Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de El Escuadrón Suicida, de James Gunn
Dirección: James Gunn
Guion: James Gunn, basado en el cómic de John Ostrander
Música: John Murphy
Fotografía: Henry Braham
Reparto: Margot Robbie, Idris Elba, Viola Davis, David Dastmalchian, John Cena, Jai Courtney, Joaquín Cosío, Nathan Fillion, Joel Kinnaman, Mayling Ng, Flula Borg, Sean Gunn, Juan Diego Botto
Duración: 132 min
Productora: Warner Bros., Atlas Entertainment, DC Comics, DC Entertainment
Nacionalidad:Estados Unidos
Para poner en contexto la génesis de un proyecto como The Suicide Squad debemos remitirnos a dos hechos localizados en el pasado reciente de Hollywood. Por un lado el estreno de Escuadrón Suicida (2016), la primera película protagonizada por los personajes de DC Cómics con guion y dirección de David Ayer que no gustó a casi nadie (sólo a algún que otro descerebrado), y que ante la insatisfacción generalizada fue prácticamente obviada cuando Warner Bros y DC Entertainment decidieron poner en marcha una secuela gracias a la notable recaudación del film rodado por el director de Vidas al Límite (Harsh Times, 2005) o Bright (2017). Por otro tenemos el despido temporal de James Gunn de Disney y Marvel Studios en 2018 al ser recuperados unos polémicos tweets de su pasado que fueron usados por la productora como excusa para prescindir de sus servicios; acción que la “Distinguida Competencia” aprovechó para acoger con los brazos abiertos al director de Guardianes de la Galaxia Vol 1 y 2, precisamente para que se encargara de las nuevas correrías audiovisuales del grupo de supervillanos creado por Robert Kanigher y Ross Andru en 1959 y reinventados por John Ostrander y Luke McDonnell en 1987. La compañía de Mickey Mouse recapacitó y decidió volver a trabajar con el cineasta para la futura entrega de Guardians of the Galaxy, pero para entonces Gunn ya estaba inmerso en la producción de esta The Suicide Squad que llegaba ayer a cines españoles.
Una vez James Gunn se hizo cargo del proyecto quedó patente ya desde la pre producción la intencionalidad por parte de Warner Bros y DC Entertainment de dar la mayor libertad creativa posible al director. Algo que pudo notarse cuando sumó al proyecto a algunos de sus actores recurrentes como Michael Rooker, Nathan Fillion, Sean Gunn o Sylvester Stallone (aunque este sólo poniendo voz a King Shark) que compartirían plano con Margot Robbie, Joel Kinnaman, Jai Courtney y Viola Davis, únicos intérpretes que repiten con respecto al film previo, y una remesa de nuevos fichajes entre los que encontramos a Idris Elba, John Cena, David Dastmalchian, Peter Capaldi, Joaquín Cosío, Mayling Ng, Flula Borg, Peter Capaldi, Alice Braga e incluso nuestro Juan Diego Botto, que si bien ha hecho sus pinitos en producciones internacionales, hasta el momento era totalmente ajeno este tipo de superproducciones hollywoodienses. También en la incorporación de un buen puñado de personajes de las viñetas que no habían debutado en el DC Extended Universe se vislumbraba la notable manga ancha de los productores con respecto a que Gunn hiciera o deshiciera a su antojo.
Vaya por delante algo tan obvio como que The Suicide Squad es todo lo que debería haber sido su predecesora. La amalgama de tonos ajenos a su idiosincrasia como director y el recurso estilístico de tonos chillones y luces de neón sumados a un guion de considerable endeblez hundían cualquier posibilidad de que David Ayer hiciera de la primera película de los personajes de DC Comics un proyecto memorable, a pesar de algunos aciertos como el rol de Harley Quinn a manos de una adecuadísima Margot Robbie. En cambio James Gunn pone su mirada principalmente en el cómic y los personajes de John Ostrander y Luke McDonnell para hacerse con ellos y llevarlos a su propio terreno, el del gore, el salvajismo, el humor negro y la parodia. Porque es ineludible que la sombra de su versión de Guardianes de la Galaxia está presente a lo largo del metraje, pero con su último proyecto lo que consigue el realizador estadounidense es volver a sus raíces con proyectos más independientes y personales como la ya citada Slither (2006) o Super (2010).
Porque sí, The Suicide Squad es posiblemente la película superheróica más cafre y bestia salida de una de las majors hollywoodienses. A diferencia de la muy olvidable Aves de Presa (y la Fantabulosa Empancipación de Harley Quinn) el presente largometraje sí hace un buen uso de esa calificación moral R con la presencia recurrente de violencia explícita siempre exagerada y estructurada mediante gags humorísticos de contrastado gamberrismo, muy del gusto de su máximo responsable. Desde el memorable arranque James Gunn lo tiene claro, su intención es volar por los aires lugares comunes dentro del subgénero e incluso hacer mofa, no sólo con la película anterior de Escuadrón Suicida, sino con las de DC Entertainment, Marvel Studios y prácticamente todo el celuloide inspirado en cómics. Lo lleva a cabo sin hacer prisioneros a base de mala baba, sorna y una galería de personajes tan carismáticos como entrañables con los que es fácil, y poco conveniente, encariñarse.
The Suicide Squad es como si la Troma Entertainment de Lloyd Kaufman en la que se curtió James Gunn rodara un remake multimillonario de Doce del Patíbulo (Dirty Dozen, Robert Aldrich, 1967) con antihéroes pasados de rosca y kaijus genocidas. James Gunn lo consigue parasitando la reformulación que John Ostrander hizo de la cabecera a finales de los 80 siendo brutalmente fiel a ella y sus conceptos estilísticos y narrativos, pero pasándola por su propio filtro en el que sobre todo impera el humor iconoclasta y la comicidad alocada. El proyecto también consigue salir airoso del envite por medio de un grupo de personajes que sin ser un ejemplo de tridimensionalidad psicológica tienen la suficiente profundidad en el papel para que los actores los acometan con convicción y esto sea transmitido adecuadamente al espectador. Pero no hablamos de un humor a lo “Marvel Studios Style”, ni siquiera a lo Deadpool (aunque la influencia de las dos películas de Wade Wilson se dejan notar) sino burradas impropias en superproducciones de esta índole.
En el proceso Gunn mezcla géneros y nos lleva desde el thriller militar al político pasando por la comedia romántica o las monster movies sin parar de esputar veneno hacia un espectador que en pocas ocasiones bajará la guardia ante la sesión continua de chaladuras capturadas por su cámara. Sus mayores aliados son un reparto de actores entregados a la causa en el que hasta el menos importante de ellos o el de menos minutos en pantalla presume de su momento de gloria o línea de diálogo memorable. Destacables son las nuevas incorporaciones de Idris Elba como Bloodsport, John Cena dando vida a Peacemaker, Daniela Melchior poniendo físico a Ratcatcher 2, David Dastmalchian en la piel moteada de Polka-Dot Man, Peter Capaldi interpretando a The Thinker o Sylvester Stallone dando voz a King Shark, ese típico personaje demente y tierno que tan bien se le da a James Gunn. Pero si hay un rol y actriz que salen beneficiados de The Suicide Squad son Harley Quinn y Margot Robbie. No sólo porque es más Harley que nunca, sino porque Gunn le permite evolucionar emocionalmente, devorar el encuadre en casi todo momento o protagonizar pasajes divertidísimos, como los que comparte con un excelente Juan Diego Botto.
No todo son buenas palabras con respecto a The Suicide Squad, ya que esa barra libre que Warner Bros y DC Entertainment han proporcionado a James Gunn le incita a entregarse a la desmesura y el guion, que es de lo más procedimental y poco original, acusa algunos altibajos que menoscaban el adecuado proceder de sus 132 minutos de metraje. Por suerte nada más podemos echar en cara a la que es una de las películas más disfrutables y fruiciosas del 2021 o la enésima demostración de que si al contratar a un realizador los productores le permiten dar una visión fiel a lo previamente planteado el resultado a nivel artístico casi siempre será satisfactorio. Por el camino nos quedamos con momentos memorables como el expeditivo prólogo, el asalto al campamento, Harley en el palacio del general Luna, la química entre Idris Elba y Daniela Melchior, las coñas con la madre de Polka-Dot Man, cualquier intervención de King Shark, la simple existencia de Peacemaker, el giro ideológico que da el proyecto cuando todo se revela y el clímax final con Starro haciendo de las suyas en los suburbios de Corto Maltés. Diversión frenética y cine escapista de primer orden, que no es poco.
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