Javier Vázquez Delgado recomienda: Entrevista Javier de Isusi, Premio Nacional del cómic 2020 por La Divina Comedia de Oscar Wilde
“Y sí, el secreto de la vida está en el dolor. Pero, como siempre ocurre con Wilde, no basta con decir la frase y ya está. Entender las palabras no tiene nada que ver con captar su significado. De hecho, dedico una buena parte del libro a explicar lo que para mí significa esa frase. “
Con motivo de la concesión hace un mes del Premio Nacional de Cómic a Javier de Isusi por La divina comedia de Oscar Wilde contactamos con él para realizarle una entrevista. Desde aquí queremos agradecer a Astiberri y al propio Javier su amabilidad y las facilidades para realizarla.
Javier de Isusi es un historietista nacido en Bilbao en 1972. Tras finalizar sus estudios de arquitectura decide pasar tras un año viajando por Latinoamérica, donde decide dedicarse al mundo del cómic. En 2004 publica La pipa de Marcos el primer volumen de su serie Las aventuras de Juan sin tierra, de la que publica otros tres tomos más: La isla de Nunca Jamás, Río Loco y En la tierra de los Sin Tierra. Tras finalizar la serie guioniza junto a Luciano Saracino Historias del olvido (Dolmen) dibujadas por varios artistas. Para su vuelta a los lápices contó con el guion de Saracino para Ometepe. 2014 supuso su vuelta como autor completo con He visto ballenas, una historia sobre el conflicto vasco. Posteriormente se embarca en Asylum realizada junto a CEAR-Euskadi (Comisión Española de Ayuda al Refugiado de Euskadi), para visibilizar las difíciles condiciones de los refugiados en nuestro país. En 2019 publica La Divina Comedia de Oscar Wilde en la que relata los últimos años de la vida del escritor y por la que obtiene el Premio Nacional del Cómic de 2020. Su última obra acaba de aparecer en España y lleva por título Transparentes. Historias del exilio colombiano en la que vuelve a abordar el drama del exilio.
Entrevista a Javier de Isusi.
Zona Negativa (ZN): Lo primero es darte la enhorabuena por el Premio.
Javier de Isusi (JI): ¡Gracias!
ZN: ¿Eres un historietista que estudió arquitectura o un arquitecto que dibuja cómic? ¿Te ha ayudado lo que aprendiste en la carrera para dibujar cómics?
(JI): Sin duda lo primero, de hecho, siempre tuve el síndrome del impostor con el tema de la arquitectura; ahora bien, tampoco tengo dudas de que la formación que recibí en la carrera ha sido determinante en cómo hago yo los cómics, desde dónde los abordo y en qué cosas me enfoco. Si en vez de estudiar arquitectura hubiera hecho animación, por ejemplo, sin duda serían muy distintos los cómics que hago, no sólo a nivel de dibujo, probablemente también a nivel de guion. Inevitablemente, somos el camino que recorremos.
Por poner un ejemplo, algo que creo que se percibe en toda mi obra es que hay un foco muy grande puesto en la estructura, en cómo se sostiene la historia desde distintos pilares. Eso es muy arquitectónico. Hay en mis libros un fondo de rigor, de exigencia e implicación con la propia obra que es heredera directa del rigor al que estás obligado en un proyecto arquitectónico.
Y a nivel de dibujo también me influyó, sin duda. Un ejemplo muy claro es que en la escuela de arquitectura se despreciaba profundamente cualquier cosa que oliera a ornamentación y ahora mismo me cuesta una barbaridad dibujar cosas que sean para “adornar”, me desasosiega dibujar algo que no tenga una función narrativa.
ZN: ¿Cómo cambió tu forma de ver el mundo tu estancia en Sudamérica?
(JI): Yo creo que me colocó en mi sitio. Digamos que, por la educación que recibí y mi propia sensibilidad, crecí con algo así como un sentimiento de culpabilidad hacia otras realidades como pueden ser las latinoamericanas. Al ir tomando conciencia de pertenecer a esa parte rica del planeta que sometió a todo aquel continente, se fue fraguando en mí una especie de sentimiento de deuda. Patearme aquella realidad, hacerla cercana, trabajar con y para la gente… bueno, eso hizo que aquel sentimiento abstracto bajara a tierra, se concretara en cosas reales y me colocara en mi sitio. Me hizo comprender algo muy básico, que tal vez yo sabía pero no experimentaba, y es que en la vida simplemente se trata de hacer lo que uno puede, lo que sientes que debes hacer, desde tu lugar. Eso es lo importante, desde tu lugar y no desde otro. No impostar. Ahora mismo mi lugar es el de narrador de historias y es lo que hago, con sentimiento de gratitud más que de culpabilidad. Y eso se lo debo en buena medida a mi estancia en Latinoamérica.
ZN: Tus primeras historias las creas para concursos de cómics, ¿es importante este aprendizaje?
(JI): En realidad mis primeras historias las creé para mis hermanos pequeños. Cuando me presenté a concursos de cómics llevaba ya un largo recorrido de historias escritas y dibujadas, aunque a un nivel muy amateur. Y les doy más importancia a esas que a las que hice para los concursos. La mayoría de aquellas historias tienen cosas rescatables pero todas tienen una gran torpeza en muchos aspectos, como es natural. Pero por eso son importantes, porque las haces libremente, sin la responsabilidad de que vayan a ser publicadas ni que vayan a competir. Las haces por el puro placer de crear y divertirte, y ese es el origen de toda creatividad. Cuando me empecé a presentar a concursos empezó la tensión del “¿será suficientemente bueno?”. Es una tensión que puede agarrotarte a la hora de hacer una historia y, posteriormente, puede desanimarte mucho si no obtienes los resultados esperados. En mi caso, aunque no obtuve en esos primeros concursos ningún premio fulgurante, sí conseguí los espaldarazos suficientes para seguir adelante: que si un cuarto premio, un segundo premio, una mención, un quedar finalista… Yo creo que esos concursos son importantes, sí, te fogueas tanto a nivel de enseñar tu obra como a nivel de prepararte para las decepciones.
ZN: ¿Cuál es la génesis de Los Viajes de Juan sin Tierra? ¿Cuánto hay de aquel Javier de Isusi en el protagonista de Juan sin Tierra?
(JI): La génesis es múltiple, porque los personajes de Vasco y de Juan los había creado ya durante la carrera. Con Vasco había incluso escrito un guion entero llamado La canción del portugués que luego nunca dibujé. Tanto Vasco como Juan eran dos viajeros con ínfulas de héroes clásicos al estilo de Corto Maltés, dos viajeros impenitentes; el problema era que yo no sabía qué tipo de viajes eran los suyos, tampoco sabía si entre ellos había algún tipo de relación. Eso lo descubrí a medida que fui haciendo mi largo viaje latinoamericano; me di cuenta de que su viaje era el mío: ellos pasarían por los sitios por donde yo pasaba, solo que les ocurrirían cosas diferentes, esas que a mi cabeza le sugerían los lugares que iba conociendo. Entonces me ocurrió algo que nunca me había pasado antes ni creo que me pueda volver a pasar: convertir la realidad en ficción casi en tiempo real. Especialmente el segundo tomo, La isla de Nunca Jamás, lo escribí ahí mismo, en el viaje, transformando lo que estaba viviendo y las personas que estaba conociendo en una historia de aventuras clásica con héroes y villanos.
Y también descubrí cuál era el leitmotiv de ese viaje: Vasco estaba buscando a Juan, que había desaparecido años atrás. Indudablemente era una manera de representar que Vasco se estaba buscando a sí mismo, que no era otra cosa que lo que yo estaba haciendo realmente en ese viaje. Por eso, aunque lo que le pasa a Vasco no se parece a lo que me pasó a mí, el proceso interno que sufre ese personaje tiene muchas resonancias con lo que yo viví. De ese modo aunaba en un solo relato las tres inquietudes narrativas que a mí me apetecía contar: retrato social, aventuras y viaje interno.
ZN: ¿Hay posibilidad de ver reeditadas Neiarô, un hijo de la tierra y La historia improcedente de Chile, dos obras que tuvieron una edición muy minoritaria?
(JI): Pues… no lo creo. Son obras que tuvieron sentido en su momento y en su contexto. La de Neiarô la hice para una colección de la ONG Alboan. Se trataba de hacer una historia relacionada con el cuidado del medio ambiente y yo la situé en la Amazonia; uno de sus dos protagonistas era Gwarantú, un chamán que aparece al final de Los viajes de Juan Sin Tierra. Eso me gusta mucho, lo de interrelacionar mis obras. Neiarô funciona por eso como una especie de spin off de Los viajes de Juan Sin Tierra, pero la verdad es que no veo hoy en día en qué formato se podría editar. Tiene 18 páginas, que es una longitud demasiado corta como para sacarlo de manera independiente y demasiado larga como para incluirla a modo de extra en alguna otra publicación. Ahora mismo, por ejemplo, estamos preparando el recopilatorio de Los viajes de Juan Sin Tierra e incluiré un par de historias que guardaban relación con la serie, pero esta (y alguna otra) se queda fuera por larga.
Y La historia improcedente de Chile fue un divertimento puro. Un regalo entre hermanos. Mi hermano Diego me regaló un cómic que había hecho él basándose en un despido improcedente que había sufrido en carne propia y yo le devolví el regalo haciendo un remake.
En aquella época tenía tiempo para eso, madre mía, ahora me parece inimaginable, (risas).
Años más tarde se nos ocurrió hacer una autoedición y rematar la faena añadiéndole un cd con canciones que aparecían mencionadas de pasada en el cómic. Era todo muy endogámico, los grupos musicales eran grupos donde había participado Diego. Lo hicimos por puro placer, que en realidad es de las motivaciones más bonitas que se pueden tener para crear y se basta a sí misma. Pero bueno, también era una historia demasiado corta o demasiado larga, de 28 páginas.
ZN: ¿Cómo surge tu colaboración con Luciano Saracino? ¿Qué te aporta trabajar con un guionista?
(JI): ¿Cómo es esa frase de la Biblia? Al principio estaba la palabra… Bueno, pues eso (risas): Al principio de todo estaba Lucho, y todas las palabras que nos intercambiamos, todas las historias que creamos juntos. Conocí a Lucho en Nicaragua, durante mi viaje por Latinoamérica, en ese viaje en el que estaba intentando entenderme y ver qué quería hacer con mi vida. Te parecerá inverosímil lo que te voy a decir, pero fue la primera vez en mi vida en que conocí a una persona que quería hacer cómics y, más loco aún, era la primera vez que conocía a alguien dispuesto a embarcarse en un proyecto de cómic con tanto entusiasmo como yo. Yo había hecho muchas colaboraciones de cómic (amateurs, claro está) con amigos y hermanos, pero mi sensación era que siempre era yo el único que se tomaba el asunto en serio, los otros tenían claro que aquello era un divertimento. Eso para mí era frustrante, no por ellos sino por mí, como si hubiera algo que no funcionaba bien dentro mí; parecía que me tomaba en serio algo que en realidad todo el mundo sabía que no llevaba a ningún sitio. Cuando conocí a Lucho me encontré con alguien tan loco como yo, o, mejor, descubrí que no era ninguna locura. Fue como cuando el patito feo se encuentra con los cisnes y se da cuenta de que no tiene nada de raro ser un cisne. Y a Lucho le pasó algo muy parecido conmigo. Nuestro encuentro fue algo así como una salida del armario.
Así que nuestro siguiente encuentro fue en ese mismo viaje mío pero a miles de kilómetros de Nicaragua, en Buenos Aires, en casa de Lucho, empezando ya a preparar proyectos. ¡Hicimos tantos! Empezamos con Arcángel, luego hicimos Asier, luego Historias infantiles… ¿o no?, Mar y Miel, Historias del Olvido, Ometepe… Como puedes comprobar fueron proyectos que no prosperaron en su mayoría. Historias del Olvido tuvo un corto y frustrante recorrido (de cinco tomos previstos sólo se publicaron dos; el tercero quedó totalmente acabado pero la editorial decidió no publicarlo) y los otros fueron cosechando “nos”. Sólo se salvó Ometepe, justo el libro que homenajea a la isla de los dos volcanes donde nos conocimos y donde ambos empezamos nuestra andadura en el mundo de los cómics. “Nunca bajamos de aquel volcán”, le gusta decir a Lucho. Es una manera preciosa de expresarlo.
Trabajar con otra persona, si hay química, tiene un punto de goce que raramente se consigue cuando trabajas solo. Ese momento en que se descubren cosas entre los dos es mágico. Hay un punto de conexión, de descubrimiento compartido que es único, no sé, una complicidad… Eso con Lucho lo he vivido de una manera muy potente, porque con él no sólo me limitaba a dibujar sino que armábamos la historia entre los dos. Es algo difícil de encontrar, se parece un poco a la magia del buen sexo.
Hay otra persona con la que también me encanta colaborar que es Alex Orbe, con él he hecho ya varios proyectos, en ese caso yo como guionista. Cuando te encargas sólo de una parte, ya sea guion o dibujo hay como un relajamiento… No todo depende de ti. Si hay fluidez resulta todo más ligero.
Pero algo me pasa con las colaboraciones desde el principio de mi andadura profesional: por mucho que me gusten, los proyectos no salen adelante.
ZN: Hace unos años publicaste He visto ballenas sobre el conflicto vasco, que fue nominada a la mejor obra en Angoulême, ¿crees que es necesario contar historias sobre esos años? ¿Cómo has vista la polémica que se ha desatado por la adaptación de Patria a la televisión?
(JI): Sí, claro que es necesario, siempre es necesario contarse, sobre todo cuando ha habido un conflicto. Mientras estás en él es muy difícil contar nada, bastante tienes con vivirlo, y cuando es un conflicto con mucho ruido cualquier cosa que digas corre el peligro de convertirse sólo en más ruido. Para poder contar tiene que haber alguien que pueda escuchar. Y para poder escuchar tiene que haber un mínimo de silencio.
Esa circunstancia no se dio mientras ETA estaba en activo, mira lo que le ocurrió a Julio Medem con La pelota vasca y cómo lo demonizaron por intentar contar, entender, simplemente.
Ahora podemos contar porque ahora se puede escuchar. Y se puede escuchar porque hay menos ruido. Y por eso surgen todas estas historias, porque necesitamos contárnoslas y escuchárnoslas. Saldrán muchas más, sin duda. Los argentinos han estado décadas contándose una y otra vez lo que les ocurrió durante la dictadura. Es un signo de que se está en el camino de la sanación colectiva. En el otro extremo tenemos el caso de España con la última guerra civil y la dictadura posterior: durante cuarenta años hubo una losa de silencio que luego costó casi otros veinte años sacudirse. Ahora estamos contándonos aquello, no ya los que lo vivieron, ni siquiera los hijos, sino los nietos. Y menos mal. Llegamos tarde, pero llegamos.
Y la polémica por Patria, la verdad es que no la he seguido, no sabía que hubiera tenido polémica aparte de lo del cartel; el caso de la novela Patria fue sorprendente precisamente por la poca polémica que suscitó para ser un best seller que trataba el conflicto vasco. Pero habría que ver de dónde sale esa polémica y hasta qué punto es real o creada, hay una derecha española muy empeñada en resucitar a ETA y se agarran a cualquier cosa con tal de poder hablar de ella como si siguiera en activo.
ZN: Asylum es un cómic que toca el corazón y sirve para poder empatizar con el drama que viven cientos de inmigrantes, ¿cómo surge? ¿Cómo ves su situación actual con políticos de extrema derecha alimentando el odio hacia ellos?
(JI): Asylum es un caso de sinergia muy bonito. Fue un encargo de CEAR-Euskadi pero yo ya tenía desde hacía años la idea de hacer un cómic en que se contara la historia de cuando nosotros tuvimos que emigrar a otros países poniéndolo en paralelo con historias de inmigrantes que hoy en día llegan a nuestro país. Vivo en un pueblo en que casi todo el mundo, o bien emigró, o bien tiene familiares muy cercanos que lo hicieron. ¿Por qué entonces tantos de ellos tienen una actitud de franca hostilidad hacia los que vienen ahora aquí buscando lo mismo que buscaron ellos entonces? De ahí me surgió la idea, así que cuando CEAR-Euskadi me lo propuso les dije que era la persona ideal para hacerlo. Efectivamente es un cómic que busca empatizar, entender que las historias son iguales, es más, que formamos parte de una única historia colectiva. Esto tiene que ver con la pregunta anterior, de la necesidad de contarnos para entendernos.
Lamentablemente, también tiene que ver con la pregunta anterior el hecho de que cuando se mete de por medio el ruido del odio perdemos la capacidad de escucha. ¡La cantidad de bulos que circulan por las redes sobre los inmigrantes, simplemente para alimentar el odio que supuestamente favorecerá a ciertas formaciones políticas! Nos mete en una espiral peligrosísima de la cual la salida es muy incierta.
ZN: ¿Es muy importante Wilde en tu vida?
(JI): ¿En mi vida? Pues te iba a decir que no, pero tendré que decir que sí (risas). La verdad es que sí que tenemos una larga e íntima relación. Empieza con el primer libro de cuentos que tuve, con siete años, que eran suyos y acaba con este Premio Nacional. Entre medias, una obra de teatro, una canción, un libro ilustrado, un accidente en el cual perdí medio dedo la víspera del aniversario de su muerte… Pero no fue hasta que hice La divina comedia de Oscar Wilde que me di cuenta de hasta qué punto estábamos imbricados el uno con el otro.
ZN: La divina comedia de Oscar Wilde surge gracias a una beca de Gobierno Vasco, ¿habría sido posible la aparición de este trabajo sin ella?
(JI): Sí, lo habría hecho de todos modos, aunque no con la tranquilidad que te da la beca. Este libro es uno de esos que sientes que tienes que hacer y lo harás pese a todo.
ZN: ¿Después de ganarla se involucraron de alguna manera en el proceso creativo o te dieron total libertad?
(JI): No supe nada de ellos más que para temas administrativos. Como debe ser, se trata de una ayuda a la creación en toda regla, no tiene ningún requisito creativo que satisfacer.
ZN: ¿Por qué eliges los últimos años de Wilde para la novela gráfica?
(JI): Es que es en esos tres años de vida donde se resume y condensa toda su vida, si te quedas sólo con el Wilde triunfador lo que te provoca es empacho. Es cuando se desmorona su personaje cuando él se hace más profundo, complejo y contradictorio que nunca. Casi todas las obras que han abordado esos últimos años de vida lo han hecho retratando la decadencia y abandono evidentes que lo rodearon, pero el reto que me estimulaba era intentar ver si era posible que, por dentro, él estuviera viviendo algo mucho más luminoso y enriquecedor. Algo que esboza en su libro póstumo, De Profundis, y que tal vez necesitaba mantener en secreto, como un tesoro.
ZN: ¿Fue muy arduo el proceso de documentación de La divina comedia de Oscar Wilde?
(JI): Fue muy laborioso, pero yo no diría arduo porque lo disfruté muchísimo. Me leí varias biografías y busqué y rebusqué las vidas de quienes lo acompañaron; había momentos en los que me sentía jugando al detective y, en ocasiones, me sentía muy satisfecho dando respuestas a cosas que en algunos lugares aparecían como enigmas. Especialmente me resultó estimulante la historia de las ocho personas que lo acompañaron en su entierro, cuatro de ellas eran obvias, pero las otras cuatro, a tenor de lo que contaban las biografías de Wilde, no tenían ninguna relevancia en su vida. ¿Quiénes eran? ¿Por qué estaban ahí? Todo esto pude hacerlo gracias a internet, claro, llegué a encontrar documentos muy sorprendentes como un testimonio radiofónico de Paul Fort contando cómo fue el entierro.
ZN: En la obra tratas de mostrar al Wilde que se escondía detrás del personaje que había creado, ¿crees que pese a su final fue una liberación para él al librarse del peso del personaje?
(JI): ¡Ah, ése era mi reto! Mi premisa era esa, que, a pesar de que desde fuera aquello pareciera una hecatombe, Wilde hubiera vivido el final de su vida como una liberación. Es algo que me sugirió la lectura de De profundis. La necesidad de hacer este libro responde precisamente a intentar reconstruir cómo habría sido ese final suyo si su vivencia profunda hubiera sido ésa. Cómo casar lo que sus biógrafos cuentan de él con una experiencia liberadora a nivel personal. La verdad es que me encontré muchos puntos de apoyo para reconstruirla, el primero de todos el propio Wilde, pero también los testimonios de algunos de quienes lo acompañaron al final de sus días.
ZN: ¿Como decía Wilde, escribes historias para comprender la vida? ¿Crees que es cierta su frase “El secreto de la vida está en el dolor”?
(JI): Mira, yo estoy de acuerdo con Borges cuando dijo que Wilde, casi siempre, tiene razón. Incluso cuando se contradice, porque lo que revela al contradecirse es la naturaleza poliédrica de la realidad.
Así que sí, escribo historias para comprender la vida, ya lo creo que sí.
Y sí, el secreto de la vida está en el dolor. Pero, como siempre ocurre con Wilde, no basta con decir la frase y ya está. Entender las palabras no tiene nada que ver con captar su significado. De hecho dedico una buena parte del libro a explicar lo que para mí significa esa frase.
ZN: Además de algunas influencias muy claras en tu obra como Pratt, Baudoin, Gipi… ¿Qué más autores consideras una referencia para tu trabajo?
(JI): Una muy importante que hace poco me di cuenta que no suelo citar, y sin embargo es fundamental, es Will Eisner. Cuando leí A life force, con dieciséis años, me abrió totalmente los ojos a una manera distinta de hacer cómics. Sentí que eso era lo que yo quería hacer, contar historias así, de esa manera. Claro, era el concepto de Novela Gráfica, que estaba empezando en aquel momento y que es con el tipo de cómic con el que me identifico más. Ahí había historia clásica, pero también había emociones y había retrato social. ¡Lo tenía todo! Creo que Eisner fue el Gran Maestro en el sentido de que no sólo dominaba el arte del cómic a la perfección, sino que además era muy didáctico y creó escuela.
ZN: En todos tus cómics hay un fuerte compromiso con diversas causas (Lucha indígena, inmigración, defensas de los derechos LGTBY+ en La divina comedia de Oscar Wilde, etc.), ¿es el cómic una herramienta adecuada para esos mensajes?
(JI): Creo que el cómic es un medio ideal para trasladar mensajes de naturaleza múltiple. Como es un medio escrito, puedes releerlo tantas veces como necesites para asumirlo, y eso permite que puedas aportar informaciones de cierta complejidad. Y, al mismo tiempo, al utilizar el medio del dibujo, la historia no sólo entra en el cerebro de una manera cognitiva, sino que también te puede penetrar de una manera más sensitiva o visceral. Así que sí, considero el cómic una herramienta muy adecuada para transmitir esos mensajes que has mencionado, ya que tienen esa doble componente, por un lado más informativa y, por otro lado, más emocional, puramente humana.
ZN: ¿Consideras necesario que el autor de una obra se posicione con respecto al tema que trata?
(JI): Más que necesario, creo que es inevitable. Por acción o por omisión, inevitablemente te posicionas. Aunque, cuidado, tampoco vayamos a esperar que cada obra tenga posicionamientos sobre todos los temas. Alguien me dijo que en He visto ballenas no se sabía muy bien lo que yo opinaba, creo que el problema es que esa persona a lo mejor estaba formulando la pregunta errónea, el libro trata exactamente de lo que yo quería que tratara y no de lo que probablemente él esperaba que yo tratase.
ZN: ¿Puede una obra de ficción cambiar la realidad?
(JI): Wilde te respondería sin ambages que sí, y yo ya he dicho antes que Wilde casi siempre tiene razón. Para entender la realidad tenemos que tener códigos que nos permitan leerla, y esos códigos los creamos y recreamos continuamente con nuestras obras de ficción. Prácticamente todo lo que hacemos son obras de ficción. El lenguaje es ficción. Los bancos son obras de ficción que manejan dinero de ficción y, sin embargo, su efecto sobre las vidas de las personas es muy real. Las Constituciones de los países son obras de ficción. Los bulos que circulan sobre los inmigrantes son obras de ficción que moldean la realidad. Matrix es una obra de ficción que ha condicionado mucho la manera de entender la vida. Todo lo que hacemos construye realidad… Entendiendo por realidad esta impresionante obra de ficción tan creíble en la que estamos inmersos.
ZN: Juan sin Tierra y Oscar Wilde son obras que te han ocupado muchos años, ¿se hace duro estar tanto tiempo trabajando en el mismo proyecto?
(JI): La verdad es que en ninguno de los dos casos llegué a hartarme, quizás con Juan Sin Tierra algo más, porque fueron seis años en los que apenas hice otras cosas y al final sí que quería cambiar de registro. Por ejemplo, quería probar otras maneras de dibujar pero mientras siguiera con la serie tenía que atenerme a algunos parámetros como el uso de la tinta china. El caso de Wilde es muy diferente, porque aunque me llevó cinco años, no fueron cinco años en exclusiva, durante esos años hice otros encargos. Ahí era al revés, estaba deseando poder ponerme con el cómic de Wilde.
ZN: ¿Cuál es tu método de trabajo? ¿Trabajas con guiones cerrados o dejas un espacio a la improvisación?
(JI): Los guiones están muy cerrados una vez que me pongo a dibujar. Necesito saber adónde va la historia y si llega a algún lugar que realmente merezca la pena, ya sea para el lector o, al menos, para mí. Si no, ¿para qué dibujarla?
Ahora bien, dicho esto, siempre hay un margen para la improvisación. Hay escenas enteras que las resuelvo directamente con el lápiz. Por ejemplo, en La divina comedia de Oscar Wilde, toda la introducción -que se desarrolla a base de páginas dobles en un teatro -surgió cuando me puse a dibujarla, en el guion no aparecía nada de eso, era un recorrido a través de viñetas por las calles de París.
Y luego los textos suelen sufrir ligeras variaciones una vez que están metidos en el dibujo.
El proceso se acaba en realidad en la fase de maquetación.
ZN: ¿Qué supone el Premio Nacional del Cómic por La divina comedia de Oscar Wilde para ti?
(JI): Uf. Pues para qué te voy a mentir, ahora mismo algo muy importante. Soy un autor con una trayectoria consolidada, con algunos lectores fieles y un buen reconocimiento a nivel de crítica… Pero no soy ningún best seller y, al no tener redes sociales (no por espíritu de ir contracorriente sino porque se llevan un tiempo que, ahora mismo, no quiero dedicarles) no estoy en muchos foros en los que tal vez debería estar. La verdad es que me encontraba en un momento en el que sentía que necesitaba un empujón. Ojalá este premio lo sea, yo, al menos, así lo he recibido.
ZN: ¿Qué proyectos tienes en cartera?
(JI): Ahora mismo está a punto de salir Transparentes, mi nueva novela gráfica, un cómic sobre los exilios provocados por el larguísimo conflicto colombiano. Fue un encargo de la Comisión de la Verdad de Colombia y con él vuelvo a muchos temas que ya han aparecido en otras obras mías; regreso a Latinoamérica, a una historia de exiliados, de nuevo una obra coral que aborda un conflicto complejo desde puntos de vista diferentes y poniendo el acento en los aspectos humanos, más que en los datos.
Y después… Pues necesito un poco de silencio. Como ya he dicho antes para contar hace falta escuchar, y para poder escuchar hace falta un mínimo de silencio.
ZN: Muchas gracias por atendernos.
(JI): Muchas gracias a vosotros.
Enlaces de interés
– Reseña de He Visto Ballenas. Por Raúl Silvestre.
– Reseña de Asylum. Por Raúl Silvestre.
– Reseña de La Divina Comedia de Oscar Wilde. Por Diego García Rouco.
– Reseña de Transparentes. Historias del exilio colombiano. Por Diego García Rouco.
– Todas sus obras en Astiberri.
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