Javier Vázquez Delgado recomienda: Opinión DC – Dark Nights: Death Metal

Decía Neil Gaiman en la introducción a un tomo de Astro City algo así como que la serie de Kurt Busiek venía a ser lo que hubieran sido los cómics de la Edad de Oro y la Edad de Plata si hubieran tratado de algo. Es una declaración hiperbólica y a todas luces injusta…aunque no del todo errada. En los viejos tiempos resultaba complicado encontrar historias de superhéroes que trataran sobre algo, del mismo modo que en la actualidad es difícil encontrar cómics que excedan las necesidades privativas del consumismo más desaforado (1).

Soy fan de Scott Snyder. Comencé a coleccionar regularmente DC con los números 1 de su Batman y del Superman de Grant Morrison. Su etapa escribiendo las aventuras de Bruce Wayne está trufada de buenas ideas (a menudo mal conducidas). Sus nóvelas gráficas A.D (junto a Jeff Lemire), The Wake (junto a Sean Murphy) y American vampire (junto a Stephen “The King” King y Rafael Alburquerque) son magistrales lecciones de narrativa gráfica.

Dicho lo cual, últimamente su escritura está derivando hacía terrenos pantanosos.Death Metal #2 (publicado hará un par de semanas) así parece confirmarlo. El objetivo de esta columna breve es intentar dilucidar porque un buen escritor siente la necesidad (o la obligación de) escribir la trepanación del Dr.Manhattan.

Página interior del gran Greg Capullo para la miniserie.

La sinopsis del asunto es sencilla (para quien esté bien puesto o siga la actualidad del Universo DC), ya que en realidad Scott Snyder traza los contornos de sus tramas desde una premisa/high concept muy simple: ¿Y sí hacemos que Batman y Wonder Woman tengan que luchar contra un montón de demonios estilo heavy metal? Como vemos, más que en la detallada caracterización o en el conflicto, Snyder ha puesto los ojos sobre una estrategia de ventas típicamente “markmillariana”.

Por supuesto, y como suele pasar en estos casos, la premisa inicial se desinfla muy rápido: un golpe de efecto tras otro se sucede, hasta que (incluso antes de que acabe el segundo número) uno no puede evitar bostezar. Excepto por esas inerrables páginas de la lobotomía al bueno de Jon Osterman, en las que el cabreo sustituye al hastío. O, al menos, así ha sido en mi caso.

La primera página del cómic se abre con el Sgt.Rock rompiendo la cuarta pared para transmitirnos un mensaje muy claro: “Hey, esto va a ser cojunadamente divertido y os va a dar tema de conversación”. Y bueno, supongo que a eso se resume todo.

El color de FCO Plascencia es de lo mejor de la serie.

Por lo que ha comentado Snyder en entrevistas de promoción recientes, sus objetivos no podían ser más ambiciosos. Con Death Metal quiere culminar años de escritura en la franquicia Batman, ofrecer un comentario meta-textual sobre el estado terminal del cómic moderno de superhéroes y ofrecer esperanza a un mundo dividido por las catástrofes globales (¡!). “Death Metal” dice Snyder “conecta todas las cosas que has leído desde Doomsday Clock, y un par más”.

Con fanfarria, el escritor apunta en otra entrevista para The Beat: “Une las tramas en las que Josh Williamson, James Tynion, y yo, y Robert Venditti hemos estado trabajando desde Metal. Hemos estado construyendo estas historias paralelas sobre The Batman Who Laughs a través de la miniserie The Batman Who Laughs, a través de Batman/Superman, a través de Year of the Villain: Hell Arisen…y hemos estado construyendo una historia de Lex Luthor a través de Justice League y de nuevo durante Year of the Villain: Hell Arisen. Pero hay muchas otras historias que queríamos presentar que sentimos que no habían tenido el impact debido. Esta historia se basa en todas las crisis anteriores, desde Crisis en Tierras Infinitas hasta Crisis Final. También está construido en torno a Doomsday Clock”.

Desde luego, en la agencia de prensa de Snyder no conocen la mesura. Significativamente, el escritor apunta al final de la entrevista que está deseando apartarse de la escritura de esta clase de eventos.

Por supuesto, nadie está diciendo que una miniserie mainstream de superhéroes no pueda ser ambiciosa. El año pasado, por ejemplo, Mr.Milagro de Tom King y Mitch Gerads demostraron que el superhéroe (como concepto) sigue estando muy vivo, y todo apunta a que este año repetirán éxito con Strange Adventures.

Pero para profundizar en los códigos textuales y meta-textuales del género a veces es necesario utilizar ciertas técnicas, sobre todo si se cuenta con un espacio limitado. Un cambio constante en el punto de vista de la historia permite alcanzar lo que alguien llamó “el viejo milagro de la polifonía humana”: un fresco en el que estén reflejadas todas las inquietudes humanas…o todas las inquietudes humanas que interesen al escritor de turno.

Contraluz, Watchmen, Born Again, Mis rincones oscuros, Los Soprano, Daredevil de Brian Michael Bendis…son algunas de las obras que han utilizado esta técnica. Puesto que el propio Snyder ha empleado la polifonía en A.D y American Vampire, me inclino a pensar que Death Metal no es tanto una obra ambiciosa mal ejecutada como un cómic nacido de la improvisación.

Quizás improvisación no sea la palabra adecuada, puesto que un producto de mercadotecnia necesita un estrategia publicitaria exquisitamente diseñada. Quizás sería mas correcto decir que Marie Javins (la editora y viajera de talla mundial encargada de la colección, con experiencia en estas lides, puesto que ya se encargó de Convergencia) realizó su trabajo con extrema celeridad y eficacia, colocando en los anaqueles un producto de consumo rápido que pudiera abanderar la lista de títulos comercialmente relevantes de DC una vez Doomsday Clock rompió los límites de la mera estrategia publicitaria para convertirse en un artefacto incómodo que nadie sabe muy bien como manejar.

Trepanando al Doctor Manhattan.

No quiero dar a entender que está todo perdido, pero lo cierto es que la industria del cómic americano de superhéroes se ha encargado de dilapidar concienzudamente su potencial para alcanzar cierta respetabilidad crítica, lo que sin duda traería cierta estabilidad económica. No sería necesario que Martin Amis escribiera los diálogos de un Spiderman pintado por David Hockney: bastaría con tramas inteligentes, personajes bien construidos y drama humano auténtico y genuino.

El talento está ahí. Existe. Los guionistas americanos son consumados maestros en un amplio espectro de géneros que va desde la ciencia ficción (Jonathan Hickman) hasta el drama neo-noir (Jason Aaron), pasando por el psico-drama (Tom King) o el terror (el propio Snyder). Los dibujantes que trabajaban en el mercado americano pueden asombrarnos con un estilo clásico (Stuart Inmonen, Olivier Coipel), experimental (David Mack) o ajeno a toda clasificación (David Aja, Jorge Fornés o el propio Capullo). Los buenos tebeos de superhéroes están ahí. Siguen llegando a las librerías.

Pero lo cierto es que el sistema de “sala de guionistas” que impera en la industria (sistema heredado de la televisión, por cierto) limita enormemente las posibilidades de expresión artística al supeditar de forma inopinable la expresión artística al mandato editorial (2). Es este un problema especialmente sangrante en Marvel, donde han visto como todos sus “grandes arquitectos” (Bendis, Fraction, Remender, Brubaker) han dejado la compañía; pero Death Metal (el click-bait hecho tebeo) nos demuestra que el virus del high concept y la mala costumbre de la sala de guionistas también ha llegado a DC.

Dicho lo cual, el cómic de Snyder y Capullo es muy divertido y consigue que te olvides durante un rato de tus problemas. Una vez más, supongo que de eso se trata todo y siempre nos queda el consuelo de que Alan Moore hace tiempo que se ha desentendido de todo esto.

(1) El motivo para que estemos todos aquí discutiendo sobre cómics es que a lo largo de la historia del medio siempre han existido autores que intentaban insuflar cierta sabiduría nacida de la experiencia a su trabajo.
(2) Tal y como expresa Sean Howe en Marvel Comics: La historia jamás contada (p.437): “Las historias se concebían en cumbres de guionistas, conferencias periódicas en las que un grupo básico de guionistas (incluidos los veteranos [de la televisión] Jeph Loeb y J.Michael Straczynski) se reunían con editores de Marvel y daban forma a los seis meses siguientes de estrategia editorial de la casa, la versión de los cómics de la sala de guionistas de una serie de televisión. El nivel de dominio del oficio era muy elevado, con especial atención para el ritmo de cada historia propuesta. Y ninguno de la nueva generación de guionistas, Brian Michael Bendis y Mark Millar y, posteriormente, Ed Brubaker y Matt Fraction se quejaba públicamente de inferencias editoriales ni de falta de equidad. Se habían ganado un nombre con proyectos extraños y ambiciosos para editores pequeños, pero en Marvel sabían cómo iba el juego. En la industria de los cómics del siglo XXI, los que corrían mejor suerte eran los que no se hacían ninguna ilusión sobre las prioridades relativas de la viabilidad comercial y la expresión personal”.



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