Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Spider-Man: No Way Home, de Jon Watts. La redacción opina
Dirección: Jon Watts
Guion: Chris McKenna, Erik Sommers. Cómic: Steve Ditko, Stan Lee
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Mauro Fiore
Reparto: Tom Holland, Zendaya, Benedict Cumberbatch, Marisa Tomei, Tony Revolori, Jon Favreau, J.K. Simmons, Angourie Rice, Alfred Molina, Jamie Foxx, Jacob Batalon, Harry Holland, Christopher Cocke, J.B. Smoove, Hannibal Buress, Martin Starr
Duración: 148 min
Productora: Pascal Pictures, Marvel Studios, Columbia Pictures. Distribuidora: Columbia Pictures, Sony Pictures Entertainment (SPE)
Nacionalidad: Estados Unidos.
Spider-Man: No Way Home es el cierre a la primera trilogía del trepamuros en sus aventuras en el universo compartido de Marvel Studios al que sigue perteniendo gracias al acuerdo entre Disney y Sony. La presente producción, nuevamente dirigida por Jon Watts, sigue los pasos del Peter Parker interpretado por Tom Holland después de su aparición en Spider-Man: Homecoming y Spider-Man: Lejos de casa. En el reparto repiten nuevamente Zendaya, Jacob Batalon, Jon Favreau y Marisa Tomei, entre otros muchos; y la acción comienza exactamente en el punto en el que acababa la anterior secuela: con un Spider-Man cuya indentidad se ha puesto al descubierto y que se ha convertido de la noche a la mañana en el enemigo público número uno. Esto llevará a Peter Parker a solicitar la ayuda del Doctor Extraño (Benedict Cumberbatch), aunque las cosas no resultarán como los dos esperan poniendo en peligro el mismo tejido de la realidad… Esta sinopsis se traduce en una producción llena de sorpresas y viejas caras ya conocidas que se ha convertido en todo un éxito de taquilla. En Zona Negativa, nuestro compañero Juan Luis Daza, ya compartió sus primeras impresiones sobre la cinta; pero ahora es el turno de conocer la opinión de otros de nuestros redactores.
Toda gran película conlleva un gran espectáculo, por Jordi T. Pardo
La introducción de Spider-Man en el universo cinematográfico de Marvel Studios fue todo un acontecimiento para los espectadores y aficionados en su día, posible gracias al acuerdo entre la propia Marvel Studios y Sony que sigue conservando hasta la fecha los derechos del arácnido. Las posteriores producciones protagonizadas por Tom Holland se han saldado con auténticos éxitos de taquilla. En realidad, no hay sorpresa posible, el personaje es un fenómeno y un icono a la altura de Superman y Batman en la competencia. Siempre ha sido la espada principal de la Casa de las Ideas y sus incursiones cinematográficas han batido todo tipo de récords. No hay ninguna producción protagonizada por el trepamuros, sea de la etapa de Sam Raimi, la de Marc Webb o de la presente de Jon Watts, que haya recaudado menos de 700 millones de dólares en la taquilla. Ni siquiera la vilipendiada Spider-Man 3 de Raimi – segunda más taquillera del personaje- ni las producciones protagonizadas por Andrew Garfield que tan mala acogida tuvieron en su día. Así que el éxito de la presente Spider-Man: No Way Home estaba más que asegurado y más con la propuesta que manejaba.
Una propuesta que hay que reconocer que se podría haber ido muy de las manos a sus responsables. Por suerte, la cinta funciona muy bien en casi todos sus aspectos y supone un checkpoint emocional para la franquicia y para los aficionados solo comparable a Vengadores: Endgame. No Way Home es un cierre de trilogía muy digno, un ejercicio de deconstrucción de lo más interesante y un nuevo punto de partida que abraza muchas de las señas de identidad del personaje con las que las anteriores producciones habían jugado al despiste. En esta entrega, el Spider-Man de Jon Watts se reivindica como la mejor versión del personaje y lo hace de una manera muy inteligente confrontándolo con su propio pasado y con sus otros «yoes». Es cierto, la película es principalmente un espectáculo y está llena de fanservice, pero lejos de ser otra de esas películas autorreferenciales de las que se hacen brindis al vacío, casi todas las ideas y guiños que aquí aparecen tienen una importancia en la trama.
Tom Holland está impresionante en esta entrega, porque le favorece un guion mucho más dramático que anteriores secuelas y un planteamiento que sitúa a su personaje en dilemas morales muy potentes que nos remiten directamente a los cómics. Estar contra las cuerdas, con una buena galería de villanos poniendo en peligro la misma realidad y a sus seres queridos, pero aun así negarse a traspasar ciertas líneas y pagar las consecuencias por ello. ¡Es puro Spider-Man! El perder a un ser querido y pese a todo tener que hacer lo correcto. En ese sentido, la muerte de tía May nos regala una escena con una carga simbólica brutal y con una emotividad que nunca pudieron llegar a tener las respectivas muertes de tío Ben en las sagas de Raimi y Webb. Esa esperada frase sobre el poder y la responsabilidad se siente más real que nunca, porque en este caso hemos tenido dos películas para conectar con esta tía May y su muerte es mucho más significativa para nosotros como espectadores. La humanidad que desprende el personaje de Holland en ese momento lo eclipsa todo y eso hace que también veamos la necesidad de ciertos caminos que se tomaron en las anteriores películas.
La aparición de los Spider-Man de Tobey Maguire y Andrew Garfield viene a profundizar en esta idea. La película sirve como un homenaje de estos 20 años del arácnido en los cines y lo hace rindiendo tributo a sus intérpretes, pero también dándoles un papel que fuera de lo gratuito sirve para ayudar al Spider-Man de Holland a encontrarse a sí mismo. Es más, la interacción entre los tres también funciona como epílogo a las aventuras vividas por Maguire y Garfield en sus respectivas franquicias. Además, el gran acierto de su introducción es no cambiar el tono de sus personajes: Maguire sigue siendo un Spider-Man más blanco y Garfield se sigue definiendo por su hiperactividad y pose tragicómica. La suma de sus perfiles a los de Holland nos ofrece algunas de las mejores escenas de la película y nos lleva de nuevo a encariñarnos de ellos, por más o menos conexión que tuviésemos con sus encarnaciones.
En el caso de los villanos que se recuperan de otras franquicias, sorprende que la situación este tan bien llevada teniendo en cuenta lo difícil que en franquicias anteriores resultaba buscar un equilibrio parecido a poco que un par de villanos compartiesen escenario. Ciertamente, las estrellas de la función son el Duende Verde de Willem Dafoe y el Doctor Octopus de Alfred Molina, con el Electro de Jamie Foxx en un segundo plano y con El Lagarto de Rhys Ifans y el Hombre de Arena de Thomas Haden Church con una papel mucho más desdibujado. Dafoe vuelve a comerse la pantalla como hizo en su día en la original Spider-Man, construyendo un Duende Verde mucho más brutal destinado a convertirse -una vez más- en el peor enemigo de Peter Parker. El contrapunto es un Doctor Octopus al que Molina sigue dotando de esa rasposa pero cálida humanidad y que funciona tan bien como cuando lo descubrimos en Spider-Man 2. Cada uno de ellos establece una relación con Spider-man de Holland que capta a la perfección años de historias y de enfrentamientos entre ellos.
El otro punto a destacar de Spider-Man: No Way Home son sus secundarios, la química entre Zendaya, Jacob Batalon y el propio Holland en esta entrega cobra una intensidad -más allá del humor- que no tenían las anteriores películas de la franquicia y que toma caminos realmente trágicos hacía el final de la historia. Porque esta película incluso es capaz de tomar una idea tan pólemica como la del mefistazo -tan criticada por los aficionados a los cómics en su día- y darle un giro realmente interesante. Todo ello con la colaboración de un Doctor Extraño que no usurpa el espacio del Spider-man de Holland, pero que brilla en sus apariciones y que nos regala algunas potentísimas imágenes visuales en el Mundo Espejo superiores incluso a las que habíamos visto en su primera película en solitario dirigida por Scott Derrickson. Muchas ganas de ver su nueva película en la que aparecerán multitud de caras conocidas y otras tantas nuevas y que supondrá una nueva oportunidad para Raimi dentro del género.
Los puntos más débiles de Spider-Man: No Way Home están en un guion que aunque funciona fuerza muchas situaciones para llegar al punto donde quiere llegar. Y esto implica que algunos personajes no tengan una evolución tan bien llevada como el resto, principalmente los villanos relacionados con la franquicia de The Amazing Spider-Man. Pero dado que el punto al que llega es plenamente satisfactorio, como aficionados somos conscientes de estar siendo benevolentes con estos posibles defectos y los aceptamos como parte de la ficción. No podemos hacer menos por una película que no se puede considerar como otra cosa que una carta de amor -¡sí, topicazo pero cierto en esta ocasión!- al personaje y que supone un emotivo homenaje a su andadura cinematográfica después de más de veinte años lanzando redes entre los espectadores.
Ahora es tiempo para otro Spider-Man, para otras aventuras y Marvel Studios y Sony se han ganado nuestra confianza para que estemos pendientes de ellas. Al fin y al cabo, ¿tú no sentiste ganas de volver a ver todas las producciones del arácnido -incluso las que en su día no te gustaron- después de ver Spider-Man: No Way Home? Pues si la película consiguió hacerte sentir eso, ha cumplido con su cometido.
Lo mejor – La manera en la que la película se convierte en un homenaje a Spider-Man y la dinámica que se establece entre el personaje de Holland, sus compañeros arácnidos y sus villanos.
Lo peor – Hay cuestiones algo forzadas en el guión.
La escena – La escena en la que aplaudió toda la sala en la sesión en la que puede ver la película: cuando el Spider-Man de Garfield salva a MJ, recordando su fracaso al intentar salvar a Gwen en The Amazing Spider-Man 2. Y, por supuesto, la muerte de tía May.
El personaje- El Spider-Man de Tom Holland. Se come la pantalla.
Mi Spider-Man cinematográfico siempre será… – Después de esta entrega no cabe duda: Tom Holland.
Y mi villano favorito… – Para mí el villano mejor desarrollado y más humano de todos siempre ha sido el Doctor Octopus de Alfred Molina. Aunque me gustó mucho el retrato de los poderes de Mysterio en Spider-Man: Lejos de casa, uno de mis villanos favoritos de todos los tiempos de los cómics del personaje.
La mejor evolución audiovisual de Peter Parker, por Raúl Gutiérrez
Hablar de la labor de Marvel Studios con Spider-Man, en colaboración con Sony, resulta un tema controvertido. Y es que Tom Holland, actual encarnación en imagen real del arácnido suscita tanto alabanzas como abucheos. Para algunos, resulta un Peter Parker supertecnológico y millenial alejado de la esencial del personaje; mientras que para otros, entre los que me incluyo, estamos ante el Peter Parker adolescente más puro desde la era Lee/Ditko, o Bendis/Bagley si nos vamos al Universo Ultimate.
Así, no debemos de olvidar que trajes o poderes a parte, la esencia de Peter Parker cuando éste fue creado era la de un adolescente perdedor que cuando conseguía superpoderes adquiría más cargas, responsabilidades y problemas, un ser que cometía errores y que siempre se las arreglaba para acabar sin blanca o incluso alejado de sus seres queridos por haber decidido seguir los consejos de su tío moribundo y ser un héroe.
En ese sentido, creo que el único actor y director que han dado con la tecla para mostrarnos precisamente eso, han sido Tom Holland y John Watts, siempre con la astuta labor de ese Kevin Feige que sirve de argamasa para todo este faraónico proyecto cinematográfico. Y es que, en Tobey McGuire teníamos un buen Peter Parker para la época pero un mal actor, y en Andrew Garfield un digno Spiderman pero un Parker emo que no solo se alejaba del de las viñetas si no que no funcionaba como personaje.
Sin embargo, en Tom Holland, que fue introducido dentro del MCU como un aspirante a superhéroe, que tenía en Tony Stark la figura paterna que le faltaba en su vida (aspecto muy criticado por muchos que a mí siempre me encajó perfectamente dentro de este universo cinematográfico) tenemos un Peter Parker que desde el instituto va poco a poco descubriendo sus poderes y que por primera vez, nos muestra de verdad cómo se comporta un adolescente. Los males de amores son problemas muy serios según los cuenta Watts y los interpreta Holland, hablar con los adultos resulta todo un drama, y Spiderman, el maldito Spiderman siempre se interpone en que Peter tenga una vida feliz y acorde a su edad.
En ese sentido, No Way Home, desde su inicio en el que solo un adolescente que no piensa dos veces habría cometido el error de pedir ayuda al Doctor Extraño en lugar de hablar con el MIT, hasta su final en el que la madurez la llega a Parker a través de la pérdida y el sufrimiento, cierra perfectamente esta primera trilogía del personaje dentro del MCU en el que Peter ha pasado de adolescente a adulto, convirtiéndose ahora sí, quizás, en el Spiderman que muchos deseaban desde el principio pero que para ser creíble necesitaba todo un viaje personal previo que a su vez ha resultado maravilloso.
Y hasta aquí mi crítica de No Way Home como historia de Peter Parker. Porque la película en sí es más, mucho más, un más con el que no termino de estar cómodo. Sony/Disney han tirado de talonario para que esta película se convierta en una reunión de viejos amigos, de cameos de otros villanos y otros arácnidos que den un paso más en el multiverso que el MCU está desarrollando y que tocándonos directamente en el corazón, acuda a la nostalgia para llevarnos a las salas.
Y con todo eso, la película no está del todo mal llevada, está todo lo bien estructurada y organizada que una locura de este tipo puede estar, pero aún así no es suficiente. Me resulta forzada la inclusión de Matt Murdock, por mucho que me ilusione, me gustan las escenas entre los tres Peter pero más allá de la escena final cuando le paran los pies a nuestro Peter no termino de entender qué pintan en esta película.
Y sí, he disfrutado con William Dafoe y con Alfred Molina, con su interpretación que llega a superar la que hicieron hace veinte años, con ese magnetismo que hace que te contagien su disfrute mientras encarnan a un Duende Verde y un Doctor Octopus que no podrían ser más disfrutones. Pero aún así, todo ello no termina de hacerme sentir cómodo.
Hay quien dice que estamos ante el Vengadores: Endgame del trepamuros y, como fan de Peter, como cinéfilo empedernido y como persona que ha disfrutado mucho esta película, no puedo estar más en desacuerdo. Endgame era la gran coda final de un proyecto que duraba once años y que se había gestado muy poco a poco y con mucho cariño. No Way Home triunfa en narrarnos el viaje de Tom Holland, pero desde luego no es comparable a Endgame simplemente porque las productoras inviertan millones en traer de vuelta a actores del pasado, lo cual no ha sido mencionado ni siquiera como mera posibilidad en el resto de la saga. No hay talento alguno en conseguir dos, tres o cinco cameos, si no tan solo inversión monumental de dinero.
Dicho todo lo cual, no puedo estar más de acuerdo ni contento con la amarga muerte de Tia May, esta Tía May que nos ha hecho olvidar si existió un Tío Ben, si en el MCU estuvo casada, divorciada o si quizás enviudó mucho antes de que Peter fuera mordido por la araña radioactiva. Y es que, en este universo que Disney ha creado, tenía todo el sentido que la evolución final de Peter la disparara la muerte de un ser querido que también es querido para el espectador y que no se queda en un recuerdo de un personaje que cuando funciona solo lo hace por la fuerza de la historia de su publicación.
Un final muy digno, un viaje increíble respecto a la evolución del protagonista, pero una película fallida en cuanto a que para conquistar al público hace falta mucho más que gastarse el dinero en contratar viejas glorias.
Lo mejor – El cierre perfecto para el arco de personaje de este Peter.
Lo peor – Convertir la película en una sucesión ininterrumpida de cameos.
La escena – No termino de decidirme entre la muerte de Tía May o el fin de la pelea con Norman Osborn.
El personaje- Spiderman, y especialmente, el oriundo del MCU, siempre.
Mi Spider-Man cinematográfico siempre será… – Tom Holland sin duda alguna.
Y mi villano favorito… – Incapaz de elegir entre El Duende Verde de Dafoe o el Doctor Octopus de Molina.
Peter Parker solo hay tres, por Ángel García
Si hubiera puntuado la película al salir del cine el día del estreno, la nota sería un 10, plenamente convertido por el espíritu del fanático. Acostumbro a ir al cine una vez por semana y, desde hace meses, la situación es desoladora, al menos en mi localidad. Compartir la experiencia con una sala llena, entregada al espectáculo, me remitió a tiempos distintos y a ocasiones únicas vividas en un espacio que adoro y al que, como digo, acudo puntualmente.
El paso de las semanas, no obstante, me ha puesto en situación, razonando más lo que vi y comprendiendo a su vez los errores o aspectos que menos he disfrutado de Spiderman No Way Home. Como son pocos, comenzaré por estos. Fundamentalmente, hemos de hablar del director, Jon Watts. Es un realizador correcto, pero con menos estilo y desde luego talento a la hora de construir escenas que otros que han trabajado con el personaje.
En este sentido, resulta evidente y a modo de ejemplo, la diferencia de nivel entre cualquier escena del Doctor Octopus en Spider-man 2 y esta. Carece de la personalidad necesaria para, como espectador, apreciar la mano de autor en la creación de protagonistas y antagonistas. La música de Michael Giacchino es, en muchas ocasiones, la que cubre la escasez de originalidad en la presentación ofrecida desde la dirección del primero.
Fuera de esto, si bien la trama peca de tramposa por momentos y tiene sin duda fallos en el desarrollo, sirve a un propósito mayor, en aras del espectáculo. Uno de los males del público actual es el innecesario análisis de toda cuestión pueril de cada cinta, en muchos casos, estropeando el visionado con expectativas y aspectos que no afectan necesariamente al resultado.
Esta es una película de estudio. Uno, eso sí, a plena potencia y que ama los personajes y no se siente avergonzado de producir películas con ellos. Es, además, una celebración para el fan y desde el fan, un ejercicio de nostalgia entendida como factor y herramienta para el futuro, no únicamente como momento puntual para sacar dinero. Con NWH, Marvel Studios mira al futuro y le da el último golpe de efecto al Spiderman de Tom Holland.
Pone a disposición del protagonista a los dos anteriores, Andrew Garfield y Tobey Maguire, no para opacar su momento o dar con ello una celebración descafeinada, sino para continuar y hacer avanzar su historia como héroe en un mundo necesitado de ellos.
Y acierta porque, por encima del interés por los villanos, sitúa a Ned y MJ, los verdaderos secundarios de la trilogía y sin los cuales no sería posible que lo emocional cautivara como lo hace.
Hay un trabajo sensacional en este sentido, de hacer que el espectador también se involucre con dos personajes que podían haber sido una mera comparsa entre tanta vuelta y fuegos artificiales. Es, en mi opinión, lo mejor de la cinta y el factor principal para que la misma funcione más allá de la nostalgia, dejándonos ese final en la cafetería que es ya historia de Spiderman.
La acción es, por momentos, muy limitada, al carecer de un director con un pulso especial para la misma, pero cumple con nivel entendiendo el contexto general y lo que se nos está contando.
La vuelta de Tobey Maguire y Andrew Garfield, por los motivos esgrimidos, es algo relevante y a celebrar.
En un aspecto en el que disiento con mi querido Raúl Gutiérrez es en lo que respecta a Tobey Maguire. No solo pienso que es un buen actor, sino que he disfrutado enormemente de su talento particular a la hora de retratar distintos papeles que van desde el hombre torturado, irreflexivo, con un matiz muy particular, al joven apocado que se abre camino en el mundo.
Tenemos sus dos películas con el oscarizado Ang Lee, La tormenta de hielo (1997) y la inferior Cabalga con el diablo (1998), Las normas de la casa de la sidra (1998), de Lance Hallström, Seabiscuit (2003), de Gary Ross de y Brothers (2009), de Jim Sheridan, sin olvidarme de su Bobby Fisher en El caso Fisher (2014). Habiendo, a su vez, trabajado con otros grandes directores como Steven Soderbergh, Woody Allen o, más recientemente, Damien Chazelle.
De Andrew Garfield, con una dilatada carrera en Hollywood y plenamente integrado en su mecánica de producción, apenas podemos decir nada. Es un actor que quizás no ha tenido la suerte que merece por talento, pero que sin duda seguirá ofreciendo papeles a la altura.
Ambos entienden la personalidad respectiva de sus personajes, los caracteres que les hacen únicos como Spiderman y cómo ha de ser trasladado esto a las secuencias. Maguire tiene menos recorrido, pero de igual manera tiene un encuentro cargado de sentimiento con Dock Ock que se come la pantalla. Garfield, por su parte, tiene su propia aventura en la cinta y disfruta de todo un arco al que saca partido con su matiz de hombre atormentado que ha abandonado el camino correcto y que necesita volver a empezar.
En los villanos, destacamos a Alfred Molina, en primer lugar. Da igual el papel que sea, el tiempo en pantalla o la calidad del texto, desde Ábrete de orejas (1987) hasta An Education (2009), es un actor que dota de profundidad a sus personajes. Es uno de los dos grandes actores de la franquicia, junto al que mencionaré a continuación, y entre ambos dejan el nivel muy alto para lo que vendrá en el futuro para el UCM.
En segundo, tenemos a Willem Dafoe. Tengo reciente la obra maestra Posibilidad de escape (1992), de Paul Schrader. Lo suficiente como para ver mucho de ese ex drogadicto que busca su salvación, con el mundo a sus espaldas, en este Norman Osborn. Es un personaje complejo, con una fragilidad particular, que Dafoe no solo entiende sino que sitúa como base para la fortaleza y terror del Duende Verde.
Tom Holland, por su parte, se revela como el candidato a ser el Peter Parker definitivo, si no lo es ya, con la mejor interpretación de su carrera. Absolutamente nada terminaría por ser emotivo sin su trabajo, ofreciendo un homenaje al chaval de las viñetas pero también sabiendo adaptar el papel a los tiempos, con los suficientes elementos como para que hablemos de un Parker propio.
Con ello, entregados a la experiencia, esta es una notable. Junto al binomio IF- Endgame, la mejor representación del espectáculo del UCM y una gran película para Spiderman.
Lo mejor – La confirmación definitiva de Tom Holland como Spiderman y el cariño en los encuentros entre los tres.
Lo peor – La falta de personalidad en la dirección.
La escena – Me llamo Peter Parker y querría un café.
El personaje- Los 3 Spideys y el Duende Verde de Dafoe.
Mi Spider-Man cinematográfico siempre será… – Tobey Maguire, aunque Tom Holland me encanta.
Y mi villano favorito… – Qué verde era mi Duende.
Amigo y vecino, por Samuel Secades
Sinceramente, no pensé que una película de Spiderman volviese a emocionarme como lo ha hecho No Way Home. Y es que, por motivos personalísimos y que tienen que ver con los años mozos, el primer Spider-Man de Sam Raimi significó mucho para mí, desde que vi aquel (ahora infausto) teaser allá por 2001 en el que veíamos por primera vez a Spidey balanceándose por Nueva York; y es que, sí, íbamos a ir a ver una película de Spiderman al cine, y allí, en la pantalla, estaba Peter Parker… nuestro Peter Parker, tan jovenzuelo y naïf como lo imaginaron Stan Lee y Steve Ditko. No, la película no ha soportado bien el paso del tiempo y tenía todos aquellos desfases de los blockbusters de primeros de los dosmiles; y no, Tobey Maguire no era el colmo del carisma. Pero, repito, era Spiderman en la gran pantalla: era más que una película, era un acontecimiento. Después, llegaría la fantástica secuela, mucho más libre y alocada, y para cuando sonaba Vindicated mientras Spiderman se perdía entre el tráfico persiguiendo el siguiente embrollo y Mary Jane miraba preocupada por la ventana, tan de 2004 como la propia Spider-Man 2, uno no podía más que frotarse los ojos pensando que ya teníamos dos películas de Spiderman, y la fiesta no tenía visos de parar. Pero se detuvo, y aquella sensación desapareció de manera indefinida. Tras la desastrosa tercera parte, tan horrenda y disfrutable en la distancia que te aleja de la vergüenza ajena de haberla visto in situ, llegó el Spiderman de Andrew Garfield, tan refrescante y emocionante al principio como decepcionante cuando vimos, al mismo tiempo que el propio Garfield, que aquello no iba a ninguna parte por culpa de una Sony más preocupada por hacer dinero rápido que por otra cosa.
Y luego… bueno, luego vino el Big Bang, presentado de manera inmejorable por Tony Stark. El resto es historia, pero una en la que Spiderman volvería a tener un papel importante, esta vez con el rostro y la energía de Tom Holland. Homecoming me sigue pareciendo a día de hoy una de las mejores películas del MCU, tan pequeña y a la vez relevante como el mayor de los eventos, porque, reconozcámoslo, lo que le pasaba al pobre Peter en aquel rincón de Queens siempre fue igual de importante que cualquier acontecimiento cósmico en nuestro corazoncito marvelita. Y allí estaba Peter de nuevo, perdiendo, sacrificando y superándose, pero eso sí, con el nuevo optimismo y diversión de Feige y compañía. Algo que, honestamente, no me funcionó en el primer visionado de Lejos de Casa, donde me pareció que el tono urbano y cercano de Peter se perdía entre tanto dron, localización exótica y nanotecnología. Así, con las esperanzas por los suelos con respecto a nuestro amigo y vecino, me fui a ver esta No Way Home, tan marcada por las redes sociales y sus teorías como por su torpe (¿o genial?) campaña de promoción.
Y funcionó. Por muchos motivos, pero puede que, sobre todo, por volver a hacer de los cines una experiencia colectiva en ese históricamente triste diciembre de 2021. A pesar de las mascarillas o de los asientos con distancia de seguridad, las exclamaciones de admiración y los aplausos estuvieron presentes en cada sala y en cada pase abarrotado. Cuando una experiencia trasciende el análisis individual es muy difícil de cuantificar, y sólo queda aplaudir una propuesta que no sólo reformula al personaje en esta etapa que se cierra y se abre a la vez, sino que cierra heridas del pasado y nos permite hacer las paces con nuestra propia nostalgia. Sobre todas las cosas, eleva a Spiderman como un personaje atemporal con el que reencontrarse una y otra vez, no importa el traje o el rostro que lo interprete, en una inteligentísima jugada que anticipa un multiverso juguetón pero que, al menos en esta ocasión, ha jugado a favor de consolidar a un personaje. Para entendernos, las apariciones estelares de esta Spiderman: No Way Home (me niego a reducirlos al insultante término de “cameo”) tenían un sentido para la historia: no estaban colocadas en la trama tan sólo para epatar o provocar el aplauso fácil, sino que su presencia daba entidad al protagonista que no ha dejado de ser el Peter Parker de Tom Holland.
Al final, nos queda un arco de personaje que se cierra, y a la vez se abre, de la mejor manera posible. Este nuevo Peter Parker es otro Peter Parker, como todos aquellos que nos presentó la maravillosa Into the Spider-Verse, o como el Peter (y el Miles) de la no menos estupenda saga de videojuegos de Insomniac. Por muchos giros, trajes, actores y versiones, ahí tenemos a nuestro Peter Parker y a nuestro Spiderman, siempre balanceándose para olvidar y seguir adelante, siempre entendiendo aquello del poder y la responsabilidad, siempre llegando tarde a tantos sitios por intentar hacer lo correcto. Da igual que sea en el MCU, en el Sonyverse, en 2099, que sea un clon, un cerdo o uno más en el Multiverso de la Locura. Spiderman es universal. Es nuestro y no es de nadie. Es espectacular y asombroso. Es nuestro amigo y vecino.
Lo mejor – La sensación de contar una historia a través de varias generaciones para volver al principio y volver a contarla de nuevo.
Lo peor – La extenuación de querer abarcar demasiado con tanto villano que alarga la película demasiado.
La escena – La inolvidable reentrada en nuestro universo de los Spiderman cinematográficos de nuestra vida incluyendo en la escena una más que necesaria representación de otras culturas integradas en la estadounidense. Un nuevo universo, afortunadamente.
El personaje- Peter Parker: Tres Amigos.
Mi Spider-Man cinematográfico siempre será… – Tobey Maguire: el primer amor nunca se olvida.
Y mi villano favorito… – Willem Dafoe se come al resto a ritmo de histrionismo.
Eran uno, dos y tres, los famosos Peters Parkers, por Sergio Fernández
Justo cuando 2021 comenzaba a despedirse, nuestro amigo y vecino más famoso volvía a salas de cine en tiempos de pandemia. En el año más prolífico de Marvel Studios, la cantidad había imperado por encima de la calidad. Las producciones cinematográficas se intercalaron con las series televisivas de Disney +, nuevo lugar de acomodo para seguir expandiendo un universo que se antoja infinito. A pesar de todo el lío de derechos que siempre ha rodeado a la figura del trepamuros, la joya de la corona de La Casa de las Ideas se había consolidado merced a un Tom Holland que hizo suyo al personaje. Sus actuaciones en solitario (Homecoming y Far from Home) se combinaron a la perfección en grupales como Civil War, Vengadores: Infinity War y Vengadores: Endgame). Aquel joven y menudo actor que llamó la atención en Lo Imposible hace ya diez años, alcanzaba el estrellato sucediendo en el puesto a Tobey Maguire y Andrew Garfield.
La construcción de la Fase 4 tenía la difícil tarea de no rebajar en exceso el éxtasis alcanzado en la etapa anterior y el reto de introducir a nuevos personajes (procedentes de FOX) que pudieran recoger el testigo de auténticas leyendas como Tony Stark/Robert Downey Jr. o Chris Evans/Steve Rogers. La hoja de ruta estaba clara y el multiverso tomaba fuerza como elemento central de la nueva arquitectura. Curiosamente, fue un producto animado de Sony, Spider-Man: Un nuevo universo, el primero en aventurarse en la maravillosa locura de las diferentes dimensiones. La puerta quedó abierta, el límite lo marcaba la imaginación.
Sin ser malas películas, lo cierto es que tanto Viuda negra como Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos y Eternals se alejaron de las emociones fuertes poniendo el piloto automático. En la pequeña pantalla fueron WandaVision y Ojo de halcón quienes se encargaron de salvar el honor tras los patinazos de Falcon y el soldado de Invierno y Loki. El lanzaredes aguardaba su turno sabedor de ser cabeza de cartel en el multitudinario festival del Covid Año 2. La alianza entre Marvel Studios y Sony posibilitó un auténtico sueño húmedo para los millones de seguidores de Spiderman. Nuestro sentido arácnido nos advertía de que algo fuerte estaba a punto de ocurrir. No nos equivocábamos.
Spider-Man: No way home es un sentido homenaje a uno de los iconos más reconocibles de la cultura popular, pero también a toda esa audiencia que le ha acompañado en sus aventuras desde que Sam Raimi llevara a buen puerto su primera entrega en el lejano 2002. Desde entonces, aciertos, errores, reseteos, cambios de cast y disputa de derechos hacían inviable poder meter en una misma marmita todos los ingredientes con los que habíamos disfrutado por separado. No obstante, el negocio manda. Los rumores corrieron más rápido que la pólvora y la nueva entrega tomaba cierto cariz a reunión de antiguos alumnos.
La última película escrita por Chris McKenna y Erik Sommers recoge los greatest hits de Peter Parker en salas de cine y los rodea de unos cuantos villanos reconocibles por el gran público. Si a Tom Holland le acompañan Tobey Maguire y Andrew Garfield para formar la Santísima Trinidad Arácnida, Willem Dafoe y Alfred Molina encarnando a Duende Verde y Doctor Octopus lideran un escuadrón de villanos en el cual, incluso, se toman la licencia de arreglar el desaguisado cometido con Electro/Jamie Foxx en The Amazing Spider-Man 2. Por desgracia, no hay tanto espacio como para que todos los antagonistas puedan lucir de igual manera y algunos están de mero atrezzo.
Tom Holland ya había conseguido encogernos el corazón en los instantes finales de Infinity War mientras se desvanecía en las manos de Iron Man. Sin embargo, este actor británico se doctora con matrícula cum laude en la cinta que más pone contra las cuerdas a su personaje. Con Spider-Man: No way home, Peter Parker cierra una etapa de origen e inocencia y lo hace perdiendo a toda su línea de flotación. La muerte de la Tía May marca el punto álgido a nivel dramático de la película, pero el final amargo alejándose de MJ y Ned por la propia seguridad de ambos, deja a Peter con un buen puñado de cicatrices emocionales que, veremos, como le afectan en un futuro próximo.
Benedict Cumberbatch, con su Doctor Extraño, es el invitado especial a una fiesta cuya segunda escena post crédito confluye con el final que pudimos ver en la serie protagonizada por Elizabeth Olsen. Marvel Studios continúa jugando a las películas encadenadas con entregas inolvidables y otras de consumo rápido. Incluso aquell@s que dimos una oportunidad a What if…? el pasado verano tuvimos cierta sensación a deja vu con lo que se dejó ver en el avance de su próxima y mágica entrega. Show must go on. Los caminos de Kevin Feige son inescrutables.
Más allá de sus guiños y el cariño con el que se ha tratado al conjunto de la franquicia, Spider-Man: No way home es una de las películas más emotivas del género superheroico. Jon Watts da con la tecla en un plato de auténtica comida fusión con forma de telaraña que apela a lo más profundo de nuestros sentimientos.
Lo mejor – Su fuerte carga emocional.
Lo peor – La falta de solidez de un guion que, mejor, no diseccionar.
La escena – La muerte de la Tía May.
El personaje- La vuelta de Charlie Cox como Matt Murdock.
Mi Spider-Man cinematográfico siempre será… – El espectacular Tom Holland.
Y mi villano favorito… – Tom Selleck como Kraven el Cazador.
¡Es la hora de la encuesta!
Ver Fuente
Comentarios
Publicar un comentario