Javier Vázquez Delgado recomienda: H.G. Wells’ The Island of Dr. Moreau, de Gabriel Rodriguez y Ted Adams

Edición original: IDW Publishing.
Edición nacional/ España: Panini Comics.
Guion: Gabriel Rodriguez y Ted Adams.
Dibujo: Gabriel Rodriguez.
Color: Nelson Daniel.
Formato: Tomo en tapa dura, 120 páginas.
Precio: $ 16,15 €.

En 1895, H.G. Wells publicó un ensayo titulado The Limits of Individual Plasticity en el que expresaba su convicción de que en el futuro sería posible modificar a un ser viviente hasta dejarlo irreconocible, convertirlo en algo nuevo. La ciencia permitiría moldear a gusto la forma física de un ser viviente y reescribir su mente. Un año después exploró tal idea, así como sus posibles consecuencias éticas y filosóficas, en La Isla del Dr. Moreau, una de las novelas más famosas de la Inglaterra victoriana.

La idea recibió una muy pobre acogida por parte de la comunidad científica británica. Ningún estudio ofrecía evidencia que apoyase las conjeturas de Wells. Hoy podemos afirmar sin miedo que el escritor inglés se equivocó de pleno. Sin embargo, los dilemas éticos que planteaba su novela son más relevantes que nunca. En el siglo XXI la comunidad científica ha sido capaz de crear vida en forma de células y microbios. Un científico modificó el ADN de tres bebés para hacerlos inmunes al virus de inmunodeficiencia humana. Y en el terreno de lo digital, los programas de inteligencia artificial se vuelven cada vez más sofisticados, superando al cerebro humano en muchos ámbitos (afortunadamente para nosotros, es poco probable que consigan replicar una de las mayores cualidades de la mente humana: imaginar escenarios alternativos). Quién sabe a dónde nos llevará el progreso científico y cómo cambiará nuestra sociedad.

Ted Adams, cofundador de IDW, y Gabriel Rodriguez, cocreador de Locke & Key, se propusieron adaptar al cómic la novela de Wells. Originalmente publicada como miniserie de dos números en el mercado americano bajo el título H.G. Wells’ The Island of Dr. Moreau, la adaptación llegó a territorio español hace unos meses por cortesía de Panini Comics.

Si hay un motivo para leer esta adaptación, ese es el dibujo de Rodriguez. Inspirado por Atmósfera Cero, de Jim Steranko, narra casi todo el cómic en bloques de dos páginas, una decisión que pocos dibujantes tomarían teniendo en cuenta las temibles fechas de entrega en el mercado americano. La decisión le debió causar más de un disgusto dibujando, ya que no siempre es fácil organizar una historia en bloques de dos páginas, pero el resultado de sus esfuerzos es impresionante. En cada bloque Rodríguez estructura la acción alrededor de uno o dos paneles grandes que sirven para resaltar los hechos más asombrosos e impactantes o poner en situación al lector. A mi juicio, consigue transmitir la misma sensación de incredulidad y pavor que uno encuentra en la prosa de Wells.

También hace una estupenda labor el dibujante respecto al diseño de los monstruos. Jamás he visto una mejor representación visual de las descripciones de Wells en cómics o películas. Como en la novela, poseen atributos humanos, pero su espíritu animal influye es visible en sus maneras, en su forma de moverse y gesticular. Son seres inquietantes que en cualquier momento pueden revertir a su estado original, un peligro para la protagonista.

Así es, la protagonista. Rodriguez y Adams han cambiado el sexo del protagonista de la historia, al igual que el final de la historia, un final que expone todos los fallos de esta adaptación. Los dos autores tratan de condensar la novela original en unas cuarenta páginas, lo que podría interpretarse como un alarde de ambición desmedida. Deberían haberse planteado extender el número de páginas, porque en el segundo número de la serie, que corresponde a más de media novela, el ritmo de la narración se acelera súbita y dramáticamente. No hay espacio para explorar los dilemas que planteó Wells ni para mostrar por qué un personaje femenino reaccionaría de manera diferente a un hombre ante el colapso de la isla del Dr. Moreau. La protagonista de esta adaptación se comporta exactamente igual que su contrapartida masculina al no haber espacio para cualquier diálogo que se desvíe de los dos primeros tercios de la novela original. Muchos pasajes importantes en la novela original se han omitido o simplificado hasta el punto de perder su impacto. Así pues, el nuevo final solo confunde por su inconsistencia respecto a lo narrado previamente. Nos revela que Rodriguez y Adams solo han arañado la superficie de la obra de Wells, mucho más compleja y rica en ideas de lo que se suele pensar.

Lo más triste es que puedo ver la lógica del final del cómic: en una sociedad como la Inglaterra victoriana una mujer tendría una educación y experiencia extremadamente diferentes a la de un hombre. Una mujer podría tomar las decisiones que toma la protagonista, en claro contraste con el protagonista original, que era un trasunto de Wells. Es más, el final es coherente con las ideas del novelista, quien condenaba el sexismo de la época y sostenía que en Inglaterra las mujeres eran generalmente más compasivas y afectuosas que los hombres. Sin embargo, el guion es incapaz de comunicármelo.

Otro aspecto que no me termina de convencer es la decisión de copiar líneas de diálogos de la novela original, lo que impide que las conversaciones entre personajes fluyan con naturalidad. Por mucho que se esfuercen Rodriguez y Adams en emular el estilo literario de la novela, su prosa no siempre es compatible con la de Wells. En varias ocasiones el guion incluye en una misma viñeta líneas de diálogos provenientes de varias escenas diferentes de la novela original, algo que no entiendo porque es muy obvio que esas líneas no fueron escritas para ser leídas juntas en el mismo contexto.

A quien no le puedo criticar nada es al colorista Nelson Daniel. Sus colores embellecen los lápices de Rodriguez, dando vida a la isla de la novela con colores intensos o sombríos. Uno puede sentirse parte de una isla misteriosa perdida en el Pacífico.

No me gusta dar malas notas, sobre todo a cómics con un apartado gráfico tan trabajado. Desgraciadamente no veo posible otra opción. La excelente labor de Gabriel Rodriguez y Nelson Daniel no puede ocultar que la ambición de este proyecto se vio obstaculizada por la extensión de este. Desprovistos del espacio necesario para desarrollar sus ideas, Rodriguez y Ted Adams se muestran incapaces de llevar al cómic los conceptos e ideas de una mente prodigiosa como la de H.G. Wells.



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