos. En su capítulo final, el #38, contábamos con el tipo normal llamado Joe. Un enemigo random que podría caer en la categoría de los “saqueadores”, pues obtiene su beneficio a cuenta de Spidey. No es esto lo que queremos resaltar. Volvamos a la vida universitaria de Peter. En uno de sus paseos por el campus se topa con una manifestación de estudiantes. Estos le piden al joven Parker que se una a sus demandas, mientras que el alter ego de Spiderman declina el ofrecimiento, apelando a su falta de tiempo. La insistencia de los manifestantes es cansina, mientras Peter trata de escapar de su influjo, lo más rápido posible. Podríamos reproducir los diálogos, que son bastante explícitos al respecto, pero la autoría de los mismos corresponden a Stan Lee, por lo que alguien podría señalar al editor como responsable objetivista de la escena. Y no es precisamente así. No sería necesaria un guía para interpretar el lenguaje corporal de los actores, el desprecio del rostro de Peter cuando se le acercan los manifestantes y la indolencia en las caras de los estudiantes reivindicativos. Las simpatías de Ditko se notan al kilómetro, por lo que era imposible añadir otras palabras que no fueran las que vieron la luz en esos bocadillos. En una época donde las minorías sociales se encontraban en plena exigencia de derechos, donde la juventud se mostraba reacia a la guerra del Vietnam, Steve Ditko no tenía otro objetivo que mostrar lo nocivo, lo dañino de presentar discrepancia con el establishment.
La salida del dibujante originario de Johnstown supuso un terremoto en las oficinas de Marvel. La entrada de John Romita vino a salvar un escollo importante, consiguiendo el nuevo equipo creativo reconducir la situación, obviando mensajes comprometidos, tal y como quería Martin Goodman. El propio Lee pudo resarcirse de incidente con los estudiantes y en un recordado episodio no dudó en otorgarles su apoyo incondicional.
La pregunta es obligada, ¿qué hubiera sido de Spidey, de Peter Parker, si Steve Ditko hubiera continuado al timón? Y la respuesta no es sencilla, basada únicamente en conjeturas y en algunos datos empíricos. Vemos de manera diáfana que la mayor parte de su ideario objetivista fue añadida en el último tercio de su etapa. Por tanto, ya tenemos a un Ditko plenamente convencido, dispuesto a difundir el mensaje, a la altura de 1965. Si vamos a su producción posterior, vemos que no todo estaba vestido con las ideas de Rand. Sus mayores esfuerzos en la tarea se localizan en el personaje The Question en Charlton y en Mister A, publicado en la revista Witzend. Sobre todo este personaje, cuyas aventuras son más panfletos “randianos” que cómics en sí, repletos de ideas delirantes y tan evidentes que tienen la sutileza similar a restregarte un calcetín sudado por la cara.
La cuestión sigue manteniéndose en el aire, ¿Ditko habría continuado con su deriva “randiana” en las páginas de Amazing Spider-Man? Ya decimos, pregunta complicada. Muy probablemente, Peter permanecería estancado en un perfil asocial, con conatos de romances, pero siempre obligado a permanecer solo. No tendríamos las amistades con Harry Osborn, ni se desplegaría la relación con Gwen Stacy. No se trataría de una serie que reflejara los cambios de la sociedad norteamericana y si los mostrara, Ditko se encargaría de cargar contra todo aquello que sonase a liberal. Y esa es nuestra reflexión de fondo, Steve hubiera continuado en su tónica de añadir pequeñas (o grandes) píldoras de objetivismo, durante el resto de la década de los sesenta. No seremos nosotros los que critiquemos la inclusión de subtexto de peso, en unos cómics que cada día demostraban que ya se iban separando de un público infantil. Parafraseando a Alan Moore, encargado de crear a Rorschach en su inmortal Watchmen, en homenaje a Ditko, se celebra el dato de que “Steve intentase abordar temas profundos” pero se lamenta que fuera en base a “una filosofía que era la fantasía infantil de un nazi. Totalmente risible”.
Ha llegado el momento de separar la persona de la obra. Steve se forjó como una persona de convicciones, fuertemente conservador, podríamos casi asegurar que ultra-conservador. Desafortunadamente, ese carácter político ha propiciado que determinados sectores, cercanos al llamado “comicsgate”, hayan tratado de apropiárselo, en exclusividad, y es algo que no se debe permitir. Por muy alejado de las ideas políticas y sociales de Ditko que este redactor se pueda sentir, eso no inhabilita la puesta en valor de una saga que, con suma facilidad, se puede situar en un top cinco de las historias de Spiderman de todos los tiempos. Una de las más icónicas, de las más recordadas, concebida, cincelada por uno de los artistas con más talento de la época, un auténtico visionario.
Es un hecho incontestable que esta “Trilogía del Planeador Maestro” dejó un gran poso en varias generaciones. Se trata de una historia que apelaba al crecimiento, un salto de madurez en el cómic de superhéroes. Tal y como comenta mi compañero Raúl Gutiérrez, extraído de conversaciones en bambalinas, esta trama abrió el camino a “La Muerte de Gwen Stacy”, que recordemos se marca como el final de la Silver Age, un despertar a algo más oscuro, el fin de la inocencia.
La cuestión del crecimiento personal de un personaje como Peter Parker es un debate que llevamos en danza durante su buen porcentaje de tiempo. Cada vez que Peter parece que da el siguiente paso de la maduración, parece que llega alguien y lo devuelva a la casilla de salida. Eso se puede deber al influjo que produce esta primera etapa de Lee y Ditko. De ahí que se cuenten como habituales el intento recurrente de vuelta a los orígenes, donde mejor se pueden apreciar las esencias de Spiderman
Una vuelta a los orígenes
Hay algo mágico en esa primigenia etapa de Stan Lee y Steve Ditko. Una mecha que te atrapa, que te engancha y te lleva a adorar al personaje de Spiderman, por los días de los días. Esa influencia se ha podido rastrear a lo largo del tiempo, puesto que los primeros pasos de Peter Parker han sido un momento histórico muy visitado. Este punto va a tratar de indagar en esa vuelta a las esencias y se va centrar en etapas u obras unitarias con un protagonismo total de Spidey que se ubican en aquellos lejanos comienzos de la década de 1960. No es por tanto un recorrido al milímetro por todos aquellos homenajes que se ha hecho a la inmortal etapa de Lee y Ditko. Más bien ejemplos de historias que hunden su poso, su razón fundamental, en aquello que dejó grabado el tándem formado por Stan y Steve.
Antes de empezar, vamos a marcar alguna salvedad que nos hemos propuesto omitir en este repaso. La primera y más evidente son las versiones alternativas. Siendo muy conscientes que sus bases se asientan en lo más básico de su modelo, el bueno de Peter Parker, muchas de ellas tienen una entidad propia demasiado grande para incluirlas en este repaso. Hablar del Ultimate Spider-Man, de Spiderman 2099, de Miles Morales y de las cientos de versiones alternativas que han surgido en tiempos recientes, se nos haría demasiado costoso y nos alejaría del camino principal.
La otra omisión deliberada es el tema de los derivados. Ya sean clones (los Ben Reilly, Kaine, Otto Octavius, Jessica Drew Ultimate, etc.) o versiones femeninas de Spiderman (diferentes iteraciones de Spider-Woman, o de Spidergirl, Spider-Gwen, Seda, etc.), concluimos que sus desarrollos vitales se suelen separar bastante del de Peter, aunque, repetimos, cualquier personaje de raigambre arácnida tiene sus lazos indefectibles con aquello que estipularon Stan Lee y Steve Ditko. La única que plantea una diferenciación clara es Jessica Drew, la primera Spider-Woman, a la que Stan prohibió cualquier tipo de relación con su homólogo masculino. Quizás le pesara aquella idea que tuvo en tiempos de introducirla en plena etapa Ditko y siguió manteniendo la determinación de que un derivado de Spidey era, en general, una mala elección. Aún con todo, este tipo de caracteres quedan fuera del repaso.
Por último, simplemente mencionar que existió un segundo volumen de Amazing Fantasy, con protagonista arácnido, además, entre los años 2004 y 2006. Un título tan relacionado con nuestro Lanzarredes favorito no podía contener otra temática en sus primeros números más que un superhéroe con los poderes de una araña. Nos encontramos en la Era Quesada, unos días de probaturas y experimentos. Así, en una iniciativa llamada Marvel Next, donde surgían nuevos héroes y villanos sin complicaciones de continuidad, debuta Anya Corazón, una muchacha que entronca con la tradición de Peter Parker, solo que sustituimos la picadura radioactiva por la magia de una sociedad ancestral y muy secreta. La chica acabaría integrada en el Universo Marvel como otra Spidergirl a añadir al catálogo de la compañía. Como curiosidad, en esta línea irían cambiando los protagonistas de la revista y por estos lares se vio el debut de Amadeus Cho.
Sí vamos a hacer un pequeño inciso con la cuestión familiar, dado que estamos en un texto de orígenes y nuestro seno materno es algo que llevamos siempre con nosotros. Stan Lee y Steve Ditko determinaron que Peter era huérfano de padre y madre, sin mayor interés por sus progenitores. Los verdaderos tutores y responsables absolutos de la educación del muchacho son Ben y May Parker. Este detalle lo podemos rastrear desde la sinopsis primigenia sobre la que trabajó Jack Kirby, ya que fue el Rey el que estipuló que el protagonista sería una copia descarada de su Tommy, el alter ego de The Fly. Lee no tuvo problema en mantenerlo y Ditko lo asumió con normalidad. Fin de la historia durante toda su etapa conjunta.
Stan Lee abrió la caja de los truenos en 1968, junto a su hermano Larry Lieber en la función de dibujante. En el Annual #5 se nos anunciaba la presentación de los padres de Spidey, Richard y Mary Parker, por primera vez en un cómic Marvel. Se relata que ambos dos eran agentes de la CIA y que allí descubrieron que estaban enamorados, con las subsiguientes consecuencias en la expansión de su amor. El momento de dejar a Peter con sus tíos vino por una misión de infiltración en busca del Cráneo Rojo soviético. Un cometido que no pudieron superar, pereciendo en el intento.
No es una idea que tuviera un calado profundo y se retomara, cada dos por tres. Al contrario, es algo sobre lo que se ha pasado más bien de puntillas. Se sabe, está establecido en continuidad, pero se ha preferido dejarlo en un lejano segundo plano. Para hacernos una idea, después de aquel anual de Amazing, la siguiente vez que se trató con un mínimo de entidad fue en 1991, en la famosa saga de J.M. DeMatteis y Sal Buscema conocida como “El Niño que llevas Dentro”. Curiosamente, en años recientes se le reconoce un impulso a la idea, quizás por su aparición como subtrama de fondo en la segunda saga fílmica de Spiderman, la dirigida por Marc Webb y protagonizada por Andrew Garfield.
En el año 2014 salió al mercado una Novela Gráfica con protagonismo de la familia Parker. Family Business es un título que dejaba poco lugar a la imaginación. A cargo de Mark Waid y James Robinson, en cuanto a guion, y Gabrielle Dell’Otto, responsable del apartado gráfico, de nuevo tenemos una ampliación de la historia de los padres de Peter. Pero aquello que más nos llama la atención es la presentación de un nuevo personaje, Teresa Durand, agente de la CIA, que todo apunta a que es su hermana. La cuestión del parentesco queda en el aire y de paso el árbol familiar de los Parker un poco más enmarañado.
Colocados los puntos sobre las íes, vamos a empezar con el relato de aquellas obras que apelan a una vuelta a los orígenes. Volver al principio. A veces para recontar lo mismo sin ninguna gracia; otras para añadir capas de lecturas y matices desconocidos. Lo iremos desarrollando paso a paso en las siguientes líneas.
Spiderman. Vidas Paralelas (1989).
La primera de nuestras paradas se localiza a finales de los años ochenta. Hasta ese momento, el futuro, la evolución de Peter Parker, primaba sobre la mirada nostálgica. Tuvo que ser un autor muy influyente en el devenir de Spiderman, Gerry Conway, acompañado de un dibujante de corte clásico, Alex Saviuk, los que buscaran un acercamiento a las bases del Trepamuros y para ello era fundamental remitirse a su mismo inicio. Parallel Lives es el título de la novela gráfica número 46, pues la intención del proyecto tenía mejor empaque en este tipo de publicación, mucho más adecuada que ubicarla en las colecciones regulares. Por tanto, nos encontramos ante un especial, una obra unitaria de algo más de sesenta páginas donde se nos pone en orden, como si fuera una recreación de aquel Amazing Fantasy #15, el asombroso nacimiento de Spiderman. Aunque quizás sea necesario matizar algunas cuestiones.
Esta Graphic Novel surge a rebufo de dos asuntos recientes que era necesario ajustar, al menos, poner en valor. El más evidente es el matrimonio de Peter Parker y Mary Jane, algo que ya nos induce a pensar del porqué de las vidas paralelas. La obra está organizada como un repaso equidistante de la vida de ambos cónyuges. Mary Jane Watson fue un personaje que se comenzó a nombrar en plena era Ditko, pero que no fue presentado hasta la llegada de John Romita, con aquella gloriosa viñeta en Amazing Spider-Man #42, otro de esos momentos para recordar. Se daba la circunstancia de que la relación de Peter y Mary Jane se fue consolidando con el tiempo. Uno de los aspectos que más ayudaron a acercar posturas es que Tom DeFalco y Ron Frenz, en su etapa conjunta con el arácnido, insinuaron que la hija de los Watson conocía el secreto de su vecino, o lo que es lo mismo, que Parker era Spiderman. Vivir a escasos metros de alguien a veces te da esos privilegios. Son esos dos aspectos, el conjuntarlos para dar cohesión a la trama romántica, los que impulsaron la salida de esta novela gráfica y para ello contaron con todo un especialista como Conway.
Así pues, lo que aquí vamos a desgranar es la vida en paralelo de dos personalidades muy distintas. Ahondar en las desgracias personales de una M.J., que por años se nos presentó como una frívola, pero que llevaba una fuerte carga dramática a sus espaldas. Y por otro lado, y es quizás el motivo principal de nuestro interés, volver a revivir todo el origen del Lanzarredes, tal y como lo contaron Stan Lee y Steve Ditko. Nos que sea del todo idéntico, hay momentos que se expanden, como las conversaciones entre Peter y su tío Ben, otros novedosos, como la entrega de Richard y Mary Parker del bebé, aunque contamos con su buen porcentaje de metraje que nos suena bastante. Por ejemplo, hay episodios que son relatados tal cual, como el propio asunto de la obtención de poderes, la huida del ladrón y la muerte de Ben. También podemos reconocer el nacimiento de Octopus y, ¡oh atención!, la “Saga del Planeador Maestro”. Tenemos reproducidas cinco páginas en exclusiva para el citado argumento, con una copia, sin cambios, por parte de Alex Saviuk del famoso momento del levantamiento de escombros.
La Graphic Novel tiene una clara intención de ir más allá de la etapa Ditko, abarcando también el periodo de John Romita, con el conato de boda entre Octopus y tía May, hasta llegar a la fecha del enlace entre nuestros dos protagonistas, con su parte de aventura actual, en sus últimas páginas. Si bien es cierto que se trata de un acercamiento nostálgico al nacimiento de un superhéroe, también trata de poner en valor una relación, la de Peter y Mary Jane, que ha ido variando con el paso de los años y que sus autores trataban de preparar para un futuro, que no nos digan el porqué, se adivinaba complicado.
Spiderman. Las Historias Jamás Contadas (1995-1997).
Los años noventa fueron tiempos de cambio. El grim and gritty se impuso como tónica general. En horas de oscuridad todavía quedaba una luz en el terreno de los superhéroes y esa representó el Marvels de Kurt Busiek y Alex Ross. Busiek supo recoger las últimas luces de la Silver Age y lanzarla a un mundo del cómic que pretendía sumirse en la oscuridad. Ese triunfo convertirá al guionista en uno de los más reclamados en la Marvel de los noventa.
La idea de “Las Historias Jamás Contadas” surge como iniciativa editorial. La intención era lanzar una serie de revistas baratas, con aventuras autoconclusivas y en el caso de Spidey, se decidió que transcurriera en sus años universitarios. Tom Brevoort era el editor al cargo, pero Busiek no era el guionista designado. De hecho, el bueno de Kurt se enteró de la existencia de la serie porque un primer autor rechazó la propuesta. Fue entonces cuando que se postuló como escritor titular, aceptando sin problemas el editor. Busiek propuso no centrarse en la época universitaria, sino en los primeros años, aquellos en los que Lee y Ditko fueron moldeando el carácter de nuestro protagonista. Se trata de un proyecto con un marcado aire nostálgico, dibujado por un artista como Pat Oliffe, clasicote a más no poder.
La colección llegó a durar veinticinco números, con un anual en 1997, un ejemplar menos uno y un especial con Dr. Extraño, datado en 1998. Se puede decir que estamos ante una cabecera muy inspirada, ya que no se trataba de una simple repetición de acontecimientos, sino que su intención era rellenar huecos de forma orgánica, con total respeto a la continuidad. Tenemos personajes de sobra conocidos, pero también nuevas adiciones al catálogo de secundarios, en forma de nuevos compañeros de clase (Brian McKeever, Sally Avril o Jason Ionelly), más receptivos a nuestro Peter, que en cierta medida rompía el axioma de un Parker solitario, y por supuesto, en cuanto a la galería de villanos (Ala de Murciélago, los Espaciales, el Ajusticiador, Comanda, la Anguila o el Mago, por citar una representación). La cantidad y variedad de nuevas dinámicas convierte a esta colección en una de las mejores aproximaciones a ese primigenio reino mágico que constituye la etapa de Stan Lee y Steve Ditko.
Esta obra de Busiek y Oliffe se puede catalogar como un perfecto homenaje a la etapa fundacional de Spidey, sin ceder toda la importancia a lo ya escrito, dejando espacio para cierto grado de innovación. El guionista estableció un orden específico de lectura, intercalando con los números originales de Stan y Steve, a partir de Amazing #6, así hasta llegar al Amazing #24, el último número que se correlaciona con “Las Historias Jamás Contadas”. Como ven, un oda a la esencias del Spiderman de Lee y Ditko.
Amazing Fantasy #16, #17 y #18 (1995 y 1996).
Amazing Fantasy fue la cabecera contenedor donde nació Spiderman. Un serie con unas ventas muy flojas que al final terminó cancelada, en su #15, con la aparición de nuestro héroe en su portada. Los creativos habían comenzado a laborar en su #16, pero la noticia de su cierre no les pilló de sorpresa. El material fue reutilizado para Amazing Spider-Man, una vez que las ventas demostraron un repunte, gracias a cierto Lanzarredes. A partir de aquí, ya no era necesario rendirle ninguna pleitesía. Amazing Fantasy era un producto de otra época y como tal quedaba sepultado en las arenas del olvido.
Eso era así para el común de los mortales pero por el Bullpen teníamos a un guionista enamorado de lo clásico y de la continuidad. Su nombre es Kurt Busiek y había demostrado con Marvels que le iba lo retro, funcionado muy bien su propuesta en el público lector.
Fue su éxito en Marvels el que propició una serie de proyectos que buscaban recrear la magia de esa colección. Busiek fue asignado a uno específico de Spidey, con el mismo estilo pictórico, en esta ocasión a cargo de Paul Lee, que buscaba rellenar el hueco entre la publicación del Amazing Fantasy #15 y la salida del primer número de la serie regular. Reciclando el mítico nombre de la cabecera, se establecía por parte de la editorial una mini serie de tres ejemplares donde seríamos testigos de momentos nunca vistos, pero siempre respetando la continuidad. Un dato curioso y que puede llevar a cierto grado de confusión es que la génesis de este proyecto es anterior a “Las Historias Jamás Contadas” pero terminó publicado en los mismos tempos históricos (de diciembre de 1995 a marzo de 1996).
De esta manera, se recuerda el proceso de obtención de los poderes de Spiderman, la muerte del tío Ben y demás, pero se da por superado. Toca centrarse en otros temas. Quizás la relación entre Flash Thompson y Parker, la raíz de la animadversión entre ellos, o ver como evoluciona el negocio de Maxie Shiffman, el manager artístico que alentó a nuestro chico a convertirse en una estrella mediática. También conoceremos a algunos enemigos que se nos escaparon del radar, como el Enterrador, Joey Pulaski, Sobrecarga y Lanzallamas. Todo bien regado por un encomiable conocimiento, por parte del guionista, de variados elementos del entorno de Spiderman.
Son tres números la mar de satisfactorios donde Busiek demuestra sus dotes enciclopédicas acerca de Peter Parker, acompañado de un Paul Lee que despliega un estilo preciosista, que aúna una imaginería muy deudora de Ditko con una narrativa actual, a base pinceladas de color.
Spiderman. Capítulo Uno (1998-1999).
Esta es una de las obras más polémicas en cuanto a las muestras presentadas en este texto. Primero por la autoría de esta serie, un autor adorado por multitudes, el gran John Byrne. Por otro, precisamente por venir por parte de alguien de conocida solvencia, la tremenda decepción que supuso en el aficionado medio. Byrne se propuso hacer un año uno de manual, tomando puntos de corte muy claros, por eso se estructuró en una colección de doce números, más un especial, un número cero, aparecido en 1999.
¿Qué pretendía Byrne recontando los mismos hechos que ya conocíamos al dedillo, otra vez? Buena pregunta que nos contesta el canadiense con sus propias palabras: “esas historias, que son indudablemente clásicos en todos los sentidos, se hunden demasiado en el tiempo y en el lugar que fueron escritas y dibujadas”. Hablando en plata, estaban desfasadas para las nuevas generaciones. Por lo que John agarró su pluma y se encargó como autor completo de modernizarlas, adaptarlas a un nuevo público, en un honorable intento de reivindicación.
Para el #1, decide rehacer todo el origen visto en Amazing Fantasy, manteniendo elementos como el ladrón o la muerte de tío Ben, aunque añadiendo aspectos de su propia cosecha, como incluir a Otto Octavius en el experimento que dio origen al propio Spidey. La estética es contemporánea, al igual que la narrativa, despegada del aire a años sesenta, sin dejar de lado que el aspecto de Spiderman es muy Ditko, al igual que los muchos homenajes a las viñetas originales, que trufarán la colección.
La intención de Byrne era acercar al personaje al S. XXI, además retornando a sus bases originales. Por lo que pueden suponer el devenir de la serie, en el resto de sus números: encuentro con los 4F, lucha con el Buitre, Octopus, el Lagarto, Electro, Mysterio, el Duende Verde…. Con actualizaciones de los villanos y algunas nuevas dinámicas, pese a que John insiste en llevar la hoja de ruta marcada por Stan Lee y Steve Ditko. Para el temperamental artista, el bueno de Spidey había perdido el rumbo, tiempo ha. Era hora de volverlo a la senda correcta: “soy el tipo al que Marvel ha pedido que ayude a regresar a Spiderman a su curso natural. Yo sospecho que la razón por la que he sido requerido es, irónicamente, que tengo un gran respeto por la historia y la continuidad de estos caracteres”.
Tras su año de andadura, se puede decir que este proyecto resultó fallido. John Byrne venía en un lento declinar artístico y su intento de fusionar tradición y modernidad no terminaba de cuadrar. Resultado, un punto negro en la exitosa carrera de este autor y una serie muy poco reivindicada por el aficionado marvelita.
Spiderman. Mitos (2007).
El guionista de origen inglés Paul Jenkins fue uno de los escritores más demandados en la regencia de Joe Quesada. Desde que éste mismo le dio la oportunidad de debutar en el sello Marvel Knights, con aquella maxi serie sobre los Inhumanos, el influjo del guionista llegó a crecer muchísimo en la editorial. Tanto que consiguió acometer auténticos retos editoriales, como la escritura de Lobezno: Origen, uno de los proyectos más trascendentes en la Marvel del S.XXI. Jenkins dejó gran cantidad de material en distintas andaduras de personajes de la Casa de las Ideas, por lo que se le puede calificar como una estrella de primer nivel.
A la altura de 2007 los indicios parecen marcar una caída en popularidad para el bueno de Paul. Aun así, Quesada le seguía aprobando ideas varias. Una de ellas es nuestra siguiente parada. Mythos, o Mitos, si lo prefieren, constaba de una serie de especiales en los que el guionista, junto al impagable arte de Paolo Rivera, actualizaba los orígenes de algunos de los más destacados iconos marvelitas: X-Men, Hulk, el Motorista Fantasma, los 4 Fantásticos, el Capitán América y, por supuesto, Spiderman. Es con éste con el que nos vamos a quedar, obviando al resto de personajes, hasta mejor ocasión.
Se trata de un one shot unitario basado en su totalidad en el Amazing Fantasy #15. Unas veinticuatro páginas para trasladar, de una manera muy fidedigna, aquellas once originales. Jenkins no se sale ni un milímetro del relato estipulado por Lee y Ditko, con pequeños añadidos, que parecen tomar a la relación entre Peter, Ben y a May como centro de interés, pero sin mucho más que aportar. Lo más relevante de este “Spiderman. Mitos” es, sin duda, la parte artística. El trabajo de Rivera es extraordinario, con un necesario toque actualizador, lo que pasa a ser como revivir el trabajo de Ditko pero de una forma pictórica.
No es que sea un cómic que aporte mucho más a la mitología del personaje. Es un puro y simple homenaje a una forma de hacer tebeos, con un arte espectacular. Quizás adquiera su mejor significación asociado al resto de especiales, ya que así se torna una acertada celebración acerca de estos superhéroes, que ya en la década pasada, se habían convertido en algo más que simples protagonistas de tebeos. Se transformaban en iconos para las nuevas generaciones.
Spiderman. Un Gran Poder…. (2008).
El acercamiento a los años de instituto de nuestro héroe se había hecho hasta ahora únicamente por una vía, la superheroica, casi que podríamos decir que juvenil, para todo tipo de público. En la administración Quesada pensaron que a lo mejor este origen tan icónico se podía vestir con una pátina de mayor madurez y de estos pensamientos surge Spider-Man. With Great Power…., una mini serie de cinco números en el sello Marvel Knights, por tanto, todavía no centrada en público adulto (algo propiedad de la Línea MAX), pero sí con un acercamiento algo más complejo a la figura de Peter Parker.
Para este proyecto se buscan dos nombres con solera como son el del guionista David Lapham (Balas Perdidas) y el del dibujante Tony Harris (Starman, Ex Machina). Para tratar de poner al personal en situación, la cronología de esta trama iría entre que Peter ya tiene el control de sus poderes (el origen se pasa a modo de flashback en una única página) hasta los instantes previos a la muerte del tío Ben. Como ven, un tempo cronológico muy breve pero suficiente para el equipo creativo, que tenía un objetivo muy concreto, un acercamiento realista a lo que podría ser un mundo con gente con poderes y como un chaval de Queens, con una problemática muy propia de la edad, debe lidiar con ello.
Lapham busca puntos relevantes sobre los que asentar su relato, entre los que no puede faltar la relación familiar entre los Parker (Peter, May y Ben), la rivalidad con Flash Thompson y el tonteo con Liz Allan. Aunque su foco primordial es un campo al que no se le suele prestar mucha atención, su intento de ser luchador profesional. Recordamos que cuando el muchacho obtuvo sus poderes, una de sus primeras acciones fue intentar ganar algo de dinero metiéndose en el ring con un fornido espécimen. Esa carrera se truncó cuando el desdichado ladrón puso fin a la vida del tío Ben. Pues bien, aquí la vemos desplegada en un espacio temporal mucho mayor, con un Peter que comienza con una media en la cabeza hasta que se confecciona su alucinante traje rojo y azul. A los amantes del wrestling, ante vosotros se presenta EWO, la flamante liga en la que el Asombroso Spiderman se convertirá en sensación.
Nos encontramos en el meollo de la cuestión, dado que, pese a la aparición de Jameson y su Daily Bugle, o el intento de salvar (o no) el día por parte de los 4 Fantásticos, vemos a un Peter en pleno conflicto moral, fuera de lo que estamos habituados. Su triunfo paulatino en EWO lo convierte en una estrella, alguien pagado de sí mismo, con dinero y éxito entre el público femenino. Uno de los aspectos mejor trabajados es la relación con Tiffanny Lebeck, aquella que le va a guiar por los entresijos de la lucha libre, pero también la que le va mostrar la atracción de la noche, de las pulsiones sexuales y del submundo que a veces se mueve bajo este tipo de espectáculos.
El guionista ha forjado su carrera en el género negro y eso se nota mucho en la confección de las personalidades. Reconocemos al Peter primigenio, muy cercano a lo asocial, pero vemos una evolución conforme los dos mundos chocan: el familiar, que aboga por la responsabilidad, y el del wrestler profesional, lleno de tentaciones y zonas grises. David Lapham lo consigue de forma orgánica, a base de muchos diálogos, base fundamental para acceder a la psique del elenco protagonista de la función. El resultado es una obra atípica, que busca un enfoque más adulto, sin llegar a renunciar del todo a las esencias de Spiderman.
Spiderman. Primera Temporada (2012).
Volviendo a las intentonas para reflotar el pasado. Los supers han vivido momentos de distinta popularidad; a veces más alta, la mayoría del tiempo más bien baja. La segunda década de este siglo se puede catalogar como el boom de la temática. Y desgraciadamente, no gracias a los cómics, que se mantienen en su pequeño nicho. Ha sido el cine el que ha llevado la temática a miles de hogares, a millones de espectadores, que antes ni siquiera reparaban de su existencia. Y vamos ser claros, el nombre de ese catalizador, del detonante de la explosión, ha sido el llamado MCU (el Universo Cinemático de Marvel). Nos guste más o menos su propuesta, su implantación es incontestable, frente a otras intentonas han terminado derivando en caos y proyectos dispersos, sin negar que también hayan obtenido su parte de reconocimiento. El año 2012 fue el momento elegido para el estreno de Los Vengadores de Joss Whedon. Un clara pica que demostraba hasta donde podía llegar el influjo de Marvel Studios.
En Marvel pensaron que a lo mejor era el instante indicado para aventurarse a lanzar una serie de tebeos que pudieran recoger a algunos de aquellos espectadores que nunca se habían acercado al medio, embelesados con lo que habían visto en la pantalla grande. Y desde el año anterior se barajaron varias ideas, surgiendo triunfadora la iniciativa Season One (o lo que es lo mismo, Primera Temporada, en nuestro idioma). No era un concepto novedoso, ya se había utilizado en la línea de los X-Men algo muy parecido, el apelativo First Class, precisamente como reclamo post visionado de películas. De hecho, mantiene una de las premisas de aquella, la falta de continuidad. Son historias que comienzan desde cero, con su inicio, nudo y desenlace. Una forma de gancho para poder aficionar al espectador receptivo.
Lo que sí tuvo cuidado la editorial es esmerarse en el envoltorio. En vez de publicarlo en el habitual comic-book, estos one shot fueron directamente al Tpb, el formato tomo americano, además en tapa dura, recurriendo al modelo Graphic Novel, un hecho poco habitual para material recién sacado al mercado. Era una manera de ponerlo en todo tipo de librerías, no solo la especializada, ya que su público potencial residía en el lector casual, no tanto en el veterano. Hulk, los X-Men, Daredevil, los 4 Fantásticos, Ant-Man, Iron Man, Doctor Strange, Thor, Los Vengadores…. Un catálogo rutilante de primeras espadas entre los que no podía faltar nuestro Spidey.
Spiderman. Season One estaba guionizado por Cullen Bunn, un habitual de la casa pero poco ducho con el personaje, y dibujado por Neil Edwards, un artista con un trazo de corte superheroico. El objetivo del equipo creativo era modernizar el origen y los primeros pasos de nuestro arácnido favorito. Ya saben, el tío Ben, la tía May, el instituto Midtown, Flash Thompson, Jameson, la picadura de la araña radioactiva, el ladrón, la culpa…. Hasta ese momento, Bunn es muy deudor de lo ya establecido por Lee y Ditko, aunque poco a poco va introduciendo sus aportaciones, principalmente en la figura de la reportera del Daily Bugle, Katy Kiernan, y en elegir al Buitre como el primero de los enemigos de Spidey. En un momento determinado de la lectura se percibe como si el guionista tuviera las mismas piezas que había en los sesenta y las removiera un poco.
La sensación es bastante satisfactoria, como recordatorio de quién es Peter Parker y de cómo funciona en su faceta de superhéroe. Repetimos, no aportará nada a todos aquellos que se sepan de memoria la historia de Spiderman. Su función es servir de vehículo introductor a posibles lectores que pretendan probar una manera sencilla de acercarse a los cómics. Como la totalidad de la iniciativa Season One, de la que por cierto, no se ha vuelto a saber de ella desde entonces. Quizás no resultó tan buena idea.
Spidey (2016-2017).
No dejamos al cine de lado, puesto que en el año 2016 se anunció el acuerdo entre Sony y Marvel Studios por el que estos últimos adquirían la potestad de incluir a Spiderman en el MCU. Una excelente noticia y un sueño dorado para muchos seguidores del universo fílmico que arrasaba taquillas, a lo largo y ancho del globo. La versión interpretaba por Tom Holland viraba directamente hacia el Spidey adolescente, con aquel estudiante del instituto Midtown y la problemática de la edad. Parece claro que la idea de Kevin Feige es plantear un arco de crecimiento similar al de los cómics, pasando de la adolescencia a la madurez, en un grupo de apariciones estelares, junto a sus propias películas.
De nuevo le tocaba mover ficha a la división editorial. El Spiderman de los cómics era ya un hombre adulto, curtido en mil batallas. Desde luego, cualquier chaval que buscara la versión del séptimo arte en las viñetas se llevaría una evidente decepción, a menos que girase hacia sus primeros cómics u otros proyectos con ese mismo espíritu (como el Ultimate Spider-Man de Brian Bendis). De aquí surge el concepto de Spidey. Tomando la licencia de una vieja cabecera orientada para el público infantil (Spidey Super Stories), el editor Nick Lowe se dirigió al guionista Robbie Thompson con una propuesta muy clara: “¿te gustaría lanzar una serie de Spiderman adolescente?”. La respuesta de Thompson no se hizo esperar: “mi primera reacción: intimidado. Spiderman es uno de los grandes personajes de todos los tiempos. Un icono. Una leyenda. Pero Nick tenía muy claro lo que buscaba: que fuera divertida, a lo Lee-Ditko”. La premisa se puede adivinar; un producto sencillo, ligero, sin tener en cuenta la continuidad, que pudiera atraer un nicho de espectadores que gustase de la versión MCU del Trepamuros. El recurrente intento de atraer audiencia ajena el medio que tantas veces se ha demostrado inane.
Esta cabecera acabó reducida a una maxi serie de doce números. A cargo del guion se consolidó Robbie Thompson, un guionista de perfil bajo que no ha terminado de asentarse en la editorial, mientras que en lo gráfico hubo un cierto vaivén de artistas; comienza Nick Bradshaw, lo mejor con diferencia del proyecto, aunque André Lima Araujo y Nathan Stockman se encargaron de cerrarla. La base de la colección nos la explica el escritor de la misma: “Peter Parker tiene 15 años en Spidey. Hace tiempo que tiene sus poderes, pero todavía se adaptando a la vida como superhéroe”. Vaya, como en Spider-Man Homecoming. Y eso que las películas cuentan cono su propia continuidad en cómic. En el caso de Spiderman, tenemos dos números que funcionan como preludio en la línea Marvel Cinematic Universe, con el mismo Peter Parker del celuloide (con fecha de portada 2017), aunque hay que apuntar que se cataloga como un universo alternativo.
La historia nos resume la obtención de poderes, el ladrón y la muerte del tío Ben en una página. A partir de aquí, tenemos a Peter en el instituto Midtown con sus problemas de siempre pero con importantes novedades. Parece que el guionista se salta la ortodoxia, pese a sus declaraciones de rendir pleitesía a la etapa Lee-Ditko, colocando en la casilla de inicio a personajes como Gwen Stacy y Harry Osborn, como compañeros de clase, o al Dr. Octopus como el enemigo de su primera aventura (por cierto, con el homenaje de Thompson y Bradshaw a la “Trilogía del Planeador Maestro”). Existen múltiples referencias a su material base, más como cuidados recordatorios que como hoja de ruta establecida. Se intenta que sea una serie fresca, muy dinámica y con referencias al celuloide. En su #6 tenemos el esperado team-up con Iron Man, algo consustancial a su versión del UCM.
Esta aproximación a Spiderman cuenta con muchos elementos que nos recuerdan a los primeros años de su andadura pero su objetivo es servir a un interés mayor, refrescar, rejuvenecer a un icono con casi sesenta años de vida editorial a sus espaldas. De hecho en España, se vendió con el marchamo de ser recomendada para lectores jóvenes. No fue el caso de los USA, donde quedó relegada a ser una cabecera de complicada continuidad, con una muy difícil búsqueda de público potencial. Con todo, Thompson supo sintetizar satisfactoriamente la esencia del personaje, como bien denotas sus últimas palabras, antes de cerrar la colección: “Me llamo Peter Parker. Me picó una araña radioactiva. Me concedió grandes poderes, que mi familia me enseño a tratar como una gran responsabilidad. No gano siempre. De hecho, a menudo pierdo. Pero nunca me rindo. ¿Por qué? Porque soy el asombroso Spiderman”.
Peter Parker. El Espectacular Spiderman. Amazing Fantasy (2018).
Peter Parker: The Spectacular Spider-Man es una longeva cabecera que nació en 1976, con el objetivo de centrar algo más la atención en la persona bajo la máscara, sin perder de vista el componente de acción y aventura. Como tal, es un clásico en el catálogo editorial y cada cierto tiempo se recupera su nomenclatura. En 2017 Chip Zdarsky abrió un nuevo volumen, que tras únicamente seis números, recuperó la numeración primigenia, en el marco de la iniciativa Legacy. Durante su breve etapa, el canadiense destacó por su ajustado conocimiento del lore arácnido, acompañado de un dibujante de talento como Adam Kubert.
Una de las ideas que trajo de vuelta del profundo olvido fue el asunto del Chapucero y sus amigos extraterrestres. Tras muchos años de entierro, al bueno de Chip le pareció interesante plantear una invasión del planeta por parte de los Vedomi, que así se hacen llamar la raza alíen que debutó en el Amazing #2. La única opción para derrotarles era viajar al pasado para interrumpir las relaciones de los invasores con el Chapucero, por lo que, vía máquina del tiempo del Dr. Muerte, toca hacer una visita al Spidey de la era Lee-Ditko.
Amazing Fantasy es el nombre de esta saga en tres partes, dibujada por Joe Quinones, donde el Peter Parker adulto debe aleccionar al adolescente, acompañado por el inefable Jameson (su muy mejor amigo desde que le contara su secreto) y de la agente Teresa Durand (la posible hermana surgida en Family Business), para evitar un maltrecho futuro. El argumento casi podríamos decir que se divide en tres partes, con cada uno de los protagonistas con una misión propia, aparte de detener la próxima invasión. Jameson visita a su contrapartida de los sesenta, lo que traerá importantes consecuencias, el Peter maduro intenta encauzar a su yo joven, claramente extraído de la etapa Lee-Ditko, para que sea mejor y Teresa…. ¿Recuerdan que en la Graphic Novel de su debut no se dejaba clara su filiación? Pues aquí Zdarsky acaba con la incertidumbre. El Nick Furia de la época le muestra el documento que la acredita como hija legitima de los Parker. Se acabaron las conjeturas, Peter tiene una renovada hermana a la que guardar. Otra rama más del árbol familiar.
Trastear con el pasado a veces no da buen resultado. No es el caso de este ciclo argumental. Dejando claro que los cambios y aliteraciones han producido una línea temporal alternativa, la confrontación entre esos dos Spiderman queda resuelta con indudable maestría. Y es que Chip Zdarsky demuestra conocer las esencias básicas del personaje. No hay más que ver el Peter Parker #310, uno de los mejores episodios unitarios de nuestro amistoso vecino, en toda su historia, ganador con merecimiento de un premio Eisner en el año 2019.
Spiderman. Toda una vida (2019).
Vamos cerrando el repaso con una rareza, un experimento de indudable valía que encaja más con el resto de obras reseñadas por sus esencias que por su cronología. Spider-Man: Life Story es un proyecto de Chip Zdarsky, nuestro guionista de The Spectacular, y Mark Bagley, dibujante con uno de los trazos más asociados al Trepamuros. La idea que subyace bajo el mismo, coger las muchas aventuras, los incontables secundarios y acontecimientos importantes, y situarlo de manera ordenada, como si de una vida se tratase.
Zdarsky distribuye los seis números de los que consta la mini serie por décadas; desde los sesenta hasta la segunda década del S. XXI. Empezamos con un Peter joven, que va estableciendo relaciones de amistad, románticas, de rivalidad, a la vez que observamos hechos históricos, tanto reales como editoriales, para confeccionar un marco creíble, y así terminar, con el paso de los ejemplares, con un Peter anciano, golpeado por las diferentes tragedias que han asolado su vida, pero irreductible, apelando siempre a su sentido de la responsabilidad. Un recorrido vital intenso, con sus correspondencias a la versión canónica.
Como ya hemos avanzado, más que un nuevo acercamiento a la era de Stan Lee y Steve Ditko, se trata de un catalizador casi perfecto de lo que ha representado la gran creación de los citados autores. De hecho, si nos ceñimos únicamente a la cronología, quitando la primera página, que nos rememora la picadura y la muerte de Ben, el autor salta directamente a 1966, que recordamos que representan los estertores finales de la participación de Ditko en la revista. Pero el objetivo de Zdarsky es otro. Sublimar la figura de un personaje único, que ha representado tanto para distintas generaciones de lectores. Y eso es imposible sin celebrar las líneas maestras, las bases que montaron esos dos visionarios llamados Stan Lee y Steve Ditko. A fe que lo consigue.
Guía de Lectura
Como despedida y cierre, vamos a dejar una pequeña guía de lectura, para aquellos que se encuentren interesados en la obra reseñada. El Spiderman de Stan Lee y Steve Ditko ha sido publicado por todas las licenciatarias que han sacado material Marvel en España. Desde la Vértice en blanco y negro, hasta la Panini actual, con sus ediciones remasterizadas, podemos encontrar un buen surtido de ediciones en diferentes formatos. Nosotros nos vamos a quedar con la última, aquella que es más probable que sea localizada por cualquier tipo de usuario y esa corresponde al coloquialmente conocido como formato Omnigold de la editorial italiana, que lo ha recopilado de forma íntegra en dos voluminosos tomos.
Aparte de los cómics que comprenden la etapa, algo evidente, se recomienda un par de obras de raigambre muy distinta. Una es un texto a cargo del editor Marvel en España, Julián Clemente, uno de los mayores conocedores de la trayectoria ficcional del Trepamuros. El otro es “Las Historias Jamás Contadas” de Kurt Busiek y Pat Oliffe, quizás la mejor representación de esa ola nostálgica con respecto al personaje, de esa sempiterna vuelta a los orígenes, que los autores trataron de prácticamente insertar en la continuidad tradicional, con muy buenos resultados.
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