Javier Vázquez Delgado recomienda: ZN Indie: Novedades USA #47
Bienvenidos a la siguiente entrega de esta humilde sección. En pos de mantener la humildad debo confesar que envidio a mis compañeros, que han reseñado mejores cómics que mi selección de hoy. A ver si consigo imponerles la lectura de ese cómic que prepara ROB!…
Girls of Dimension 13 #1, de Graham Nolan y Brett Blevins. Por Jose Maria Vicente
Edición original: AfterShock Comics
Guion: Graham Nolan
Dibujo: Brett Blevins
Color: Gregory Wright
Formato: Grapa. 29 páginas. 3,99 $
Girls of Dimension 13 es un proyecto muy personal para Graham Nolan, el veterano dibujante de cómics conocido por sus trabajos en los años 90. Inspirado por sus tres hijas, se propuso crear una serie sobre heroínas fuertes e independientes cuyas aventuras evocan al Dr. Extraño de Lee y Ditko y a las tiras de prensa de Girls in Apartment-G, serie sobre las vida de tres chicas que comparten piso en Manhattan. Brett Blevins, otro veterano del cómic americano, se hace cargo de los dibujos.
Esas influencias se hacen muy evidentes nada más leer la descripción de la serie. Cuatro chicas jóvenes comparten una vivienda en Manhattan que, sorpresa, guarda un portal que enlaza nuestra realidad con una dimensión mágica que recuerda al plano astral en el que el Doctor Extraño buscaba al malvado Dormammu. La peligrosa criatura que habita esa dimensión quieren conquistar el universo, pero la suerte aún no esta echada, pues las cuatro chicas poseen poderes mágicos como los de Extraño.
Nolan y Blevins tienen claro qué cómic quieren hacer, y es admirable que quieran alabar la generación de sus hijas, pero no puedo evitar preguntarme a quién va dirigido realmente Girls of Dimension 13 aparte de a ellos mismos. Pese a ser un cómic sobre heroínas jóvenes e independiente y sus problemas en una sociedad marcada por Tinder y Uber, parece estar escrito por y para fans que quieren revivir los 90 pero con menos sexismo. Nolan no acierta ni con la caracterización de las heroínas, poco interesante, ni con los diálogos, muy superficiales. Tal y como están escritas, sus heroínas podrían ser veinte años más mayores y nadie notaría la diferencia. Por su parte, Blevins modifica su estilo para hacerlo más sencillo y colorido, como el de dibujos animados, pero el resultado final se encuentra muy por debajo de sus mejores trabajos. Su dibujo transmite la impresión de un señor mayor tratando de imitar lo que gusta a las chicas de hoy día.
No hay mejor ejemplo del problema de Girls of Dimension 13, de la desconexión entre autores y el publico potencial, que este: hay una escena en la que varios hombres tratan de agredir sexualmente a las protagonistas, a las que califican como “zorras”. Ellas responden con violencia y les llaman “sacos de mierda”. ¿Os imagináis a un público joven, y mayoritariamente femenino, leyendo un cómic así? Pese a sus buenas intenciones, Nolan y Blevins terminan creando un cómic un cómic para lectores como ellos, curtidos en los 90, la época de Spawn. ¿Y quién de esos lector tendría interés en una historia sobre chicas jóvenes?
Cold Dead War #1, de George C. Romero y German Ponce. Por Jose Maria Vicente
Edición original: Heavy Metal
Guion: George C. Romero
Dibujo: German Ponce
Entintado: German Ponce y Gabriel Rearte
Color: Protobunker
Formato: Grapa. 25 páginas. 3,99 $
Heavy Metal se propuso revivir un concepto del difunto Dan O’Bannon, una idea muy propia del escritor y director de Return of the Living Dead, película gamberra donde las haya. Imaginaros a un comando de soldados de la Segunda Guerra Mundial convertidos en zombies sanguinarios. Esa es la premisa de Cold Dead War, motivo por el cual su publicación se vio retrasada, ya que la editorial olvidó informar de sus planes a la familia de O’Bannon, a la que no le hizo mucha gracias el asunto. Afortunadamente parece que consiguieron llegar a un acuerdo mutuo, y el primer número de Dead Cold War llegó a las tiendas americanas el mes pasado.
La idea de O’Bannon era muy sencilla, una pequeña secuencia de seis minutos de la película de animación del universo Heavy Metal, a la que tituló B-17. Hacía falta desarrollarla, encontrar el modo de adaptarla a una miniserie de cuatro número. Para ese propósito la editorial fichó a George C. Romero, hijo del archiconocido director de cine que creó el género zombie. Si esperaban una visión revolucionaria del género, con el mismo impacto que el que tuvieron las películas del padre del guionista, los editores se habrán llevado una profunda decepción. Romero no se arriesga en absoluto, y, como hubiese hecho O’Bannon, se decanta por rendir un desenfadado e iconoclasta homenaje a todas esas historias de terror cutre con las que creció. En su versión, los soldados zombies conservan su conciencia y usan sus habilidades para matar a nazis que experimentan con abominaciones superhumanas con la finalidad de crear un Cuarto Reich. Más deudora del cine B no podría ser.
El guion de Romero se enfrenta a un buen desafío: interesarnos por un homenaje/parodia a un tipo de entretenimiento que ya ha sido homenajeado y parodiado hasta la saciedad; y desafortunadamente no sale muy bien parado. Le falta creatividad en la ejecución de sus ideas y sobre todo un ritmo y una prosa más fluidas. Un buen guion nos hace olvidar que la historia está siguiendo pautas predeterminadas, caso opuesto al de esta serie, en el que podemos ver la mano de su guionista moviendo a los personajes así como dictando los diálogos. Al igual que sucedía en las películas de Romero Sr., los personajes hablan y actúan en función de su rol asignado en la historia.
Afortunadamente, Romero es consciente de que nadie espera o quiere un thriller psicológico o un drama profundo, y cede gran parte del espacio a su colaborador German Ponce para que dibuje escenas de acción violentas y mucho zombie. Es la primera vez que veo su trabajo y me ha causado una muy buena impresión. Su dibujo, apoyado por las tintas de Gabriel Rearte y los colores de Protobunker, posee un estilo lo suficientemente exagerado para dibujar a zombies macarras y nazis en situaciones imposibles, y lo suficientemente realista para darle impacto a las escenas de violencia. Si bien en ocasiones se puede hacer difícil seguir sus escenas de acción dado su gusto por apilar viñetas, y sospecho que aquí también pudo haber influido mucho la poca experiencia de Romero escribiendo guiones, narrativamente también cumple.
Concluida la lectura de este primer número, no me atrevería a recomendar la serie. La buena labor del equipo artístico no compensa las limitaciones del guion, incapaz de suscitar interés por los personajes o el contexto. No os decepcionaría, pues como he comentado Romero sabe qué es lo que los lectores buscan; pero ¿quién querría leer esta serie habiendo tanta serie que también homenaje el cine de terror clásico y además de mayor calidad?
Jonna and the Unpossible Monsters #1, de Chris Samnee y Laura Samnee. Por Alfonso del Pino.
Edición original: Oni Press
Guion: Chris Samnee y Laura Samnee
Dibujo: Chris Samnee
Color: Matt Wilson
Formato: Grapa. 26 páginas. 3,99 $
Jonna and the Unpossible Monsters es un cómic muy curioso por varias razones. Para empezar, llama inmediatamente la atención que los encargados de realizarlo sean Chris Samnee y Laura Samnee. En contra de lo que suele ser habitual, Chris se pone al mando del guion junto a su esposa Laura para contarnos la historia de Rainbow, una chica que lleva más de un año buscando a su hermana Jonna, a la que vio por última vez cuando unos monstruos enormes y peligrosos comenzaron a aparecer por todo el planeta. Ahora, la humanidad está al borde de la extinción y los pocos sitios medianamente seguros que quedan son asentamientos en los que Rainbow se niega a quedarse. Sabe que su hermana está ahí fuera, en alguna parte, y hará lo que sea necesario para encontrarla.
Otro aspecto fundamental que ha condicionado la creación de esta obra es la pandemia. Según el matrimonio Samnee, este cómic surgió como una forma de intentar compaginar su vida laboral con la tarea de cuidar a sus tres hijos. De este modo, no solo las dos hermanas protagonistas están muy basadas en sus dos hijas mayores, sino que el propio proceso creativo que han atravesado para ofrecernos esta historia ha consistido en una actividad familiar por sí misma. Al parecer, la mayoría del cómic fue surgiendo sobre la marcha, en pequeñas conversaciones que los miembros de la casa iban manteniendo en la cocina. Mientras Chris y Laura pasaban tiempo con sus hijos, les iban contando la historia de Jonna y Rainbow, acompañada a menudo de bocetos rápidos para ilustrarla. A esta dinámica se sumaban encantados sus hijos, quienes también aportaban ideas para la trama y dibujaban junto a sus padres para expresar las locas ideas que revoloteaban por sus pequeñas cabezas y, sobre todo, para pasárselo bien.
El principal reclamo de esta nueva serie es el dibujo de Chris Samnee, garantía siempre de una narración visual exquisita con la que deleitarse los ojos. Concretamente en este cómic, la premisa le permitirá pasárselo en grande con la creación de esos “monstruos imposibles” a los que se refiere el título. El propia Samnee ha dicho que esa es la parte que más le ha gustado idear.
En su primer número, Jonna and the Unpossible Monsters apenas nos deja entrever una pizca de lo que puede acabar siendo. Estamos ante una lectura exprés, de esas de visto y no visto con la que es difícil sacar conclusiones. Lo que sí sabemos por ahora, sin embargo, es que esta es una obra con la que nos divertiremos, hecha desde el cariño de una familia sometida, como el resto del mundo, a unas circunstancias extraordinariamente difíciles. Está hecha desde el corazón, y eso es algo que se nota en todo momento.
Proctor Valley Road #1-2, de Alex Child, Grant Morrison y Naomi Franquiz. Por Edu Sesé.
Edición original: BOOM! Studios
Guion: Alex Child, Grant Morrison
Dibujo: Naomi Franquiz
Color: Tamra Bonvillain
Formato: Grapa. 33 páginas. 3,99 $
Mientras no nos termina de quedar claro si Grant Morrison se va de DC o no, el legendario guionista escocés sigue dejando por aquí y por allá nuevos trabajos que saben adentrarse en parajes de lo más variopintos. Sin ir más lejos, lo último que hemos podido ver es ni más ni menos que una incursión en el terror adolescente. Eso sí, en este caso el guionista ejerce como escudero, pues la idea original surge del guionista de TV y debutante en el cómic Alex Child, co-guionista de la obra y creador del concepto original que terminaría convirtiéndose en Proctor Valley Road.
La trama nos lleva hasta junio de 1970, en el pueblo de Chula Vista, California. Cuatro amigas gamberras y socarronas se devanan los sesos por conseguir dinero para el próximo concierto de Janis Joplin, y August tiene una idea loca: realizar tours terroríficos por la siniestra carretera conocida como Proctor Valley Road, sobre la que pesan incontables leyendas. Sin embargo, lo que empieza como un juego termina convirtiéndose en algo mucho más serio cuando tres chavales desaparecen tras haberse adentrado en el paraje maldito.
Lo que Child y Morrison nos muestran en estos dos primeros números es un tipo de historia teen horror de manual, al más puro estilo de Stranger Things o It. Su planteamiento no resulta especialmente rompedor, pero se apoya con fuerza sobre su reparto protagonista para conseguir enganchar ya en su primer número. Los guionistas se esfuerzan por convertir a su cuarteto de chicas en un elenco al que rápidamente consiguen caracterizar gracias a unos diálogos veloces y afilados, eliminando cualquier posible enfoque naíf de sus relaciones. Las protagonistas de Proctor Valley Road son incorregibles, ingeniosas y reivindicativas, la historia de terror en la que se sumergen quizás no es (por el momento) especialmente atractiva, pero además de no huir de la sangre sirve como chispa para impulsar las interacciones de las chicas, el elemento en el que más brillan estos primeros compases.
Realiza también un gran trabajo Naomi Franquiz, artista a la que este mes podremos ver en la edición española de Historias de Harrow Couty, que con su estilo expresivo y algo cartoon consigue crear un aspecto en perfecta consonancia con el tono del guion de Child y Morrison. Es posible que la narrativa de algunas escenas de terror resulte algo acelerada y brusca en ocasiones, pero en general realiza un trabajo notable, y los vibrantes colores de Tamra Bonvillain le aportan una magnífica energía a la obra.
En definitiva, Proctor Valley Road es un estreno fresco y divertido. Si os gustan las historias juveniles de terror clásicas, en las que un grupo de amigas se enfrenta a sanguinarios monstruos, os entretendrá seguro. Y si no, parece que próximamente podréis verla en la pequeña pantalla de la mano de NBC Universal.
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