Javier Vázquez Delgado recomienda: El pacto del letargo

Edición original: Le triskel volé (Casterman. Enero, 2020)
Edición nacional/ España: El pacto del letargo. Norma Editorial. Agosto, 2020
Guion: Miguelanxo Prado
Dibujo: Miguelanxo Prado
Color: Miguelanxo Prado
Formato: Cartoné, 104 páginas
Precio: 23€

¡¡Monos depravados!!
¡¡¡¡Sois una peste para el Universo!!!!
”.

Este agosto Miquelanxo Prado nos ha entregado su nueva obra, titulada en castellano El pacto del letargo que estrena ahora tras varios años de pausa editorial, si obviamos reciclajes oníricos y colaboraciones esporádicas. El genio de A Coruña inauguró esta segunda década del siglo publicando la espléndida Ardalén (2012), culminó más tarde el díptico titulado Papeles dispersos (2009-2015) y finalmente nos entregó Presas fáciles (2016) una de sus obras más viscerales y arriesgadas. El pacto del letargo se inscribe en el género fantástico pero su tratamiento es claramente desmitificador; Prado adopta un enfoque realista del género, algo prosaico y muy cercano al panteísmo.

En una región “indeterminada” del norte de España unos seres mágicos salen de su letargo antes de lo que estaba previsto. Este despertar puede estar relacionado con el misterioso robo de un trisquel que tiene unas características muy especiales o también con las oscuras intenciones de un enloquecido magnate de la zona. El creador de Trazo de tiza nos introduce así en un thriller mitológico, gobernado con mano firme y nos conduce a través de una intriga que mezcla crítica social, ecologismo y fantasía.

La parte fantástica busca romper con todos los tópicos del género y, partiendo de referencias implícitas o explicitas como las famosas sagas de El señor de los anillos y de Las aventuras de Indiana Jones, se atreve a ofrecernos un enfoque más naturalista y mundano de los enfrentamientos entre seres opuestos. Las divergencias entre los mágicos se dirimen casi exclusivamente en combates verbales, a plena luz del día, muy lejos de las ominosas batallas nocturnas de algunos blockbusters del género. Los personajes más cercanos a estos referentes llenos de tópicos son tratados con mucha ironía y rayan a menudo con el esperpento. En cambio, el personaje de Xamaín – el máximo representante de la casta de los demonios – le roba el protagonismo a cualquier otro de los personajes que se menean en esta obra. Sus soliloquios son lúcidos pero llenos de rencor y parece erigirse en el portavoz del propio autor en su alegato a favor de un entorno natural y mágico más puro que minimice la influencia destructora de la sociedad humana artificial e industrial.
Esta defensa de un universo diferente al que estamos destruyendo entre todos, mucho más cercano a la naturaleza y más acorde con el orden primario de las cosas, es la auténtica columna vertebral de El pacto del letargo.

El punto más flojo de esta hermosa fábula lo encontramos en la conclusión. El desenlace final adolece de poesía, en cierta forma contradice las intenciones desmitificadoras del conjunto y – cuidando de no desvelar nada trascendente del argumento – desconcierta por su brusquedad. Un defecto que no compromete el conjunto pero que demuestra que la constante búsqueda de un lenguaje propio, de una forma diferente y personal de tratar los diferentes géneros, es un ejercicio necesario pero que no está exento de ciertos riesgos.

Sin embargo, existe otro elemento en esta historia que resulta muy interesante. Se trata de una sagaz crítica al medio académico actual. El ambiente universitario es descrito como un nido de catedráticos arribistas y corruptos que acceden a los órganos de dirección gracias a sus artes políticas, de su hipocresía social y donde los méritos doctorales son despreciados e incluso perseguidos. Es una visión desoladora pero muy realista que el autor contrapone de manera alegórica a la mirada limpia y curiosa de unos niños llenos de curiosidad por una vida que están empezando a descubrir.

La parte artística es realmente impresionante. Miguelanxo Prado suaviza y equilibra su estilo, respecto a trabajos anteriores, para dotar al conjunto de la obra de una serenidad y una armonía impresionantes. Este enfoque casi renacentista del arte de una historia de corte fantástico representa una auténtica innovación, una pequeña revolución. En ciertos momentos el resultado es emotivo y hermoso; como en la primera conversación entre los seres fantásticos a la sombra de un dolmen y plenamente inmersos en el paisaje natural. Otras veces se nota la falta de referencias y soluciones más poéticas, como en el enfrentamiento final.

El autor de Fragmentos de la Enciclopedia Délfica divide casi cada página de esta obra en cuatro tiras de un número variable de viñetas, la mayoría de veces son dos, pero abundan las tiras con una sola viñeta de corte panorámico.
Sus personajes se mueven entre la caricatura y el realismo, entre lo grotesco y la ternura. Para los rostros de sus protagonistas, en especial el de Xamaín, el artista gallego utiliza una estructura casi geométrica, formada por facetas que acaban confiriéndoles un aspecto similar al de las máscaras celtas.

La narrativa es extremadamente fluida y eficaz. Desde la página inicial nos encontramos ante un relato perfectamente estructurado y meditado, con una progresión frenética y con secuencias espectaculares, como cuando el sr. Piedrafita se encara con el anticuario.
El protagonismo del entorno natural es absoluto. La descripción de los bosques y los márgenes de los ríos es exacta y está llena de hermosos detalles. La luz incide de manera delicada en las personas y en los objetos dotándolos de una sombra difuminada pero convincente. Además, el entorno rural también está perfectamente definido con una enorme riqueza de elementos. Desde las calles empedradas flanqueadas por casas bajas y edificios tradicionales, hasta los caserones de las afueras con orgullosos torreones y extensos jardines o los pasillos impersonales de una vetusta y anquilosada universidad.
Por último, el uso del color deviene un elemento narrativo y artístico más de la obra, uno de los más decisivos. La paleta de Prado se compone de verdes, violetas, naranjas, ocres, grises y marrones con los que ejecuta una hermosa sinfonía cromática. Usa el monocromo, tirando hacia un marrón anaranjado, para las escenas del pasado y reserva el azul casi eléctrico para dar un contraste violento al conjunto de cada plancha, usándolo en los elementos industriales y modernos como los coches o la ropa. Es curioso constatar como tratándose de una obra con tintes fantásticos y mitológicos casi no existen las secuencias nocturnas o poco iluminadas.
La portada es realmente hermosa y espectacular.

Para su estreno en Francia, Prado tuvo que cambiar el título de la obra, a petición de sus editores, que consideraban que El pacto del letargo era un nombre demasiado aburrido. Finalmente llegaron al acuerdo de titular la obra como Le triskel volé (El trisquel robado) que les pareció más excitante. En cambio en la edición en castellano se recupera en título original. Esta edición, a cargo de Norma Editorial, es muy buena. El álbum tiene un tamaño bastante grande, es en cartoné y cuenta con un excelente papel. La reproducción es correcta y el precio alto pero no abusivo. No contiene ningún tipo de extra ni información adicional.

El pacto del letargo es una historia interesante y necesaria, con un recorrido apasionante y bien dosificado pero que contiene un final decepcionante. Miguelanxo Prado nos demuestra, una vez más, que es uno de los grandes artistas europeos y nos entrega unas páginas maravillosas, originales y llenas de detalles que maravillan por su elegancia narrativa y su calidad artística.

El pacto del letargo es una obra centrada en lo positivo del ser humano, que busca narrar los relatos de fantasía épica de una forma armónica y equilibrada, uniendo el mensaje con la forma. Una pretensión que, a pesar de algunos defectos, resulta mucho más estimulante que algunos productos del género – medidos y artificiales – que tienen el desagradable brillo postizo de un gato de la suerte.

Salut!



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