Javier Vázquez Delgado recomienda: Corto Maltés en Siberia, de Hugo Pratt
Edición original: Corte sconta detta Arcana (Linus. Enero de 1974 a julio de 1977. Rizzoli Editore)
Edición nacional/España: Corto Maltés en Siberia. Edición en blanco y negro. Norma Editorial. Febrero de 2021
Guion: Hugo Pratt
Dibujo: Hugo Pratt, Guido Fuga
Traducción: Enrique S. Abulí
Formato: Cartoné. 116 páginas. 29€
De trenes con dragones negros, de linternas rojas y rusos blancos
“Siempre causa cierta sensación volver a casa”
En un melancólico prólogo veneciano, el protagonista de esta historia – Corto Maltés – afirma que sería bonito vivir un cuento y, sin embargo, lo que acabará experimentando es una apasionante epopeya.
En Corto Maltés en Siberia de Hugo Pratt nos encontramos con la expresión más pura de la aventura moderna. Aquella que, incluso cuando despliega sus mejores argumentos, no acaba de tomarse a sí misma totalmente en serio y siempre busca un punto de fuga, un leve resquicio para cuestionarse el sentido de todo aquello.
La argumento es sencillo; Corto Maltés está en Hong Kong, de vuelta a su hogar, después de más de dos años de vagabundeo por el mundo. La Primera Guerra Mundial ha acabado en Europa, estamos en 1918. Allí una sociedad secreta china llamada las Linterna Rojas le encarga apoderarse de un tren cargado con el tesoro imperial del Zar, que un contrarrevolucionario ruso, el almirante Kolchak, ha enviado circular por la línea transiberiana. Pretenden apoderarse de este cargamento de oro, tanto los japoneses, como los Señores de la Guerra chinos, los aliados, o los bandidos manchúes y también las diferentes sociedades secretas asiáticas como las propias Linternas Rojas o la Tríada.
Si Corto acepta el encargo, deberá luchar contra todos estos enemigos y como le explica a su “socio” Rasputín, tendrán entonces a todo el mundo en contra, desde Moscú hasta Oriente. Y sin embargo acepta, quizás porque las Linternas Rojas le han salvado la vida, quizás porque se aburre estando parado o quizás para alejarse de “Ella”… la desconocida mujer que todos conocen, que Corto debería haber olvidado y que también está en Hong Kong. A partir de allí, la pareja de piratas – de caballeros de fortuna – emprende un viaje donde se suceden los episodios violentos, donde encuentran con personajes fascinantes y donde se cruzan con varios trenes, blindados los unos, cargados de tesoros los otros.
El componente aventurero se mezcla sabiamente con el político y el histórico. Corto Maltés en Siberia nos muestra el derrumbe del imperio zarista, certifica el ocaso definitivo del siglo XIX y nos apunta el incipiente nacimiento de dos nuevas potencias mundiales, la Rusia bolchevique y sobre todo la China revolucionaria. Pero esta historia se sustenta en un momento de incertidumbre, donde las fuerzas reaccionarias – las que se niegan a desaparecer – luchan denodadamente contra las nuevas ideas, contra el espíritu revolucionario de Occidente y el de Oriente. En Siberia, cerca de la frontera con Mongolia, estas corrientes ideológicas se enfrentan en un episodio sangriento, de veladas implicaciones históricas y lleno de personajes seductores.
Porque la enorme capacidad de Hugo Pratt para incluir figuras carismáticas en sus relatos se demuestra en esta extraordinaria odisea. Tanto los personajes reales como el general von Ungern-Stenberg – el barón sangriento – o la duquesa Marina Seminova, el atamán Semenov – teniente general de los cosacos – y el general Chang Tso-lin, uno de los últimos Señores de la Guerra chinos… como los puramente ficticios, se entremezclan de manera armónica para tejer una comunidad de actores que no tienen nada de esquemático, no son valores absolutos que encarnan un concepto, una ideología sino sujetos llenos de matices, contradicciones y razones poderosas. Cada uno con sus características, desde la implacable Shangai Lil que quizás es, paradójicamente, la más altruista e idealista de todos o la soñadora y anacrónica baronesa Seminova y también el derrotado oficial ruso Nino… todos nos enamoran con sus personalidades, nos enternecen con sus sueños y nos desconciertan con sus flaquezas.
Permítanme una reflexión puramente personal y algo fantasiosa. Por muchas razones, Corto Maltés en Siberia siempre me ha parecido lo más cercano que consiguió Hugo Pratt a la hora de emular la esencia, el espíritu profundo, de una película tan mítica como Casablanca (1942) dirigida por Michael Curtiz. Con el misterioso y ausente personaje de “Ella” en el papel de Ilsa Lund, interpretado en el film por Ingrid Bergman, con Shangai Lil encarnando al idealista Victor Laszlo y por supuesto con Corto Maltés completando el triángulo y ocupando el lugar de Humphrey Bogart, el lugar de Rick Blaine… Siguiendo esta lógica el enajenado Rasputín no puede ser otro que el capitán Renault, excelsamente caracterizado por Claude Rains en el celuloide. Perdónenme por esta tontería como otra cualquiera.
En este álbum también hay ecos lejanos de la película de Joseph Von Sternberg titulada Shangaï Express (1932) y de las strips norteamericanas Jungle Jim de Alex Raymond y Terry and the pirates de Milton Caniff.
¿Pero realmente quién es “Ella”? Los que han hablado con el autor italiano explican que su nombre es Wee-Lee Song y que está basada en Roy Song, una amiga de Hugo Pratt y la hija menor de un poderoso banquero de Shangai relacionado con la organización secreta la Triada. No conocemos los detalles concretos de la relación entre ellos, pero las secuelas dolorosas de la ruptura son palpables en Corto y son conocidas por numerosos personajes de la aventura. Parece ser que finalmente Corto regresó a Hong Kong para buscarla pero “Ella” se había marchado a Europa cansada de esperarlo… o puede que “Ella” solo sea un sueño.
Narrativamente, este álbum es una demostración del enorme talento que, como fabulador, poseía en aquella época Hugo Pratt. La obra se beneficia de un ritmo lento, sosegado que se toma su tiempo para explicar todo lo quiere decir, aprovechándose de la libertad formal que le proporcionaba su publicación por entregas en una revista como Linus.
Tras dos ciclos esenciales como son Las etiópicas y Las célticas, donde se suceden historias maravillosas como Un tiro desde las chumberas o Sonata para arpa y nitroglicerina pero que estaban limitadas a un formato de veinte páginas exigido por el editor de Pif Gadget, en esta ocasión Pratt vuelve al esquema de La balada del mar salado y nos ofrece una obra gráfica de casi cien páginas donde todo está perfectamente engarzado, donde los momentos de acción se complementan con los más nostálgicos y reflexivos. Cada secuencia incluida en esta historia es poderosa, las de acción están perfectamente coreografiadas y las más discursivas muestran un ritmo ágil y preciso en el que los maravillosos diálogos de Pratt están subrayados por viñetas mudas con reveladores cruces de miradas y asentimientos muy elocuentes.
El autor italiano divide su aventura en seis capítulos, que en algunas ediciones, las francesas especialmente, se marcan en la estructura del volumen. Los títulos de cada episodio, traducidos libremente, son:
Las linternas rojas
El prisionero de Chang
La duquesa romántica
La división salvaje
Ungern de Mongolia
El final del Dragon Negro
Tras una hermosa escena final Pratt añade un epílogo, a modo de ficticias entrevistas, donde algunos personajes secundarios le van explicando al lector los cabos sueltos de la narración, unas declaraciones que culminan con la del propio Corto Maltés que despide la aventura con un evocador y sugerente monólogo.
En el capítulo meramente artístico, estamos ante un trabajo sobresaliente. En 1974 el arte de Hugo Pratt ha evolucionado hacía una espléndida madurez que se materializa con un tratamiento radical del blanco y negro. La base del dibujo se sustenta en el impecable trabajo con el pincel, con unas manchas precisas, poderosas y elegantes que delimitan figuras y paisajes. La plumilla tan solo aparece para definir algunos detalles como las barbas mal afeitadas, los rastrojos o los abrigos de visón. El creador de la magnífica serie Los escorpiones del desierto divide sus páginas con una plantilla bastante estable de cuatro tiras con tres viñetas cada una, un esquema del que solo varía el tamaño de los cuadros y su número, pero en contadas ocasiones.
Su trabajo con los personajes es asombroso y todos cobran vida desde la primera viñeta. Los ojos y las manos están llenos de vida y la tendencia a la simplicidad y a la búsqueda de lo esencial, de lo meramente indispensable se materializa en la descripción de sus cuerpos, con un acertado tratamiento de la anatomía pero eliminando todos los detalles superfluos.
En el álbum Pratt incluye un hermoso homenaje a uno de sus maestros, a Milton Caniff, representado por el personaje del criado de general Chang, por el monje tibetano “Una oreja” que tanto se parece a Big Stoop, uno de los contrapuntos humorísticos de la strip norteamericana Terry and the pirates.
La descripción del entorno, natural o urbano está lleno de intenciones poéticas, desde el abigarrado, decadente y sugerente puerto de Hong Kong, a las desérticas y cegadoras estepas siberianas y sobre todo en la sobrecogedora escena final, en los tranquilos campos de algodón chinos, donde sobrevuela un majestuoso enjambre de mariposas. Cada paisaje está descrito con el mínimo de elementos necesarios pero con el máximo de resultados evocadores.
Parece ser que a Hugo Pratt le molestaba, se aburría, cuando tenía que dibujar los diferentes vehículos y embarcaciones que necesitaba para cada una de sus historias. Por lo que en Corto Maltés en Siberia tuvo la imprescindible colaboración de Guido Fuga que le ayudó a plasmar los trenes, los aviones, las embarcaciones, los cañones y las armas que aparecen en este relato. Un trabajo que se integra bastante bien en el conjunto y por el que se convertirá en un ayudante habitual del maestro de Rímini.
Pratt necesitó más de tres años para completar esta gran peripecia; la obra se publicó por entregas en la revista italiana Linus de enero del 1974 hasta julio del 1977. En este tiempo el estilo del artista muestra una evolución muy palpable que nos conduce del naturalismo esquemático de su etapa anterior a la simplificación esencialista de sus obras siguientes. Por esto también, Corto Maltés en Siberia es fundamental en la carrera de Pratt. Es una obra bisagra, una declaración de principios y la prueba física de una evolución artística que será imprescindible para entender la historia cómic europeo de la segunda mitad del siglo pasado.
La publicación de este álbum a cargo de Norma Editorial, de casi toda la colección en realidad, en su blanco y negro original supone una auténtica revelación. Volvemos a disfrutar de estas obras como fueron concebidas, con sus contrastes entre las masas de blanco y las de negro, sin la interferencia de las hermosas pero molestas acuarelas añadidas posteriormente. El álbum es en tapa dura, tiene un tamaño muy adecuado y está muy bien impreso, en un papel excelente. Cuenta, además, con un interesante prólogo a cargo de Álvaro Pons que esta complementado por bellas ilustraciones, bocetos y pruebas de color del propio Hugo Pratt.
Solo hay un pequeña pega en esta edición que es la inexplicable transformación de los originales bloques abiertos de texto con los diálogos de Pratt en horrorosos y convencionales bocadillos. Las páginas de un cómic son un conjunto y se tendrían que respetar al máximo las decisiones narrativas y estilísticas de cada autor.
En un final dolorosamente hermoso, Hugo Pratt bendice el nacimiento de una nueva idea revolucionaria surgida desde el núcleo más poderoso de Asia; una fuerza histórica pragmática, ordenada e implacable. Shangai Lil le demuestra a Corto su agradecimiento por los servicios prestados pero también le expone con los hechos que no tiene cabida en su mundo, donde los caballeros de fortuna no cuadran, donde los aventureros con fuerte personalidad no acaban encajando bien en una naciente y planificada realidad oriental.
Sin embargo, a Corto y a su inseparable “socio” Rasputín siempre les quedará la aventura como hogar.
Salut!
Lo mejor
• Que estamos ante una obra apasionante, intensa y emotiva
• El trabajo artístico de Pratt
• Su importancia en la historia del medio
Lo peor
• La deformación de los bloques de texto de los diálogos
• Una portada algo aburrida
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