Javier Vázquez Delgado recomienda: Fire Power: Prelude, de Robert Kirkman y Chris Samnee

 

Edición original: Fire Power Prelude(Image Comics).
Guión: Robert Kirkman.
Dibujo: Chris Smanee.
Formato: Rústica, 160 páginas.
Precio: 9,99$.

 

Cuando uno oye el nombre de algunos artistas como Robert Kirkman (Los Muertos Vivientes, Invencible) o Chris Samnee (Viuda Negra, Capitán América), se siente inevitablemente interesado por lo que venga después. Si encima lo que viene después es una épica de artes marciales hipervitaminadas en la que ambos autores colaboran, es probable que ese interés derive rápidamente en la compra del cómic en cuestión. Fire Power, editado por Image, es ese cómic; y por las llamas del Dragón Abrasador de Mundos que no os lo queréis perder.

Estamos ante un tomo que sirve como precuela para la serie regular de Fire Power, aunque no forma parte de su numeración. La historia se sitúa 15 años antes, cuando el viaje de Owen Johnson a China con el fin de saber más sobre sus padres biológicos lo acaba conduciendo a un misterioso templo Shaolin en el que los estudiantes intentan dominar el Poder del Fuego, un arte hace tiempo desaparecido. De dicha premisa nace un guion fluido, intenso y divertido en todo momento en el que Kirkman se lo pasa en grande mezclando elementos de clásicos como Karate Kid, Dragon Ball o Street Fighter con referencias culturales más contemporáneas, dando como resultado una mezcla tan macarra como característica. El guionista, experto en narrativas extensas, reconoce que originalmente la obra constaba de unas tradicionales 72 páginas, pero que, gracias a la libertad creativa de la que dispone y a la profesionalidad y capacidad de trabajo de Samnee, fue ampliando las escenas hasta llegar a las 154 páginas, pudiendo así contar su historia exactamente como él quería, algo que se nota mucho durante la lectura. Se consigue así un ritmo que sorprende por asimilarse bastante al de un manga y que sin duda le sienta genial a una historia que parte de bases tan orientales.

El dibujo de Samnee también aporta a este respecto, cumpliendo al nivel que cabría esperar de él mientras deja que su personal estilo impregne el campo visual del lector con dinamismo, expresividad y pasión. Las páginas se componen de viñetas que funcionan a la perfección en todo momento y se enfocan en una narrativa más visual que lírica. Cada imagen te conduce a la siguiente y gracias al espacio del que disponen (que en el medio del cómic equivale casi siempre al tiempo disponible para narrar), consigue la sensación de avance temporal buscada para cada situación, ya sea ampliando la duración de una escena para que su impacto en el lector resulte mayor o mostrando el avance de meses en unas pocas páginas.

Por lo demás, los aspectos que siempre han caracterizado su arte se mantienen, como un exquisito uso de las sombras o la capacidad para alternar escenas de acción emocionantes con escenas íntimas absorbentes. A su trazo, tan limpio como siempre, le sienta fenomenal el color de Matt Wilson y consigue definir muy bien los espacios en los que se desarrollan las escenas para que el lector tenga siempre la impresión de saber dónde está. No obstante, debo admitir que este no es uno de los trabajos de Samnee que más me haya fascinado. Mientras que, por ejemplo, su Capitán América (junto a Mark Waid) me entusiasmó completamente, aquí no noto esa sensación de que cada página es una unidad prácticamente perfecta, una joya en la que cada detalle cuenta y encaja con el resto. Que no se me entienda mal, esto no quita que el dibujo me siga pareciendo una auténtica maravilla, pero para mí hay algo que le falta respecto a otros trabajos del mismo autor.

Si tuviera que resaltar una característica de Fire Power, sin duda mencionaría lo divertida que es. Aunque no parezca tener “mucha chicha” en ninguno de sus aspectos, resulta más que funcional en todos. Los diálogos están escritos con inteligencia y naturalidad, las dinámicas entre personajes son atractivas y progresan de un modo interesante; la trama no plantea conceptos especialmente nuevos ni llamativos, pero va construyendo un mundo propio del que queremos saber más y consigue que acabes el tomo con la sensación de haber leído una gran historia. El cómic brilla en las numerosas escenas de acción que se alternan con otras muchas escenas relativamente contemplativas para dar con el ritmo justo. En general, ofrece una experiencia de lectura muy entretenida y agradable, familiar con el lector por poseer tantos elementos que recuerdan a otros proyectos, aunque con la personalidad suficiente como para que no se pierda el interés. De hecho, parece especialmente probable que los amantes de los superhéroes se sientan muy cómodos aquí gracias a las muchas similitudes de esta obra con las bases del género. A este respecto, el propio Robert Kirkman comentaba lo siguiente en una conversación que mantuvo con Chris Samnee: “Aunque no sea un cómic de superhéroes como tal, comparten ciertas similitudes, como muchas tramas interconectadas, misterio y un mundo en el que puede haber acción en cada momento. De este modo, si una escena empieza a ser aburrida, alguien puede atravesar una pared y empezar a pegarse con quien sea, y resultará creíble gracias al mundo que hemos construido.

Pero si algo destaca de este tomo es su importancia como movimiento comercial. No es muy usual que, en la relativamente inestable industria del cómic estadounidense moderno, una editorial confié lo bastante en un proyecto como para permitir a sus autores planificar una historia a muy largo plazo. De este modo, podemos afirmar que la situación de la que parte Fire Power es una verdaderamente privilegiada y alcanzable solo debido al prestigio de su equipo creativo, con un Kirkman que avala el proyecto como una de las figuras más fiables del mercado en cuanto a ventas sostenidas para series de extensa duración. En este caso, la previsión es máxima, tanto que la obra nace con el propósito de ser una precuela independiente de la serie principal de Fire Power (cuyos 3 primeros números ya están disponibles). Curiosamente, dicha serie principal se puede entender bien sin leer nada antes, algo interesante desde un punto de vista analítico, aunque seguramente no sea la experiencia más recomendable, ya que esta precuela le aporta muchísima profundidad.

Firma invitada: Alfonso Del Pino Arenas



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