Javier Vázquez Delgado recomienda: Hay algo matando niños 1, de James Tynion IV, Werther Dell’edera y Miquel Muerto
Edición original: Something is Killing The Children 1-5 USA (BOOM! Studios, 2019)
Edición nacional/España: Hay algo matando niños nº 01 (Planeta Cómic, 2021)
Guion: James Tynion IV
Dibujo: Werther Dell’edera
Color: Miquel Muerto
Traducción: Ignacio Bentz
Formato: Cartoné. 152 páginas. 16,95 €
Hay algo siniestro ahí fuera
Archer’s Peak es una localidad situada en el corazón de Estados Unidos en donde todo el mundo vive tranquilo hasta que, una noche, empiezan a desaparecer niños de manera inexplicable. Ninguno de ellos ha regresado, a excepción de uno solo; pero lo que trae consigo no es esperanza, sino terribles historias de lo que presenció que no muchos están dispuestos a creer. Hasta que llega una misteriosa forastera. Ella sí cree lo que cuenta el niño y afirma ser capaz de ver lo mismo que él. Su nombre es Erica Slaughter y, por si su nombre dejase alguna duda, se dedica a matar monstruos. De esta premisa parte Hay algo matando niños, la nueva serie guionizada por James Tynion IV (The Woods, Batman), dibujada por el italiano Werther Dell’edera (Briggs Land) y con color del español Miquel Muerto. Publicada originalmente por BOOM! Studios en 2019 y editada ahora por Planeta Cómic en España, esta nueva serie se define como “una inquietante historia sobre mirar al abismo… y lo que ocurre cuando el abismo te devuelve la mirada”. Claro que mirar al abismo resulta un poquito más fácil cuando llevas una motosierra encima.
Desde el primer momento, Hay algo matando niños se esfuerza por sumergirnos en su ambiente. Para ello, utiliza recursos clásicos del género de terror como escenas de crueles y sangrientos asesinatos donde las víctimas están completamente indefensas, los típicos amigos que se cuentan historias de miedo y dicen no tomárselas muy en serio aunque en el fondo estén aterrorizados, o una sensación de amenaza constante que se logra a base de combinar la aparición inesperada de peligros con la constante insinuación de esos peligros. Por ejemplo, si un personaje está solo en mitad de una carretera, se nos mostrará en un plano muy amplio para remarcar que es vulnerable y que el peligro podría venir de cualquier dirección; o si un personaje atraviesa un pasillo, ese pasillo será inquietantemente oscuro y extenso.
Dado lo difícil que es generar terror en un cómic, donde elementos como los sustos pierden mucha fuerza al no estar acompañados de ningún sonido y los lectores se sienten menos indefensos porque son ellos los que controlan siempre el ritmo de la narración, James Tynion IV nos ofrece un guion que se apoya en los detalles. No trata de incomodarnos con lo que vemos directamente porque sabe que saldría perdiendo; en su lugar, opta por sugerirnos aquello que podría haber pero no vemos, una amenaza constante que nos rodea, que sabemos que se revelará en algún momento, pero desconocemos cuándo, donde o cómo. Cuando nos encontramos con un plano excesivamente amplio o con un pasillo muy siniestro, nos preguntamos por qué el cómic ha decidido, deliberadamente, mostrarnos esas viñetas de esa forma determinada. Entre las respuestas que nos vienen a la mente, una de ellas coincide con lo que muchos de los personajes de la historia experimentan: aunque no lo veamos directamente, sabemos que hay algo siniestro ahí fuera. En este sentido, el uso del espacio negativo por parte de los autores es un ejemplo magistral de narración visual inteligente, y un aspecto esencial para lograr que los lectores sientan miedo.
Y aun con todo lo anterior, en realidad… no estoy seguro de que esta sea, en esencia, una historia de terror. Sí, tiene elementos de terror evidentes, pero no me parece que ese vaya a ser el foco principal de la serie. A decir verdad, no resulta fácil formarse una idea precisa de cómo va a acabar siendo la serie a medida que evolucione únicamente en base a este tomo; pero si tuviera que intuir por qué derroteros va a tirar, me inclinaría a decir que por los de la épica oscura, con una historia condimentada con elementos fantásticos, pero fundamentada en el desarrollo de sus personajes. Tynion IV ya hizo algo del estilo en su día con The Woods, y no me extrañaría que repitiera la misma jugada con distintas piezas. De este modo, el impactante título de Hay algo matando niños no sería más que la frase gancho que atrapase a los lectores con una premisa sencilla que vaya ganando complejidad número a número. Dado que en el mercado norteamericano la serie ya lleva 16 números anunciados y no parece estar cerca de su final, todo apunta a que, como en el caso de The Woods, estamos ante un cómic que durará lo suyo.
Aprovechando que acabo de mencionar The Woods, considero interesante señalar que el posible género de la historia no es el único elemento que comparten las dos series de Tynion IV. Ambos cómics cuentan con niños como protagonistas que pasarán por un traumático viaje hacia la pérdida de la inocencia. Durante ese viaje, la limitada visión del mundo que tienen se irá ampliando con una interesante combinación de moralejas aplicables al mundo real y moralejas pertenecientes a los mundos de fantasía presentados.
El proceso habitual a la hora de escribir a un personaje es el de que empiece siendo de una forma, pero acabe siendo de otra distinta (incluso opuesta) gracias a lo que ha aprendido a lo largo de la historia. Un ejemplo claro de esto sería el arco de personaje de Iron Man en su primera película, en el que pasa de ser un multimillonario egoísta y sin escrúpulos, obsesionado por las apariencias, que amasa su fortuna con la venta de armamento, a ser alguien que se preocupa por los demás, que deja de vender armamento a organizaciones dudosas y cuyo objetivo principal ya no es el de molar a ojos de todo el mundo, sino el de apreciar más la vida desde sus partes más humildes; un cambio que se representa maravillosamente cuando, con aspecto desaliñado, Tony se sienta en el suelo de una sala llena de periodistas y se come una hamburguesa con queso.
Sin embargo, el proceso que Tynion IV parece seguir con algunos de sus personajes, especialmente los niños, no parte de un punto A definido para llegar a un punto B muy diferenciado, sino que se plantean como una especie de lienzo en blanco, como personajes que no parten de ningún punto en específico y cuya personalidad no cambiará en base a una anterior, sino que irá definiéndose con el paso de las páginas. Vemos cómo una personalidad se crea poco a poco, y eso es algo tan inusual como interesante.
Por último, en cuanto al apartado gráfico, decir que Werther Dell’edera cumple con creces al ofrecernos un dibujo que, sin resultar especialmente espectacular la mayor parte del tiempo, narra con acierto lo que se propone y, sobre todo, ofrece unos diseños lo bastante llamativos y carismáticos, capaces de generar por sí mismos interés en el lector. Mención especial también para el color de Miquel Muerto, esencial para el correcto funcionamiento de una ambientación más que conseguida que nos guía con paso firme a través de las emociones de cada escena.
Lo mejor
• La maestría narrativa de Tynion IV.
• El diseño de los personajes y las criaturas.
• El color de Miquel Muerto.
Lo peor
• El primer tomo augura mucho, pero sabe a poco.
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