Javier Vázquez Delgado recomienda: Rucka en Wonder Woman

En el cómic hay una serie de guionistas que representan una corriente a la que me gusta llamar, en contraposición al realismo mágico, fantasía realista. Y es que, al igual que Gabriel García-Márquez o Toni Morrison supieron introducir sutiles irrealidades que parecían más tangibles que la propia historia, gente como Kurt Busiek o Ed Brubaker nos regalan detalles de cotidianidad que afianzan cual andamios nuestro querido (pero irremediablemente absurdo) universo de súper-heroicidades. Detalles como la administración gubernamental de una pequeña isla-estado en otro país, llena de funcionarios. Porque justamente eso es lo que nos regaló Greg Rucka, el otro gran exponente de la fantasía realista. El arquitecto de universos de ficción capaz de hacernos creer (precisamente junto a Brubaker) que una comisaría en Gotham no sólo es posible, sino disfrutable… y que la embajadora de Temiscira no sería tal sin una embajada, y los trabajadores que la pueblan y la hacen funcionar.

Rucka

En este Diciembre, mes de Wonder Woman en ZN porque la amazona cumple 80 años de vida editorial, no podía faltar nuestra humilde dedicatoria a uno de los autores que mejor ha sabido empoderarla y darle la importancia que merece.

La idea de la embajada ya se le ocurrió en su brevísima pero intensa Wonder Woman: Hiketeia. De esos detalles que parecen tan obvios que extraña comprobar que a nadie se les hubieran ocurrido antes. Aunque en esa historia Rucka realmente tomaba contacto con el personaje y el peso de la misma estaba más centrado en grandes aspectos como la tradición, la responsabilidad y, porqué no decirlo, demostrar por las claras la fuerza del personaje. Si la portada de J. G. Jones ya era una muestra brutal de lo que me refiero, sentir la escena dentro del tebeo con la fuerza del guion era incluso más demoledor. Creo que Superman o cualquier héroe infinitamente poderoso aún está esperando gozar de una escena similar con el murciélago.

No… te… levantes!

Pero no me distraigo más con esa pequeña joya, ni con la reciente vuelta del guionista al personaje en 2016 durante el Renacimiento de DC (y bien que me gustaría adentrarme en aquel ya mítico “Wonder Woman is Queer” y la consecuente liada). No, porque el objetivo de este artículo es la primera etapa de Greg Rucka en la serie regular de Wonder Woman, durante los números que van del 195 al 226, publicados entre octubre de 2003 y abril de 2006. Justo después de que Phil Giménez demostrara que no todo el monte es George Pérez en su estupendo run con el personaje, Rucka elevó aún más las apuestas y terminamos ganando todos. Una etapa con el suficiente amor al personaje y elementos definitorios como para ser recordada como las que marcan un antes y un después para la amazona.

La historia comienza con el viejo truco de introducirle a un personaje nuevo los entresijos de la mentada embajada. Gracias a esa, en todo caso muy bien usada, estratagema, Rucka nos presenta su idea de dicho lugar de trabajo y los empleados que allí se encuentran. Tan bien lo hace que los nuevos lectores creerán encontrarse con caracteres ya creados con antelación, pero todo fue extraído de la imaginación de los autores para la ocasión. El plural es porque aquí si viene a colación el trabajo del dibujante, Drew Johnson, que ayudó a diseñar muy convincentemente esta panda de entregados seguidores de Diana. Algunos serán clave para la historia a partir de entonces, pero ninguno es necesariamente el centro de ninguna trama. Aún así, se nota el cariño del guionista por la creación del elenco de secundarios. Tal como afirmó en una entrevista realizada para la propia Zona Negativa “El carácter tiene que venir lo primero. Tengo que saber quién es la gente”.

Tenemos chico nuevo en la oficina

Los personajes los cuales si que existían, principalmente el panteón de dioses y las amazonas inevitablemente asociados a la figura de Diana, se vieron al menos actualizados para la ocasión. Ya hace falta una suspensión de incredulidad para aceptar la interrupción de estos seres todopoderosos, pero al menos no hay que soportarlos con las manidas túnicas, sandalias y demás atrezo greco-romano. De nuevo Johnson tuvo aquí un papel crucial y pudo dejarse llevar por la imaginación para traernos una versión más moderna, aunque igualmente fantástica, del panteón. También las amazonas fueron sutilmente re-imaginadas, mostrando una clara desinhibición que el dibujante acierta a no llevar hasta la sexualización. Cabe decir que ni los unos ni las otras aparecieron hasta el segundo número de la etapa, quizá para dejar claro el tono realista (aunque mágico) en el primero. De hecho, en ese primer número no se presentaba ninguno de los motores de las tramas que guiarían la etapa, salvo la inminente publicación del libro de reflexiones de nuestra querida superheroína.

Panteón modernito

Por cierto, que este Wonder Woman 195 cuenta con una alucinante portada de Adam Hughes, pero tras un par de cambios, el que se haría dueño y señor de las portadacas de la serie sería Jones. He de admitir que cuando no tira por el estilo pictórico, como en la nombrada Hiketeia o la sublime Wanted, me encanta, pero cuando le da por esos pincelados acabados no me gusta tanto. Comete muchas desproporciones y algunos rostros resultan ciertamente extraños. En todo caso, en esta etapa, deja más de un pin-up para el recuerdo y fueron uno de los factores para hacerla inolvidable.

Rucka

Es en el siguiente número donde se pone toda la carne en el asador y aparecen no sólo los seres mitológicos y algún que otro villano clásico, sino una enemiga de nuevo cuño muy interesante, Verónica Cale. La verdad es que está tan orgánicamente introducida que hasta el momento de hacer esta reseña no había caído en su total equivalencia con la figura de Lex Luthor para Superman. Efectivamente, esta Cale es una humana normal y corriente envidiosa de la “injusticia” que supone una extranjera maravillosa y con unos poderes por los que “nunca” ha luchado (Entiéndanse las comillas para los aficionados a este medio y que conocen el esfuerzo y la responsabilidad que suponen esos dones para Diana). En todo caso, Verónica es menos de androides súper-poderosos (aunque algo hay) y más de sutil desgaste por medio de prensa, política y opinión pública en general. Siendo esto último lo que la hace mucho más interesante y formidable como enemigo, ya que cualquier victoria contra ella se convierte rápidamente en pírrica. Hay un posterior episodio dedicado a su origen, dibujado por Stephen Sadowski, ciertamente inquietante.

La inquietante Verónica Cale

De hecho, en el primer tramo de la etapa se mezcla la batería de recursos mediáticos de Verónica Cale con el libro de Reflexiones de la amazona. Rucka aprovecha para hacer una cruda crítica social a los USA de aquellos (y tristemente actuales) tiempos a través de lo que el equipo de la villana, si se la puede llamar así, usa para atosigar a Diana. “Incendiarias” ideas como: modelos no tradicionales de familia, reforma de la ley de prisiones, o salvar el medioambiente. Mientras, se van generando sub-tramas también relacionadas con Cale que implican al Doctor Psico y a Cisne Plateado. Pero la más importante es la que se va espoleando entre los miembros del panteón olímpico. La más emotiva de todas las presentadas es la del Cisne, su antigua amiga Vanessa Kapatelis, en la que el guionista demuestra su máxima de “Wonder Woman es compasión”. Concepto con el que Rucka jugará hasta retorcerlo lo más posible durante todo el run, estudiando los límites de Diana.

Rucka

En todo caso, como hemos comentado, son los tejemanejes divinos los que verdaderamente afectarán a la heroína. Estos terminan resultando en el violento desplazamiento de Temiscira a una posición estratégicamente difícil para los Estados Unidos, la liberación de Circe (número dibujado por Shane Davis), la resurrección de Medusa, y en un desenlace muy dramático, en la conversión en piedra del hijo de uno de los trabajadores de la embajada. Por el camino se cruzan las tramas y Cale acaba aliándose con Circe, mientras que Batman como auténtico detective y Doctor Psico como auténtico maníaco apuntan a los planes de la manipuladora Verónica. Sin embargo, Wonder Woman está demasiado ocupada para ocuparse de ella. A partir de la pérdida del niño, Diana comienza un peligroso camino en el que, en contra de sus creencias, el fin justificará los medios.

¿Me ayudas? (o te piso la cabeza otra vez, tú verás)

Rucka es listo y no sólo va cambiando la dulce personalidad de la amazona con una progresión lógica, sino que se escuda en el cruel destino impuesto por los dioses para hacerlo. Este camino da un primer paso brutal con el asesinato de Medusa, justificado y merecido, pero valga el detalle de que Diana se auto-mutila cegándose cual falsa dama Justicia para poder hacerlo. A partir de ahí un baile de dibujantes exploran las consecuencias de dicho acto, entre ellos un Sean Phillips algo fuera de lugar y un tal James Raiz que, aunque competente, rompe con el estilo mantenido hasta el momento. Sin embargo, es él quien se encarga de finalizar el épico cambio de poderes en el panteón. Después, tras un algo insulso cruce con Flash, comienza la traca final con un impresionante Rags Morales a los lápices. Es aquí donde culmina el verdadero plan de la nueva señora del Olimpo y en el que Diana, pese salir victoriosa, lo ha sacrificado todo.

Rags Morales, excelso para variar

Y ese todo se precipita con los acontecimientos desatados en Crisis Infinita. Pese a estar involucrado en dicho evento, impresiona la maestría con la que Rucka aprovecha el mismo en el devenir de su serie. Lástima que el baile de dibujantes será constante hasta el final (entre ellos Ron Randall, David López, de nuevo Morales y Cliff Richards). Tras una lucha brutal con un Superman controlado, Diana se ve obligada a asesinar a sangre fría al villano detrás de esta manipulación. Esta vez las cámaras no muestran un desenlace supuestamente necesario, el enemigo no es un monstruo con cabellera de serpientes, ni Wonder Woman está ciega ante sus actos. La incomprensión de sus propios compañeros superhéroes, las acusaciones legales que implica, y el rechazo general de la sociedad terminan apartando a la amazona de su misión de Paz. Para colmo, las amazonas, que siguiendo el tenebroso camino de Diana se han abierto al combate más destructivo, se ven obligadas a retirarse a otra realidad, haciendo obsoleta la necesidad de una embajada en el mundo de los hombres. Diana se retira de las ahora dolorosas responsabilidades de su manto y Rucka la deja marchar.

Hasta aquí hemos llegado

Es cierto que con este abrupto final el guionista dejó colgadas algunas tramas como la de Verónica Cale. Tampoco terminó de pulsar la tecla correcta en la relación amorosa de dos de los secundarios, o con la propia Wonder Woman, que aparece demasiado alejada de su humanidad durante toda la serie. Pero no se puede negar que es una etapa determinante, valiosa, y que acerca sin miedo a la heroína al nivel de los otros dos símbolos de la editorial. Precisamente, respecto a esa obsesión constante de DC por empoderar a la heroína sin acierto, el guionista deja una perla que nos sirve de epílogo. En una de las pocas entrevistas que le hicieron tras aquel periodo (que además han quedado sepultadas por el último y polémico run), Rucka afirma que nunca se vio abrumado por la feminidad del personaje sino simplemente la abrazó. “El feminismo es un concepto cambiante y ella es inherentemente un carácter político. Si tu eres una entidad corporativa como DC/Warner Brothers, esto es inmediatamente problemático”. Si esto no es fantasía realista que venga Atenea y me fulmine.

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