Javier Vázquez Delgado recomienda: Las cinco venganzas del Joker
Edición original: Batman #251 – The Jokers Five-Way Revenge!.
Edición nacional/ España: Será incluida en un tomo conmemorativo de los 80 años del Joker el próximo octubre.
Guion: Dennis O’Neal.
Dibujo: Neal Adams.
Color: Tom Ziuko.
Formato: Edición original en grapa.
Precio: En 1973 costaba 20 centavos.
En septiembre de 1973 la serie Batman llegaba a su número #251 con una de las mejores historias jamás contadas acerca del clásico enfrentamiento con su archienemigo: el Joker. Y éste personaje, que fue el primer rival que tuvo en el primer número de aquella serie, publicado entonces 33 años atrás, protagonizó un recital de asesinatos y una estrategia con la que podría haber acabado con Batman hasta en dos claras ocasiones. Pero no, el Joker buscaba divertirse. Tenía en su ideario la muerte perfecta para su eterno rival, por lo que prefería buscar esa satisfacción personal antes que cumplir con un objetivo que no le reportara el placer que su alocada mente necesitaba.
Pero este cómic iba mucho más allá de contar una gran historia. Suponía el regreso definitivo de la oscuridad a las series de Batman. Marcaba el regreso del Joker tras cuatro años de ausencia, pues había estado desde el #213 sin aparecer (aún tardaría otros cuatro en hacerlo en la hermana Detective Comics). Y es que la Edad de Plata de los cómics de superhéroes americanos, el dañino comic code y la serie televisiva de Adam West había hecho mucho daño al personaje. Aunque hoy miramos a aquellos años con la perspectiva de la historia, la realidad era que durante una larga época de más de veinte años hablar de Batman y el Joker era hacerlo de un bufón siendo perseguido por un matón vestido de murciélago. No era el mal personificado siendo ajusticiado por la expresión más absoluta de la justicia. No era el asesino de masas frío despiadado enfrentado al mejor detective del mundo. Afortunadamente, este número marcó el regreso a las raíces del villano y la recuperación de la galería de villanos clásica de Batman.
El equipo que formaron Dennis O’Neal y Neal Adams desde la publicación de Detective Comics #395, en enero de 1970, es uno de los mejores de la historia. No solo marcaron una recuperación de la seriedad y las historias callejeras con mensaje social, como hicieron en Green Lantern/Green Arrow, sino que abrazaron las historias con un poso de sangre y oscuridad en las noches de Gotham. Eran elementos necesarios para DC Comics en aquellos años. Y el favor que hicieron los guiones y la visión de O’Neal a Batman marcó el rumbo de un camino que redefinió al personaje en la esencia de quien es hoy en día. Gracias a su llegada se acabaron los colores chillones y tonos burlones. Volvió la oscuridad bien entendida, su lucha contra el crimen como se esbozó en los primeros años cuarenta. La idea original de Kane y Finger.
Centrándonos en Batman #251 – The Jokers Five-Way Revenge!, encontramos al Joker en una portada de Dick Giordiano de tamaño agigantado, erigiéndose como un titán sobre los edificios de Gotham. Muestra su icónica mirada siniestra, con la sonrisa bien pronunciada. No se parecía en nada a la sonrisa burlona (mucho menos a la de César Romero), volvía a ser un personaje que provocaba un escalofrío al contemplarlo. Sujetaba una carta en la que se mostraba al lector a Batman encadenado, atrapado dentro del naipe. Y una carcajada que cruzaba la imagen, con el cielo nocturno envolviendo la escena. Eran una serie de elementos que sumaban para transmitir la idea de que el Joker estaba de vuelta para causar daño. Y ya en la primera página así lo demuestra O’Neal. En una página cargada de siniestras carcajadas tenemos al Joker riendo y conduciendo durante una noche lluviosa. El texto nos cuenta que la naturaleza está llorando, sabe que se acerca el duelo, porque el Joker está volviendo a la ciudad y trae la muerte con él.
En la siguiente se presenta la acción sin miramientos. Gordon acude a la escena de un crimen que se ha cometido en los suburbios. Son casi las once de la noche. Un detalle a tener en cuenta, pues toda la acción de este número transcurre durante una sola noche de caos y persecución. No vemos el cadáver, pero sí el cordón policial. Batman, que había acudido al lugar antes que el comisario, resume la situación y delata al asesino: el cadáver presenta una mueca congelada, una sonrisa macabra. Y un naipe acompaña al cuerpo. ¿Quieres más pistas? El Hombre Murciélago confirma que ya está tras la pista, pues el difunto era un antiguo miembro de la banda del Joker, uno de los cinco empleados que se encuentran en libertad después de haber salido de la cárcel. Pero en esta historia se cuenta por primera vez que el Joker no iba a la cárcel, sino al manicomio. Una idea que introducía O’Neal para definir que el villano no era un psicópata asesino, sino que además alguien totalmente loco.
Continúa la acción y página a página se van sucediendo los crímenes. Batman acude a un gimnasio regentado por otro ex miembro, que fue boxeador antes que matón, con quien conversa (mientras intercambian golpes) para presentar al lector que el Príncipe Payaso del Crimen había sido traicionado por uno de sus secuaces, que en ningún momento sabemos quién es, pero que es motivo suficiente para que ahora que se ha escapado y ha vuelto a la ciudad va a hacer limpieza eliminando a todos sin buscar a su particular culpable. Idea más que suficiente para que Batman, haciendo gala de su más estricto código moral, intente adelantarse a sus planes protegiendo a todos los criminales antes de que sean asesinados. Quiere llevarlos a prisión preventiva para salvarles la vida. No se desarrolla más esta idea en este preciso tebeo, pero sí que asoma lo suficiente para que el lector se haga la pregunta acerca de la idoneidad de la moral de Batman. ¿Por qué no dejar que un loco asesino mate a los que ya son de por sí malos? Un juicio moral estupendamente presentado por O’Neal.
El ex miembro boxeador muere envenenado delante de Batman al beber un sorbo de su propia agua (antes habían estado dialogando mientras intercambiaban golpes), que ya estaba contaminada por quien todos sabemos, pues supone un guiño a la clásica historia de Batman #1 y el primer plan del Joker. Batman, impotente, se entera de que un tercer miembro de la banda ha sido asesinado en su casa, debido a una explosión. Esa acción la vemos antes. El Joker, vestido con traje morado y gabardina marrón, visita a un antiguo compañero, le cuenta que simplemente ha vuelto a la ciudad y que espera que el cruzado de la capa le encuentre. Porque sabe que lo hará. No tiene intención de esconderse, porque necesita que le encuentre. “¡Siempre lo consigue! pero esta vez le estaré esperando”. Tiene un plan. Tiene un doble objetivo. Sus compañeros y su enemigo deben morir. A este le ofrece un puro lleno de nitro-glicerina que lo vuela en pedazos. Curiosidad: en alguna edición en castellano dice que el puro iba lleno de goma dos, explosivo de fabricación española.
Al cuarto miembro Batman llega antes que el Joker. Tiene un cuartel general en los muelles, su zona de acción, donde lo encuentra con facilidad. Pero éste trata de escapar recorriendo los rincones más escurridizos, metiéndose por tubos de desagüe para alejarse de él, sin éxito. Batman le atrapa y habla con él. Le ofrece la protección de la ley para llevarlo a prisión. Acepta, aparentemente, pero le pide pasar por su casa antes para hacer su equipaje, a lo que Batman curiosamente accede. Como también accede a andar delante de él al girar una esquina para protegerle, lo que aprovecha para noquearle. Ver a Batman noqueado y caer en una trampa tan facilona es bastante sorprendente. Pero en la siguiente página, al recobrar el conocimiento reconoce que confiaba en que el matón entendiera que él era lo único que se interponía entre su vida y su muerte. Creía en su buen juicio. Después acude a su hogar, pero se lo encuentra ahorcado. Ha llegado tarde. Y es sorprendido nuevamente, pues el Joker aún se encontraba allí y lo vuelve a noquear por la espalda. Dos veces en una noche. Una mala noche.
Llegamos aquí a un punto interesante. El Joker tiene a Batman inconsciente a sus pies. Nada ni nadie le impiden matarlo. Pero no lo mata. No siente que esa victoria sobre su enemigo sea digna, como decía al principio de este artículo. Pues había soñado con un gran enfrentamiento entre los dos. Deja unas citas para la historia: “¡Le he vencido por pura suerte! Siempre imaginé que mi victoría sería el resultado de la astucia…el justo final de una dura lucha entre nosotros dos… ¡él empleando sus habilidades detectivescas y yo ese don divino que los tontos llaman locura!”. Ese reconocimiento de la locura lo convierte casi en un genio. Como tal, antepone la realización de lo que considera una obra maestra, la épica de una victoria personal, doblegando por la mano, aún con sus armas, a su rival. Deja pasar la oportunidad confiando en que volverá a tener otra próximamente. Y confía mucho en sus posibilidades.
No tarda en llegar, pues en cuanto Batman recupera la consciencia empieza a atar cabos para encontrar al Joker nuevamente. Se da cuenta de unos restos de arena y crudo dejados en el lugar. Lo que le da una pista. Pero antes acude a un asilo de ancianos en busca del antiguo contable, el quinto miembro de la banda. EL último superviviente. Allí una monja le dice que se lo ha llevado alguien esa mañana (antes de todos los demás crímenes). Batman sale de allí y empieza a elucubrar para dar con su escondite. Recuerda el detalle de la arena y el crudo, poco tiempo antes un petrolero había tenido un accidente cerca de la costa de Gotham y la marea negra había manchado la playa. Y en una zona contaminada se encuentra un acuario abandonado, perfecto para alguien como el Joker. Y acierta. Allí se encuentra con él, que tiene a su compañero amordazado en su silla de ruedas. Y también tiene un tiburón al que ha rescatado de las aguas manchadas por el petróleo (imagen que hubiera sido digna de contemplar, sin duda) en un tanque. Y este es su plan: ofrece a Batman un trato para salvar la vida del anciano. Que sea él quien se tire al tanque, encadenado.
Curiosamente, Batman acepta, sin saber que instantáneamente iba a lanzar a su ex compañero al agua también. “Soy un eminente mentiroso”. Entonces, en un alarde de habilidades, Batman pasa las manos encadenadas de su espalda por sus pies, le rompe el espinazo al tiburón y usa la silla de ruedas del anciano para salir del tanque y perseguir al Joker. Éste, que ha tenido la vida de Batman en sus manos otra vez, decide huir en lugar de luchar en un cara a cara, sin armas ni trampas. “Prefiero huir y vivir para hacerte la puñeta otro día”. Y está a punto de lograr escapar, pues Batman se encuentra cansado, está amaneciendo y los esfuerzos de toda la noche le pasan factura. Sin embargo, el Joker resbala con la arena manchada de crudo y queda a merced de Batman, quien lo atrapa. Juntos se marchan. “Y pensar que he cazado a mi archi-enemigo gracias a la contaminación”.
Es una gran historia. Tenemos asesinatos, una investigación, venganzas, un enfrentamiento y casi un chiste al final. No me cabe duda de que con los estándares narrativos de hoy ésta idea podría haber sido un arco argumental de cinco o seis números. Pero en la época en que fue publicado no se destilaba ese estilo. O’Neal sintetiza una narración rápida, llena de detalles. Todas las viñetas tienen información, en todas las páginas hay contenido útil para el lector. El regreso, las muertes y desbarato del plan del Joker se cuentan como un golpe directo al mentón. Y presentaban directamente una nueva realidad que iba a ser la constante en los cómics de Batman del momento. Íbamos a tener crímenes, investigaciones y enemigos a los que combatir.
Cabe destacar que el Joker, a pesar del resbalón final que lo derrota, es más efectivo que Batman en este cómic. No solo va un paso por delante de él, sino que se espera para noquearlo. Lo tumba, lo lanza a un tanque de agua con un tiburón y en las dos ocasiones le perdona la vida habiendo podido matarlo. Batman se muestra como un detective voraz, resuelve cada situación, pero es superado por su rival. Solo la suerte y la retorcida mente de su enemigo le salvan. Si Batman hubiera sido igual de justo de lo que el Joker es con él, no hubiera aprovechado la caída en la arena de éste durante su huida para atraparle. Lo hubiera dejado marchar, porque es lo que hacía el Joker cuando lo noqueaba. Batman gana por pura suerte y eso le satisface, a diferencia de lo que satisface a su enemigo. Por cierto, cuando están en el acuario se ve la mandíbula de un tiburón en una vitrina y un cartel informativo que dice que cuando pierde un diente le nace otro. El rostro del Joker se dibuja en medio de la dentadura. Es una imagen que deja preguntas. ¿Es el Joker un diente más del crimen y cuando caiga él otro vendrá? ¿O es Batman un enemigo del Joker que será reemplazado si termina con él?
Son ideas interesantes con las que O’Neal jugaba. Entendió la naturaleza del personaje y lo aprovechó mucho mejor de lo que venía siendo utilizado durante los oscuros (pero coloridos) años de la Edad de Plata. Recuperó personajes y un enfoque más idóneo, pero sobre todo, redactó grandes cómics, con grandes ideas, como éste. Para el gran recuerdo final queda esa última viñeta en que se marchan Batman y Joker caminando por la playa. Batman le lleva agarrado por el cuello, parece que está apretando la mano, pero también parece casi un gesto cariñoso. ¿Cuántas veces se ha hablado de la conexión necesaria entre ambos personajes? Aquí hay un pequeña muestra. Por cierto, hay quienes encuentran en la Broma Asesina una clara influencia de este final.
Ver Fuente
Comentarios
Publicar un comentario