Javier Vázquez Delgado recomienda: Tanguy y Laverdure

Edición original: Tanguy et Laverdure. Intégrale 1, 2 y 3 (Éditions Dargaud. Marzo y mayo de 1996 y diciembre de 1997)
Edición nacional/ España: Tanguy y Laverdure. Edición Integral 1, 2, 3. Ponent Mon. Diciembre, 2014, enero 2015 y septiembre 2015)
Guion: Jean-Michel Charlier
Dibujo: Albert Uderzo
Entintado: Albert Uderzo, Marcel Uderzo
Color: Christian Lerolle, Luc Perdriset, Marcel Uderzo
Formato: Cartoné. 120, 172 y 168 páginas
Precio: 24, 32 y 32€

“¡Me lo temía!
¡El pesado de Laverdure ya está haciendo de las suyas!”

Esta serie de aviadores comparte con Astérix el honor de haberse estrenado en el primer número de la mítica revista semanal francesa Pilote. Este primer número salió el 29 de octubre de 1959.

Pero los méritos de Tanguy y Laverdure no se quedan solo en esta circunstancia, el guionista Jean-Michel Charlier y el dibujante Albert Uderzo consiguen alzar una serie de aventuras de aviación que resulta interesante incluso para quien tiene miedo a volar. Porque la principal virtud de las aventuras de estos dos pilotos franceses es la asombrosa mezcla de relato de acción, slapstick y melodrama. En todo momento el tono de la trama va variando según las situaciones descritas, consiguiendo así que no tengamos ni un momento de respiro mientras la leemos. La serie surgió como alternativa a las veteranas Buck Danny creada por el mismo Charlier y Victor Hubinon que se publicaba en el Journal de Spirou o también Dan Cooper de Albert Weinberg que aparecía a su vez en el Journal de Tintin.

Michel Tanguy y Ernest Laverdure son dos pilotos novatos del ejército del aire francés que han sido destinados a la base aérea de Mequínez, en Marruecos para adiestrarse en el manejo de los cazas. Allí tendrán que lidiar con un instructor severo pero de gran corazón, con un compañero altivo que esconde un terrible secreto y con las fuerzas armadas de un país desconocido que pretenden robar un prototipo militar galo.

Primera página de la serie, en formato revista

La historia inaugural de la serie consta de 84 páginas que son un auténtico tiovivo de sensaciones. Sin la imposición de páginas que comportaba la publicación en álbum, Charlier se permite exhibir sus habituales giros de guion, sus conocidos meandros argumentales que atrapaban a lector cada semana y que consiguen que permanezcamos atentos a la historia sesenta años más tarde.
Los autores juegan con la contraposición entre el carácter valiente, generoso y equilibrado de Tanguy y el alocado, impulsivo y bromista de Laverdure, pero tienen el suficiente talento y oficio para dotarlos también de otras características opuestas al tópico que representan y, especialmente en el caso de Laverdure, conseguir que estos arquetipos se conviertan en una figura tremendamente humana. Durante la etapa de Uderzo asistimos a los progresos de los protagonistas que se ven implicados en unos complots más cercanos al género del espionaje industrial que al propiamente bélico. El tono patriotero lastra un poco el resultado pero no difiere mucho de otras series de militares protagonizadas por franceses, norteamericanos o españoles. Los gags son eficaces, las escenas de combates o de acrobacias aéreas están bien insertadas en la narración y el drama está casi siempre relacionado con el honor, el deber y la traición.

En general, la obra tiene un tono muy similar al de las mejores películas dirigidas por Howard Hawks, donde ser digno de pertenecer al grupo, al escuadrón, al ejército de turno es un valor superior a cualquier otro. La fidelidad entre compañeros es sagrada. Como en Hatari! o en Rio Bravo y por supuesto también en Solo los ángeles tienen alas, la peor acusación que se puede hacer a un personaje de la serie es que ha abandonado a un amigo. Desgraciadamente, ni Charlier ni el cómic juvenil franco-belga de aquella época se planteaban introducir personajes femeninos como los de Hawks, pero en cierta medida se explica por el ambiente militar de la serie. Tendremos que esperar a la llegada de Chihuahua Pearl para subsanar este déficit, pero esto evidentemente es otra serie…

El otro punto fuerte de esta colección es su tratamiento gráfico y narrativo. El trabajo de Albert Uderzo es realmente espectacular. Partiendo de las enseñanzas básicas de la escuela realista franco-belga, de gente como Raymond Poïvet, Victor Hubinon o de Jijé, el creador de Astérix consigue dotar sus escenas de acción de una espectacularidad y de una emoción sin precedentes. La combinación entre humor, aventura y drama está resuelta de manera perfecta, Uderzo alterna la acción desenfrenada con la contención de forma admirable y su coreografía de las escenas aéreas es absolutamente magistral.

El artista divide sus páginas en un formato de cuatro tiras de dos o tres viñetas cada una, una estructura que utiliza en las escenas más tranquilas, en los momentos en que los personajes están en tierra. Para las secuencias aéreas el esquema es más libre y suele presentar viñetas de formato irregular y de gran tamaño. Su construcción de los personajes es modélica; cada uno tiene una personalidad bien definida y está perfectamente caracterizado. El trazo es elegante y agresivo, la ambientación precisa y sin florituras y la representación de los diferentes aparatos es asombrosa. El nivel de documentación técnica era extraordinario, mucho más teniendo en cuenta los medios de entonces; los aviones están perfectamente dibujados tanto desde el exterior como en el interior, eso sí, siempre siguiendo las instrucciones precisas del Ministerio de Defensa que velaba porque algunos detalles tecnológicos quedaran en secreto. El color es quizás uno de los aspectos más flojos del arte de esta serie ya que es deudor del estilo y las limitaciones técnicas de la época.

Tanguy y Laverdure se estrenó, como hemos dicho antes, el 29 de octubre de 1959 en la revista Pilote. La cadencia semanal era de dos páginas por número y la primera aventura se prolongó casi durante un año. En 1961 se publicó el primer álbum de la serie que fraccionaba la primera historia y un año más tarde salió el segundo.
Albert Uderzo dibujó los ocho primeros tomos en el período comprendido entre 1959 y 1967. Contó con la ayuda de su hermano Marcel en tres álbumes, seguramente los últimos, y dio el relevo de la parte gráfica a Joseph Gillain, más conocido como Jijé que permaneció en la franquicia desde 1968 hasta 1982 cuando, tras dibujar 14 álbumes, cedió los mandos artísticos a uno de sus ayudantes; Patrice Serres.

La colección consta de 33 álbumes por el momento, el último de los cuales apareció en 2019 y cuenta con el guion de Patrice Buendia y Frédéric Zumbiehl además del arte de Sébastien Philippe, se trata del equipo habitual de las tres últimas entregas.

Se hicieron dos versiones televisivas de esta serie, la primera, que se emitió entre 1967 y 1970, llevaba el título de Les Chevaliers du ciel. La segunda titulada Les Nouveaux Chevaliers du ciel apareció entre 1988 y 1991.

En castellano existe una hermosa edición integral de Tanguy y Laverdure publicada por Ponent Mon. Son álbumes en cartoné, a buen tamaño y con una impresión y papel muy correctos. Si mis cuentas no fallan ya van por el noveno tomo. El principal aliciente de esta colección – aparte del contenido claro está – son los extensos artículos introductorios, profusamente ilustrados y con entrevistas muy interesantes que complementan perfectamente la experiencia de leer o releer estas historias. El precio de cada álbum va acorde al número de páginas y puede considerarse alto pero no es abusivo.

El paso de Albert Uderzo por la serie Tanguy y Laverdure puede suponer una auténtica sorpresa para el lector que solo conozca su trabajo en Las aventuras de Astérix. El registro realista de su arte sorprende y causa admiración. Estas historias de aventuras pueden parecer algo rancias y trasnochadas pero se aguantan perfectamente gracias al despliegue gráfico-narrativo que el artista de Fismes supo darles y que marcó una época. Una prueba de ello es que cuando Uderzo decidió abandonar la serie, ningún candidato a substituirle parecía el adecuado y solo cuando una leyenda del cómic europeo como Jijé se ofreció a hacerlo, el guionista y cocreador de la serie, Jean-Michel Charlier, respiró tranquilo. Por algo sería…

Salut!



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