Javier Vázquez Delgado recomienda: 100% Marvel HC. Capa y Puñal: Perdidos y Encontrados
Edición original: Cloak And Dagger 1-11 USA (Marvel Comics, 1985-87)
Edición nacional/España: 100% Marvel HC. Capa y Puñal: Perdidos y Encontrados (Panini Cómics, 2019)
Guion: Bill Mantlo
Dibujo: Bill Mantlo, Mike Mignola, Arthur Adams, Terry Shoemaker, June Brigman, Rick Leonardi, Bret Blevins, Larry Stroman
Entintado: Terry Austin, Randy Emberlin
Color: Glynis Oliver
Traducción: Santiago García, Enric Joga
Realización técnica: Norma Cuadrat, Estudio Fénix, Marina Ariza, Forja Digital
Formato: Tapa Dura. 296 páginas. 30,00€
Los difíciles comienzos de Capa y Puñal
“No ha sido la Ley quien ha salvado a estos niños. ¡Han sido Capa y Puñal!”
En nuestra reseña del primer tomo que recopilaba las aventuras de Capa y Puñal, ya habíamos introducido brevemente el inicio de las drogas como tema a tratar en los cómics Marvel. En la década de los ochenta las cosas habían cambiado mucho en los cómics, y hablar de drogas ya no era un tabú como lo había sido en los años 60 y 70. Los cómics Marvel mostraban, ahora, escenas en las que se vendía droga a niños a la puerta de un colegio como en The Amazing Spider-Man #202 o la muerte por sobredosis de una joven en Daredevil #183. En los años 80, la guerra contra las drogas se había recrudecido con la presencia del crack, un derivado de la cocaina, en las calles estadounidenses. Esta nueva e increíblemente adictiva sustancia inspiraría a Mark Gruenwald la saga Veneno en las calles publicada en Captain America #372-378, donde el centinela de la libertad lucha contra la aparición de una nueva sustancia en Nueva York llamada “Hielo”. El Capitán inhalará Hielo accidentalmente por lo que sufrirá alucinaciones y temblores, además de desarrollar temporalmente cierta paranoia. Sin salirnos de los 80, en algunos momentos, la experimentación con drogas de diseño sustituirá al viejo leitmotiv de la energía atómica para explicar el origen de los poderes de ciertos personajes. Justamente es el caso de Capa y Puñal, Tyrone Johnson y Tandy Bowen, dos adolescentes fugados de sus casas, ella blanca, él afroamericano, que acaban siendo conejillos de indias para una droga experimental que les confiere poderes especiales. Capa será capaz de conectarse con la energía de la dimensión oscura lo que le permitirá teletransportarse además de infundir un miedo cerval en sus enemigos. Por su parte, Puñal desarrollará la habilidad de crear puñales y otros objetos de luz, capaces tanto de infligir daño al malhechor como de sanar a la víctima herida.
Presentados originalmente en las páginas de The Spectacular Spiderman, Capa y Puñal se parecían más a los justicieros como El Castigador que a héroes con códigos morales más clásicos como el mismo Spiderman. La buena recepción que tuvo en el público la aparición de esta extraña pareja hizo que Marvel fuera poco a poco dándoles más protagonismo, ya fuera introduciéndolos como personajes invitados en colecciones ajenas como Los Nuevos Mutantes o fogueándolos en una miniserie de cuatro números que les permitiera crear su propio contexto particular dentro del gigantesco Universo Marvel. Los resultados de dicha miniserie animaron a Marvel a dar a los personajes una serie regular propia, la cual duró los 11 números que están incluidos en este tomo publicado por Panini. La motivación principal que Capa y Puñal presentan para luchar contra el crimen es centrarse en evitar que más personas sufran las consecuencias nocivas del tráfico de drogas. El trauma que supuso convertirse en sujetos experimentales les lleva a tratar de acabar con TODO el negocio de la droga, algo aparentemente imposible. Y en esto consiste la trama principal de estos 11 números, Capa y Puñal buscando acabar con el tráfico de drogas en un periplo que les llevará de los muelles de Nueva York hasta Europa primero y Oriente Próximo después. Entre medias, la detective de policía y aliada de los héroes, Brigit O’Rielly, tras ser traicionada por policías corruptos, acabará convertida en Caos, una vigilante con métodos más extremos aún que los de Capa y Puñal.
La trama general “anti-droga” acaba siendo repetitiva e insustancial. No hay un villano que derrotar ni un plan maligno que desbaratar. Los héroes son conscientes de que se han embarcado en una tarea propia de Sísifo, sabiendo que tendrán que volver a cargar la piedra una y otra vez hacia lo alto de la montaña. Falta sentido, o mejor dicho, propósito en estos cómics. Hay momentos brillantes como el segundo número cuando Puñal regresa a su casa esperando retomar una anhelada (e imposible) vida normal o el origen de Caos, aunque en estos números no llegue a desarrollarse el personaje más allá del estereotipo justiciero-vengador-que-regresa-de-la-muerte con unos métodos y código de colores que suenan a un Espectro de Hacendado. La necesidad de hacer avanzar una trama tan vacía lleva al guionista Bill Mantlo a presentar a un personaje que es un deux-ex-machina en si mismo, Bill Clayton. Clayton es, cuando el guion lo necesita, un polizón pero al mismo tiempo un niño rico, hijo de un padre a la vez diplomático y empresario, capaz de hablar todos los idiomas necesarios (del francés al alemán pasando por el hebreo y el árabe) para hacer de interprete a nuestros héroes; y que, al final del relato, se desvela como otro pequeño engranaje en la gargantuesca industria de la droga.
Otro de los fallos de Mantlo es no desarrollar orgánicamente la relación entre Tyrone y Tandy. Ya había quedado establecida su conexión simbiótica de dependencia mutua en la que Capa hacía las veces de “yonki” que necesita la luz de su “camello”, Puñal, para no perder el control de su poder de oscuridad. Esa necesidad de Capa, tanto emocional como física casi como si de un síndrome de abstinencia se tratara, acaba haciendo de espejo deformado de la relación que se establece, como decíamos, entre el drogadicto y el vendedor. Sin embargo, los personajes se dedicarán a lo largo de todo el tomo a dar vueltas a si sus métodos son excesivos para detener a los criminales, si estos se merecen su destino (en ocasiones la muerte) o si deben simplemente hacerles ver el mal que ocasionan y darles, así, la oportunidad de enmendarse.
Si hay algo por lo que destaca Capa y Puñal: Perdidos y Encontrados, es por el plantel de dibujantes que podemos encontrar en él. Cuando comenzó a publicarse la serie en Estados Unidos, se decidió que fuera bimestral para que el dibujante titular, Rick Leonardi, pudiera dedicarse por completo a la colección. Leonardi, por desgracia, solo dibujó 5 números de la serie, en un estilo muy diferente al que utilizó en la miniserie previa dedicada a Capa y Puñal, presentando un trazo definido y anguloso que sería el que le acabaría identificando para los aficionados. Después de Leonardi, la serie se beneficiaría del talento de tres jóvenes promesas llamadas a grandes cosas en el mundo del cómic, Marc Silvestri (#7), Mike Mignola (#8) y Arthur Adams (#9) consiguiendo especialmente este último algunas planchas ciertamente espectaculares. Terry Shoemaker (#5), Brett Blevins (#10), June Brigman y Larry Stroman (#11) completan un excesivo baile de nombres que perjudica al conjunto de la obra pero que no acaba de arruinar la experiencia gracias a la labor de Terry Austin, que entinta todos los números menos la segunda mitad del #11, y es capaz, junto a la colorista Glynis Oliver, de darle un tono lo más unificado posible a la historia en su conjunto.
Después del buen trabajo de Mantlo tanto a la hora de presentar a los personajes como de construir un entorno propio en su primera miniserie en solitario, el guionista erró el tiro con este primer volumen de las aventuras de Capa y Puñal. Podríamos estar de acuerdo en que los personajes no necesitaban protagonizar historias de corte más superheroico y en este tomo, su encontronazo con el Doctor Muerte así lo demuestra, además de suponer un cambio de registro muy exagerado comparado con el resto de números. Pero el guionista neoyorkino no se rendiría tras la cancelación de la serie tras solo 11 números. Él sabía que no había dicho su última palabra con respecto a Capa y Puñal. Marvel, por el contrario, tenía sus propios planes para unos personajes que no tardarían en volver a las librerías pero no en solitario. Aunque eso es una historia para otro (tomo) día.
Lo mejor
• La plantilla de dibujantes y la labor de Terry Austin
Lo peor
• La historia no va a ninguna parte
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