Javier Vázquez Delgado recomienda: Marvel Héroes. La Telaraña de Spiderman: Ley y Orden

Edición original: Web Of Spider-Man 1-24, Annual 1 y 2, The Amazing Spider-Man 268 y material de Marvel Age 24 USA (Marvel Comics, 1985-87)
Edición nacional/España: Marvel Héroes. La Telaraña de Spiderman: Ley y Orden (Panini Cómics, 2016)
Guion: Louise Simonson, Danny Fingeroth, Tom DeFalco, Peter David, David Michelinie, Ann Nocenti, Bill Mantlo, Larry Lieber, Len Kaminski
Dibujo: Greg LaRocque, Jim Mooney, Mike Harris, Ron Frenz, Sal Buscema, Geof Isherwood, Tony Salmons, Bob McLeod, Marc Silvestri, Larry Lieber, Jim Fern, Del Barras, Arthur Adams, Mike Mignola
Entintado: Jim Mooney, Vince Colletta, Mike Zeck, Bob Layton, Dave Simons, Josef Rubinstein, Armando Gil, Bob McLeod, Kyle Baker, Art Nichols, Geof Isherwood
Color: George Roussos, Dr. Martin, J. Ferriter, Bob Sharen, Nel Yomtov
Traducción: Santiago García
Realización técnica: Estudio Fénix
Formato: Tapa Dura. 680 páginas. 39,95€

Ampliando el universo arácnido

“¡Pues ahora se acabó, Johan!¡Ahora me toca a mí!¡Y aquí no hay nadie para salvarte de mí!”

A mediados de los años 80, Spiderman contaba con tres colecciones mensuales en el mercado: El Asombroso Spiderman, principal cabecera del héroe arácnido, en la que Tom DeFalco y Ron Frenz imbuían sus historias de clasicismo; Peter Parker, El Espectacular Spiderman, donde Al Milgrom, desarrollaba la relación entre el héroe y la Gata Negra; y Marvel Team-Up, dedicada a presentar historias donde Spiderman formaba equipo con otros personajes de la casa. Marvel decidió que había que remover un poco este esquema. Aprovechando el #150 de Marvel Team-Up, la editorial consideró necesario sustituir esta cabecera por una nueva, alejada de las aventuras con personaje invitado. No fue una decisión aislada. Pocos meses antes, otro título de estructura similar Marvel Two-in-One, había cerrado, dando paso a la primera colección en solitario dedicada a la Cosa. Aunque hoy día puede parecer algo rutinario e incluso lógico, hay que tener en cuenta que en aquella época, un nuevo #1 no era necesariamente algo que fuera a suponer un éxito. Las constantes remuneraciones son algo más propio del siglo XXI. Según Tom Brevoort, este abandono de las colecciones dedicadas a team-ups se debía al auge del mercado directo y el abandono de los kioskos como punto de venta principal para el formato comic-book. El público de las librerías especializadas era un público para el que era más importante que la historia tuviera cierta importancia dentro de la continuidad de Marvel. En las colecciones team-up, salvo honrosas excepciones, las historias no “contaban” demasiado para los personajes protagonistas.

La colección que iba a sustituir a Marvel Team-Up dio en llamarse La Telaraña de Spiderman y, supuestamente, iba a estar centrada en aspectos más urbanos de la mitología arácnida a la vez que incidiría en la labor de Peter Parker como reportero. Además, la interrelación con las otras dos colecciones de Spiderman sería muy importante, lanzando el mensaje a los lectores de que, si querías enterarte de todo lo relevante que le acontecía al héroe, debías seguir las tres cabeceras. La teoría estaba muy bien pero, si uno repasa la nómina de autores en la colección, con cuatro guionistas diferentes solo en los primeros ocho números, empieza a darse cuenta de que algo raro estaba pasando con el título, al menos a nivel editorial. En plena preparación para el lanzamiento de La Telaraña de Spiderman, hubo un cambio en el staff de Marvel que impactaría enormemente a las colecciones del lanzarredes. Danny Fingeroth, el editor de las colecciones arácnidas buscaba seguir los pasos de Tom DeFalco y pasar de editor a escritor de la editorial por lo que su puesto debía ser ocupado por otra persona. El elegido, vía el Editor en Jefe Jim Shooter, sería un joven afroamericano llamado James C. Owsley (que, en 1993, cambiaría su nombre y hoy en día es conocido como Christopher Priest, nombre con el que nos referiremos a él a partir de ahora). Fue un nombramiento con una carga histórica importante puesto que era la primera persona de raza negra en alcanzar un puesto semejante en Marvel o DC. Sin embargo, los problemas no harían más que acumularse. Años después, Priest reconocería que “no debería habérseme puesto al cargo de Spiderman. Si tuviera que hacerlo de nuevo, nunca habría aceptado el nombramiento como editor de los títulos de Spiderman. Cometí muchos errores. Hice daño a mucha gente. Perdí muchos amigos”.

Priest se encontró con dos patatas calientes. El lanzamiento de la nueva colección y cómo resolver la identidad del Duende, trama que dejó colgada Roger Stern y que DeFalco continuaba pero sin visos de resolver. Con la perspectiva que da el tiempo, parece evidente que el nuevo editor no estaba preparado para el cargo. Priest contaba con 22 años por aquel entonces y se suponía que tenía que supervisar un equipo que contaba con tres guionistas no solo mayores que él sino que también eran o habían sido editores: Tom DeFalco (Asombroso), Al Milgrom (Espectacular) y Louise Simonson (Telaraña). Se daba otra situación un tanto absurda. DeFalco era el editor ejecutivo de Marvel, algo así como el segundo al mando tras Shooter. ¿Se suponía que un chaval, en su primer trabajo como editor en solitario, tenía que dar órdenes a un superior en la jerarquía de la editorial? Priest buscó consejo en Shooter y este le dijo que no dudara en tener mano dura con sus trabajadores para demostrarles quién mandaba (lo que, por otra parte, siempre había sido lo que Shooter había hecho con sus subordinados). Tras un enfrentamiento con John Byrne a cuenta de una portada que Priest no aprobaba para La Telaraña (y que, de todas formas, fue publicada pero no en La Telaraña sino en El Asombroso Spiderman poco tiempo después), empezó a conocérsele en el staff como “el pequeño Shooter”.

Aunque existen versiones contradictorias, parece ser que La Telaraña de Spiderman era una colección hecha, entre otras cosas, para que Fingeroth se convirtiera en guionista a tiempo completo. Sin embargo, el primer arco argumental (#1-3) fue encargado a Louise Simonson que, sinceramente, hace un buen trabajo, acompañada a los lápices de Greg LaRocque. El primer número de la colección se publicitó con un gancho importante: la resolución de la subtramas del simbionte. Spiderman había obtenido un nuevo traje negro en las Secret Wars pero, al volver a la tierra, resultó que el traje era un ser vivo que se “pegaba” a su anfitrión. Tras deshacerse de él y encerrarlo en la torre de los 4 Fantásticos (El Asombroso Spiderman #258), Peter Parker había continuado su vida intercalando su traje original con otro negro, esta vez de tejido normal. Sin embargo, el simbionte escapaba de su celda de contención y, tras pasearse por las otras dos colecciones del lanzarredes, su enfrentamiento ¿final? tendría lugar en el primer número de la nueva cabecera. Hemos puesto final entre interrogaciones porque ahora sabemos que la muerte del simbionte no fue tal y volvería unos años después, esta vez como el archiconocido Veneno. El debut de la colección es un buen cómic, con ritmo y lleno de acción. Se presenta a un nuevo grupo de villanos, los buitres, de escaso carisma, pero que servirán para aumentar la tensión cuando aparezca el simbionte para reclamar el cuerpo de Peter Parker. La resolución de la historia de los buitres, con la aparición del buitre original, dejará el camino libre para Fingeroth. Sin embargo, de nuevo volverían los problemas.

Parece ser que Fingeroth y Priest tampoco se llevaban bien, y el guionista solo escribió cinco números de La Telaraña, dejando su última historia a medias. Mientras buscaba un equipo creativo estable, Peter David y David Michelinie fueron turnándose en los guiones. Hay buenas historias, como el #13 en el que David reflexiona sobre las manipulaciones de Jameson en las informaciones sobre Spiderman, pero el conjunto es muy flojo. La única historia con algo de interés de las pocas escritas por Fingeroth bien podría ser la que tiene por antagonistas al Doctor Octopus (#4-5) pero sobre todo por el estatus de un Dock Ock aterrorizado por Spiderman como resultado de su vergonzosa derrota en la pelea que tuvo lugar en El Espectacular Spiderman #79. En el resto, se nota que no había un plan a largo (ni a medio) plazo para la colección. Se mezclan villanos de segunda (Azar #14-15, Conmocionador #10, gente superpoderosa random #8-9) con gamberros o delincuentes comunes (#11 y 12). A posteriori, se diría que La Telaraña sí que apostó por la vertiente periodística de Peter Parker habida cuenta de la importancia que iría ganando la nueva revista editada por J. Jonah Jameson, Now. Sin embargo, una lectura detallada de estos número nos hace ver que tal plan no existía. La primera mención a Now tiene lugar, como proyecto secreto de Johan, en el #2, mientras que la revista no se lanzará hasta el #16, más de un año después.

Será precisamente en ese #16 donde Priest presente a su flamante equipo creativo fijo: David Michelinie, Marc Silvestri y Kyle Baker. Michelinie saca a Spiderman de Nueva York y, junto con Silvestri, es capaz de crear una atmósfera propia para el título. La sensación de Spiderman fuera de su zona de confort es evidente y supone un soplo de aire fresco, especialmente si lo comparamos con los tumbos que llevaba dando la colección casi desde su lanzamiento. Sin embargo, guionista y dibujante, juntos, tan solo participarán en seis números. Marvel se encontró con un grave problema con el #20. Michelinie mandaba a Peter y a la reportera Joy Mercado al Reino Unido, donde se veían envueltos en un ataque terrorista del IRA. Se trataba de un número con una gran carga política, donde se intentaba explicar el conflicto en Irlanda del Norte, y que terminaba con Peter y Joy camino de Dublín. Lo que debía haber sido un saga de tres números, se vio truncada, puesto que el #21 consistía casi íntegramente de un número de relleno a cargo de Larry Lieber. ¿Qué había pasado? Como comentan miembros del staff Marvel de la época, tras la publicación del número en cuestión, las oficinas de la editorial recibieron varias llamadas con amenazas de bomba. Una de esas amenazas fue considerada lo suficientemente creíble como para hacer que todo el personal del edificio donde se situaba Marvel, en Manhattan, tuviera que ser desalojado temporalmente. Shooter no se iba a andar con tonterías en este tema. Se encargó a Len Kaminski que reescribiera el #22 (en realidad, más que reescribir, Kaminski reconoce que, con el número ya terminado por Silvestri, lo único que podía hacer era rehacer los diálogos en los bocadillos). Los lectores descubrieron que toda la carga política había desaparecido y los terroristas eran básicamente sicarios que estaban a sueldo de Roxxon. Los #23 y 24 serían escritos de nuevo por Kaminski a partir de argumentos ideados por Michelinie. Evidentemente, alguien tendría que pagar por el error. No sería Michelinie, ascendido a El Asombroso Spiderman; mucho menos Silvestri, ascendido también, en este caso a La Patrulla X. Efectivamente, sería Priest el que, culpado de la situación, abandonaría el puesto de editor en favor de Jim Salicrup a partir del #24.

Todos estos vaivenes afectan a la consistencia de las historias contenidas en este tomo. Las historias van de lo correcto a lo directamente malo. Los dibujantes representan una mezcla poco ortodoxa entre el estilo pre-noventero de Silvestri y un toque clásico demodé con Jim Mooney y Geoff Isherwood. Las tintas del propio Mooney o de Vince Colletta hacen que muchos de los cómics aquí reseñados parezcan mas sacados de los años 70 que de los 80. Mención aparte merece la inenarrable fusión Silvestri+Colletta en el #17. Greg LaRocque y Bob McLeod aportan un estilo más de la época, con tintes clásicos pero sin la rigidez en las figuras de sus compañeros más veteranos. A nivel visual, lo mejor es la aportación de Arthur Adams en la historia principal del Anual #2 y las excelentes portadas de Charles Vess.

Peter David afirma que, desde Marvel, le pidieron que sus guiones para La Telaraña se adscribieran a esa idea de “grim and gritty” pero sin abandonar la esencia del personaje. En una colección tan inestable, era una tarea imposible. Suficiente que se consiguiera cierta interacción con sus colecciones hermanas como cuando le prenden fuego al piso de Peter o en el mini-evento “Desaparecido en combate“. Hay cómics cuya intra-historia es más interesante que el argumento de los mismos. Es el caso de este tomo. El auge y caída de Christopher Priest como editor de Spiderman es una historia digna de ser contada. Aún así, no me gustaría que el lector se marchara pensando que todo fue un desastre en el tiempo que Priest estuvo en la oficina arácnida. Pocas semanas antes de que le obligaran a abandonar el barco, el joven editor contactó con J. M. DeMatteis y Mike Zeck para encargarles una historia de Spiderman. Todavía no se sabía cómo se iba a publicar (en un primer momento, a DeMatteis le ofrecieron El Espectacular Spiderman) pero sí que los autores tendrían una gran libertad para contar la historia que quisieran. Aquel encargo vería la luz casi un año después de la salida de Priest y se conocería como La última cacería de Kraven.

Lo mejor

• La importancia histórica del #1 en todo lo relacionado con el simbionte.
• Las (escasas) portadas de Charles Vess

Lo peor

• El constante vaivén creativo. La mitad del tomo se siente como un conjunto de números de relleno



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