Javier Vázquez Delgado recomienda: Joker: Deber
Edición original: Batman: Legends of the Dark Knight núms. 105-106 USA, Batman: Joker’s Apprentice USA
Edición nacional/España: Joker: Deber
Guion: C.J. Henderson
Dibujo: Trevor Von Eeden
Entintado: Joe Rubinstein
Color: Ilsa Slykerman
Traducción: Felip Tobar Pastor
Formato: Cartoné, 112 páginas. A color. 15,50 euros
Deber y pedagogía
En la primera de las historias contenidas en el volumen nos encontramos con una aventura clásica de héroe contra villano, con un añadido: Batman no está presente y el Joker vuelve a hacer de las suyas. Sin nadie más que pueda detenerle, un hombre decide dar un paso adelante: el jefe de policía James Gordon.
El dibujo de Trevor Von Eeden (con el entintado de Josef Rubinstein, fundamental a la hora de extender conclusiones), resulta desconcertante en el cómputo general. Enlaza viñetas de calidad, así como composiciones de página atractivas (influenciada en buena medida por El regreso del caballero oscuro de Frank Miller), con otras de calidad muy cuestionable, dejando de lado aspectos indispensables como puede ser la anatomía de las figuras, así como los detalles menores que han de cubrir el espacio general. El aspecto más rescatable de un trabajo desigual se halla en el diseño del payaso, abrazando el lado grotesco de su diseño, así como la deconstrucción de su psicopatía, a través de deformar su cuerpo y rostro. En segundo lugar, fruto de esta irregularidad, tenemos dibujos estimables de la ciudad de Gotham, intoxicada en una burbuja de contaminación y delincuencia. “Solo en América”, como bien lo define su autor en boca de sus personajes.
El principal defecto del guion, por su parte, se encuentra en la incapacidad de CJ Henderson a la hora de preparar el conflicto. Recurre a lugares comunes y a soluciones rápidas (toda la investigación policial resulta un compendio de clichés difícilmente defendible), fallando sobre todo en lo relativo al diálogo. En una aventura de Batman sin Batman es importante gestionar la relevancia de los nuevos protagonistas, desarrollar sus inquietudes y destacar los rasgos que individualizan a los personajes. Nada llama la atención de este Gordon o Bullock. Su autor no sabe darles entidad para que la falta de presencia de un superhéroe con una apariencia tan brutal como es la del cruzado de la capa no turbe el resultado final. Su camino en la historia podría ser el de cualquiera, nada les hace ser únicos, y es algo que la obra acaba padeciendo.
La virtud máxima (única, en realidad) se sitúa en momentos concretos de monólogo del Joker. Hay atisbo de mejora cuando todo se reduce a las intervenciones solitarias del payaso, en la concentración de ideas relativas a su trayectoria de enfrentamientos con Batman, en la asimilación de su identidad a través de la identificación de su rival, su elemento destructivo. Son pocas viñetas, pero terminan por ser un refugio dentro de lo global, un oasis en un desierto de cuarenta páginas.
En cuanto a la segunda parte, titulada “El aprendiz del Joker”, no resulta mejor que su predecesora. Comienza de un modo positivo, por comparación, al disponer de un elemento del cual carecía la otra, una introducción real que permita conocer el tipo de historia ante la que nos encontramos. De nuevo, a través del antagonista del murciélago se construye un relato interesante acerca de la naturaleza de su enfrentamiento.
El problema comienza inmediatamente después, una vez realizada la carta de presentación. El personaje que va a cargar con la totalidad de la carga dramática (este aprendiz) no es más que un esbozo de algo que no funciona. El dibujo termina por dinamitarlo, con composiciones de página desconcertantes y poco adecuadas para la historia que se cuenta, desdibujando más aún si cabe a su protagonista. Resulta caótico, requiriendo un esfuerzo extra para su lectura. Se añade un elemento temporal para su desarrollo con el que comprender su trayecto vital desde que su aprendizaje comienza hasta que da inicio a su golpe maestro que no aporta información alguna más allá de puntualizar lo que ya se deriva de los propios hechos y dibujo.
En este caso, sí tenemos al murciélago. Su apariencia (el diseño elegido) no funciona en la mayor parte del relato. Trevor Van Eeden busca que parezca robusto, pero termina por ser risible (sobre todo en sus momentos iniciales). Su investigación resulta atropellada (como la del Departamento de Policía en la primera parte), resaltándose por acumulación de apariciones los defectos del dibujo. Por el contrario, en el conflicto final, por la propia elección del color para ello (más oscuro, permitiendo que el héroe se mimetice con el negro del ambiente), el mismo funciona mejor, dando dinamismo a la acción. Esto oculta, en parte, la incapacidad de su autor por generar implicación o interés a una aventura olvidable en su escalón superior e irregular en el peor de los sentidos.
En conclusión, tenemos un conjunto de malas historias del Joker, con pocos aspectos positivos que destacar. Unas aventuras lastradas por las decisiones erróneas de un escritor que no acierta a la hora de definir las motivaciones de sus personajes y que acaba recurriendo a escenarios comunes para continuar con su historia. Un dibujo irregular, del que cabe rescatar varias viñetas, pero que tampoco llama la atención.
Lo mejor
• El clímax del segundo arco.
Lo peor
• La incapacidad a la hora de crear el conflicto.
• La caracterización de personajes.
• El dibujo y la irregularidad que desprende.
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