Javier Vázquez Delgado recomienda: Kill or be killed: Volumen 4, de Ed Brubaker y Sean Phillips

Edición original: Kill or be killed 15-20 USA (Image Comics)
Edición nacional/España: Kill or be killed volumen 4 (Panini Cómics, 2021)
Guion: Ed Brubaker
Dibujo: Sean Phillips
Color: Elisabeth Breitweiser
Traducción: Joan Josep Mussarra
Realización: Forja Digital S.L.
Formato: Tomo tapa dura. 176 páginas. 19,95€

La matanza final

Dentro de ese tirón que está dando Panini para ponerse al día con las obras de Ed Brubaker y Sean Phillips, en sus obras para Image Comics, se encuentra el final de Kill or be killed, una serie que no duda en posicionarse entre las mejores de estos dos magos del noir moderno y que llevaba un retraso bastante considerable con respecto a su publicación en Estados Unidos. Ha sido el pasado mes de julio y, ya que ha pasado un tiempo considerable y seguro que sus lectores lo han (hemos) devorado con premura, se hace necesario hablar del final de una serie que nos ha tenido en vilo desde las primeras páginas.

Si alguien no ha leído aún esta magnífica colección puede acercarse a la reseña del primer tomo aquí. Si son de los que van con una pila de lectura considerable a cuestas les remito a las del segundo y tercero. Aun así entremos a este tomo sin spoilers para que nadie se asuste. Sigan leyendo por lo menos hasta el aviso.

Se suele asociar mucho la idea de una “montaña rusa” para hablar de esas obras que tan pronto te proponen una pausa como te meten de pleno en la acción, el problemas es que hay que ser muy fino para saber en qué momento cortar una conversación profunda para llenar las viñetas de sangre y balas. Si algo tiene este cuarto tomo es que demuestra que Phillips y Brubaker son dos auténticos genios a la hora de manejar el tiempo en sus obras. Pero en esta más.

Kill or be killed nos ha llevado por un sinfín de emociones, han jugado con nosotros desde que empieza la historia, tan pronto se habla con un psicólogo como se baña con plomo a la mafia, te plantean que hay un demonio persiguiendo al protagonista y al poco lo ingresan en una institución de manera totalmente plausible o se dedican episodios enteros a personajes secundarios solo para posicionarlos donde deben estar. Este último tomo es diferente, ya se acaba el juego, ahora queda que todo choque, y vaya cómo choca, pero los autores siguen sin prisa y dedican cada número a resolver las cosas que estaban abiertas y es aquí donde destaca ese manejo de los tiempos.

Hablar a estas alturas del dibujo de Sean Phillips es repetirse. No es un dibujante que suela bajar el nivel en ninguna de sus obras, es más, cada vez se vuelve más atrevido (véase Pulp) y se pone el listón más alto, pero si hubiera que elegir solo una, el trabajo en Kill or be killed, en especial en este tomo, sería firme candidata. Ya no solo por la belleza despiadada de su lápiz o esa constante nieve sino por la forma en que su narrativa va juntando todas esas piezas en cada número, especialmente teniendo en cuenta que es un cómic que se basa mucho en el monólogo interior de Dylan. A lo que hay que añadir la labor perfecta de Elizabeth Breitweiser al color.

Este tomo vuelve a Dylan con los dos grandes conflictos, su encierro en una institución psiquiátrica y el justiciero imitador que le salió en la anterior entrega. Ese juego de locura o realidad sigue al igual que en los dos últimos tomos, pero aquí se opta por una perspectiva bastante más real al mostrar cómo Dylan acepta y trata de curar su enfermedad, o por lo menos hasta que algo le devuelve a sus delirios. La parte del psiquiátrico está bastante bien llevada, tocando temas interesantes, aunque la fuerza sigue estando fuera.

Ahora bien, llega el momento que esperábamos y lo hace en el número 19, cuando Dylan, la Detective Sharpe y la mafia se encuentran en un cómic lleno de acción y discusiones sobre la moralidad en la sociedad actual, los delitos y la pena de muerte. La acción está narrada de manera magistral, se siente la tensión en cada momento. Son viñetas en las que merece la pena pararse y volver a vivirlas, pero ¿Y luego?

Aviso de Spoilers: Es el momento de hablar del final. Ya ha pasado un tiempo prudencial desde que la serie salió a la venta en España pero avisamos de Spoilers por si alguien no se ha dado cuenta. Si no has leído Kill or be killed no sigas con este texto. Déjalo, vuelve a tu vida normal, los demonios no existen y la gente es agradable.

Y es que el final no es algo para dejar de lado, o mejor dicho los finales, porque hay tres y todos ellos nos pueden dar opiniones diversas.

El primero de ellos bien podríamos llamarlo “el nacimiento de Punisher”, en el que Dylan se recupera de sus heridas y se une a la Detective Sharpe en una cruzada que logra destapar toda la corrupción de la ciudad, acabando con la mafia gracias a los cuestionablemente heroicos actos del justiciero. Es un final que resulta muy atractivo por todo lo que implica a un nivel ético y por la acción que nos podía dar, aunque con él la colección se podría alargar para acabar cayendo en más de lo mismo, cosa de la que los autores se alejan con sus obras. Pero a la vez hubiera sido inesperado precisamente por la forma de cerrar sus historias que tienen Brubaker y Phillips. Por desgracia no es así y este final está solo en la mente del moribundo Dylan, un recurso típico que no deja de ser efectivo para dejar al lector un sabor agrio que nos llega cuando leemos el segundo final, el real.

El final de verdad son apenas siete páginas y se puede dividir en dos partes. Por un lado está la Detective Sharpe, que nos muestra la visión oficial de la policía, cómo no se acabó con el mal sino con Dylan y cómo esta versión no deja de ser una distorsión de la realidad para que las instituciones policiales y gubernamentales queden bien mientras que la mafia sigue haciendo lo suyo en la ciudad. Además de ser el final real de la obra es un final muy realista y el contraste con el final imaginario de Dylan es lo que nos deja ese mal sabor de boca. Además se puede sacar una expresividad metalingüística en tanto que nos marca una importante diferencia entre los cómics de justicieros y el mundo real en el que vivimos, que se puede tomar como crítica, positiva o negativa, al imaginario común.

La otra parte es la de Kira. Este es curioso porque si nos fijamos en el color de pelo del personaje esto no nos enlaza con lo justamente anterior sino que nos tenemos que ir al segundo tomo de la serie, que en su tercer capítulo nos contaba una historia de Kira. Es bueno volver a leerla para comprender un poco este final, pero lo mejor de todo es esa última página en la que los autores nos vuelven a recordar lo mucho que les gustaba jugar con nosotros al juego de fantasía o locura.

Todo ello hace que uno se pregunte ¿hace falta un quinto tomo? Viendo la calidad de los artistas seguramente sería maravilloso, pero lo cierto es que esa última página nos puede hacer soltar una sonrisa pícara después de la cual no hace falta decir nada más.

Kill or be killed es un cómic redondo, una obra que ha ido creciendo y mejorando en su avance y en el que Brubaker y Phillips son muy capaces de manejar obras relativamente largas sin irse por las ramas en ningún momento.

Lo mejor

• El arte de Sean Phillips es impresionante en cada viñeta.
• La forma en que “resuelven” el juego entre la locura y lo fantástico.
• El manejo de los tiempos, las pausas, la acción… todo está medido al milímetro.

Lo peor

• La previsibilidad del primer final. Aunque si hubieran tomado ese camino podrían haber caído en la ¿repetición? ¿Quién sabe? Podía haber molado mucho, pero es cierto que es perfecta tal y como se desarrolla.



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