Javier Vázquez Delgado recomienda: Sueños pesados, de Alberto Breccia

Edición original: El hombre y la bestia (Alter Alter nº 8, 1982), La última visita del caballero enfermo (Quattro Incubi, 1985), La noche de Camberwell (Quattro Incubi, 1985), El anciano terrible (Cauchemars, 2003), Mujima (Cauchemars, 2003)
Edición nacional/España: Sueños Pesados (ECC, Febrero 2021)
Guion: Alberto Breccia y Norberto Buscaglia
Dibujo: Alberto Breccia
Formato: Cartoné. 58 páginas. 14,95€

Sueños y ficción, compañeros de recreo

“Soy nada más que la figura de un sueño”

Volvemos a traer al maestro del pincel Alberto Breccia. Ya nos encontramos con él, no hace mucho en Buscavidas, Había otra vez… el lado oscuro de los cuentos infantiles, Adaptaciones de Edgar Allan Poe, Un tal Daneri, Los mitos de Cthulhu o Mort Cinder. En esta ocasión os traemos otro de los trabajos recopilados por la editorial ECC de este renombrado autor, y que tanto nos gusta a los fans del buen cómic. Estad atentos, pues a no mucho tardar vendrá a hacernos una visita a la página su inabarcable Perramus. Pero por ahora concentrémonos en lo que nos toca, que no es poca cosa. Pues en esta recopilación de adaptaciones oníricas que van desde el año 1982, pasan por el 1985 y dan un salto al 2003, Alberto Breccia nos vuelve a dejar sentados con sus pinceles. Comencemos con la función.

Los sueños. Los grandes desconocidos, tan enigmáticos, tan huidizos, y sin embargo tan inseparables e incontrolables. Es por todos sabido que los sueños han sido una gran fuente de inspiración, tanto para la literatura, como para el misticismo, la mitología, y en general para todo lo referido a lo incognoscible. Eran interpretados como presagios, como mensajes encriptados del Dios o Diosa de turno, o simplemente como un proceso mental involuntario en el que se produce una reelaboración de la información almacenada en la memoria. Pese a los tiempos tan “avanzados” que corren, en los que miramos al planeta rojo con intención de pisarlo entre otras cosas, aún no acabamos de tener claro lo que está más cerca de nosotros mismos: nuestra cabeza. Y los sueños son una de esas cosas que aún a día de hoy se nos escapan, más allá de la conjetura teórica, y eso la literatura lo sabe; lo lleva sabiendo mucho tiempo. Por ello, ese gran campo de cultivo que son los sueños para la ficción, ha sido cien y mil veces arado, sembrado y recogido. No es de extrañar que entre todas esas cosechas podamos encontrar frutos maduros y jugosos, y Alberto Breccia, dada su predilección por los atractivos de la psique en las narraciones, investigó en muy variadas plantaciones. Esto fue lo que encontró.

El arte de adaptar sin perder la autoría

En este volumen nos encontramos una recopilación de cinco adaptaciones de relatos y novelas cortas, cuyas extensiones varían entre las 7 o 10 páginas. Un hombre que cree ser un sueño, un anciano algo reservado, una mujer que parece llorar desconsolada, un tal Jekyll y otro tal Hyde, y un hombre que no puede más que creer en lo que ha visto.

Con la ensoñación y la psique como principales pilares en todas las adaptaciones, el volumen propuesto por ECC nos emparenta a gigantes como H.P. Lovecraft o Robert Louis Stevenson, pero que se miden en los pinceles de Breccia a la misma altura que, Lafcadio Hearn, Jean Ray y Giovanni Papini, que son los autores de las restantes tres adaptaciones, y en mi opinión, en el caso de los dos últimos, tratados con mayor maestría en las páginas del dibujante argentino, gracias a sus premisas extremadamente atractivas. De esto tiene mucha culpa Norberto Buscaglia, quien adapta el guion de ambos dos y el de Lovecraft, siendo Alberto Breccia el autor completo de las dos adaptaciones restantes, la de Stevenson que es la más larga, y la de Lafcadio Hearn, que es curiosamente la más corta, y muda.

Los relatos tienen un perfume común en fondo y forma. En el primer caso es gracias a los temas tratados, como es evidente, pero hay algo más, algo que solo un verdadero autor puede tener al adaptar varias historias de autores diferentes, juntarlas en un volumen y que parezcan sacadas de una misma mente creadora. Y eso se llama estilo narrativo. Se consigue en el caso de los cómics, en primer lugar, con una propuesta única, genuina en el tratamiento de los personajes y, como no podía ser de otra manera, en el tratamiento de los espacios que ocupan y en la manera en la que nos trasladamos como lectores entre ellos. Esto nos lleva al segundo elemento de ese perfume autoral, la forma, y del que Alberto Breccia es un maestro entre los maestros.

En el apartado gráfico es cuando entramos en la zona de confort en cuanto al autor se refiere. Aquí es amo y señor de todo cuanto acontece. No nos encontramos, como es costumbre, ninguna adaptación que tenga su característico blanco y negro con el que hizo las delicias en tantos otros trabajos, sin embargo, no los necesita para deslumbrar. Con su inconfundible estilo de figuras deformadas pero siempre expresivas, llena cada relato de colores apagados pero de mucha presencia narrativa. La pincelada queda marcada en cada viñeta como si fuera imposible que ese mundo pudiese existir fuera de esa realidad tan abrupta, tan sugestiva en la bruma que parece ir siempre unida a las páginas del autor.

Cada viñeta, de cerca, parece ser un ser en sí mismo, con vida propia, un ente de aspecto impreciso pero evidentemente agresivo, no obstante, al alejarla las formas cobran sentido y la agresividad se enfoca, se concentra en las siluetas que se definen. Y cuando todo ello se engloba dentro de la página, vemos que cada uno de esos animales agresivos, de forma ahora definida, forman un único espécimen, en el que se vislumbra la belleza de la unión de seres contrahechos. Todo esto que es casi un milagro, en el que lo feo y desproporcionado se vuelve hermoso y casi escultural. Se logra también gracias a la intuición con la que Breccia escoge la angulación en la que mostrar a los personajes, la velocidad, en ocasiones vertiginosa, otras pausada como el tragar de alguien que se esconde de su probable asesino, y la disposición de las viñetas. Cada elemento citado siempre a favor de la narración, que al verse en su conjunto por los lectores no se puede más que repetir: Gracias.

Un buen adalid de lo onírico

Por concluir, Alberto Breccia siempre es una apuesta segura en el mundo del noveno arte, y este volumen no es una excepción. El componente onírico es algo que al autor le queda como un guante gracias al estilo que siempre va con él, y a su propensión hacia este tema, recurrente en su obra. Este compendio también nos otorga a aquellos que hayamos leído las obras que adapta, una visión singular de todas ellas, las cuales merecen la pena por la concreción de sus planteamientos originales, no siempre enfocados en los principales de las obras.

Pues como pasa con estos autores que planean con su arte entre lo real y la ficción, entre la vigilia y el ensueño, siempre hay algo que recoger de lo que siembran, aunque sus frutos estén hechos de ideas, aunque estén hechos de sueños.

Lo mejor

• La unión que se logra entre los diferentes relatos de tan diferentes autores, gracias a la unificación de un estilo narrativo preeminente.
• Que lo feo se convierta en bello, algo a lo que nos tiene acostumbrados, pero que nunca deja de sorprender.
• El uso de los tiempos, concretamente en el último relato, que junto con el primero son los dos grandes destacados del grupo.

Lo peor

• Que, como todo, se acaba.



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