Javier Vázquez Delgado recomienda: Blue note: Los últimos días de la ley seca, de Mathieu Mariolle y Mikaël Bourgouin

Edición original: Blue note Tome 1 (Dargaud, 6 septiembre 2013), Blue note Tome 2 (Dargaud, 3 octubre 2014)
Edición nacional/España: Blue note: Los últimos días de la ley seca (Norma editorial, Mayo de 2019)
Guion: Mathieu Mariolle y Mikaël Bourgouin
Dibujo: Mikaël Bourgouin
Traducción: Eva Reyes de Uña
Formato: Cartoné. 148 páginas. 29,95€

Dos caras de una misma moneda

“¡Sí, era realmente impresionante!”

Las personas albergan en ellas una miríada de contradicciones, una cantidad incontable de incoherencias que les hacen ser imperfectos, les hacen ser humanos. Dentro de ellas hay una que suele estar muy presente en el mundo de las artes, y de la ficción en este caso: la confrontación entre los elementos destructores y creadores de los que somos dueños, pero que no siempre podemos controlar. En todo tipo de ámbitos podemos encontrar esos elementos, esas herramientas o acciones que se decantan en uno u orto sentido, incluso en ambos, cuando una misma acción crea algo para destruir otra cosa, o al contrario. Es un factor humano en el que nos vemos obligados a participar con bastante frecuencia, en el día a día, en las grandes y en las pequeñas cosas. Este tema es el que se vertebra la obra que traemos hoy, pero antes conozcamos a los autores.

Mathieu Mariolle nació en París en noviembre de 1978. El artista se embarcó por primera vez en estudios como traductor. Hoy guionista, sus estudios le permiten escribir en varios idiomas y colaborar con multitud de artistas extranjeros. Fue en 2004 que empezó a darse a conocer al gran público con la publicación de Pixie (2004-2007), un cómic con un universo fantástico con los dibujos de Aurore Demilly. Después escribiría más de dos decenas de obras, como Hazard (2007) con los dibujos de Grelin, Alta donna (2008-2009) en colaboración con MiniKim, o El camino de la espada (2013-2020). También participó en Los mundos de Thorgal – Kriss de Valnor, coescrito con Xavier Dorison y dibujado por Roman Surzhenko (volumen 6, en 2015) y luego de Fred Vignaux (volúmenes 7 y 8, en 2017 y 2018).

Mickaël Bourgouin nació en Lyon en 1982. Después de estudiar dibujo en la escuela Emile Cohl, se graduó en 2004 y, unos meses más tarde, fue contactado por Thierry Gloris quien le ofreció el guión del Codex Angélique. Tras presentarlo a Editions Delcourt, firman su primer contrato. La serie tendría otros dos volúmenes publicados en 2007 y 2009. En 2008, Mikaël también participó en el colectivo Sky-doll, publicado por Soleil, sobre un cuento escrito por Barbara Canepa y Alessandro Barbucci. Las inspiraciones de Mickaël provienen principalmente de la escuela estadounidense con autores independientes como Bill Sienkiewicz, Mike Mignola o Dave Mac Kean, aunque dice ser un amante incondicional de Alberto Breccia.

Blue note, Lo destructor y lo creador

Este trabajo, que recopila los dos números que cierran la obra, nos cuenta, en la primera parte la historia de John Doyle, un boxeador irlandés que vuelve a la ciudad de Nueva York para un último combate, y que se ve inmerso en la maraña que conforma esa misma urbe. En la segunda nos es narrada la historia de Ray Jameson, un músico afroamericano que llega a la misma ciudad, con tan solo su música y su guitarra como únicos acompañantes, con los que pretende llegar a lo más alto del panorama musical. Por el camino se verá obligado a participar al juego que marca el compás de la ciudad, buscando su propia voz, mientras intenta no perder demasiado por el camino. Todo ello enmarcado en los últimos 30 días de la ley seca.

En este volumen entran en conflicto las ideas de la destrucción, que se evidencian en la primera parte, con la idea de creación que encontramos en la segunda parte. En ambas nos narran la historia que sucede en un mismo espacio de tiempo, primero contándonos los sucesos desde el punto de vista del boxeador, para trasladarnos al del músico en la segunda. Esa estructura acaba dando mucho juego al final, cuando, tras varios encuentros tangenciales, podemos ver la convergencia de ambas historias en una sola.

La primera parte podríamos catalogarla como más floja que la segunda, o con menos profundidad, más superficial. Quizás por el tema tratado, o porque es necesario gastar más tiempo para ponernos en contexto, pero en cualquier caso hay una subida de calidad considerable en el subtexto del guion de la primera a la segunda parte. Siendo esta primera más heredera de las historias del antihéroe sin patria ni pretensión, que se encuentra cargado de conflictos que no exterioriza, en un mundo que le engulliría de llegar a hacerlo. En ese sentido el relato es bastante coherente, pero se entretiene mucho en mostrarnos una superficie atractiva, llena de peleas y enfrentamientos del ego, y algo escasa en la profundidad que merece y requiere un personaje de estas características para que funcione a la perfección. Pese a todo, las pinceladas que recibimos en ese sentido le dan empaque suficiente para que el entretenimiento tenga algo de contenido, y podamos empatizar con su historia.

Pero es en la segunda parte donde todo se despliega como una flor que eclosiona ante nuestros ojos, y nos deja vislumbrar lo que realmente escondía en su interior aquel perezoso capullo. Se mantiene una conversación superficial con el lector, en la que verá al músico viéndose inmerso en tramas mafiosas, que se entrelazan con lo contado en el primer álbum. Pero hay varios componentes que nos dan esa profundidad que reclama la obra. En primer lugar, vemos las partes en las que se unen ambas historias desde otro punto de vista, obteniendo múltiples lecturas de las mismas, siendo en estos lugares comunes donde convergen los subtextos de ambas historias. En segundo lugar podemos advertir un relato interior del personaje, igual de coherente que el anterior, pero con mucho más fondo, dejándonos permeados de sus miedos, objetivos, aciertos y fallos, consiguiendo así mayor complicidad con éste y con su historia. Aunque, en definitiva, ambas se complementan para lograr un final que les da a las dos historias su merecida conclusión, y que propone una guinda muy en consonancia con el enfrentamiento entre nuestra capacidad de destruir, y de crear.

Página del cómic
Uno de los lugares donde se conectan las dos historias

El apartado gráfico es sin duda el reclamo principal de esta obra, cuya fuerza es incontestable. El autor hace énfasis en un trazo agresivo y fuerte, pero que encaja a la perfección con la historia. Desde el principio hasta el final nos encontramos ante una fuerza de la expresividad, no en rostros, que también, pero sobre todo en ambientes, y en la elección del momento preciso. En la primera parte hace gala de un gran control del movimiento, dotando a las peleas de mucho dinamismo. Nos propone varios juegos con el color para hacernos partícipes del mundo y la sensación que reinaba en aquella época. Y el uso de las sombras no se queda atrás. Pero es sin duda en los momentos contemplativos, en los que el fondo toma una entidad que poco tiene que ver con la realidad y mucho con la Verdad de lo que se está contando. La segunda parte tiene todo lo anterior, pero se le suma un mundo interior del músico, planteado no solo en el guion sino que también en el dibujo, el cual enfatiza ese universo propio, y le confiere un cuerpo tanto al personaje como a la obra, que se percibe como lo más llamativo, y a la vez como la mejor muestra de fusión entre el guion y el dibujo.

Personaje toca la guitarra

En conclusión, las carencias de la primera parte son necesarias para la grandeza de la segunda, que como conjunto se compatibilizan a la perfección, logrando que el integral sea un trabajo sólido, bien ejecutado y que gracias a la apabullante calidad gráfica es una apuesta perfecta para cualquier amante del noveno arte.

Lo mejor

• La lucha planteada entre la capacidad de destruir y de crear de los seres humanos desde diferentes ángulos.
• Una estructura que se hilvana poco a poco y que encuentra su eclosión en una segunda parte llena de lecturas.
• La capacidad de retratar ambientes, tanto externos como internos desde el apartado visual.

Lo peor

• Unas carencias en la primera parte, que se plantean inevitables para la grandeza de la segunda y de la obra en general.



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