Javier Vázquez Delgado recomienda: Star Wars: The High Republic – Luz de los Jedi
Edición original: Del Rey (5 de enero de 2021)
Edición nacional/España: Planeta Cómic (mayo de 2021)
Autor: Charles Soule
Traducción: Albert Agut Iglesias
Formato: Rústica con solapas. 376 páginas. 22 €
Hágase la luz
“Todos somos la República”
Star Wars es un western. Los desiertos, las cantinas poco recomendables, los cazarrecompensas… Cambia balas por bláster, quítale del medio la ciencia-ficción y los elementos fantásticos, y salta a la vista. Incluso la primera historia de la saga la protagonizaba un joven granjero (aunque fuera de humedad) que soñaba con emociones más allá de su hogar.
Star Wars es Camelot. Las espadas, las órdenes de caballería, los nobles ideales… Quita el brillo a las espadas láser, cambia la mitología de la fuerza por la macedonia cultural de los mitos artúricos, y lo tienes hecho. Si hasta Una nueva esperanza partía con un viejo hechicero ayudando un joven elegido a encontrar su destino.
Star Wars es un western, pero nunca nos han contado la conquista del Oeste. Star Wars es Camelot, pero nunca hemos visto la tabla redonda en todo su esplendor. Hasta ahora.
Project Luminous fue el nombre en clave que ocultaba una de las iniciativas más ambiciosas de Disney para la franquicia, hasta su presentación en sociedad en febrero de 2020. Ello derivó en lo que hoy conocemos como La Alta República, una iniciativa multimedia dirigida a hacer crecer el universo expandido Star Wars como nunca antes lo habíamos visto.
La propuesta nos lleva en torno a 200 años antes de la trilogía de precuelas, concretamente 232 años antes de la batalla de Yavin, durante la fase esplendor de la República galáctica. No se trata de ese organismo corrupto e hipertrofiado que George Lucas nos presentó con el cambio de nuestra centuria, sino de un gobierno prospero y floreciente que verdaderamente se esfuerza por lograr el bienestar de todos, a través de la negociación sincera, acuerdos honestos y decisiones multilaterales. Su control se reduce fundamentalmente a poco más que el Núcleo de esa galaxia muy muy lejana que conocemos bien, pero aspira a expandirse hacia la periferia, con sus ideales de paz, prosperidad y colaboración mutua. Todos ponen de su parte, porque todos son la República.
Y nada representa mejor esos ideales que la construcción del Faro Luz Estelar, una gigantesca estación espacial localizada en los límites del Borde exterior, dirigida a guiar y auxiliar a aquellos pioneros decididos a explorar y hacer más grande la galaxia. Porque en esta época, más que nunca, viajar por el hiperespacio no es como dar un paseo por el campo, niño. Y precisamente una anomalía hiperespacial es la que sirve como detonante de Luz de los Jedi, la novela de apertura de la iniciativa, escrita por Charles Soule.
A priori esto, hace unos años, me hubiese puesto más bien sobre aviso, porque Soule nunca ha sido precisamente santo de mi devoción. Su carrera como guionista en Marvel ha dejado tras de sí un rastro de cómics legibles, tirando a mediocres en el mejor de los casos, si no directamente malos en el peor de ellos. Sin embargo, después de asumir distintas responsabilidades en cómics de Star Wars, el cambio de franquicia pareció sentarle bien al leguleyo.
Especiales (y merecidas) buenas críticas encontró su serie regular Darth Vader: Lord Oscuro, con un tono y marco temporal distinto de las series previas de la mano derecha del Emperador. Y este detalle bien podría ser una constante, cuando se le encargó relanzar la serie central Star Wars entre los episodios V y VI, y posteriormente dar el pistoletazo de salida a la Alta República.
En Luz de los Jedi, Soule parece haber terminado finalmente su metamorfosis y desplegado sus alas, presentándonos todo un universo de posibilidades en una galaxia que, no nos engañemos, tiende a girar demasiado en torno a tropos, legados y nostalgia varia. Situados a suficiente distancia temporal de lo ya conocido, pero no demasiado como para que el futuro no importe, el equipo que respalda la iniciativa de la Alta República puede demostrarnos que lo importante es el viaje, no el destino.
Porque tanto la Alta República como Luz de los Jedi son iniciativas corales: la primera en autores y medios, la segunda en tramas y protagonistas. Y ambas nos presentan una galaxia vibrante, nueva, pero al mismo tiempo reconocible. El Borde exterior sigue siendo ese territorio fronterizo y peligroso, pero no es tanto un refugio de fuera de la ley y cazarrecompensas, sino pioneros, colonos y exploradores de las rutas hiperespaciales.
Coruscant ya es casi prácticamente una urbe planetaria, y el mayor Templo jedi de la galaxia se encuentra allí, pero caballeros y maestros aún no se han apoltronado en torno a los sillones de la política galáctica. Vemos Camelot en todo su esplendor, y los caballeros jedi como inequívocamente defensores de la justicia. Luchan más que por la Fuerza, luchan por la vida, por la luz.
Y qué caballeros, qué maestros. Nunca antes (quizá sólo en algunos puntos de la nueva Orden jedi de Luke Skywalker en las antiguas Leyendas) habíamos visto tal variedad de perspectivas y filosofías en torno a la Fuerza. No me malinterpretéis, sigue manteniendo su código (siguen siendo una orden de caballería), pero su percepción de la Fuerza no es unívoca, y ello permite una enorme riqueza tanto para la Orden como para el lector.
El formato literario es especialmente útil a la hora de plasmar y describir estas visiones. Nos sumergimos en el sentimiento en la Fuerza como un inmenso océano de vida, como un árbol que todo lo abarca (como si de un Ydgrassil galáctico se tratara), o como una sinfonía de música. Hay caballeros y maestros deseosos de estirar sus límites, ávidos por comprenderla aún mejor. De servir a sus designios protegiendo la vida donde quiera que esté. Los sith han sido, teóricamente, exterminados, y sólo queda la luz, el progreso y la esperanza.
Evidentemente, hay una oscuridad más allá de las dificultades de mantener la paz y la justicia en una galaxia cada vez mayor. Pero no se trata de un oscuro maestro y su aprendiz, por más que Disney nos ponga los dientes largos con la posibilidad de un jovencito Palpatine en la serie de El acólito. El oponente principal que se nos presenta son los Nihil, una mezcla de piratas espaciales y cromados testigos casi sacados de Mad Max, que campan a sus anchas por el Borde exterior.
Detrás de sus aterradoras máscaras ocultan más de un secreto que no desvelaré aquí, suficiente a su manera para enfrentarse a jedi perfectamente adaptados a sus papeles de defensores, caballeros de brillantes espadas láser cruzados, a bordo de naves especialmente diseñadas para sus habilidades.
Es un nuevo comienzo para la saga, y no necesitas saber gran cosa para subirte al carro. Sí, evidentemente hay detalles y conexiones a todo lo anteriormente visto, a las tres trilogías y un poco más. El fan más conocedor reconocerá mundos, razas, nombres, tendencias. Deducirá conatos de problemas, grietas en armaduras, dogmatismos que presagian un futuro aciago.
Pero todo eso son pequeños guiños, engranajes diminutos que palidecen en comparación con el dinamismo que impregna la novela. Hay que reconocer el enorme mérito del escritor a la hora de manejar con éxito el juego de malabares de escenas y tramas paralelas, y en ocasiones superpuestas, sin perder un ápice de ritmo. Su tino a la hora de presentarnos una constelación de protagonistas que a veces llega a cuentagotas, y otras, a golpe de hisopo.
El lector nunca llegará a verse abrumado por un número de personajes, porque estos (ya sean políticos, militares o civiles, nihil o jedi) son presentados a fuego lento a través de los distintos capítulos (cuya duración, por cierto, varía bien conscientemente a la hora de dar más velocidad o pausa a la historia). Es posible que al terminar libro no seamos capaces de recitar de memoria los nombres de los protagonistas, pero sí su esencia. Los cambios de escena no supondrán una dificultad para seguir la historia, ya que sabrán hacerse perfectamente reconocibles con cada aparición.
Y es que, de nuevo, la simple prosa favorece que la tridimensionalidad de aquellos cobre forma. Evidentemente, las ilustraciones, cortos animados o viñetas que traten la Alta República en otros formatos (para los cuales se plantean aquí nuevas semillas) tienen sus propias ventajas, siendo la mayor de ellas asociar una imagen determinada a los personajes. Pero esta novela, a través de una narración particularmente introspectiva, nos permite ahondar en ellos de una forma fluida y en equilibrio con su entorno, viendo la galaxia desde sus ojos, y en sus propios zapatos.
Esta es una novela de apertura, y presenta situaciones y personajes que serán posteriormente desarrollados en otros libros, cómics y medios afines a la franquicia. Pero al mismo tiempo se trata de una historia por derecho propio, con apertura, nudo y desenlace, que nos deja con ganas de saber más de las incógnitas y misterios de este nuevo mundo, un poco más antiguo de lo que estamos acostumbrados.
Queremos ver a estos caballeros de la tabla redonda actuar como sheriffs y protectores de los territorios fronterizos del Borde exterior. Endurecidos pioneros con tecnología menos avanzada de la que conocemos, abriéndose paso por lo desconocido. Por una vez, un organismo político sincero en su esfuerzo común a la hora de proteger el avance de lo que es justo. Pero al mismo tiempo, esperamos adversarios a la altura: organizaciones criminales, piratas y amenazas desconocidas que nos hagan olvidar, al menos temporalmente, el fascismo galáctico con sabor a lado oscuro que sabemos espera a la galaxia muy por delante.
Nunca he sido un trekkie ni conozco la franquicia más allá de la primera película de Abrams, pero tengo la sensación de que los fans de Star Wars podrá encontrar en la Alta República lo mismo que el fandom paralelo en Star Trek: Discovery. Un nuevo mundo de posibilidades bien desarrolladas, con mimo, sobre viejos postulados que nos son familiares. Aventuras con un horizonte desconocido, pero rumbo a un futuro que conocemos y amamos.
La Alta República es todo eso y mucho más. Luz de los Jedi se propone hacer nuestra esta época y lo hace, no lo intenta. Tras los frenazos y giros bruscos de la última trilogía cinematográfica, la franquicia es una con la Fuerza, y la Fuerza está con ella. El equipo detrás de la iniciativa ha hecho bien su trabajo, y ahora le toca el lector arrimar el hombro e insuflarle su personal hálito de vida. Y así, al final, todos somos la República.
Lo mejor
• El introducirnos rápidamente en una nueva época de la galaxia Star Wars con facilidad, interés y nuevos planteamientos originales.
• La promesa de más historias en esta época, en un movimiento bien estructurado para desarrollarla a fuego lento.
• Un punto de inicio perfecto para un nuevo lector atraído por la saga, o para un espectador que quiera ampliar sus miras empezando desde cero.
Lo peor
• La diversidad de razas y descripciones puede forzar al lector a tener que buscar determinados términos simplemente para mostrar en su cabeza a los personajes protagonistas.
• Aunque bien desarrollada y emocionante, no será una historia para aquellos fans de la saga que busquen los claroscuros más propios a producciones como Rogue One.
• Las tramas paralelas y el nivel de complejidad de la saga hacen este libro más recomendable para lectores de cierta edad; los más jóvenes de la casa deberán esperar a la publicación de otras novelas (ya surgidas o programadas) destinadas a un público más juvenil, e igualmente dentro del marco de la Alta República.
Firma Invitada: @superlayo_.
Ver Fuente
Comentarios
Publicar un comentario