Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Soul, de Pete Docter y Kemp Powers

Dirección: Pete Docter, Kemp Powers
Guion: Pete Docter, Mike Jones, Kemp Powers
Música: Jon Batiste, Trent Reznor, Atticus Ross
Reparto: Jamie Foxx, Tina Fey, Questlove, Phylicia Rashad, Daveed Diggs, Angela Bassett
Duración: 100 min.
Productora: Pixar Animation Studios, Walt Disney Pictures
Nacionalidad:Estadounidense

Aviso de Spoilers: La siguiente crítica no contiene detalles importantes de la trama más allá de los mostrados en los diferentes tráilers de la película.

Ayer se estrenaba en Disney+ la última película de Pixar, Soul, y… vaya, tengo que detenerme nada más empezar, y es que ahí tenemos una frase clásica de apertura de artículo que es completamente inesperada para alguien ajeno a este ya por suerte moribundo 2020, y a su vez absolutamente demoledora para los que creemos en componente social y terapéutico de una sala de cine, especialmente con el cine de Pixar, que suele aunar de manera extraordinaria tantas facetas del entretenimiento y la emotividad; y especialmente con Soul, una película que merecía sobremanera ser disfrutada en una buena sala no sólo ya por su apabullante apartado artístico, sino por la calidez del contacto humano, de la mirada cómplice al pasar los créditos o de la lágrima furtiva que intenta ser disimulada en la oscuridad del patio de butacas. Ya hablaremos de todo ello más adelante, pero para los más impacientes diré que Soul me ha parecido la sublimación del concepto que tiene Pixar del cine (no del cine infantil o del cine de animación, un confinamiento de géneros que la compañía fundada por John Lasseter, Ed Catmull y Steve Jobs dejó atrás hace mucho tiempo), sino de la propia visión artística y cinematográfica del estudio, una manera de contar historias que ha alcanzado su cota más elevada siendo una de las películas más complejas y a la vez más sencillas de su filmografía.

En Soul, para empezar, nos encontramos con una de las sinopsis más alejadas de cualquier concepto infantil preconcebido, y es que aquí no nos encontramos de inicio a ningún juguete que cobra vida ni ningún ratón con gustos culinarios; no, la historia de Soul sigue a un pianista de jazz de mediana edad, Joe Gardner (Jamie Foxx), quien se encuentra en la encrucijada de elegir entre un aburrido empleo fijo enseñando música en un instituto y el incorporarse a un cuarteto de jazz donde dar rienda libre a su pasión por la música y el jazz. Aquí supongo que muchos padres fruncirán el ceño pensando si es un germen narrativo lo suficientemente atractivo para mantener la atención durante 90 minutos de esas criaturas infernales angelicales que son los niños en el cine salón de casa (ya paro con los tachados, lo prometo); pero esos padres desconfiados no conocen la capacidad de Pixar de revertir cualquier argumento para llevarlo a su particular (y emocionalmente devastador) terreno, y así la más que interesante premisa para mí, que con cuarenta años (aunque aparente cuarenta y cinco) ya puedo echar más la vista atrás que adelante a la hora de apreciar los conflictos vitales en los personajes, se reconvierte rápidamente en un auténtico festival debido a un giro de guion que coloca a Joe en un plano diferente de la existencia (The Great Before, en contraposición al clásico The Great Beyond, lo que viene a ser el Más Acá del Más Allá); tengo que confesar que cuando vi los primeros tráilers de Soul, donde se intuía ese golpe en la trama, pensé que quizás Pixar había llevado demasiado lejos su exploración, aunque siempre didáctica, de los Grandes Temas de la vida; y es que una cosa es hablar del fin de la infancia al dejar a un lado tus juguetes como en la saga Toy Story o enfrentarte a la evolución y la madurez de tus propios recuerdos y emociones como en la extraordinaria Del Revés (también dirigida por Pete Docter), momentos ambos dirigidos cual flechas al corazón de los padres, que pasaban de acompañantes de los niños a objetos inmisericordes de la trama de las películas, y otra muy diferente tocar uno de los grandes tabúes cuando hablamos del público infantil como es la muerte; de todos modos, Pixar no es una recién llegada al tema, y es que el desolador prógo de Up (otra de Docter, ¿véis el patrón?) ya nos ponía cara a cara con la pérdida, y Coco (Lee Unkirch, Adrían Molina, 2017) llevaba lo fúnebre a la palestra; pero una por lo efímero y otra por la excusa festiva, la verdad es que ninguna planteaba una situación así para su protagonista tan abiertamente para pasar a hablarnos de la organización del Universo a la hora de nacer y morir.

Por supuesto, cualquier tipo de preocupación al respecto era totalmente infundada: Pixar sabe no sólo como tratar el tema, sino cómo encajarlo perfectamente en la trama y usarlo como gran metáfora y vehículo para los personajes; no quiero detenerme a explicar detalles del argumento, porque la sorpresa es un valor incuestionable en Soul, tan sólo comentar que la incorporación de un segundo personaje principal en la forma de 22 (Tina Fey), vuelve a reconvertir por segunda vez a la película, esta vez en una buddy movie de aventuras marca de la casa donde el slapstick y los continuos gags se suceden de manera perfecta para llevarnos de la mano por el argumento. Aquí viene el ejemplo perfecto de cuando comentaba antes que Soul es la más compleja y a la vez la más sencilla de las propuestas de Pixar: la película nos sitúa, por un lado, en una dimensión abstracta y metafórica donde maneja conceptos como la muerte, la personalidad, la búsqueda del sentido de la vida o los traumas, y lo hace sin escatimar preguntas; por el otro, nos pone en el consabido y divertidísimo panorama de la comedia de situación, donde los dos protagonistas vivirán una aventura dentro de la aventura donde la película va sobre raíles (pero qué raíles); y es que Pixar tiene tantas, tantísimas tablas en esto de la narrativa, que sabe combinar de manera única (y encima que parezca fácil) lo trascendental con lo mundano: todo ese tramo de aventuras donde recorremos varios escenarios, todos sencillos pero a la vez tremendamente reveladores (la peluquería, el metro, la tienda de confección…) va sumando, sin que te des cuenta y cual truco de mago, tanto al peso de los protagonistas como a sus arcos de personajes, para finalmente revelarte unas cartas marcadas desde el principio que no por menos esperadas resultan menos efectivas: otra flecha al corazón para todo adulto en la sala.

Artísticamente, no estamos hablando ya de que el trabajo de Pixar sea irreprochable, algo a lo que nos tienen más que acostumbrados; en Soul, los estándares de calidad saltan por los aires, en un apartado visual que hubiera sido un auténtico escándalo en pantalla grande: todo en el aspecto terrenal de la cinta luce un paso por delante de cualquier película de animación, con una recreación de Nueva York sencillamente espectacular, no ya por el detalle solamente sino por la extraordinaria capacidad de dar vida y personalidad a cada uno de los diseños y escenarios; pero es cuando nos introducimos en el Great Before donde los límites vuelan por los aires y Docter y compañía comienzan a experimentar con soluciones, nunca mejor dicho, de otro mundo; toda la película mantiene un nivel de sorpresa y estímulo visual para el que faltan adjetivos, encontrando en cada vuelta de la esquina un nuevo concepto visual y narrativo que te deja boquiabierto. Y qué decir del apartado sonoro, en el que Pixar tira directamente la casa por la ventana combinando, dos gigantescos talentos: por un lado los arreglos jazzísticos del grandísimo Jon Batiste, que muchos conocimos en primer lugar por ser el líder de la banda musical del late night de Stephen Colbert pero que es mucho más que eso: un extraordinario músico que ha colaborado con artistas de la talla de Prince, Stevie Wonder o Lenny Kravitz, y cuyo talento podéis comprobar, por ejemplo, en un fabuloso concierto de este mismo año grabado por Jazz Night in America y sin ir más lejos con la despedida navideña del programa de Colbert de hace unos días con una versión de Have Yourself A Merry Little Christmas de caerse de espaldas; pero es que al lado de Batiste, y para las secuencias del Great Before, nos encontramos ni más ni menos que a Trent Reznor y Atticus Ross (para nada unos novatos en el mundo de las bandas sonoras, con hitos como Perdida, La Red Social o la reciente serie de Watchmen), que nos regalan una de sus mejores composiciones con sensacionales temas oníricos (suya es la responsabilidad de poner música a las escenas más emocionantes de la película y lo hacen enlazando una serie de temas que forman parte de lo mejor que han compuesto hasta la fecha como dúo para una película).


Ya habiendo repasado los principales temas y dando por sentado lo mucho, muchísimo que me ha gustado Soul, no quiero extender mucho más esta crítica: quizás en parte porque para hablar de Soul, como de cualquier cinta que te toca el corazoncito, muchas veces no encuentras todas las palabras que te gustaría; y como con todas las conversaciones importantes, como estas que tenemos a diario los que aporreamos el teclado y los que nos leéis (y sobre todo cuando hablamos sobre cosas que nos han gustado) a veces quieres expresar algo de manera muy clara pero sin pecar de efusividad o desgana, y buscas encontrar un equilibrio entre emoción y pragmatismo: un poco lo que hace Pixar con esta Soul, que se atreve a ser tan formulaica como metafísica, dándole la vuelta a ambos conceptos y a sus propias premisas, y llevándote a un viaje de 100 minutos que no va ni dónde ni de lo que tú creías, para hablar, al final de todo, de la vida misma. Volviendo al comienzo, cuando hablábamos sobre el carácter emocional de una sala de cine, no puedo dejar de pensar lo que hubiera disfrutado de Soul en la gran pantalla; yo, que tanto he descubierto, visto y también disfrutado desde el salón de mi casa, en VHS, DVD, Bluray o en lo que fuera que echasen después del telediario: pero ese escalofrío, esa lágrima furtiva de la que hablábamos, es algo que definitivamente merece vivirse hombro con hombro. En tiempos de confinamientos, tengo la grandísima suerte de tener a mi esposa al lado en el sofá, con la que hablo, con la que discuto, con la que río, con la que lloro, y por supuesto con la que he llorado a moco tendido con esta Soul que sabe muy bien de dónde agarrarte. ¿Sabes cuando lloras con una película y miras a tu alrededor para ver si alguien más esta llorando y buscar no sentirte solo? Pues eso. Ya me entendéis. Pero, cual requiebro final de guionista tramposo, quiero pensar también en lo valiosísima que es Soul para la gente que esté, pero sobre todo que se sienta sola. Y que la vea sola. Porque cada fotograma de la película te dice, como ese hombro a tu lado en el cine, que no, no estamos solos, pero no refiriéndose con ello a un Más Allá o Más Acá de manera religiosa (a pesar de que Docter sea devoto cristiano). El gran tema es la vida misma; y de la vida misma va Soul ni más ni menos, de lo que nos hace humanos, de ti y de mí. La madera con la que están hechas las películas atemporales.

Y ahora, ¿qué nota le pongo?

“Algunos nacen para sentarse junto a un río.
A algunos les cae un rayo.
Algunos tienen oído para la música.
Algunos son artistas.
Algunos nadan.
Algunos entienden de botones.
Algunos saben de Shakespeare.
Algunas son madres.
Y otras… bailan.”

El Curioso Caso de Benjamin Button



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