Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNSeries – Crítica de Misa de medianoche, de Mike Flanagan

Dirección: Mike Flanagan.
Guion: Mike Flanagan, James Flanagan, Jeff Howard, Dani Parker, Elan Gale.
Música: The Newton Brothers.
Fotografía: Michael Fimognari.
Reparto: Hamish Linklater, Kate Siegel, Zach Gilford, Annabeth Gish, Michael Trucco, Samantha Sloyan, Henry Thomas, Rahul Abburi, Crystal Balint, Matt Biedel, Alex Essoe, Rahul Kohli, Kristin Lehman, Robert Longstreet, Igby Rigney, Annarah Shephard, Camille Atebe.
Episodios: 7.
Plataforma: Netflix.
Nacionalidad: Estados Unidos.

Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.”

Cuando apenas falta poco más de un mes para la llegada de Halloween, las diferentes plataformas comienzan a anunciar producciones típicas de tal fecha. Contando con uno de los valores más consolidados en el género de terror de los últimos años, Netflix adelanta a toda su competencia por la izquierda con el último trabajo de Mike Flanagan. Tras El juego de Gerald, La maldición de Hill House y La maldición de Bly Manor, el director de Doctor Sueño continúa su particular idilio con el citado servicio streaming, siendo The Midnight Club el próximo proyecto que tendrán en común. Pero antes de que ese estreno tenga lugar (previsto para 2022), hoy toca hablar de Misa de medianoche (Midnight Mass en su versión original).

Tras un prólogo que nos presenta el pasado traumático de uno de sus personajes (Riley), la historia se instala en la pequeña Crockett Island para tener pequeños escarceos con el exterior. La llegada del propio Riley tras cumplir pena en prisión por matar borracho a una joven y la de un misterioso cura, que viene a sustituir al anciano párroco, pondrá patas arriba la anodina vida de una población venida a menos.

Flanagan vuelve a juntar a un grupo de incondicionales en el reparto. Kate Siegel (Erin Greene), Samantha Sloyan (Bev Keane), Rahul Kohli (Sheriff Hassan), Annabeth Gish (Sarah Gunning), Alex Essoe (Mildred Gunning) o Henry Thomas (Ed Flynn) son viejos conocidos del espectador que acuden raudos a la llamada del director nacido en Salem cuando este hace toque de Diana. Sin embargo, en esta ocasión, quien lleva la voz cantante es un auténtico neófito en Territorio Flanagan. Fargo, Legion o La gran apuesta son algunas de las muescas en la filmografía de Hamish Linklater. Como no podía ser de otra forma, el personaje que interpreta (Padre Paul) guarda un secreto que nos será revelado a modo de flashbacks pero en diferentes intervalos. Flanagan guarda en el armario los fantasmas de mansiones anteriores para introducir a una criatura sin nombre pero que es de sobra conocida por la audiencia.

Cada uno de los siete capítulos que compone esta miniserie lleva por título libros de La Biblia (Génesis, Salmos, Lamentaciones o Apocalipsis) que guardan un gran paralelismo con lo mostrado en pantalla. Así pues, la religión (y la interpretación que buena parte de la sociedad hace de ella) es el motor de Misa de medianoche que, además, profundiza en distintos aspectos del ser humano. Calificar a esta nueva serie de Netflix como de terror sería un error y llevaría a engaño a no pocos espectadores. Cierto es que se utilizan elementos propios del género y que no hay ningún problema en mostrar sangre, matanzas o seres sobrenaturales, pero todo ello está al servicio de la historia y del lirismo de la misma.

En Misa de medianoche nos encontramos profundas reflexiones que sus personajes comparten con sus vecinos. Tanto es así, que por un momento podemos pensar que los diálogos los ha firmado el mismísimo Robert Kirkman. Los habitantes de Crockett Island se encuentran aislados, prácticamente encarcelados en un lugar en el que hay poco que hacer. Ello no es óbice para que el racismo sea una constante. El Sheriff Hassan recibirá improperios de no pocos miembros de la comunidad. Evidentemente, el problema no son los mensajes que Flanagan quiere hacernos llegar, sino la poca sutileza que tiene a la hora de abordar lo que le interesa. Sus largos speeches, en ocasiones, funcionan, pero, en otras, cortan el ritmo formando desequilibrios importantes.

Por lo tanto, es una pena que escenas repletas de espiritualidad como la conversación sobre la muerte que mantienen Erin y Riley sean tan recurrentes convirtiéndose, alguna de ellas, en carne de parodia. A pesar de no llevar “maldición” en el título, Misa de medianoche también cuenta con una de tamaño considerable. Como en trabajos anteriores, Flanagan construye personajes trágicos que cargan dolor y culpa en una mochila cuyo peso excede lo soportable. A vista de pájaro, Crockett Island puede parecer un entorno paradisiaco pero, una vez se toma tierra, es fácil comprobar que su destino no es nada halagüeño.

Este escenario, tan poco esperanzador, es el destino idóneo para que el Padre Paul ponga en funcionamiento un plan que permanece oculto varios episodios. La otrora (cuasi) vacía parroquia se irá llenando poco a poco gracias a las obras y/o milagros que el nuevo cura tiene el don de impartir. Los habitantes del pequeño islote acogerán con los brazos abiertos cualquier cosa que les haga sentir mejor. Sus miserables vidas darán un giro de 180 grados aunque la letra pequeña de este regalo advierta de que el contenido puede estar envenado…

Padre Paul imparte la palabra con una fe tan ciega que no es consciente de los peligros que ha traído con él. El fanatismo y la manipulación son aspectos que cobran una especial relevancia en la serie. El personaje de Beverly retuerce las escrituras, moldeándolas a su antojo para, de esta forma, seducir a la masa. Los caminos del Señor son inescrutables, pero en nombre de Dios se han cometido auténticas tropelías a lo largo de la historia. Algo similar a lo que sucede en Misa de medianoche con la pésima interpretación de una maldición. El ansia por la vida eterna, por sentirse en su mejor versión, empuja a los habitantes a pactar su condena de manera inconsciente.

Misa de medianoche cuenta con un buen número de imágenes impactantes. El final del quinto capítulo es el punto álgido en cuanto a belleza se refiere con una despedida de lo más poética que nos retrotrae a Thirst, de Park Chan-wook. El contraste oscuridad/amanecer es tratado con tino en varios fotogramas para el recuerdo. No obstante, no es oro todo lo que reluce. El guion cuenta con varios deus ex machina que nos obliga a comulgar (nunca mejor dicho) con ruedas de molino. La potencia del personaje de Padre Paul se difumina cuando parece entrar en razón, de forma casi espontanea, como Saúl cuando cayó de su caballo. Por otra parte, varios de sus personajes secundarios apenas están desarrollados convirtiéndose en meras piezas de atrezzo.

En definitiva, Mike Flanagan vuelve a construir un cuento dramático con toque sobrenatural, una serie de terror para todos los públicos. Misa de medianoche cuenta con un trasfondo mayor que sus trabajos anteriores y su visionado resulta tremendamente adictivo. El misterio inicial y su propuesta existencialista contrasta con algún que otro monólogo excesivamente largo o situaciones que rozan lo ridículo. Mención especial para un Hamish Linklater que tiene momentos de gloria con un personaje tan rico como complejo.



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