Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNSeries – Titans 2ª Temporada: Primeras Impresiones

Aviso de Spoilers: La siguiente entrada contiene algunos spoilers de la segunda temporada de la serie Titans.
 

Género: Superhéroes, drama, thriller, acción
Creador: Greg Berlanti, Akiva Goldsman, Geoff Johns
Reparto: Brenton Thwaites, Teagan Croft, Anna Diop, Ryan Potter, Alan Ritchson, Minka Kelly, Lindsey Gort, Seamus Dever, Bruno Bichir, April Bowlby, Jake Michaels, Dwain Murphy, Curran Walters, Conor Leslie, Esai Morales, Iain Glen
Producción: Berlanti Productions / DC Entertainment
Canal: DC Universe/Netflix

Después del buen recibimiento de su primera temporada DC Universe estrenó hace unos meses la segunda tanda de episodios de Titans, la serie de la plataforma de streaming estadounidense protagonizada por el famoso grupo de jóvenes superhéroes nacidos hace casi medio siglo en la editorial DC Comics a manos del guionista Bob Haney y el dibujante Bruno Premiani. En esta ocasión Greg Berlanti, Geoff Johns y Akiva Goldsman vuelven a ejercer de showrunners y al reparto habitual formado por Brenton Thwaites, Teagan Croft, Anna Diop, Ryan Potter, Minka Kelly, Alan Ritchson, Conor Leslie o Curran Walters se suman las incorporaciones de Ian Glen, Esai Morales o Chelsea Zhang. Tras su inclusión en el catálogo de Netflix varios de los redactores de Zona Negativa ya han podido ver la segunda temporada de la serie, de manera que aquí están Raúl Gutiérrez, Víctor José Rodríguez, Gustavo Higuero, Jordi T. Pardo y Juan Luis Daza para dar su opinión sobre una serie de la que se esperaba poco, convirtiéndose finalmente en un producto bastante interesante que, si bien es cierto, no ofrece la visión más fiel posible de los personajes a los que toma como protagonistas sí cuenta con las suficientes virtudes para dejar satisfecho a distinto tipo de espectadores y llamar la atención de gran parte del fandom mientras la sigue con notable interés.

Sentimientos Encontrados por Raúl Gutiérrez

Titans. La única serie del Universo DC que sigo actualmente, al no ser capaz de congeniar con las producciones del Arrowverse, a las que les reconozco su calidad y esfuerzo. Una serie cuya primera temporada en líneas generales me gustó mucho dentro del tipo de producto que es, con el presupuesto limitado que tiene, y es que hace una traslación muy acertada de un cómic muy querido, especialmente en todo lo relativo al personaje de Robin y a su relación con Batman. Y es que quizás Titans sea una de las mejores versiones que hemos visto del por qué Dick Grayson se separa de Bruce Wayne y de por qué Robin se convierte en Batman. Y no sólo eso, es una versión condenadamente acertada de por qué Jason Todd es tan irritante como en su día ya lo era, consiguiendo que el espectador lo odie tanto como el lector de cómic que lo conoció, convirtiéndolo de algún modo en uan referencia autoparódica muy disfrutable.

El resto de personajes, durante la primera temporada, tuvieron más o menos su desarrollo en la primera temporada, creándose en general una serie coral más o menos bien llevada. Y entonces llegó la segunda temporada, la cual para empezar, desconozco si por decisiones presupuestarias, o de otro tipo, termina en su capítulo uno la primera temporada. Y es que, la temporada anterior no terminaba, no es que dejara un cliffhanger, es que no terminaba, y su trama se cierra en el capítulo 2×01. A partir del segundo, por tanto, comienza la trama de una segunda temporada que, en líneas generales se me antoja mucho más fallida que la anterior y, desgraciadamente, me ha dejado un mal sabor de boca.

Que nadie me malinterprete. He disfrutado la segunda temporada de Titans. Me ha entretenido, sobre todo su principio y su final, así como los guiños al lector más añejo con ese Aqualad que salía en la serie a modo de flashback y su relación con Donna Troy (personaje que, por cierto, se desarrolla en esta temporada y resulta mucho más atractivo que en la primera). El problema es que toda la historia de esta temporada se podría haber contado en la mitad de capítulos. Y es que, si la resumimos, la misma se basa en el retorno de Deadshot como villano que vuelve para cobrarse una venganza debida, la explicación mediante flashback de qué fue lo que pasó y la resolución del conflicto.

Por el medio, hay un verdadero montón de capítulos “de relleno” que no nos dicen nada y que tan solo conseguían que me aburriera. En ese sentido, debo agradecer a Netflix el que haya publicado la temporada entera de una vez, porque de no ser por el vingewatching creo que no habria sido capaz de seguir esta serie semana a semana.

Y es una lástima, porque los aciertos de la primera temporada siguen estando ahí, con el añadido de Donna Troy que hace todo más interesante. Así, Dick Grayson sigue evolucionando en su transformación a Nightwing, Jorah Mormont (me niego a llamarlo de otra manera) se revela como un Bruce Wayne genial, el repelente Jason Todd sigue haciendo que lo odiemos (pero con amor) y en general el grupo tiene su atractivo. Pero a todo ello se suma un villano anodino que no es creíble (con lo que ello supone, teniendo en cuenta que aquí se interpreta la clásica saga de Wolfman y Pérez), un conflicto anterior que se alarga innecesariamente, unas tramas secundarias (la relación entre Halcón y Paloma) anodinas y cero interesantes que te hacen ver el siguiente capítulo simplemente para que el final se acerque.

Sin embargo, la serie sube un par de puntos en mi ránking por ese Superboy, ese Conner Kent tan bien trasladado a la pequeña pantalla que me ha hecho disfrutar todos y cada uno de los minutos en los que aparecía. De no ser por él sí que habría dejado la serie, y él y Dick se hacen la temporada entera. Es por eso que como decía al principio, tengo sentimientos encontrados respecto del regreso de una serie que nunca fue muy buena, pero que prometía mucho más de lo que nos ha dado a su regreso.

Veremos si la tercera temporada continúa con esta caída genérica, o si aprende de sus errores.

De titanes a caricaturas, por Víctor José Rodríguez

Soy una víctima de las versiones originales. Y uso este adjetivo porque es la mejor manera de definir qué es lo que siento cada vez que veo una serie o película basada en un cómic o un libro. Sueño con la adaptación perfecta, pero es casi una quimera. Entiendo que la mayoría de las veces que el medio audiovisual estrena una producción basada en una obra literaria lo que está haciendo realmente es una traslación. Este es un término muy utilizado en nuestro foro interno, sobre todo por mi compañero Gustavo Higuero. Y es tremendamente acertado. Porque la televisión y el cine rara vez adaptan, en la mayoría de las ocasiones trasladan un concepto o unos personajes a su medio y crean historias con ellos. Pero a mí esas traslaciones no siempre me convencen. Y es que tengo que recordar siempre sentarme a ver la tele con la mente abierta.

La primera temporada la disfruté muchísimo. Las escenas de acción, la verosimilitud de las peleas, las tramas sin relleno y el hilo de todos los personajes bien tejido me calaron. Y el tono maduro, oscuro, la caracterización de todos los personajes me llegó realmente. Pero las mismas técnicas de narración no han repetido su éxito, para mí. Aunque se mantiene el espíritu y el tono de la serie, en mayor medida, va descendiendo la calidad de las caracterizaciones, haciendo que muchos personajes tengan una evolución que los aleja de sus puntos de inspiración del cómic. La inclusión de Superboy, anunciada en la escena postcréditos del último episodio de la temporada anterior, era para mí la principal motivación. Pero su representación no me ha gustado nada. Lo presentan como a un niño pequeño con superpoderes, que puede estar bien explicado, pero el resultado final me parece una parodia. Es mucho más acertado el tono utilizado en Young Justice, haciéndolo desorientado y huraño al estar perdido en el mundo. Plantear al clon de Superman como lo han hecho ha sido un bajón.

La rapidez con que se quitan de encima a Trigon, que era el final abierto de la primera, la relación inestable de Halcón y Paloma, el pasado que persigue a Starfire (personaje al que han reinventado demasiado torpemente), la pésima caracterización de Jericho y Ravager (ni siquiera la llaman así), el rollito de ésta con Jason Todd (que está bien representado, pero a ver si pasa con él como en la legendaria historia de Jim Starlin y Aparo de una vez…) y la casi nula necesidad de Beast Boy casi me sobran. Son historias que cansan. Sí que es cierto que los comics de Marv Wolfman tenían muchos capítulos en que desarrollaban su vida personal más que la lucha contra los villanos. Pero la ejecución de todas estas tramas no me han convencido, me han desviado de la atención principal. Aunque ¿cuál debería ser? ¿Deathstroke? No han sabido trabajar realmente su enfrentamiento con Slade Wilson. En verdad, para mí no han terminado de rematar la química que el equipo tenía, ni de completar de redondear su estabilización. Todo me queda desdibujado.

Han desaprovechado posibilidades muy potentes, el giro de la relación con Jericho respecto al del cómic, al que utilizan como unos héroes jamás harían, es un desvarío imperdonable. Además, el final que le dan a él y a su hermana roza lo surrealista con lo ridículo. Aunque para ridículo el final de Donna Troy. Y este sí que fue un punto crítico. Porque el personaje interpretado brillantemente por Conor Leslie estaba siendo de lo mejor de la serie. El trabajo de presentación del pasado de ésta en el episodio narrado en analepsis era verdaderamente bueno y dramático para ella y el espectador. Y el desarrollo del mismo en la trama presente era de lo más coherente. Su relación con Dick, a quien Brenton Thwaites sigue representando realmente bien, es la mejor interacción del equipo. No digo nada de la trayectoria moral del mismo, un punto intimista muy interesante aunque perdido en la subtrama de la cárcel, pero bien reconducido al final. Y Rachel, a quien Teagan Troft sigue haciendo brillar (u oscurecer, según se mire) y el descubrimiento de sus poderes es un hilo del que todavía tienen que tirar mucho más.

Titans tiene todavía muchos puntos positivos, pero esta segunda temporada se siente como una oportunidad perdida de terminar de enganchar, de contar historias más redondas. Se ha perdido en un mar ajetreado queriendo contar muchas cosas que han alejado un tanto a los personajes de sus orígenes comiqueros. Y aunque esto sea natural en los océanos audiovisuales, se resiente para los lectores/espectadores como yo, que soñamos con ver unas versiones más acertadas. Y hablando de mares, no puedo más que lamentar el uso del personaje de Garth, Tempest/Aqualad, el representante atlante al que tristemente le dan un uso que dejan con la miel en los labios, aunque esté justificado para el devenir del equipo.

Quiero destacar el acertado vestuario de los personajes, que sigue siendo lo más fiel de la serie respecto al cómic. Y no quiero terminar con la sensación de que la segunda temporada Titans la convierta en una mala serie, tiene mucho que mejorar, pero tiene muchos elementos interesantes que siguen haciéndola notable. Y otro espectador menos quisquilloso la disfrutará mejor que yo. Espero que a partir de la tercera se centren en recuperar el tono adulto y maduro, se olviden de subtramas que resten peso a la principal y de la parodia en que se convierten en el enfrentamiento del último episodio. Que es un total desacierto de tono, ejecución y caracterización. Un bajón que convierte al equipo en caricaturas de sí mismos. Y eso no puede pasar, tienen que volver a ser auténticos titanes.

Traslación, no hay que olvidar está palabra, por Gustavo Higuero

Los Titanes son toda una institución dentro de DC. Un grupo atípico, rompedor desde su misma concepción, que brilló con fuerza en los años 80 gracias al enorme trabajo realizado por Marv Wolfman y George Perez. Y desde aquella gloriosa alineación se ha intentado recuperar editorialmente la esencia de aquella formación, captar lo que la hacía especial y replicarla buscando un nuevo éxito. Un éxito que se ha mostrado esquivo a DC, salvo contadas excepciones (Johns y Grayson, por ejemplo).

Los Titanes, son, además de lo comentado, un grupo muy querido entre los aficionados al Universo DC, y por tanto no es de extrañar que la idea de adaptarlos a la pequeña pantalla resulte muy jugosa para Warner y su plataforma de video bajo demanda.

La primera temporada impacto polarizando a los aficionados por su enfoque y tono oscuro y violento. La segunda emporada mantiene el tono y no deja de lado el toque agresivo de la primera, pero se centra en varios aspectos que la hacen brillar de una forma especial.

Tras la escena final de la primera temporada, la inclusión de Superboy en el grupo y su perro Krypto dejaba claro que la versión televisiva de los Titanes no iba a intentar clonar la alineación del tándem Wolfman/Perez, sino apostar por la fusión de diversos grupos de Titanes de su historia editorial, jugando con las virtudes de cada uno de ellos. Una decisión que puede resultar poco acertada, pero que demuestra su solidez a lo largo del visionado de la serie.

Hay un foco claro sobre el que trabaja la segunda temporada que es la de profundizar en la figura de Dick y explicar su estado de ánimo, sombrío, violento, triste y enfadado, que mostró durante la primera temporada de la serie. La trama gira alrededor de Dick, mientras se teje una madeja que engloba a los demás personajes de forma que tengan su propio espacio, incluido Superboy. Ese entramado de historias, con la puesta en marcha de nuevos arcos, que queda claro que son para desarrollarse en la tercera temporada, se mezclan de forma orgánica, tomándose licencias argumentales a fin de poder hacer de la historia algo nuevo pero conocido para los aficionados al grupo.

Aquí hay una apuesta en escena más dinámica, profundizando en la personalidad de los protagonistas, para entender sus motivaciones y como están anímicamente. Para aderezar el coctel se añade un villano clásico del grupo, Deathstroke, con una historia que lo ancla al pasado del grupo y al presente, con misterios que se desvelan de forma más que violenta.
La dupla Grayson/Slade funciona y lo hace gracias al desarrollo que se hace de ambos a lo largo de la trama. No se trata solo de enfrentarlos, sino de dar motivos para ello, pues se trata de un villano con motivos personales. Jugar con conceptos que vienen de algunas de las mejores historias de los comics ayuda a que todo resulte mucho más potente, sin perder de vista que se trata de una adaptación televisiva, con sus limitaciones de espacio y presupuesto. Dos aspectos en los que queda mucho por mejoras.

Uno de los peros más importantes que se puede decir sobre la serie es que apelmazan mucha información y eso hace que la historia de Superboy quede algo desdibujada en medio de la de Dick, que soporta todo el peso. En definitiva, se trata de un circo en el que ponen muchas pistas en funcionamiento, olvidándose que menos, es más.

Se puede acusar de muchas cosas a Titanes, pero no hay que olvidar que es una traslación y pretender encontrarse lo mismo que se puede leer en los comics en su día, es una pretensión casi ingenua. Una pretensión que no quita que se deba trabajar mejor algunos aspectos como que Dick no rompa con Bruce de manera clara y sin depender de su ayuda, que Starfire se muestre especialmente agresiva, que Raven lidie con su propia oscuridad ocultándola a sus compañeros… y sin embargo hay traición en el seno interno, hay muerte, sin apenas espacio para el humor pero si para cierta esperanza, pues todo forma parte de un proceso de sanación grupal que debe cocerse a fuego lento.

La segunda temporada de Titanes convence más y de mejor forma que su predecesora, se atreve sin miedo a trasladar ideas y conceptos de los comics y se hace espacio para innovar. El tono se suaviza, sin perder el toque oscuro, para crecer como historia y como serie en general.

Titanes desunidos, por Juan Luis Daza

Un servidor debe admitir ser de aquellos que hicieron chanza con los trailers de la primera temporada de Titans, la serie de la plataforma DC Universe basada en los personajes homónimos creados en la editorial estadounidense DC Comics. Mi primera impresión era la de encontrarme con un producto con la intención de emular paupérrimamente el tono “grim and gritty” que Zack Snyder insufló en El Hombre de Acero, Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia o Liga de la Justicia, aquellos controvertidos largometrajes que iniciaron el Universo Extendido de DC. Aunque no andaba del todo desencaminado, la pátina de oscuridad imperaba en gran parte del proyecto, me sorprendió encontrarme con una serie competentemente ejecutada en casi todos sus aspectos siendo capaz de perfilar interesantes personajes que convertían Titans en un producto superior a otras muestras del género diseñadas para la televisión o las plataformas de pago por visión.

Desde una perspectiva conservadora no me hubiera importado encontrarme en la segunda temporada de Titans con “más de lo mismo”, pero Greg Berlanti, Geoff Johns y Akiva Goldsman han decidido dar un giro casi radical a su propuesta alejándose, no sólo de sus origines como producto audiovisual, sino tomando la arriesgada elección de desviarse del tono superheróico para adentrarse en terrenos más intimistas con las psicología de los personajes principales como epicentro del relato construido por el grupo de guionistas. Esto no quiere decir que la nueva tanda de episodios de Titans transmute en un análisis pormenorizado de la mentalidad de sus criaturas con ínfulas de solemnidad, pero sí hay una sabia alternancia entre acción, a la que volveremos un poco más tarde, y dramatismo con el que configurar un producto más que competente.

La segunda temporada de Titans se revela como una disección de la contrapartida en imagen real del famoso grupo de DC Comics, creado en su origen por el guionista Bob Haney y el dibujante Bruno Premiani en 1964, en el que sus componentes no ejercen como tal en casi ningún momento dejando que sean sus alter egos y las relaciones interpersonales que les emparentan las que basculen el núcleo argumental de los trece episodios. La reunión de unos “Nuevos Titanes” por parte de Dick Grayson con antiguos componentes y recientes incorporaciones se ve complementada con flashbacks concebidos para rememorar un par de pasajes traumáticos del grupo utilizados como catalizadores deconstructores de la figura del vigilante con reminiscencias que nos recuerdan, salvando las descomunales distancias, a los planteamientos de Alan Moore y Dave Gibbons expuestos en la capital Watchmen.

Esta idea de descomponer al grupo que da título a la serie en su segunda temporada es un salto mortal sin red que otro tipo de producto tomaría cuando el mismo estuviera más que asentado y habiendo pasado unos cuatro años desde su inicio, por temor que a que se noten las costuras de los perfiles de sus personajes protagonistas. Por suerte Berlanti, Johns, Goldsman y su equipo de guionistas acometen tan complicada empresa con profesionalidad, sabiendo cohesionar fondo y forma con resultados de nota. A mermar la psicología de los protagonistas también ayuda la inclusión de un villano a la altura de las circunstancias como el brutal, resolutivo y frío Deathstroke/Slade Wilson al que da vida con incuestionable rotundidad física el actor Esai Morales, construyendo un enemigo capaz de mermar a sus rivales tanto física como psicológicamente.

Otro de los aciertos de la temporada es la peculiar y nada ortodoxa inclusión de Bruce Wayne en la misma. Si en la primera temporada era Batman la amenazante y brutal presencia que ponía en entredicho la salud mental de Dick Grayson es ahora la de su alter ego, a modo de sombra del pasado o presencia imaginaria, la que más dilemas morales hace plantearse al personaje de Brenton Thwaites. Aunque es presentado como un personaje real al inicio de la temporada y vuelve a hacer aparición en la recta final de la misma Bruce Wayne se enclava en el subconsciente de su pupilo mientras en la realidad ejerce como una especie de Demiurgo moviéndose entre las sombras que sobrevuela a los Titanes. Ian Glen ha sido un acierto de casting mayúsculo y el que suscribe está deseando verlo ejercer como Batman en la tercera temporada para poder completar adecuadamente su labor dando vida al icónico superhéroe creado por Bill Finger y Bob Kane.

Siguiendo con las virtudes de esta “Titans 2” se consolidan, e incluso mejoran, unas secuencias de acción sencillamente impecables. En una época en la que las películas de John Wick son un oasis dentro de un Hollywood imbuido por una construcción de escenas dinámicas sobreproducidas y editadas hasta el paroxismo la serie de DC Universe demuestra la eficacia, no sólo de sus especialistas en escenas de riesgo, sino el instinto y el buen hacer de unos directores capaces de capturar con sus cámaras todos y cada uno de los movimientos que componen las magníficas coreografías de violencia física, con planos dejando respirar los encuadres y un posicionamiento adecuado del objetivo para dosificar con pericia la información visual y sonora de los combates cuerpo a cuerpo que, como era de esperar, tienen su mejor ejemplo en todas las escenas centradas en Deathstroke.

Como síntesis de todo lo que funciona en esta nueva temporada de la serie de DC Universe es de recibo tomar como ejemplo el episodio sexto títulado Conner, dedicado a presentar al personaje de Superboy, interpretado por Joshua Orpin, un actor con notable parecido físico a Tom Welling (Smallville). Los poco más de cuarenta minutos que dura el capítulo sirven, no sólo para definir con acierto la personalidad de la nueva incorporación a la serie, sino que, en un más difícil todavía, los guionistas lo llevan a cabo por medio de los roles secundarios relacionados profesional o emocionalmente con él. Por último, y demostrando que detener la trama central de la serie para dedicarle una entrega completa no tiene por qué perjudicar al conjunto del producto si se aborda con inteligencia, la recta final del episodio conecta con mucho acierto con lo acontecido a los Titans en el episodio inmediatamente anterior.

Poco más que decir de lo notablemente satisfecho que ha quedado con la segunda temporada de Titans, un producto al que miré por encima del hombro antes de su arranque y por el que ahora siento especial predilección mientras lo consumo con fruición. Las decisiones nada complacientes tomadas por Greg Berlanti, Geoff Johns, Akiva Goldsman y compañía han resultado en un notorio acierto augurándole un todavía futuro próspero al proyecto. El mayor problema al que se enfrenta ahora mismo Titans es al indescifrable futuro de DC Universe, ya que la plataforma no está rindiendo como era de esperar en su país de origen y los propietarios de Warner Bros ya están planteándose estrenar la tercera temporada (y la segunda de su superior spin off, Doom Patrol) simultaneamente allí y en la futura HBO Max. Aunque para ser sinceros es la duración del estado de alarma a nivel mundial que sufrimos por culpa de la pandemia del Covid 19 la que, desgraciadamente, decidirá el porvenir de este y otros productos audiovisuales.

A vueltas con el grim and gritty, por Jordi T. Pardo

La segunda temporada de Titanes ideada Akiva Goldsman, Geoff Johns y Greg Berlanti es sensiblemente mejor a lo que habíamos visto en su primera entrega. Pero sigue siendo una muestra más de la insistencia de DC Entertainment por el tono grim and gritty de sus producciones y su obstinación por empezar la casa por el tejado con sus historias. En términos de calidad, Titanes no es un producto del Arrowverso, tampoco es una visión deficitaria y casposa del universo DC Comics como la presente en Gotham, por lo que su visionado es más agradable, ligero y, en definitiva, entretenido. Una cuestión que nunca es baladí. Esta segunda tanda de capítulos empieza con la resolución de la trama vehicular de la anterior temporada con un capítulo que tendría que haber sido el cierre de la misma. Es un capítulo que se siente despegado del resto de la segunda temporada y que además nos plantea una resolución acomodada y fácil que realmente no viene a resolver gran cosa.

En la anterior temporada no vimos a los Titanes actuar como un verdadero grupo. Tampoco lo veremos en esta porque sus creadores nos siguen escamoteando esa premisa. En lugar de plantearnos un recorrido cronológico y coherente con lo que se nos quiere contar, Titanes nos habla de un grupo hoy inexistente que ya existió en el pasado y que Dick después de separarse de Batman quiere recuperar. Pero la historia de independencia Dick hace aguas cuando este recurre a las primeras de cambios a su antiguo compañero para cualquier problema que le surge. No vemos que el personaje rompa con el pasado en ningún momento, no le hemos visto crear su propia identidad como Nightwing y hasta su nuevo traje se lo manda hacer Bruce Wayne. La trama que se está planteando tendría sentido con un grupo que lleve consolidado de cara al espectador varias temporadas, de esta manera solo es un guiño forzado de cara a los lectores de los cómics.

De hecho, tenemos algún capítulo centrado en el primer grupo de Titanes y eso es lo mejor de la serie junto a la aparición de Superboy y Krypto. Pero el resto de la temporada sigue vehiculando sobre la premisa de reunir a un grupo compuesto de nuevos y viejos Titanes que nunca llegan a estar juntos. Y que tampoco actúan como superhéroes. Si entendemos este concepto como héroes con poderes y habilidades que ponen estas al servicio de la comunidad lo cierto es que este grupo de personas tienen una inquietante tendencia al asesinato y la violencia gratuita. Se puede decir que matan y ponen en peligro a más gente de la que salvan a lo largo de sus aventuras. Sea llevados por las circunstancias, por la fatalidad, por el control mental, la ignorancia, la venganza o cualquier otra excusa, prácticamente ninguno de ellos se libra de mancharse las manos de sangre. Incluso en muchos pasajes, su primera propuesta es habitualmente la más extrema.

La cuestión subyacente es que la moralidad de los personajes no vale un pimiento. Para muestra tenemos el momento en el que Dick que asume sus pecados y acaba en la cárcel por decisión propia, pero en lugar de entregarse simplemente a la policía considera que lo mejor es pegar una paliza a unos guardias de seguridad que pasaban por allí. Y cuando ya está recluido y decide que se ha aburrido de estar allí no tiene problemas en fugarse y no volver a recordar el tema. Hemos de dar por hecho que de cara a la policía Dick es ahora mismo un prófugo, pero ni a él ni a su grupo esto le invita a la reflexión. Como tampoco lo hace al grupo de gente que al final de temporada encontramos en una feria aplaudiendo a los Titanes por salvarles…. ¡de sí mismos! Superboy y Gar han causado estragos en la feria debido al control mental de Cadmus, pero a la gente no parece importarle los heridos y muertos que han dejado por el camino. Entre ellos Donna Troy y su ridícula y anticlimática muerte.

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Esta falta de coherencia y lógica unida al hecho de que intentar mantener separado de forma artificial al grupo durante toda la temporada hace mella en la serie. Los personajes se encuentran una y otra vez, pero siempre encuentran alguna excusa -por retorcida que sea- para volver a separarse y evitar siempre de manera obstinada hacer lo correcto. Ni siquiera al final de temporada vemos al grupo unido y cohesionado, por alguna extraña razón Dick tiene que enfrentarse él solo a Deathtroke -con la ayuda de su hija- estando al lado Donna Troy que otra cosa no, pero tiene alguna habilidad más que Dick como, por decir alguna, fuerza sobrehumana. Podríamos decir que es una versión más terrenal del personaje, sino fuese porque nos la muestra posteriormente dándolo todo contra Superboy. Puede que estas cuestiones no parezcan relevantes y sea más una manera de buscar las costuras a la producción, pero los detalles son importantes porque al final hacen que una historia derive hacía un lugar u otro. El ejemplo lo tenemos en una serie como Gotham dónde en un principio tenemos a un Gordon que nos puede recordar a los cómics, pero que las decisiones de los guionistas lo llevan a convertirse en un ser mezquino, corrupto y egoísta.

En el apartado actoral no es una serie que sobresalga especialmente, ni para bien ni para mal. Los actores en gran medida cumplen con sus personajes, con más o menos carisma, pero los problemas que puedan derivar de sus actuaciones tienen más que ver con conceptos de guion que con otras particularidades. Si hay en ese sentido una tendencia a la contención de algunos personajes con los que no parece muy bien saber que hacer: empezando por Raven y Gar y acabando por Starfire que esta temporada pasa sin pena ni gloria por la producción. Puede que en este aspecto los guionistas y productores hubiesen tenido que prever mejor las posibilidades a largo plazo que aporta la inclusión de ciertos personajes. No deja de ser decepcionante tener al Chico Bestia en el grupo y que solo sea capaz de transformarse en tigre y que Raven, Donna Troy o la mencionada Starfire apenas puedan lucir sus poderes y tengan que mantener por ello un rol secundario en comparación a Nightwing, Halcón y Paloma. Si el presupuesto no daba para más, mejor habría sido plantear un reparto con personajes del universo DC de corte más urbano.

Es a nivel técnico dónde Titanes rinde a gran nivel, con un apartado visual bien planteado, con buenas escenas de acción y coreografías limpias y con una agradable dosis de espectacularidad. También se refleja esto en la labor de vestuario dónde podemos apreciar una gran inversión para hacer creíbles los uniformes de Donna Troy, Halcón y Paloma y el propio Dick Grayson. Lástima que la serie sea tan oscura que no se puedan apreciar en toda su plenitud en la mayoría de ocasiones que salen a escena y que en muchas de las escenas cumbres ni siquiera los lleven puestos. Pero en este punto Titanes hace un gran trabajo y es de reconocer el salto de calidad que supone respecto a otras series del mismo espectro. Pero esperamos que a partir de la tercera temporada la serie encauce algunos aspectos, porque si no es fácil que la producción acabe por hacer aguas a nivel argumental como otros antecedentes ya mencionados y otros casos como los que vimos en Netflix con cabeceras como Jessica Jones, Punisher, Luke Cage y Puño de Hierro.



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