Javier Vázquez Delgado recomienda: Death Metal #5-7

Edición original: Dark Nights: Death Metal núm. 5-7 USA
Edición nacional/España: ECC Ediciones
Guion: Scott Snyder
Dibujo: Bryan Hitch, Greg Capullo, Yanick Paquette
Entintado: Jonathan Glapion
Color: FCO Plascencia, Alex Sinclair, Nathan Fairbairn
Traducción: Felip Tobar Pastor
Formato: Grapa, 48 páginas. A color.
Precio: 3,50 € por grapa

El Batman que ya no ríe

“Sí, ahora vuelvo a estar en mi época, ya siento los recuerdos de ese futuro remitiendo, de modo que todo vuelve a estar en su sitio.”

El gran evento de Snyder y Capullo llega a su fin. Al igual que hicimos en la reseña de la primera mitad de la serie, cabe remarcar el gran éxito de ventas que es este cómic, con distintas publicaciones para los capítulos inspiradas en grupos musicales y una gran edición especial para coleccionistas, de próximo estreno a mediados de este mismo mes. Igualmente, tiene un indudable valor como blockbuster, amparado en su potencia visual, la miniserie es todo un reclamo para nuevos lectores. La trascendencia que (prometida desde la editorial americana) tendrá este evento para el devenir y la continuidad del universo atrae a gran parte de los más veteranos, aunque este sector de lectores suela renegar de este tipo de cómics. Death Metal por A, B o C y a pesar de las críticas, también las habrá en esta reseña, es leído mayoritariamente.

En la grapa #4 dejábamos a un poderosísimo Batman que Ríe amalgamado con un BatManhattan y a una pléyade de Batmans fusionados con héroes del universo DC, en su versión del multiverso oscuro, como las tropas del que ríe dominando la Tierra a la espera de que Perpetua reorganice el universo. La historia de Snyder no da lugar al descanso pero se adhiere al molonismo sin más, sin ninguna pretensión más allá de entretener, algo que no es malo, pero que no termina de conseguir. Las distintas versiones de Batman no son tan atractivas como en Metal y el transcurso de situaciones no convence, supeditadas a un WTF tras otro. Todas estas cualidades continúan en el final de la historia, pero, siempre dentro de los baremos que te ha propuesto la propia serie, ya sea porque el lector sabe a qué atenerse o porque Snyder se muestra algo más inspirado y menos dado a sus recurrentes tropos (o NO), el cómic comienza a poder disfrutarse.

Lex Luthor aparece para salvar la batalla contra el Batcastillo, motivo por el cual lo escuchan los héroes tras ser el causante de la catastrófica situación en la que viven por su implicación directa en la liberación de Perpetua, del que el magnate fuera heraldo hasta que la malvada diosa decidiera sustituirlo por el Batman que ríe en, El Batman que ríe: Se alza el infierno. El calvo tiene un plan para tratar de acabar con el mundo de pesadilla que es ahora la Tierra. Una idea que precisa de un ejército de Lobos (pasemos por alto que al último czarniano no le importe dejar de ser único en su especie) como milicia de Wonder Woman, a Superman reuniendo villanos para destruir el planeta, con Superman Cyborg, Superman Prime y Bizarro como terratenientes, o a Batman y su ejercito de muertos, además de a toda la plana de héroes del universo DC, que serán imprescindibles para aspirar a la victoria final.

Wonder Woman es la destinataria del mayor de los Deux Ex Machina del libro, tan poco justificado como que es necesario construir una máquina, pero la amazona ni siquiera se emplea en ello, tan solo renace del poder de la forja, no con la armadura de oro que alguna vez vistió en las viñetas y vista en su última película, sino siendo ella misma de oro. El metal, como en la primera saga de Snyder, sigue siendo parte imprescindible en el desenlace de la historia acorde a los designios de la precuela y haciendo honor al título del cómic. Con las fuerzas igualadas, en el último número acontece una gran batalla, como no podría ser de otra forma.

Contrariamente a lo que nos tiene acostumbrados, el guionista de Batman, está mejor en este segundo conjunto de grapas que lo que lo estuvo al principio del evento. Aun con sus barrabasadas habituales, son menos numerosas que al inicio (realmente empezó muy fuerte), los Batpersonajes disminuyen, estando presentes, pero no se les da un mayor protagonismo que el del enemigo a apalear sin diálogo. Aparentemente cansado de tantas Batversiones, estas son sustituidas por réplicas del multiverso oscuro de los héroes, igualmente triviales más allá de su atractivo visual. Otro punto a favor es que la teórica trascendencia del evento para el universo por fin empieza a hacerse palpable. Los amantes de la continuidad probablemente gusten de estas páginas donde se nota la intención de cuadrar y reordenar distintas épocas y conceptos. Obviamente sin lograrlo, DC históricamente siempre ha tenido mucho que convenir, últimamente mucho más, pero se agradece el intento, incluso la falsa ilusión de que se ha conseguido. Habrá quien piense que Snyder no es el indicado para reorganizar el DCU, y no le faltará razón, las directrices que se marcan en El reloj del Juicio final sin duda parecen más acertadas. El recién creado Omniverso deja dudas y líneas abiertas a explorar, con un extraño grupo que seguramente cause cierta perplejidad en los aficionados por su formación, tanto por los héroes elegidos (menos) como sobre todo por los villanos que lo integran.

Una importante dosis de metatextualidad impregna el final del cómic, palpable prácticamente en cada conversación de Diana (es de esperar si tan solo hablas con entes metafísicos de inmenso poder y responsables de la creación) o en algunas líneas del narrador de la historia, el mismo personaje que nos dio la bienvenida a esta odisea travesía. Unos párrafos que parecen abogar por la colaboración entre guionistas, que tratan de dar valor a cada historia realizada, sin embargo, la conciliación de la que pretende hacer gala la estás leyendo en un tebeo que instaura todo desde su propia perspectiva, obviando otras visiones.

En cuanto al dibujo, Capullo sigue en un gran estado de forma. Hay alguna página que no cuenta con el nivel de detalle habitual pero sigue siendo un gran trabajo, con splash pages impactantes, un gran diseño de personajes (representa muchos) tanto los clásicos como los de nueva y oscura creación se ven muy bien, además de contar con una narración eficiente inclinada a la espectacularidad. Un cómic en el que Capullo se ha desbocado tanto o más que Snyder, siendo mucho más disfrutable cuando lo hace el dibujante que el guionista. Su colaborador habitual, Jonathan Glapion, sigue presente en el entintado y junto al color de Plasencia todo combina a la perfección. Para el epílogo de la historia colaboran Bryan “leñador” Hitch y Yanick “maestro de los alaridos” Paquette completando el grupo de artistas de la grapa final.

Death Metal es un evento que pretende ser enorme sin terminar de conseguirlo, donde Snyder contradice su habitual modus operandi y empieza peor que acaba, mejorando en este final, pero sin llegar a emocionar ni a provocar ansia por la próxima entrega. Un trabajo menor (en cuanto a calidad) dentro de la producción del guionista que gracias a cierta inspiración en el remate se reconcilia mínimamente con el lector. Capullo, brillante, está a al altura de lo que se le presupone y eleva con su arte la nota general del cómic.

Lo mejor

• Capullo.

Lo peor

• Mejora, pero Snyder sigue siendo lo menos acertado.



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