Javier Vázquez Delgado recomienda: Green Lantern/Green Arrow

No recuerdo si llore,
pero algo me tocó por dentro
el día que la música murió.
Así que adiós, Miss American Pie,
conduje hasta el dique,
pero el dique estaba seco.
Todos los buenos chicos bebían whisky.
cantando:
este será el día en el que muera,
este será el día en el que muera.

Don McLean, American Pie.

El estribillo de la famosísima canción de Don McClean resume a la perfección el sentimiento que invadió América una vez el mito de la “década prodigiosa” llegó a su fin. Son particularmente apropiadas para despedir al hombre que dio carpetazo a dicha década en el pequeño gran mundo de los cómics de superhéroes: Dennis O´Neil, el hombre que echaba LSD en el café de Stan Lee.

Ha pasado bastante tiempo y quizás hemos perdido la perspectiva de sus logros. Como dicen que una imagen vale más que mil palabras aquí tenéis una portada típica del Green Lantern de La Edad de Plata…

…y una portada clásica de la era O´Neil/Adams.

El salto cualitativo es bastante evidente ¿no?

A menudo las grandes ideas nacen como respuestas absurdas a grandes problemas. El problema que tenía DC a finales de los 60`s con Hal Jordan era el siguiente: no interesaba al público.

Algo que con el tiempo también hemos perdido de vista es que Hal Jordan no ha sido siempre un super-policía espacial. Recuperado para la Edad de Plata por John Broome (que solía enviar sus guiones desde alguna playa de Tahití o en medio de algún viaje psicodélico) y Gil Kane, Jordan era un tipo que recorría con alegría los caminos del Tao, buscando comprenderse a sí mismo y al mundo que le rodeaba (es esta una iteración bastante potente del personaje que algunos todavía esperamos pueda recuperarse fuera de los límites de los desvaríos geniales de cierto calvo de Escocia).

El Hal Jordan que se codeaba con Kerouac podía estar muy bien para los idealistas colocados de Frisco en la época del Rey Lagarto; pero en 1969 (con Martin Luther King, los Kennedy y Malcom X muertos; con Vietnam y My Lay; con Nixon y los asesinatos de Cielo Drive) parecía terriblemente fuera de lugar y los jóvenes no conseguían conectar con él.

La respuesta absurda de la que hablaba antes es la siguiente: para aumentar las ventas, DC decidió juntar a Green Lantern con otro personaje con el que no tenía absolutamente nada que ver…excepto el color verde. O´Neil y Adams (la pareja del momento, elegida para sacar adelante la aventura) sabían que para que el experimento funcionase era necesario dejar algunos cadáveres en la cuneta. Léase, el “kennedyman” que había sido Jordan hasta el momento.

O´Neil dotó a Jordan del perfil psicológico que ha exhibido hasta el día de hoy: un tipo bienintencionado pero un tanto estúpido, una pistola cargada en manos de unos tiranos azules al otro lado del espacio. Para que el conflicto brotase, era necesario darle a su colega de verde un revolcón ideológico similar: Oliver Queen dejo de ser un Batman de segunda para transformarse en el tipo guay del guetto, el anarquista simpático, el menda lerenda que sabía de qué iba la movida.

Como digo, ha pasado mucho tiempo y hemos perdido la perspectiva. Quizás la pareja Jordan/Queen pueda parecernos un tanto simple hoy en día, incluso ridícula…pero en 1969 este discurso publicado en el número #76 de la colección no lo fue:

“He estado leyendo sobre ti y sobre tu trabajo para los pieles azules. Y sobre como en algún planeta ayudaste a los pieles naranjas. ¡Y has hecho un bien considerable a los pielez azules! Solo hay una piel de la que siempre te has olvidado… ¡la piel negra! ¡Quiero saber por qué! ¡Respóndeme a eso Mr. Lantern!”.

El discurso en cuestión era pronunciado por un anciano negro que interpelaba a Hal Jordan. El anciano, por cierto, tenía una estructura ósea y un aspecto realista y convincente, merced al respetuoso rigor con el que O´Neil y Adams pretendían mostrar a la gente de color (en una época en la que semejantes decisiones eran sumamente valientes y polémicas).
Ante semejante panorama, Hal Jordan (el hombre blanco ideal de los sueños de América) no podía hacer otra cosa que agachar la cabeza y reconocer que se había equivocado. Algo había cambiado. Algo se había roto. Hal había conducido hasta el dique….pero el dique estaba seco.

Tras esta epifanía, el elemento de ciencia ficción de las aventuras de Lantern desaparecían. Hal y Oliver se montaban en un coche para recorrer y encontrar la auténtica América. La excusa perfecta para que O´Neil y Adams hablaran de sus principales preocupaciones. A lo largo de una serie de números únicos (que, además de ser socialmente relevantes, estaban excelsamente escritos y dibujados), O´Neil y Adams ofrecieron perspectivas sobre temas poco tratados (incluso a día de hoy) en los cómics americanos: la situación de los nativos americanos o la explotación sufrida por la América rural a manos de terratenientes sin escrúpulos.

Los jóvenes rebeldes de finales de los 60`s se encontraron con un cómic (el número #77 de la serie) que reflejaba el lado oscuro (o al menos el lado poco comentado) del sueño americano: esos extensos océanos de tierra y arena delimitados por nombres como Iowa, Montana, Kentucky…nombres que tenían resonancias míticas gracias a las canciones de Bob Dylan y The Band.

Los números #86 y #87 de la colección llevaban por título Los pájaros de nieve no vuelan y Dicen que las drogas me matarán…¡pero no me han dicho cuando! En ellos, Hal y Oliver descubrían que el pupilo arquero del segundo, Speedy, era un adicto a la heroína.

La postura de la cultura popular norteamericana con respecto a la drogadicción oscilaría entre la estigmatización sensacionalista de Reefer Madness y la banalización peligrosa de un Jim Starlin que gustaba de dibujar a Rick Jones colocándose en la Zona Negativa (insertar chiste aquí). Pero Los pájaros de nieve no vuelan mostraba la problemática de las drogas en toda su áspera y fría cotidianeidad: la heroína no era más que el recurso de los chicos del gueto para escapar a su triste día a día, una consecuencia inevitable si se pretendía seguir viviendo en una sociedad incapaz de integrar al diferente y al marginado.

El cómic era explícito y no se andaba con tonterías ni sutilezas: mostraba muertes por sobredosis con toda crudeza, sin sentimentalismos, y los devastadores efectos del mono. Todo un choque de realidad.

Dicen que las drogas me matarán…¡pero no me han dicho cuando! es además un interesante ejercicio de deconstrucción de Oliver Queen y por extensión de la figura del vigilante enmascarado. Al descubrir a Speedy pinchándose heroína, el bueno de Queen le cruza la cara de un guantazo.

Unas páginas antes, este diálogo había tenido lugar:

HAL: Sigo sin entender porque la gente quiere inyectarse veneno.
SPEEDY: ¡Creo que tengo una respuesta para eso GL! Puede que la heroína sea un sustituto de la amistad.

Green Arrow, muy ufano, intervenía:

GREEN ARROW: ¡Speedy, a tu historia solo le falta música de violines!

La gran revelación, por supuesto, llegaba unas viñetas después. Pero al final de esta historia, Green Arrow acababa llorando y con un nudo en la garganta al ver a Speedy recuperado y reprochándole la falta de atención que le había llevado de cabeza a la heroína. Quizás la época de los duros justicieros estilo John Wayne se había acabado.

En la deconstrucción de Oliver Queen también jugó un papel muy importante Dinah Lance, aka Canario Negro. O´Neil ya había trabajado antes con el personaje, en una interesante aventura dibujada por nada mas y nada menos que Alex Toth y publicada en el #419 de Adventure Comics; pero fue en la serie de los justicieros verdes donde dio forma a la Canario Negro que todos queremos y amamos.

Al contrario que las recatadas girl scouts que correteaban por el Universo DC en aquellos años, Canario Negro no tenía pelos en la lengua y no le faltaban redaños cuando debía pararle los pies al machito de Oliver Queen.
Dinah, por cierto, también tuvo un papel destacado en la aventura que llevó a Lantern y Arrow a enfrentarse a una secta que recordaba poderosamente a la “Familia” de Charles Manson.

El serial fue muy aplaudido por la critica, pero las ventas fueron francamente malas. O´Neil y Adams habían conseguido revolucionar el medio, pero no habían alcanzado el objetivo que en un principio se había propuesto. Además, las diferencias entre ambos eran notable y abundantes. Adams solía cambiar a su gusto lo que no le convencía de los guiones de O´Neil, y de hecho el final de la historia de Speedy es cosa suya.

O´Neil y Adams fueron suficientemente inteligentes como para entender que el nivel de calidad que inyectaban a la colección tenía los días contados. Decidieron poner fin a la serie después de trece entregas, aunque aún tuvieron tiempo de elegir a un afromericano (John Stewart) como sucesor de Green Lantern y de hablar de la crisis medioambiental (con un trasunto hippie de Jesucristo de por medio).

Ha querido la suerte que este pequeño panegírico sea mi artículo número 100 en la casa de Zona Negativa. Triste fatalidad y peculiar alegría la que me anima, entonces, a decir que a día de hoy, es impensable pensar en una historia de superhéroes que no trate (de un modo u otro) un aspecto de nuestra realidad, de ese mundo que se extiende al otro lado de la ventana. Y es imposible negar que esta concepción de los superhéroes comienza (quizás acaba) con el Green Lantern/Green Arrow de O´Neil y Adams.

Esa es su importancia, y esa es la perspectiva y el contexto que nunca deberemos perder de vista.

Con Green Lantern/Green Arrow la Edad Oscura cristalizó. Estaba todo ahí. La problemática social, los justicieros divididos en policías y violentos antisistema, y las ilustraciones fotorrealistas”.
Grant Morrison, Supergods.



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