Javier Vázquez Delgado recomienda: Apocalipsis. El libro de las revelaciones de San Juan, de Alfredo Castelli y Corrado Roi
Edición original: Apocalisse: Il libro della rivelazione di san Giovanni (Sergio Bonelli Editore, 15 de noviembre de 2019)
Edición nacional/España: Apocalipsis. El libro de las revelaciones de San Juan (Panini Cómics, 23 de septiembre de 2021)
Guion: Alfredo Castelli
Dibujo: Corrado Roi
Traducción: Jesús Huguet
Formato: Cartoné. 112 páginas. 16€
Adaptando lo inadaptable
«El día del señor caí presa de una visión… Y vi a alguien que me hablaba… Y me ordenaba escribir lo que estaba a punto de ver…»
No es tarea sencilla adaptar según qué narraciones literarias al mundo del cómic. A veces por su contenido inminentemente reflexivo, que tiende a explicar con monólogos internos mucho de lo que sucede. Es un recurso puramente literario y que no acaba de funcionar bien en cómic o cine. Otro motivo, y que es el que nos trae hoy aquí, es que el texto sea íntimamente alegórico. La simbología, es un elemento muy valioso para la literatura, que encierra en sus palabras múltiples lecturas y significados, siendo todas ellas parte de la historia, nutriéndose entre ellas si la obra está bien cohesionada consigo misma. En muchos de los casos, esa simbología suele estar presente como subtexto, como elemento subyacente que asoma tras la reflexión de la lectura. Y siendo ese caso, como lo es, difícil de adaptar, el problema se dilata sobremanera cuando lo alegórico, lo simbólico, es la superficie de la propia historia; cuando la historia es lo que subyace y los simbólico lo que se encuentra en la superficie. Esto es lo que nos encontramos en esta magnífica obra. Hablaremos más a fondo de ella, sin embargo, conozcamos antes a los valientes artistas que se atrevieron a hincarle el diente a semejante Bestia.
Alfredo Castelli nació el 26 de junio de 1947. Originario en Milán, comenzó su carrera en el cómic a una edad temprana, creando la tira Scheletrino, una serie de humor para el cómic italiano Diabolik, cuando solo tenía 16 años. En 1967 Castelli comenzó a escribir guiones para varios cómics italianos, incluidos Pedrito el Drito y Piccola Eva publicados por Universo, Cucciolo y Tiramolla para Edizioni Alpe y Topolino para Mondadori. Posteriormente, Castelli se expandió a la televisión, escribiendo varios anuncios, así como la serie Cappuccetto a Pois con Maria Perego y el guion de la película Il tunnel sotto il mondo. En 1978, tras llevar a cabo obras como Los aristócratas (1973-1977), comenzó su colaboración con la editorial Sergio Bonelli, escribiendo historias de Zagor y Mister No. Dos años más tarde, presentó a Bonelli la idea de una nueva serie basada en un investigador neoyorquino que investigaba misterios científicos. Tras dos años de gestación, en 1982 crea Martin Mystère. La serie, dibujada inicialmente por Giancarlo Alessandrini, marcó un punto de inflexión en la historia del cómic popular italiano, y en la carrera del escritor.
Corrado Roi nació el 11 de febrero de 1958 en Laveno-Mombello, Italia. Debutó con 16 años de edad en el estudio de Graziano Origa, donde ilustró Rick Zero, un personaje de ciencia ficción creado por el mismo Origa y publicado en el semanal Adamo de la editorial Corno, además de algunos cómics de bolsillo. Tras unas colaboraciones con Ediperiodici, Editrice If e Il Monello, a mediados de los años 1980 empezó a trabajar para la editorial Sergio Bonelli, siendo uno de los autores más representativos de la editorial. Acabó dibujando para seriales tan relevantes como Mister No, Martin Mystère y principalmente Dylan Dog; serie que es muy reconocida en el apartado visual del que Roi fue generador, y por el que a día de hoy se le reconoce. Fue dibujante de Brendon, del que también fue el portadista hasta el número 44, siendo sustituido por Massimo Rotundo. Trabajó también para otras series de Bonelli como Nick Raider, Viento Mágico, Julia, Dampyr y Morgan Lost.
Apocalipsis, y de qué manera
La obra, en términos muy simplificados vendría a contarnos la visión que tiene Juan de la futura muerte y resurrección de la humanidad (resurrección de parte de ella, una parte muy reducida de ella). Comienza con la apertura de los siete sellos por parte de Jesús. De los sellos aparecen los jinetes del apocalipsis, mártires pidiendo venganza, y cataclismos en general. (Cuatro ángeles, prácticamente los únicos decentes en toda la historia, detienen la destrucción para poner la marca en los 144000 personas que serán salvadas).Con el séptimo sello aparecen siete ángeles que tocan siete trompetas. Cada trompeta viene acompañada con una catástrofe. Llueve sangre y fuego, el Sol y la Luna se golpean, un astro cae en la tierra, se esparcen miles de saltamontes, cuatro ángeles con un ejército que extermina a un tercio de la humanidad superviviente… Con la séptima trompeta aparece el Arca de la alianza, señal inminente fin de los tiempos. Aparecen siete señales en el cielo que anuncian la destrucción. La última de las siete señales son siete ángeles portando siete flagelos con los que golpean a la humanidad. Reciben siete copas de Dios, y derraman sobre la tierra desatando siete plagas… Tras muchos rodeos La Palabra de Dios derrota a la Bestia 666 y es encerrado durante 1000 años, cuando volverá a intentar hacerse con el control de la Tierra. Los pecadores son arrojados al lago de fuego y los muertos que no se plegaron a los designios del Dragón rojo (Satanás) resucitan. Se lleva a cabo el Juicio final, y da comienzo una nueva era. Un ángel ordena a Juan que difunda el libro con su visión, ya que el tiempo se acerca, y anuncia su próximo regreso a un mundo purificado.
Bien, he querido poner toda esta introducción para que entendáis que no es una historia fácil, no es una narración convencional, y me he saltado muchos sietes, mucha destrucción y muchos otros números, muy relevantes para la historia. Lo que nos encontramos aquí no es, ni mucho menos, para todos los públicos. Los propios artistas son conscientes de ello, y una advertencia en ese sentido es lo primero que aparece en la obra; algo que más de un lector desprevenido habrá agradecido.
Lo primero que hay que reconocerles a los autores, es la valentía de adaptar un texto de estas características. Sin duda, es una obra muy pretenciosa, pero que sabe en a qué está jugando. La misma obra es consciente de sus limitaciones, del espacio que requeriría hacer un trabajo que recogiese todos los textos, como también es consciente de lo esencialmente ambiguo del texto que adapta. Los autores lo saben, cualquiera que sepa algo del apocalipsis, sino lo sabe, lo intuye. Sin embargo, el ejercicio de concreción, de elección en los textos resaltados, es magnífico, logrando que una historia que poco tiene de narrativa, se acabe por convertir en una narración. En la original el lector es bombardeado muchas veces con los mismos textos, con una repetición de los sucesos hasta el hastío, en los que un mismo suceso se puede describir tres, cuatro o diez veces. Esto es debido a que cuando en tiempos antiguos se recopilaba el texto, se fueron fusionando diferentes escritos que decían lo mismo pero de diferente manera, o con diferente orden, y como no se quería alterar el contenido, más de lo necesario, se optó por mantener todas las versiones. En este sentido la adaptación deja de un lado los textos densos, las repeticiones, y ofrece una lectura que se pareciera a lo más ameno que podría ofrecerse sin alterar la esencia de la obra.
Uno de los grandes aciertos de esta adaptación, son las tres intervenciones repartidas durante la obra de personajes históricos. Su aparición sirve al lector de muchas maneras. Son un elemento reconocible que, tras verse, como se verá si accede a su lectura, en una vorágine de mensajes apocalípticos que son tan crípticos como sugerentes, podrá tomar aliento viendo a dos personas hablando tranquilamente sobre lo expuesto anteriormente en la obra y lo que será expuesto cuando se avance. También ayuda induciendo al lector a plantearse varias de las incógnitas que durante la historia se han ido uniendo en la interpretación del texto, alentando a que el propio lector haga sus propias reflexiones. De un modo más oculto, se pueden interpretar varias formas de percibir el apocalipsis, ya de manera simbólica, profética, literaria, o como un elemento cultural heredado, entre muchas otras. Por último, aunque habría mucho que decir al respecto, introduce en la obra sucesos que realmente ocurrieron, y que le otorga al conjunto ese componente empático necesario. Como la atrayente conversación entre Isaac Newton y el Vicario local de Woolsthorpe, o la viciada entrevista entre el periodista Jhon Symonds y Aleister Crowley, y aunque la conversación entre Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges en ese sentido nunca se pueda probar, es tan probable que se diera en estos u otro términos pero sobre este tema, que es bienvenida entre los amantes a la lectura.
En cuanto al contenido de la misma historia, de lo que cuenta en sí misma, es sin ninguna duda el texto más críptico y ambiguamente interpretable que hay en el canon cristiano, al que le costó varios siglos pertenecer. Aquí se nos presenta a un Juan que, en un estado casi de ascetismo, escribe en un texto lo que se comenzará a plasmar en imágenes, y que no es otra cosa que la visión que habría sido otorgada por un enviado de Dios. La muerte de los pecadores, la llegada de Satanás; la destrucción del mundo en resumidas cuentas. La numerología se hace muy presente en todo el trabajo, como lo es en la original, haciéndonos por reiteración conscientes de su existencia, de su uso simbólico en el texto, y su supuesta implicación en la historia de la humanidad. La mayoría de los bocadillos de diálogo de la obra vienen de las conversaciones de los personajes históricos antes mencionados, pues en casi su totalidad el texto se nos da en forma de monólogo, dictado por Juan. Esto puede hacer de su lectura algo farragosa, pues pese a la evidente simplificación y modernización del texto, la obra es la que es, y no se puede prescindir de ese estilo tan sobrio, característico de los textos bíblicos.
Su elemento más endeble sin duda lo podemos percibir en el apartado del guion, más concretamente en el de la estructura, que adolece de estar constreñida en poco menos de 100 páginas, y de una pretensión narrativa que no se encuentra en el texto original. Termina, por tanto, siendo una obra que no se deja domar lo suficiente para plegarse a las necesidades de la narración moderna, pero que tampoco se percibe como inamovible, quedando en un limbo que puede confundir al lector. Esa pretensión narrativa culmina con una pregunta final hacia el lector, iniciada por el mismo Borges imaginario, y que acaba por trasladarse al Juan, tan imaginario como el escritor argentino, cuya respuesta cierra la obra. Esto último también puede no convencer a quien entre en la obra, pues se percibe como una suerte de esoterismo muy marcado, que pretende servir incluso de advertencia para el propio lector. Éste, latente en la mayor parte del texto, incide con mayor evidencia al terminar la obra, con la frase “El diagrama se transcribe habitualmente con la letra W. Tres diagramas corresponden a WWW (666)”, hablando del número de la bestia en términos actualizados, y que nos deja cristalino las intenciones cabalísticas de tono fatalista del mensaje final.
Entremos en el que sin duda se presenta como el atractivo principal de la obra; el apartado gráfico. Corrado da aquí su Do de pecho en cuanto a su interpretación de lo que se debería reflejar, teniendo en cuanta lo que se narra. No es que sea un artista novato, o que pueda verse intimidado fácilmente, pero tampoco es difícil imaginarse las horas que pasaría devanándose los sesos para poder traer al mundo de las imágenes ideas como “Y del cielo cayó una enorme estrella llamada Ajenjo, ardiente como una antorcha… y cayó sobre la tercera parte de los ríos y de las fuentes…”. Logra que nos adentremos en ese mundo casi Lovecraftiano, en el que lo cósmico y lo terrenal, lo etéreo y lo palpable, lo espiritual y lo material, se dan la mano y convergen en una innegable muestra de maestría, no solo plástica sino interpretativa. Sin ninguna duda el trabajo gráfico que obtenemos de su pincel es el de un maestro, inspirado y sugerente, tan evocador, sino más que los propios textos que acompaña.
Si hubiese que destacar un factor entre todos los que se amontonan para hacer de este trabajo plástico una autentica delicia visual, sería el de la atmósfera. La iconografía apocalíptica es relativamente reconocible gracias a que se nos ha relatado en varias ocasiones en múltiples medios, es por eso que lo difícil en sí mismo (que también) no sería hacer reconocible lo apocalíptico en las imágenes, sino que todo el conjunto fuese un elemento apocalíptico. Para ello Corrado consigue que sus páginas no se dividan en viñetas, sino que la misma página sea una concatenación de la anterior, como una historia visual rio que se desliza por las páginas y que envuelve toda la obra. De esta manera logra que todo el volumen sea un solo ente, únicamente divisible en los cortes que por guion nos llevan a la realidad con los personajes históricos, y que incluso en esos interludios mantiene su esencia latente en los fondos.
A título personal, el estilo de la tinta me recordaba en exceso al inimitable pincel de Alberto Breccia en su inmortal Perramus. Casualmente en ambas obras hace aparición Borges, teniendo una relación con respecto a la historia extrañamente similar. Otra obra magna que no dejaba de venirme a la cabeza era el Berserk del tristemente fallecido Kentaro Miura, con un registro visual muy diferente, siendo el de Kentaro más agresivo y explícito, pero rozándose a la hora de describir lo intangible. También es inevitable que nos sobrevuelen artistas como Gustavo Doré o El Greco quienes anteriormente ya tocaron en varias ocasiones el tema del apocalipsis con diferentes estilos, pero que sin duda marcaron pautas al respecto.
La edición de Panini es magnífica, tanto en precio como en el mimo al detalle del producto. Para coronarlo, el volumen comienza con una introducción de Alfredo Castelli en la que se nos resume de forma muy precisa y concisa el paso de los textos proféticos al de los textos apocalípticos o de la revelación. Tras eso nos encontramos una suerte de glosario de personajes y capítulos, en los que se nos explica lo necesario para que la lectura sea más accesible. Para terminar, al final del volumen Casteli nos ilustra con un ensayo final sobre la iconografía apocalíptica en la historia, para dejar patente, entre otras cosas, lo difícil de adaptar esta obra.
En conclusión, Apocalipsis es una obra que no es para todo el mundo, con una estructura descompensada, y una narrativa densa con ritmo lento, puede no gustar al público que busque una obra desenfadada. Pero si se pasa por encima del impedimento que todo ello implica, se podrá encontrar con un trabajo que resume el texto bíblico como nunca antes se había logrado, concretando ideas más dirigidas al mundo sensorial y simbólico que al narrativo visual. En ese sentido esta es una obra tan atrevida como acertada, gracias al extraordinario trabajo de condensación de Castelli, como el gran salvador de este trabajo; el pincel de Corrado Roi.
Lo mejor
• La síntesis de un libro tan extenso y repetitivo como el Apocalipsis, y que se haga accesible al público general.
• Atreverse con una obra de estas características, tanto por parte de la editorial Bonelli como por los autores; todos mis respetos.
• El ARTE de Corrado Roi.
Lo peor
• El apartado del guion, que tanto en la estructura como en el ritmo se ven inevitablemente constreñidas, en gran parte por falta de espacio, haciendo de la lectura algo denso por la misma esencia de una obra tan simbólica.
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