Javier Vázquez Delgado recomienda: Catwoman Desafiante
Antes de que llegara la primera serie regular de Catwoman en 1993, el personaje ya iba calentando motores y viendo como su popularidad iba en aumento tras su aparición en la película en Batman Vuelve (1992), la segunda entrega de Batman, a cargo de Tim Burton. La batmania no parecía querer extinguirse, ahora también impulsada por la imagen icónica de Catwoman en el filme, interpretada para la ocasión por Michelle Pfeifer.
Muchos de los productos editados aquellos días preceden al estreno de la película, de la que pronto se supo el villano que aparecería y que la presencia de Catwoman iba a resultar fundamental para la cinta. Uno de aquellos proyectos se dedicó en exclusiva a Catwoman y se publicó en 1991, en formato prestigio, donde es la protagonista absoluta del mismo, escrito por un guionista de renombre (Peter Milligan), un entintador mítico (Dick Giordano) y uno de los mejores coloristas de la industria (Steve Oliff), con dibujo de un artista, también inglés, como Milligan, de estilo muy influenciado por Neal Adams, encargado de aportar un aspecto gráfico potente y cautivador. Hablamos de Tom Grindberg.
Peter Milligan (1961), forma parte del primer desembarco ingles en Estados Unidos, capitaneado por Alan Moore, Jaime Delano, Neil Gaiman y Grant Morrison, que fueron los precursores de la eclosión de una nueva forma de entender y hacer comics en DC Comics. No fueron los primeros (desde principios de los años 80, Brian Bolland ya trabajaba para DC), pero si fueron los primeros en establecer nuevas reglas a la hora de acometer proyectos, saliéndose de los establecido y creando escuela.
Milligan arrancó su carrera en USA con Skreemer, para en 1990 acometer su proyecto más personal y potente, centrado en la revitalización de un personaje creado por Steve Ditko, Shade, el Hombre Cambiante, que escribió entre 1990 y 1996. Algunas de sus obras más representativas son X-Static, Enigma y Human Target, piedras angulares del medio y que perduran en el imaginario colectivo de los lectores.
Y entre medio de estos trabajos aparecen otros de menor calado, como el que nos atañe, dedicado a la figura de la gata, creada en 1940 (le caen ya 80 años a la felina) por Bill Finger y Bob Kane que, gracias a su imagen sensual, su doble moral, su ambigüedad como personaje y su tensa relación con Batman, le han permitido poder soportar el paso de los años con una excelente salud.
Milligan se toma el proyecto como un mero trámite, un trabajo alimenticio con el que poder cubrir un expediente y cobrar un cheque, que en su interior esconde algo más, porque estamos frente a un escritor que por mucho que ponga el piloto automático en sus textos siempre hay algo que rescatar. Para ello se centra en la figura de Selina como ladrona que abre la caja fuerte equivocada y acaba envuelta en una trama con un fuerte trasfondo emocional en la que Milligan busca explorar la obsesión por la belleza y el culto al cuerpo.
El escritor de Red Lanterns juega con las herramientas propias del personaje, por lo que la presencia de Batman está asegurada, aunque su protagonismo no es elevado (que por otro lado hubiera sido un insulto para el personaje de Catwoman) forma parte del todo a fin de aportar una cohesión interesante entre Selina y los mafiosos que quieren acabar con ella. Milligan se centra, gracias al trabajo de Grindberg, en potenciar mucho el lado sensual de Selina, su belleza innata, su aspecto voluptuoso, su feminidad extrema, aderezándolo, además, con una buena dosis de determinación y obstinada inteligencia, que rezuma a cada página.
En este especial aún no viste el uniforme violeta con botas altas que tendría en su serie regular de 1993 en manos de Duffy y Balent, sino que lleva el traje gris, de cuerpo entero, con orejas, bigotes y larga cola, por lo que luce un aspecto más felino que nunca. Un aspecto que se ve acrecentado por su lenguaje no verbal, sus casi imposibles posturas y una mirada cortante llena de intensidad.
Selina se ve atrapada en medio de una extraña trama que esconde más de lo que a primera vista parece. Una lucha entre un jefe mafiosos obsesionado con la belleza física, que desprecia la belleza intrínseca del arte, que busca perpetuarse a si mismo por encima de la degradación fruto del paso del tiempo. Y, sin embargo, no busca tanto eliminar a Selina, como que está haga algo por él, aunque ese algo esconda un deseo mucho más siniestro y perverso.
El trabajo de Milligan es correcto, pero no se descubre al Milligan motivado de otras obras. Se percibe su estilo en esa trama que es toda una crítica a belleza como objetivo único, mientras aporta una buena dosis de acción, en la que enfrentar lo mundano a esa imagen irreal de la belleza que se vende de forma constante en múltiples medios.
Grindberg, se luce volcando toneladas de planos con una Selina atlética, poderosa, intensa y violenta, en un trabajo que se siente elegante, pero alejado del que puede verse en otra de sus obras, La hija del Demonio. Su puesta en escena, narración y un buen uso del tempo elevan el trabajo de Milligan para que no acabe resultado un todo poco interesante.
En definitiva, es una obra en la que hay todo un equipo de alto rendimiento involucrado, que no acaban de aportar su talento a la obra de forma contundente, siendo un producto de consumo rápido y que se olvida de la misma forma, por mucho que se intente esconder algo más entre sus viñetas. Una obra que es un puente de unión entre lo que hasta entonces había sido Catwoman y lo que estaba por venir a principios de la década de los 90 (aunque aún tocaría esperar un poco más ara que de verdad llegara la serie definitiva de Selina), y que desde que fuera publicado en 1992 por Ediciones Zinco no se ha vuelto a reeditar. Una curiosidad, un cómic cuya propuesta resulta insulsa y que no pasa de mero divertimento.
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