Javier Vázquez Delgado recomienda: Nenúfares negros
Con toda probabilidad esta es una de las reseñas más difíciles que haya hecho y que, seguramente, haré nunca.
En primer lugar porque es imposible desligar mis sentimientos, mi propia confusión, del análisis objetivo de la obra; en segundo lugar porque mi opinión se sustenta en diferentes momentos de la trama que pueden ser considerados spoilers, algo que en todo momento he querido evitar.
El primer aspecto no lo he esquivado – ni ganas – ya que he sucumbido en el personalismo con todo convencimiento. Era lo más honesto. El segundo peligro creo que lo he sorteado con cierta solvencia, pero perdónenme si en algún momento les chafo “la diversión” de leer esta obra con mis argumentos. No habrá sido en absoluto mi intención.
Vamos allá…
En un pequeño pueblo francés llamado Giverny coexisten tres mujeres que están envueltas en un brutal asesinato. El pueblo es un entorno bucólico, casi artificial, que explota turísticamente el hecho de haber alojado al pintor impresionista Claude Monet y que en este paisaje pintó, entre otras obras, su famosa serie de cuadros dedicados a los nenúfares.
El crimen es investigado por el inspector Laurenç Sérenac junto a su ayudante Silvio Bénavides y en seguida sospechan del marido celoso de la bella maestra del pueblo Stephanie Dupain. Pero la trama se complica y entran en juego un crimen cometido hace más de 25 años, un cuadro misterioso de nenúfares negros y la amenaza de otro crimen por cometer. La presencia de las otras dos mujeres, la adolescente Fanette Morelle y sobre todo de la anciana que vive en un viejo caserón llamado el molino de Chennevières, planea sobre el asesinato de una manera misteriosa.
Nenúfares negros no es un auténtico polar, aunque la publicidad de la editorial lo venda así. Es un relato de misterio, una adaptación al cómic de una novela policíaca – al estilo de Agatha Christie o Ellery Queen – titulada en francés como Nymphéas noirs y escrita en 2011 por Michel Bussi. La novela cosechó varios premios y obtuvo unas ventas considerables que cimentaron la carrera de su autor como un escritor de éxito.
La adaptación al medio de las viñetas se produjo en 2019 y corrió a cargo del guionista Fred Duval y del artista Didier Cassegrain que firmaron un trabajo de casi 140 páginas.
No he leído la novela pero por las crónicas consultadas, la adaptación es fiel al libro original. Porque el pecado de esta obra está en el origen. ¿Y cuál es este pecado? Se preguntarán. Las trampas. La historia es profundamente deshonesta. Desde el inicio los autores nos engañan y van profundizando en el embuste hasta las revelaciones finales. Allí se intenta justificar el fraude intelectual con unas explicaciones poco convincentes o incluso mentirosas que hacen que de la confusión pasemos a la indignación.
La dificultad que comentaba al principio consiste en poder argumentar esta afirmación tan categórica sin caer en revelaciones trascendentales de la trama.
La historia se desplaza en tres líneas temporales distintas en 1935, en 1963 y en el presente. Los autores saltan de una época a otra de manera ágil y alegórica y componen un argumento en el que el pasado influye decisivamente en el presente pero no respetan ciertas reglas que son fundamentales en el género policíaco. La primera norma es no engañar al lector, no aportarle datos o sucesos falsos que desvirtúen la posibilidad de que resuelva el enigma. La segunda es que todos los elementos han de estar presentes en la historia, el autor no puede guardarse un as en la manga para el final, un dato nuevo que justifique sus trucos o los errores cometidos durante el relato. En su novela, Bussi incumple de cabo a rabo estas dos normas y el guionista Duval tiene que apechugar con los pecados originales del escritor.
En Nenúfares negros, el escritor Michel Bussi juega con el tiempo, con las escenas, con ciertos moradores del pueblo y con sus nombres para confundirnos, desorientarnos y en cierta medida “chulearnos” para llegar así a una conclusión inesperada que no sólo es insatisfactoria sino que resulta indignante. Al final, tras los fuegos de artificio, no queda más que una historia banal.
Parece ser que la novela contiene algunas escenas donde el engaño se presenta de manera mucho más escandalosa, algo que en la BD no encontramos y que habla de cierta decencia en la postura de Duval y Cassegrain. El delicado trabajo de orfebrería narrativa y artística que el guionista y el dibujante de la adaptación realizan para disimular la falacia contenida en la trama es considerable pero no justifica su error de escoger esta obra para trasladarla al cómic, a menos que sea un encargo editorial irrechazable. Algo que desconozco.
Sin duda, lo mejor de esta BD es su apartado gráfico. Didier Cassegrain realiza un trabajo muy atractivo que combina cierto naturalismo con un tratamiento del color excelente. El artista divide sus páginas en un esquema de cuatro tiras de dos o tres viñetas cada una. A menudo una de estas tiras está ocupada una sola viñeta panorámica y esporádicamente une dos cuadros de diferentes tiras para formar una viñeta más vertical.
Su tratamiento de los personajes es correcto y destaca la belleza de sus retratos femeninos. Cassegrain domina la anatomía humana, la descripción de los sentimientos de los personajes mediante las expresiones faciales y peca de cierto estatismo en el movimiento de sus figuras.
Hay un aspecto muy sutil, casi intangible, del arte de dibujar la figura humana que se podría definir como la capacidad de expresar el peso exacto de los cuerpos; es el talento de capturar la postura precisa de una persona cuando está de pie o sentada sobre una mesa, por ejemplo. Es una de las facetas más difíciles del dibujo figurativo y en la historia del cómic podemos encontrar auténticos maestros como Jean Giraud/Moebius, Alex Toth, Jaime Hernandez, Noel Sickles o Ivo Milazzo. En cambio, Cassegrain no acaba de encontrarle el punto preciso, sus personajes parecen flotar en el aire y en ningún momento sentimos la fuerza de la gravedad sobre sus cuerpos. La narrativa, en cambio, es clara, precisa, atractiva y ágil.
El color es el apartado más sobresaliente de este álbum. El artista usa una técnica de “color directo al acrílico” que acentúa el estilo pictórico de las páginas y capta atmósferas fascinantes. Cassegrain separa con maestría los diversos planos que componen la historia y adjudica paletas diferenciadas a situaciones y localizaciones distintas. Quizás el único defecto en el cromatismo de la obra sea la poca profundidad de los negros que le da a todo el conjunto un aspecto difuminado, casi nebuloso. En general, su estilo se asemeja poderosamente al arte de Miquelanxo Prado en la obra Trazo de tiza.
El guionista Fred Duval nació en 1965 en Rouen. Es diplomado en Historia y un guitarrista excelente. Se foguea en diversos fanzines de cómics hasta que en 1995 publica su primera obra titulada Wayne Redlake. 500 fusils, una historia escrita en colaboración con Thierry Cailleteau, dibujada por Fabrice Lamy y publicada por Delcourt. El mismo año empieza su serie de ciencia ficción Carmen Mc Callum (1995-2017) de la que ha publicado diecisiete tomos. Los ocho primeros los dibuja Gess (Stéphane Girard), Emem (Mathieu Ménage) los ocho siguientes, el arte del último corre a cargo de Louis (Stéphane Louis) y toda la serie la publica, también, Delcourt.
Travis (1997-2019) es su otra gran saga fantacientífica. Consta de quince álbumes, divididos en cinco ciclos, que dibuja Christophe Quet con la única excepción del sexto tomo del que existen dos versiones, la segunda dibujada por Ludwing Alizon. La editorial es Delcourt.
Su primera colaboración con Didier Cassegrain se produce en la serie de relatos cortos Carmen+Travis (2003-2005) que se recopilan en dos tomos. A continuación emprenden Code Mc Callum una serie derivada de Carmen Mc Callum que constará de cinco volúmenes. Ambas son de Delcourt, como también Hauteville House (2004-2019) que es una serie de diecisiete álbumes de temática steampunk, dibujada por Thierry Goux. Meteors (2008-2010) es su otra serie fantástica que publica para esta editorial. Consta de tres álbumes que dibuja Philippe Ogaki.
En 2008 emprende la adaptación en tres volúmenes del Tartufo de Molière. Los dibuja Zanzim (Frédéric Leutelier) y los publica – como no – Éditions Delcourt.
Junto al dibujante Fred Berthet crea Nico (2010-2012), una serie de tres álbumes que publica Dargaud. Se integra en el proyecto dirigido por Fred Blanchard llamado Jour J, que imagina realidades alternativas a diversos hechos históricos. Duval escribe, además, tres tomos de la serie colectiva L’homme de l’année… (2013-2020) correspondientes a los años 1917, 1894 y 1666 que dibujan Mr Fab (¿?), Florent Calvez y Stevan Subic, respectivamente.
Wonderball (2014-2018) que coescribe con Jean Pierre Pécau y Fred Blanchard y que dibuja Colin Wilson es su gran thriller que publica en Francia Delcourt. Con la misma editorial publica Mousquetaire (2016-2019) y Nom de code: Martin, dibujadas (2016-2017) por Florent Calvez y Stéphane Créty, respectivamente.
En 2018 empieza a publicar una nueva serie de ciencia ficción titulada Renaissance, con el arte de Emem que editca Dargaud y finalmente en 2019 se encarga de la adaptación al cómic de la novela Nymphéas noirs de Michele Bussi que dibuja Didier Cassegrain y publica Dupuis. En la actualidad está preparando la versión de otra novela de Bussi que se titula Ne lâche pas ma main que dibujará también Cassegrain.
Didier Cassegrain nació en 1966. Su formación artística se remonta a la Ecole de l’mage Gobelins, una academia de comunicación audiovisual y arte dependiente de la Cámara de Comercio de París. Sus primeros pasos profesionales se encaminan hacia el cine de animación donde trabaja para France Animation, la factoría Disney en Montreuil y el sello Story.
En 1999, Cassegrain estrena su primera BD; el primer tomo de un díptico titulado Tao Bang que culmina en 2005. Es una miniserie de fantasía heroica que escriben Daniel Pecqueur y Olivier Vatine, en la que colabora con el dibujante Fred Branchard en el primer volumen. Esta editada por Delcourt.
En 2005, el artista empieza su colaboración con el guionista Fred Duval dibujando uno de los relatos cortos de una serie titulada genéricamente Carmen+Travis. Un complemento de las dos series regulares escritas por Duval; Travis y Carmen Mc Callun. Son relatos de ciencia ficción que se recopilarán en dos tomos entre 2003 y 2005.
Tras este primer contacto, Cassegrain se encargará del arte del spin-off de la serie Carmen Mc Callum, titulado Code Mc Callum (2006-2009). Es una serie de cinco álbumes, ambientados en un entorno futurista que publicará la editorial Delcourt.
Dibuja L’heure de la Gargouille (2011) con guion de Scotch Arleston, publicado por Soleil y que perenece al universo de las Leyendas de Troy. Sus siguientes trabajos son Larh-Don (2012) con guion de Olivier Vatine, editado por Soleil y la serie Piège sur Zarkass (2013-2014) que consta de tres álbumes escritos por Yann (Yann Le Pennetier) y que publica Ankama Éditions.
Se encarga del séptimo tomo de los nueve que componen, hasta la fecha, la serie europea de las aventuras de Conan el bárbaro, este tomo titulado Les clous rouges (2019) tiene un guion de Régis Hautière y lo edita Glénat. El mismo año se encarga del arte de la adaptación de la novela de Michel Bussi titulada Nymphéas noirs, con guion de Fred Duval y editada por Dupuis.
Didier Cassegrain vive en Avignon.
La edición de esta obra a cargo de Norma Editorial es excelente. El libro tiene tapa dura, está bien impreso y cuenta con un buen papel. La traducción es ajustada, fiel al original y no participa de la confusión. El precio es algo elevado.
Nenúfares negros es una historia tramposa que me ha indignado profundamente.
Para ser justos, he de señalar que mi opinión no es unánime, ni tan solo mayoritaria. Tanto la novela como su adaptación a la BD han recibido muchas críticas excelentes y el respaldo de un público numeroso. Sin embargo no estoy solo. Existe una corriente de opinión considerable y nada despreciable que no ha comulgado con la propuesta de los autores y que ha criticado con vehemencia la obra por razones similares a las mías.
Lo más sensato, lo mejor que se puede hacer en estos casos es que tú, querido lector, te formes tu propia opinión leyendo la obra. Yo sólo he querido orientarte desde mi particular punto de vista y con total honestidad. Desgraciadamente creo que Michel Bussi y muchos otros no han actuado de la misma manera. En cierta medida es un ejemplo más del signo de los tiempos que corren, de esta modernidad líquida que impera a sus anchas…
Salut!
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