Javier Vázquez Delgado recomienda: Tribuna Marvel. Los Vengadores de Jim Shooter
Este mes de mayo, contamos con un nuevo volumen recopilatorio de los Vengadores, el que hace ocho, en formato Omnigold. Se da la circunstancia de que se continúa la etapa de Jim Shooter, que había empezado a ser el escritor titular a partir del #156. Este tomo comienza en el #164 (que se data en octubre de 1977), una fecha muy próxima a la ascensión de Shooter a editor en jefe, a comienzos de 1978. En estas historias, el guionista eleva las apuestas, todavía un poco más, tirando de un recurso tan volátil como la épica. Cada una de las amenazas que tocaba enfrentar a los Héroes más poderosos de la Tierra, debía superar a la anterior: Gravitón, Nefaria, Ultrón, Korvac… Un crescendo permanente que no daba ni un solo respiro a los lectores.
Estos Vengadores de Shooter contienen algunas historias legendarias, momentos únicos a los que se referencia, de manera permanente, por parte del aficionado clásico. Aunque en este volumen tenemos el relevo natural de David Michelinie en la escritura, debido a la carga de trabajo de Big Jim, con ciclos tan importantes como “Noches de Wundagore”, nos vamos a quedar con la parte del editor en jefe. Tanto la “Trilogía de Nefaria” como la “Saga de Korvac” son tramas de una calidad artística notable, lo que nos ha hecho plantearnos un pequeño juego con ellas, ¿cuál de las dos gusta más? Por supuesto, siempre en sentido figurado, tenemos a dos redactores defendiendo, cada uno de ellos, su versión preferida. Pero antes, sabiendo lo polarizada que están las opiniones sobre Jim Shooter, vamos a dejar una pequeña semblanza sobre el autor, puesto que no todo es blanco y negro, a veces hay posibilidades de grises en la carrera de un Shooter que marcó una época en el cómic de superhéroes.
Jim Shooter, ¿y quién es él?
Nuestro protagonista es alguien que vivió el cómic desde una temprana edad. Para empezar, se le considera un niño prodigio. Desde su etapa en la primaria, en la que destacó por sus altas capacidades, pasando por el mercado laboral, ya que vendió su primer guion para una historia en una major con solo 13 años. Sí, lo han oído bien, 13 años. Consiguió colocar un argumento para la Legión de Superhéroes de DC y comenzó a concatenar una serie de asignaciones como freelance en la editorial de Batman y Superman. Algo del todo curioso y muy ilegal, pero en la familia Shooter hacía mucha falta el dinero. El padre de Jim trabajaba muy duro para traer el sustento a casa, en su Pittsburg natal, aunque su bajo nivel cualitativo (un simple operario del acero) hacía que siempre llegase con lo justo. Nuestro muchacho aprendió desde muy joven una ética de trabajo muy estricta, a sabiendas de que el mundo no era un lugar de color de rosa. Durante una temporada, el chico ocultó la problemática de la edad a su superior al mando, que no era otro que el terrible Mort Weisinger, autor y editor de gran reputación, pero lamentable como persona. Es bien conocida su manera autoritaria de afrontar las relaciones laborales, con gran cantidad de leyenda negra sobre sus abusos. Y Shooter fue otro de los muchos que tuvo que aguantar sus malos modos.
Con apenas 14 años, el muchacho le confesó a Weisinger que era menor de edad. Pudiera parecer que el editor cortaría de raíz cualquier tipo de acuerdo profesional pero no; es más, le pareció hasta un reto, puesto que Shooter recuerda que siempre se refería a él como su “obra de caridad”. El hecho de que fuera un simple infante no le libraba del maltrato psicológico, ya que nuestro autor ha declarado que lo más suave que le espetaba el bueno de Mort era llamarle “idiota” o “puto retrasado”, a gritos, claro. Shooter aguantó la presión, momentos terribles, más que nada porque el sueldo de escritor de cómics le venía muy bien a la economía familiar. También es cierto que el trabajo con un negrero y peor persona como Weisinger le permitió conocer bien el negocio a una edad muy temprana. En plena adolescencia, ocupó un puesto de guionista en la oficina de Superman, durante gran parte de los años sesenta, además con la convicción de que siempre había que entregar a tiempo, sin excusas, gracias a la presión de su maldito editor.
En 1969, fue aceptado en la universidad de Nueva York y de paso, obtuvo una interinidad en Marvel Comics. Esto le hizo plantearse su futuro ya que no podía cubrir todos los registros, por lo que prefirió abandonar DC y centrarse en los estudios.
Los años setenta representan un periodo confuso para Shooter, con idas y venidas, sin ver una beneficiosa resolución. Tuvo que abandonar los estudios universitarios, por falta de liquidez económica, lo que le hizo retornar al lugar donde más éxito había tenido hasta el momento, DC Comics. De nuevo, allí tuvo que lidiar con tipos poderosos, que no se lo pusieron nada fácil, como Julius Schwartz o Murray Boltinoff, editores que no paraban de generarle problemas. Cada vez más convencido de que aquello no era para él, Jim miraba hacia la acera de enfrente, Marvel Comics, ese lugar idealizado que tantas horas de diversión le dio de niño, una empresa en la que tenía la convicción de que podía triunfar, si le daban la oportunidad.
Jim Shooter se plantó en las viejas oficinas de Marvel, el 575 de Madison, en enero de 1976. Como ya hemos comentado, conocía la editorial de una breve interinidad en la compañía, a finales de los sesenta. Pero aquel Bullpen no se parecía en nada a este, todo era caos y descontrol. Nos encontramos ante una época convulsa en la Casa de las Ideas, donde la libertad campaba a sus anchas, ya que casi nadie estaba interesado en poner orden en un lugar repleto de energía creativa. El propio Jim lo relata así: “era un caos y todo iba tarde. Estaba muy desorganizado, y en un tiempo bastante corto estuve en Marvel tres veces, en las que vi tres editores en jefe diferentes, Roy, Len y Marv”.
Shooter fue a la editorial de Spiderman tratando de buscar aire limpio, por lo que no le importaba empezar por lo más bajo. Marv Wolfman contrató a nuestro protagonista como editor asociado, un puesto sencillo que requería ser una especie chico para todo. En estos días, Shooter revisaba guiones, escribía su propio material e incluso llegó a hacer sus propios pinitos en el apartado gráfico, aunque dejó de lado muy pronto su fase de artista. La inestabilidad de la compañía afectaba y mucho a la organización del trabajo. De hecho, Wolfman abandonó el máximo puesto dos meses después de fichar a Jim Shooter, asumiendo el cargo Gerry Conway, que describía el Bullpen tal que así : “un puñado de guionistas se habían montado sus pequeños feudos. Dirigían sus cinco o seis títulos como si ellos fueran editores. Así que acababas con una organización amorfa y disfuncional sin ninguna línea de autoridad. Había muchos egos desbocados, porque nadie le decía a nadie que tenía que hacer”.
El cambio de actitud de la regencia de Wolfman a Conway se dejó notar en el núcleo duro de la editorial. Shooter recuerda el momento exacto del canje: “Gerry se dejó caer el día de antes de hacerse cargo y produjo terror, llantos, aullidos y rechinar de dientes. Había pánico en todas partes”. Eso era la sensación para el común de los trabajadores, pero no para Big Jim. Después de haber circulado bajo los designios de Weisinger y demás editores de DC, aquello le parecía un bálsamo de aceite. Es más, comulgaba con la exigencia de un mayor orden y de una pérdida de privilegios, como bien demostraría a su llegada al máximo puesto de editor.
Gerry Conway duró un suspiro en el cargo, incapaz de controlar ese puñado de creadores con ganas inusitadas de innovar. Sustituido por Archie Goodwin, se puede decir que estamos ante el momento de ascenso de Shooter, tras una breve estancia en la compañía. Goodwin era alguien de increíble talento, además muy interesado en la edición de los tebeos, pero nunca puso gran pasión en la manera empresarial de gestionar la Marvel de la época. Así, Shooter pudo ganarse su confianza, haciendo ese trabajo incómodo que tanto le desagradaba y de paso conectarse de manera directa con el Publisher, nada menos que Stan Lee. La relación entre Lee y Shooter no comenzó con buen pie, ya que Stan no creía en las capacidades del nuevo editor para controlar la situación. Curiosamente, se le consideraba el segundo al mando y era el que se llevaba todos los rapapolvos de Stan Lee, mientras que Goodwin se abstraía en otros quehaceres.
Palos con gusto no deben doler, ya que nuestro protagonista tenía un objetivo claro, suceder a Archie Goodwin como editor en jefe. Mary Jo Duffy, otra persona muy cercana a Goodwin, así nos lo hace saber: “Jim Shooter quería ese puesto con desesperación, con desesperación y con desesperación. Era la mano derecha de Archie, pero en realidad quería ser Archie. En cierto sentido, toda su etapa trabajando para Archie fue como si hiciera una prueba para el puesto…”. En cambio, Jim siempre se ha defendido de tales ataques, echando balones fuera y señalando hacia las altas instancias: “Stan empezó a darse cuenta de que Archie no quería tomar las riendas y despedir a la gente; sabía que Archie no era un administrativo….”. La cuestión es que la editorial necesitaba tomar medidas, porque la situación no era nada boyante, y Shooter le había planteado ciertas posibilidades a Stan que habían funcionado en DC, como la designación de responsables por áreas, que controlasen la producción.
Lee toma la esperada decisión a finales de 1977, dejando a Archie Goodwin en mal lugar y totalmente decepcionado. Jim Shooter sería el nuevo editor en jefe a inicios de 1978. Roy Thomas, el pupilo preferido de Stan, le escribió una carta privada, en cuanto supo la noticia, dejando perlas como estas: “le dije que Jim quería el poder absoluto y que yo no podía convivir con esa situación, y que no lo haría, y que pensaba que era tan ambicioso que bailaría sobre nuestras tumbas”. A pesar de todos los ruegos y quejas, la decisión había sido tomada y sería inapelable. Shooter ocuparía el cargo desde 1978 hasta 1987, una de las regencias más largas y prósperas, a nivel económico, de la compañía.
Jim Shooter tenía que claro lo que había que hacer, la desaparición de la figura de autor-editor, una de las grandes conquistas de los creadores en los setenta, y que todo, absolutamente todo, debía pasar por sus manos. Fraccionaría la editorial en oficinas, al mando de cada una de ellas pondría a alguien de su confianza, lo que equivalía a seguir sus designios, a pies juntillas. Es obvio que esta visión estricta de las cosas le acarrearía no pocos conflictos, pero los excelentes resultados, en materia económica, lo respaldaron casi todo su periplo, por lo que gozó de la confianza de los ejecutivos.
En este punto, es habitual sacar el palo para hablar del Shooter tirano y malcarado que dirigió la editorial, con mano de hierro, sin ningún tipo de remordimiento. Sobre esto se ha escrito tanto. Quizás el texto más conocido sea el de Gary Groth, en The Comics Journal, una extensa columna titulada “Jim Shooter, Our Nixon” (gasten el tiempo en echarle un ojo, no tiene desperdicio), donde se hace un repaso minucioso de la figura de nuestro protagonista, en clave tremendamente despectiva. Sería sencillo recrearnos en esto, pero vamos a buscar sus luces, más que sus sombras, que son públicas y notorias.
Algo que no suele tener en cuenta es que uno de sus primeros objetivos fue conseguir más dinero para sus creativos. El cómic americano ha trabajado con el “work for hire” como mantra durante tantos años, que el hecho de que Shooter alcanzara su objetivo, el subir el ratio por página, nos puede parecer un logro muy escaso, sobre todo si se compara con el creator-owned, tan habitual en la actualidad. Pero Shooter lo hizo, algo de lo que no se preocupó ninguno de los anteriores editores en jefe. Su razonamiento era inapelable: “siento que si pagas a artistas y escritores, estás invirtiendo dinero; y cuando más inviertas, la gente más feliz se encuentra, y más capacitados de centrarse en su trabajo… en mi posición, puedo ir y luchar por conseguir más dinero para ellos. Y eso es lo que voy a hacer”. Palabras públicas del editor en 1981 que se convirtieron en realidad, como podemos demostrar en algunos ejemplos. En la primera mitad de ese año 81, instauró una nueva línea, las Marvel Graphic Novels, y en ella introdujo como bonus una cantidad extra, a modo de royalties, por las ventas. Hay que tener en cuenta que los personajes no eran de creación propia, por lo que la inclusión de esos royalties era toda una innovación. Como la idea funcionó, ese mismo proceder se trasplantó a la línea general, la del comic-book, a finales de año. Por ventas superiores a 100 mil ejemplares, los creativos (guionista, dibujante y entintador; ni colorista ni rotulista estaban incluidos) podían ganar una cantidad extra a lo estipulado. Así, el primer título que consiguió esto fue el Daredevil de Frank Miller, añadiendo 6 mil dólares de ganancias para el autor. Otros casos conocidos son John Byrne (por su primer número de Alpha Flight ganó 30 mil dólares extras) o Chris Claremont, ya que la Patrulla-X era un top ventas (se estima que en 1985 se llevó unos 230 mil dólares debido a estos incentivos).
Aparte de tener contento económicamente a su equipo, lo más urgente era que la editorial funcionara como un reloj. Puede parecer una tontería, pero Marvel llevaba años sin cumplir sus fechas con la imprenta; teniendo en cuenta que ese pequeño detalle les penalizaba, con la consiguiente pérdida de dinero, se puede entender que el presidente de la editorial le preocupase esa cuestión. Pues bien, a finales de 1978, es decir, a pocos meses del ascenso de Shooter, la compañía fue capaz de cumplir con sus obligaciones, llegando a cumplir las fechas, de manera permanente, por primera vez en toda su historia, generando una gran tranquilidad en las altas instancias. Nada mal ya que el editor fue aumentando la cantidad de títulos hasta llegar a las 75 publicaciones al mes. Obviamente, ese resultado venía dado por una estructura más férrea, con exigencias y plazos inquebrantables que cumplir.
Las ventas de los cómics subieron espectacularmente. A finales de los años setenta, el presidente de Marvel, el inclito Jim Galton, tenía serias preocupaciones ante una crisis importante. A partir de verano de 1979, estas se estabilizaron, comenzando a crecer, paulatinamente, consolidando a la Casa de las Ideas como la editorial americana líder del sector, con mucha distancia de DC Comics, dominando las listas de éxitos. Esa confianza en sus productos, le llevó a trazar determinados contratos con conocidas marcas, obteniendo variadas licencias, algo que ya era habitual en la Marvel previa a su llegada, pero que el buen Shooter logró hacer de ello algo ventajoso para la compañía.
A nivel artístico, su más celebrada creación es la línea Epic, que comenzó con la sencilla Epic Illustrated, una revista antológica que poco a poco fue creciendo. La clave para su importancia tiene que ver con los derechos de autor, ya que Shooter se propuso que fuera un espacio de creación propia para los profesionales que laboraban en Marvel. Según la intrahistoria conocida, el presidente, nuestro James Galton, quería impulsar los magazines a color, aspecto que fue aprobado por Cadence en 1979. Rick Marshall sería designado como el primer editor, aunque su estancia fue efímera, pasando a ser asociada a Archie Goodwin, hasta la triste cancelación de 1985. A partir de aquí, la publicación fue ganando prestigio, con un cuidado sabor a álbum europeo, que daría lugar a la línea Epic, con obras tan importantes bajo su paraguas como Dreadstar, Alien Legion, Marshal Law o Moonshadow, por no hablar de que fue el hogar para la publicación en los USA de tebeos muy importantes de mercados ajenos, como Akira, el Incal o Blueberry. La importancia es trascendental ya que los autores retenían sus derechos y además obtenían las bondades de pertenecer a una major de primer nivel.
Otra aportación del editor en jefe es la inclusión de los recopilatorios en librería especializada. El cómic americano siempre ha pecado de mirar a corto plazo; la grapa mensual y pare usted de contar. En los propios tebeos a veces se podía optar a conseguir números atrasados, pero lo que primaba era obtener la suscripción de los lectores a la mayor cantidad de revistas y así asegurar la entrada de caudales. En el año 1984, Shooter consiguió que le aprobaran la posibilidad de recopilatorios. Los dos primeros fueron la “Saga de Fénix Oscura” y “El Demonio en una Botella”, abriendo un camino para la diversificación de las diferentes publicaciones, que ha llegado hasta hoy día. Recordamos, nadie, hasta ese año 84, había pensado en sacar formato recopilatorio de grandes sagas.
Cuando vemos todos estos temas, uno puede pensar que muy bien a nivel empresarial, pero qué tal a nivel personal. Y ahí la cosa va por barrios. Es bien cierto y muy aireado, que Shooter tuvo muchos problemas con los trabajadores de la compañía. Gente como Marv Wolfman, Len Wein, Steve Gerber, Roy Thomas, Doug Moench, George Pérez o John Byrne salieron en muy malas formas de la compañía, debido a las injerencias del editor. Incluso, alguien como Moench culpó directamente a Shooter de la muerte de Gene Day, debido a la presión a la que era sometido el artista. Acusaciones muy graves a las que siempre ha tenido que hacer frente Big Jim. Gente como Gary Groth contribuyó de manera constante, con todo tipo de escritos donde se aireaban este tipo de situaciones. Otros estudios muy populares, como el libro de Sean Howe, “Marvel. La Historia jamás contada“, se muestra claramente contrario a las decisiones de Shooter, dejándole continuamente en la picota. Una imagen de tirano repugnante ha ido ganando cuerpo en la comunidad. La verdad es que no cuesta encontar creadores que defienden al antiguo editor en jefe de tales acusaciones. No hablamos de claros afectos a su persona, ya saben, los David Michelinie, Bob Layton o Mark Gruenwald, sino de gente nada proclives al establishment que hablan muy bien de su relación profesional con el editor, como Jim Starlin o Steve Englehart. Un terreno pantanoso que daría lugar a un interminable cruce de declaraciones entre facciones encontradas. Más allá de las animadversiones personales, la realidad es que la editorial vivió uno de los momentos de mayor gloria, una etapa de oro que muchos analistas equiparan al inicio de la Era Marvel.
Su figura como editor es más bien controvertida. Sin embargo, no se puede negar que su trabajo como guionista fue el que le elevó al estrellato. Su carrera en DC más su aportación a Marvel (y aventuras posteriores como Valiant) dejan un perfil de escritor más que competente. Sus Vengadores se encuentran entre las obras más recordadas de Jim Shooter y como tal, tenemos un perfecto ejemplo en el último OG de la formación. En él contamos con un par de sagas míticas, a las que merece la pena echar un ojo. “La Trilogía de Nefaria” o “La saga de Korvac“, ¿de qué lado estas?
Defendiendo La Trilogía de Nefaria, por Luis Javier Capote Pérez
Hablar de la “Trilogía de Nefaria,” publicada originalmente entre los números 164 y 166 del primer volumen de The Avengers, supone hacerlo de una aventura de la que la afición veterana guarda un buen recuerdo, pues marca el inicio de la publicación de las aventuras del grupo más poderoso de la Tierra marveliana bajo el sello de Comics Forum. Bien es cierto que la historia ya había sido editada por Vértice, poco tiempo después de que su edición original hubiera visto la luz en los Estados Unidos, pero sería con ella que los Vengadores volverían a los quioscos españoles, tras algún que otro vaivén editorial. La década de los ochenta del siglo pasado pilló a la colección habiendo alcanzado casi a la edición estadounidense, lo que obligó a Vértice a tirar de reediciones, hasta el quincuagésimo número de su segundo volumen. A continuación, y bajo el sello Mundicomics, se editarían cuatro números entre octubre de 1981 y marzo de 1982, los cuales contenían los números 194 a 200 de la serie original. Habría que esperar otro año para encontrar el primero editado por Forum, fechado en febrero de 1983. Este nuevo número uno iniciaría una presencia vengadora por estos pagos que, con sus altibajos, se ha mantenido hasta la actualidad.
En estos tiempos, en los que la edición española de los tebeos marvelianos está centralizada en una única empresa –Panini– y el intervalo entre publicación original y obra derivada es corto, resulta un poco difícil concebir que hubiera una época en la que esto no fuera así. Sin embargo, entre finales de los setenta y mediados de los ochenta, la publicación de los cómics de Marvel en España fue un entrañable desorden en el que varias empresas y formatos de todo tipo coexistían en el mercado. Con los años, Planeta DeAgostini, a través de Comics Forum, se iría haciendo con el control y, para 1990, se había convertido en una de las más importantes licenciatarias del material de la Casa de las Ideas.
La política de Forum respecto de sus ediciones fue bastante variable. En algunos casos, se continuó a partir del último número estadounidense que hubiera tenido edición en España. En otros, se reeditaron varios arcos argumentales, de manera que podemos encontrar varias ediciones patrias de un mismo cómic yanqui. En el caso de Los Vengadores,la decisión tomada fue esta última, lo que trajo consigo que los números 164 a 200 de la serie original fueran reeditados. Las razones o, mejor dicho, mis especulaciones, son varias: por un lado, el hecho de que la colección de Vértice se hubiera acercado tanto a la edición anglosajona; por otro, el hecho de que Forum mantuviera el formato de número y medio de sus predecesoras, con el consiguiente riesgo de que la historia y el problema se repitieran otra vez. Sin embargo, creo que también pesó bastante el hecho de que, después del polémico y vergonzante ducentésimo número, la colección cayera en una atonía de la que no saldría hasta la llegada de Roger Stern. No era buena idea lanzar la colección en medio de un baile de números de relleno, con equipos creativos circunstanciales y con aspecto gráfico no muy atractivo, así que no resultó extraño que se publicaran nuevamente las aventuras de la etapa anterior que, pese a su decepcionante final, contenían momentos ciertamente memorables.
La “Trilogía de Nefaria” es el prólogo de una serie de historias en las que el grupo quedará definido en sus características principales para los siguientes veinte años. Desde cierto punto de vista, habría que decir que, en esos tres números es más importante lo que sucede entre las bambalinas de las tramas secundarias que en la batalla principal, si bien sería injusto restar importancia a ésta. El conde Luchino Nefaria es un viejo conocido del grupo, si bien hasta ese momento había operado como una suerte de jefe criminal del trasunto mafioso de Marvel. Aquí adquiere el aspecto y el nivel de poder con el que le hemos visto desde entonces, con ocasionales visitas al otro barrio. Asistimos a la transición de patrono que no se ensucia sus aristocráticas manos a la de súper-hombre que ansía medirse con oponentes del nivel de Thor, usando para ello a otros viejos conocidos de la parroquia vengadora como el Hombre Poder, Torbellino o el Láser Viviente.
El equipo vengador al que se enfrentan Nefaria y sus despistados sicarios aún es un poblado grupo de elementos que entran y salen a voluntad, sin que haya una alineación definida. El Capitán América cuestiona al Hombre de Hierro por su liderazgo, al considerar que sus obligaciones como emblema de una multinacional como Stark Internacional están interfiriendo en sus deberes como líder de equipo. Simon Williams, el Hombre Maravilla, ha retornado a una vida que, en el primer capítulo de la historia, se descubre que no es tal. Hank McCoy, la Bestia, se convertirá pronto en uno de sus mejores amigos y en un leal compañero de parrandas. Henry Pym, aún Chaqueta Amarilla, empezará a mostrarse más cómodo en el laboratorio que en el campo de batalla. Thor mosquea a sus camaradas de armas por una preocupante tendencia a aparecer en el último minuto. La Bruja Escarlata todavía cree que Robert Frank, el Zumbador, es su padre y la Visión parece debatirse nuevamente entre su humanidad -tomada de las pautas cerebrales del ya no difunto Williams- y su condición robótica -reforzada por el hecho de cuestionarse si es un ser con personalidad propia o no-. La enumeración de la alineación protagonista de la historia -a la que habría que añadir a la Avispa y Pantera Negra- permite comprobar que algunos de los conceptos presentes en el relato son definitorios de los Vengadores, hasta el punto de ser objeto de revisiones constantes, de fortuna variable. La batalla es un trepidante combate en el que los Vengadores demuestran porqué son los héroes más poderosos de la Tierra, al combinarse sus habilidades para batir a un adversario que, siendo su igual en poder bruto, no parece ser consciente del talón de Aquiles que suponen su arrogancia y su vanidad.
Sin embargo y como advertía en uno de los párrafos anteriores, lo más importante de esta trilogía no está en la pelea con Nefaria o los proverbiales roces entre vengadores. Hay tramas pensadas para florecer más allá de estos tres números, cuyos efectos permanecen hasta la actualidad: así, vemos aparecer entre sombras a Henry Peter Gyrich, el inmisericorde enlace gubernamental con el equipo, que forzará su reestructuración para reducirlos a un sexteto de componentes en activo. Tenemos también a un anciano que embarca para Nueva York, a la búsqueda de sus hijos gemelos, lo cual llevará a una nueva vuelta de tuerca en el origen de Mercurio y la Bruja Escarlata. Semillas plantadas para dar fruto a un plazo relativamente corto, aunque antes tendrá lugar una de las historias más recordadas y épicas de la historia vengadora.
Por último, no me resisto a mencionar el hecho de que la obra sea el resultado de una colaboración entre el guionista Jim Shooter y el ilustrador John Byrne. El primero, llamado a ser el editor en jefe de Marvel durante una década tan brillante como polémica. El segundo, llamado a ser el autor estrella durante buena parte de ese periodo. Juntos, llamados a protagonizar un choque de egos que hará prácticamente inviable su reunión, pero, en el momento en el que se publican estos tebeos, demostrando un conocimiento de los Vengadores y un cariño por la colección que da como resultado una de las aventuras más populares en la historia del grupo.
Defendiendo La Saga de Korvac, por Arturo Porras
A Jim Shooter le gustaban las cosas a lo grande. Después de la trepidante aventura que tuvo el grupo con el Conde Nefaria, ¿cómo se podía superar tal evento? Pues bien, qué tal si cogemos a un extenso grupo de Vengadores, los juntamos con los Guardianes de la Galaxia del año 3000, y los enfrentamos a una suerte de dios laico todopoderoso. Para ello, utilizamos una trama del Annual #6 de Thor, donde se había recuperado la figura de Korvac, una especie de hombre máquina del futuro, que unía los destinos del Dios del Trueno y los Guardianes. A partir del #167 de la colección, vemos el ensamblaje de los diversos elementos: la aparición en el presente de los defensores cósmicos, el choque con los Héroes más Poderosos de la Tierra y la presentación de un misterioso secundario, rubio, de alta alcurnia, que busca a una dama muy concreta.
Como decimos, al guionista le gustaba superar los límites previos que se habían autoimpuesto en la franquicia. Por lo que su nueva aproximación giraba hacia lo cósmico, en busca de nuevos retos. Así nos lo explica Ralph Macchio, encargado de editar el tomo recopilatorio, por primera vez, en 1991: “Desde la genial Guerra Kree-Skrull, allá por los sesenta, el grupo ha buscado superarse mediante historias más largas y complicadas dentro del ámbito cósmico. Sin embargo, todo lo que ha ocurrido hasta ahora no parece más que un preludio de la llegada de Korvac…Admirar el poderoso retrato de la lucha de un dios, de una traición que se alimenta en el corazón humano y que puede causar la caída de los mismos dioses”. Dramático, ¿verdad? Es que el argumento lo es, como pasaremos a comentar a continuación.
Antes de entrar en harina, hablemos de George Pérez. Artista fundamental para comprender una época, llevaba una temporada asociado a la franquicia Vengadores, colaborando activamente con Shooter. De hecho, parte del argumento también le pertenece a él, ya que se implicó en labores de escritura en esta “Saga de Korvac”. Es una pena que no pudiera estar todo el ciclo, ya que tuvo que ser sustituido, debido a problemas de agenda, por Sal Buscema y Dave Wenzel. Nuestro Pérez es un dibujante perfecto para el género de los superhéroes y la saga hubiera subido muchos enteros, si la hubiera realizado en su totalidad. Buscema y, sobre todo, Wenzel trataron de cubrir con dignidad los zapatos de este artista y pese a no realizarla de manera completa, como hemos dicho, es importante resaltarlo por la implicación del mismo en el argumento final.
Tampoco es que Shooter manejase el procesador de texto en su total amplitud. El ascenso a editor en jefe le quitó tiempo para la escritura y la saga de Korvac necesitó de varias ayudas para rellenar los diálogos, con Bill Mantlo y David Michelinie como escuderos, quedando acreditado Big Jim como argumentista y mente pensante del ciclo. Se puede decir que es un gran trabajo en equipo ya que la cantidad de manos implicadas podía, fácilmente, descarrilar el desarrollo orgánico del mismo. Y lo cierto es que la trama está perfectamente ensamblada, siguiendo una línea discontinua durante su preparación, dejando las fichas preparadas en el desarrollo, hasta su impactante conclusión.
Entre amenaza y amenaza, vamos viendo las andanzas de Michael y Carina, dos aparentes enamorados, que viven un suburbio residencial de Nueva York, Forest Hills. Mientras que Vengadores y Guardianes resuelven entuertos, uno de ellos, Halcón Estelar, en su vertiente femenina, conocida como Aleta, visita a la pareja para saber de sus intenciones. Este personaje tiene, como una de sus capacidades más destacables, una visión cósmica que le revela las verdades del universo, por lo que es consciente de que estos dos seres son más que un par de simples humanos. Las andanzas de Korvac y Carina son conocidas por el aficionado en pequeños interludios, fraguando el camino para el gran enfrentamiento final.
Shooter nos prepara para la épica pura y dura. Tenemos un par de “malvados”, porque hay matices de grises muy importantes, a los que los Vengadores se proponen detener, porque los consideran una amenaza. Después de dejar las miguitas de pan, la acción se concentra en los números 176 y 177. Todo el mundo recuerda el incidente del “secuestro del autobús”; gracias a los impedimentos burocráticos de Gyrich, Los Vengadores se ven privados de recursos, marchando a salvar el mundo en transporte público. Se suele hacer mofa de ello, pero que eso no nos despiste, lo que se viene es muy grande.
En un adosado de clase media, damos comienzo a una de las luchas más intensas que jamás se han vivido en la colección, no solo hasta ese momento, sino que es extrapolable a la historia total del grupo. Una pléyade de personajes, unidos por los vínculos de la heroicidad, se lanza a una batalla desigual contra dos entidades; una refriega desequilibrada porque se trata de seres cósmicos de increíble poder, aunque falibles, como nos demuestra el propio cómic. Las dudas, los matices, están presentes durante la totalidad de la contienda, donde Dragón Lunar, telépata de primer nivel, es la única que adquiere consciencia de que todo lo que está ocurriendo ante sus ojos es un error garrafal.
Pueden entender el impacto de las páginas finales, con las consecuencias de la batalla ante nuestras asombradas narices. Aquello fue muy grande y mucho mayor el poso, la reflexión final que sacamos del ciclo, pues empezamos a ser conscientes de que quizás los héroes no tuvieran la razón. En el #7 del primer volumen de Forum, final de la saga en su primera edición en España, no pudimos apreciar tales consecuencias en su completa amplitud, ya que en los años 90, con su primera recopilación, se añadió un epílogo donde los Vengadores reflexionaban sobre sus acciones acerca de Korvac, algo que le añadía si cabe un punto de mayor trascendencia.
En conclusión, nos encontramos ante una de las sagas más importantes de la historia de la franquicia. Así, con mayúsculas. Fácilmente top diez en cualquier repaso sobre los Héroes más Poderosos de la Tierra. Tiene de todo, acción, tratamiento de personajes, épica, unos villanos que no son tal, escapando de cualquier molde, consecuencias muy complejas y además, deja en el lector la necesidad de reflexionar sobre lo que ha leído. Shooter y Pérez habían montado un clásico moderno y como tal debe ser reivindicado.
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