Javier Vázquez Delgado recomienda: El Inmortal Hulk 13-18

Edición original:Immortal Hulk 20-28 USA.
Edición nacional/ España:El Inmortal Hulk 13-18 (88-93).
Guion:Al Ewing.
Dibujo:Joe Bennett, Tom Reilly y Matías Bergara.
Formato:Grapa, 24-48 páginas.
Precio:3€-5€.

Dieciocho grapas españolas. Lo que, en este caso, hace un total de veintiocho números USA, una cifra que quizás no nos parezca muy alta para una serie regular Marvel, pero que dada la tónica actual en la editorial, en la que los relanzamientos son constantes, no deja de sorprendernos, sobre todo porque parece que Al Ewing y Joe Bennett tienen cuerda para rato, y que no están ni mucho menos cerca de terminar de contar lo que han venido a decir con su magnífico e innovador Inmortal Hulk.

Una serie que, sin duda, ya podemos decir que se ha convertido por derecho propio en una gran etapa a tener en cuenta en el personaje, que puede mirar cara a cara a otras etapas míticas del Golitah Esmeralda, como las de Peter David, Bill Mantlo, Greg Pak o Gerry Duggan.
Pues bien, como es costumbre en esta casa, toca el turno de analizar el puñado de grapas que continúan la misma, una vez que ya hicimos lo propio en entregas anteriores que podéis leer aquí, y aquí.

En esta ocasión, estos números ya marcan el final del enfrentamiento de Hulk con esta suerte de ejército privado adorador de Lovecraft que no ceja en su empeño de perseguirle, trayendo de vuelta a personajes como Betty Ross, Rick Jones o el Doctor Sansom para lograr domar a Banner, lo que tan solo consigue que el buen doctor se rinda aún más a este monstruo con el que cada vez tiene más en común, dada la historia de ambos, y la constante persecución y sufrimiento al que se ven sometidos día sí, día también.

Muchos pensábamos que una vez que Ewing había narrado el regreso del personaje como una especie de bestia propia de las películas de terror de principios del siglo pasado, y que había enfrentado a éste de nuevo al ejército, poco le quedaba que contar. Pero estábamos, afortunadamente, muy equivocados, y es que un nuevo villano entra en escena para alimentar esta nueva tanda de grapas (y las que le seguirán) y cambiar el rumbo de la serie, haciendo evolucionar y discurrir a ésta por otros caminos.

Me refiero, a Dario Agger, el Minotauro que causó más de un quebradero de cabeza al Thor de Jason Aaron, y que Al Ewing toma aquí prestado como enemigo absoluto de Hulk. Curiosamente, no veremos, al menos por el momento, un enfrentamiento físico entre ambos personajes, si no que lo que Agger busca es continuar con la expansión de su imperio económico, Roxxon, a través del control y descrédito de la figura de Hulk, y es que, quizás por primera vez en su vida cuando Banner no está al mando, Hulk empieza a ser buen visto por la población, que a raíz de un enfrentamiento que tiene lugar en estos números, es considerado como una suerte de héroe anticapitalista que se opone a la perfidia de Agger.

Al Ewing, no da puntadas sin hilo, y no obvia la fuerte crítica a la globalización que atenaza al mundo auspiciada por los Estados Unidos de un Donald Trump que hasta cierto punto podríamos decir que refleja en su uso de Dario Agger.
Además, el escritor rescata un concepto muy antiguo del personaje, el de la Brigada Juvenil, que deja de ser una especie de club de radioaficionados que ayudaban a Hulk a la hora de salvar el día, y se convierten aquí en una especie de célula adolescente que a través de pintadas en las paredes, y disfrazándose ellos mismos como Hulk, no son si no una especie de Anonymous comiquiero que se levanta contra su gobierno y contra las empresas que éste prácticamente institucionaliza.

De este modo, sin perder su esencia, la serie pasa de ser ese relato de terror en el que el monstruo juzga a aquel que se enfrenta a él mientras que es perseguido, a convertirse en un relato sociopolítico en el que el monstruo encarna a la sociedad hastiada del abuso de poder que ve en Hulk al héroe irredento y sincero que siempre necesitó. Una vuelta de tuerca inesperada pero muy bien orquestada por Ewing, que sin duda mejora con la labor de Joe Bennett.

Y es que, si algo tiene esta serie que también la hace única en el panorama marvelita actual, es que, salvedad de algunos números dibujadas con maestría por nombres como Tom Reilly o Matías Bergara, no existe en ella baile de dibujantes, ni siquiera entre arcos argumentales. Ewing tiene muy claro que esta nueva concepción del personaje le pertenece a él tanto como a Joe Bennett y cuenta con él en todo su viaje, lo que es de agradecer, primero por la destacada labor de ilustración del personaje, y segundo, porque mantener a un mismo dibujante siempre da estabilidad a una serie, y en muchas ocasiones, evita que su lector habitual la sustituya por otra.

Sin duda, una colección que no debéis perderos y en la que os aconsejo que sigáis a bordo, convirtiéndose con el permiso de otras series como el Daredevil de Zdarsky o el Veneno de Donny Cates en la mejor serie Marvel del momento.



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