Javier Vázquez Delgado recomienda: Batman. La relación del murciélago y la gata

Aviso de Spoilers: El artículo que sigue a continuación trata información de la etapa de Renacimiento de Batman, de los números publicados entre 2016 y 2018.

Una gata para un murciélago

La estadía de Tom King como escritor al frente de Batman es una de las más controvertidas en tiempos recientes. Baluarte editorial a nivel de ventas en un comienzo, con excelentes críticas y nominaciones a grandes premios, teniendo un desarrollo difícil y precipitando su final, sin perder en ningún momento su innegable capacidad para generar reacción, debate y polémica. Ochenta y dos números (de 85) y tres anuales (de 4) con suficiente contenido como para ser fruto y objeto de distintos análisis.

En esta ocasión, aprovechando el inminente estreno de The Batman, de Matt Reeves, centraremos la atención en la personalidad de los dos grandes protagonistas de la etapa y que gobiernan el tráiler de la película, Bruce Wayne y Selina Kyle, para hablar de su relación. En este primer artículo, lo que va desde el avión a la Batboda.

1-Comienzo y encuentro en la cárcel

El primer número de la colección de Batman de Renacimiento llegó a las librerías hace casi seis años. Con un equipo de gala, David Finch al dibujo, Matt Banning (tinta) y Jordie Bellaire al color, supuso un perfecto canal de entrada para nuevos lectores, con una actualización de código y personalidad en el personaje.

La escena de Batman sobre el avión es el primer gran momento de su etapa y sobre la que asienta la caracterización del protagonista. Le vemos expeditivo, temerario, suicida (esto último será desarrollado en su propio arco). Está tan absorbido por su trauma que, en lo que cree que será con toda seguridad su momento final, solo tiene pensamiento para sus padres, como si estos fueran los únicos jueces de su vida, los que dictan si lo que ha hecho ha merecido o no la pena.

¿Estarían orgullosos de mí?” es en realidad una pregunta demoledora, formulada por una persona a la que se le ha arrancado toda individualidad y que, paradójicamente, vive a falta de una, dos vidas. Todas sus inseguridades, complejos y patológica necesidad de rodearse de una nueva familia están en esas cuatro palabras.

Es toda una declaración de intenciones por parte de Tom King. La decisión de comenzar de este modo no es tanto la búsqueda absoluta y, en ocasiones, vacía de la espectacularidad que venía siendo tratada por Scott Snyder y Greg Capullo, sino tomar las cenizas de la etapa de ambos con el objetivo de construir su historia.

De todos modos, como puede apreciarse en el arco posterior, King no renuncia a este modo de entender al personaje, más cercano al modelo de superhombre clásico que al detective urbano que gobernó la caracterización del personaje hasta la etapa de Grant Morrison.

Se vale de una situación típica del Batman de los Nuevos 52 para buscar su propia voz. De la acción total superheroica pasa inmediatamente a la intimidad y el desarrollo de la personalidad del murciélago.

El segundo gran momento, dejando atrás el arco Yo Soy Gotham, es la primera aparición de Selina en Batman #9. Como todo encuentro entre ambos, anterior o posterior (siendo la sublimación de esto el primer número de Ciudad de Bane), tiene un elemento fortuito. La buena o mala suerte que hace que ambos se terminen por encontrar una y otra vez.

En este caso, Bruce se encuentra formando un equipo para combatir a Bane. Y acude irremediablemente a Catwoman, encarcelada por 237 cargos de asesinato y condenada a morir por inyección letal. Esta situación plantea un gran interrogante, al tiempo que sirve para añadir una capa de profundidad al dúo.


Por un lado, por la crudeza de los cargos, despierta incomprensión inmediata, al no casar con la imagen del personaje, incluso en sus etapas más villanescas. El guionista juega con la ira de los fans, con un recurso tramposo que se resolverá con el paso de los números. Por el otro, se vale de este punto de encuentro no solo para resolver la naturaleza de su relación como miembros de un equipo de combate, sino para definir un objetivo más amplio: su relación de pareja.

Es que quizá seas la única persona que entiende lo que hago” le dice Bruce a una Selina atrapada en una camisa de fuerza. Es un momento muy vulnerable, que se contrapone al modo con el que Tom King sitúa el resto de las relaciones de Bruce con su familia, a excepción de Alfred. Incluso con Dick, el Batman de King se muestra retraído, siempre ocultando sus emociones. Otro ejemplo mayor está en sus conversaciones con Gordon, pretendiendo proyectar una seguridad que, como decimos, no tiene en absoluto. Esta máscara no sirve para Selina, a la que muestra sin tapujos sus emociones más ocultas.

En los números #10 y #12 contamos con la primera presencia en los guiones de un recurso ampliamente desarrollado por King en su carrera y en esta etapa en particular: las cartas. Al margen de la acción principal, ambos reflejan sus emociones y elaboran sus pensamientos acerca del otro, así como sobre sí mismo. En primer lugar, Selina establece paralelismos y diferencias entre ella y el murciélago.

Como toda narración en epistolar, cuenta con una gran mentira expuesta sobre los 237, así como otra posible que alimenta la leyenda. Pero sobre estas, apreciamos grandes verdades y reiteración de las ideas que hemos dispuesto. “Cuando era pequeña, estaba sola” dice Catwoman. Como Bruce, tiene el mismo origen del dolor, al igual que él no ha sabido cómo vivir una vida plena y estable en lo afectivo. Por distintos caminos, uno con su privilegio de rico y la otra sin recursos, acarician el mismo complejo y relación con la muerte.

Habla de un retrato de los Wayne en su orfanato, que no sabemos si es real. No tiene importancia, pues sirve para exponer algo interesante. Si como el propio Bruce pronuncia en Días de frío, Batman es Dios para Gotham, no es menos cierto que la familia del héroe también lo es. En una ciudad corrupta, rota, inmoral, deliberadamente ficticia; de un modo perverso, unos millonarios ejemplifican una rectitud que no existe y a la que se aspira. En su momento más vulnerable, jugaba a imaginar la perfecta vida del otro Bruce, el que no existe y ella crea.

Solo cuando besa a Bruce, solo entonces, esa niña sola y desamparada vuelve a vivir. Como dice hacerlo él.

La carta de Bruce no tarda ni dos líneas en hablar de sus padres, a los que ya ha descrito como únicos jueces de su vida. Habla de cómo estos les resultaría ridículo verle vestido de murciélago. De ahí pasa a definirse a sí mismo con muy poco mimo, con una serie de presunciones a todas luces incorrectas que desvelan su lado inseguro. Y ahí es donde añade un último elemento a su carácter. Se describe como suicida, contando con detalle un momento en el que trató de quitarse la vida con diez años.

Cree que Selina le entiende porque ambos son un fraude, porque ambos sobreviven sintiéndose muertos, disfrazados de animales. Tom King, de nuevo, aleja al personaje de la caracterización más familiar, apegada los distintos Robin que han marcado su carrera. Toma claro partido, a las últimas consecuencias, por Catwoman como catarsis de Batman en detrimento de otras visiones que abogan por los primeros y restantes miembros de la Batfamilia.

En esta construcción del personaje influye el sobresaliente desempeño en el dibujo. Reflejar la dualidad entre un superhombre confiado, frío en los detalles y extremadamente calculador, por un lado, y un chaval acomplejado, incapaz de ser feliz y sobreponerse a un trauma, por el otro, resulta una tarea extremadamente compleja. Y David Finch, Matt Banning y Jordie Bellaire, entienden a la perfección las necesidades de la historia.

Su estilo funciona tanto en la creación del espectacular y exagerado poder de Batman en combate, con composiciones extraordinarias como la citada del avión, como también en la intimidad y el modo en el que Bruce, ya sin mascara, ha de enfrentarse al mundo.

Mikel Janín (con June Chung al color) lleva esto un poco más allá. El modo que tiene de dibujar al personaje es el que mejor entiende el espíritu que King pretende implementar, dándonos a un Bruce que físicamente es un portento, al que te crees como combatiente, pero que siempre parece tener un aire triste en la mirada. Si bien, por su propio estilo, no posee gran dinamismo en la acción, sabe centrar y construir a través de detalles la vida y corazón del pequeño de los Wayne.

2-Azoteas

Y entonces llega Azoteas, dos números con Mitch Gerads a dibujo y color. Lo accesorio, en realidad la trama principal, de Bane desaparece y solo quedan ellos dos. Batman debe entregar a Selina a Arkham, una vez finalizada la misión, pero se permite pasar una última noche con ella antes de cumplir con su deber.

El ritmo implementado desde el diseño de página por parte del dibujante de Mister Milagro es magistral. El dibujante establece una progresión específica desde el comienzo, con los personajes en constante movimiento. Lo dinámico de las poses y actos se conjuga con composiciones de viñeta que no se adscriben a un diseño cerrado.

El color, por su parte, construye una atmosfera fuertemente opresiva, como una cárcel abierta que, paradójicamente, tiene una segunda textura íntima, con los azules y negros del cielo remitiendo a la libertad de “la villana”.

El lector sabe que la historia no puede terminar aquí, que tan solo es una trampa más y que no tiene coherencia alguna abandonar el personaje de Catwoman tan pronto. Todo es artificio, ficción en definitiva. Y, sin embargo, te lo crees.

Solo en una ocasión, el Anual 2, conseguiría King igualar la delicadeza de este arco, la profundidad de la relación de los protagonistas. Para él, la felicidad no es un estado que se pueda mantener en el tiempo, sino uno que únicamente se manifiesta en momentos concretos, muy espaciados en el tiempo. Y así lo refleja en boca de sus personajes. En esta azotea.

Bruce acerca su mundo a Selina, hace que sea participe de su cruzada contra el crimen. Y juntos parecen imbatibles contra los villanos, acelerando el fin de la noche. Sabe que hay más de lo que le ha querido contar en la historia de los 237 asesinatos, que no puede ser la homicida fría y calculadora que describen sus actos.


Selina juega con Bruce. Mientras que este se aferra a su amor por ella para sentirse vivo y vulnerable, ella utiliza la debilidad para escapar. Él, por supuesto, lo sabe. Pero no le importa. Deja las consecuencias de no entregar de inmediato a la gata más peligrosa de Gotham City para la mañana siguiente, desprendiéndose de su armadura y el exceso de moralidad que rige su cruzada contra el crimen para sentir la pasión junto a ella.

Se le hace tan difícil entender el motivo de sus propias acciones, prolongar la libertad de Selina unas horas, porque simplemente no comprende lo que es la pureza de un momento de descanso y felicidad. En una vida de sacrificio extremo, siempre guardando las formas y la identidad rodeado del lujo, todo es irreal menos la Gata. De igual modo, en la vida de ella todo es trampa, evasión y duelo salvo el Murciélago… y Holly Robinson.

El descubrimiento de esta última (creación de Frank Miller y David Mazzucchelli para Batman #404) como auténtica responsable de loscrímenes proporciona mayor profundidad al desarrollo de su personalidad. Nos demuestra que hay más aparte de los juegos de disfraces en azoteas y una vida dedicada al robo sin consecuencia ética.

Un segundo elemento de interés del arco se encuentra en los diálogos y, más concretamente, en que ambos tengan una historia distinta acerca de su primer encuentro. El Cruzado de la capa explica el argumento de Batman #1 (1940), un barco, mientras que la de la Gata bebe directamente de Año Uno, de los citados Miller y Mazzuchelli, la calle. El dibujo de Gerads se adapta al arte y época de uno y otro para intercalar las escenas en retrospectiva.

La gata y el murciélago
Batman #404, obra de David Mazzucchelli.
La gata y el murciélago
Batman #1 (1940).

Batman
A pesar de que la resolución de la controversia no llegaría hasta el fin de etapa, la reiteración entre “fue un barco” y “fue la calle” se convertiría en uno de los principales sellos de identidad de la misma. Como decíamos en el capítulo anterior, en definitiva, poco importa quién tiene razón. Lo que interesa es que en ambos casos es algo fortuito, como todo encuentro posterior.

Solo a través de la suerte, concepto tradicionalmente ligado a las gatas, se puede explicar su relación. Podría haber sido de infinitas formas, en cualquier sitio y con los condiciones que se le puedan atribuir. En un barco, si se prefiere, como parece señalar la cronología clásica, o la calle, como responderá casi cualquier lector que se haya iniciado en el cómic a partir de los años ochenta.

Tom King lleva a sus personajes a la cotidianeidad de las conversaciones de fans deceítas y los debates estériles que se crean y que dan pie a disputas y polémicas. Es un ejercicio de metanarrativa soberbio, que pone el foco en cómo el paso del tiempo puede hacer que en un determinado momento uno tenga razón, y al siguiente, el otro, o ninguno de ellos. La continuidad se modifica y destruye con tanta rapidez que quién sabe si en treinta años tendremos una nueva explicación del origen de su relación.

Los momentos finales, con Selina revelando todo a un dormido (y burlado) Bruce son excelentes. No distan de ser una definición clara y concisa de la relación. Siempre con un truco definitivo con el que escapar, una última historia que lo cambia todo, un héroe derrotado que no puede o quiere capturar a la Gata.

Y, cuando acaba la noche, ya sin su amor, queda volver a ponerse la máscara y seguir siendo solo Batman.

3-La proposición

Con el final de Yo Soy Bane y el triunfo del Señor de la Noche, sostenido por una derrota latente, se devuelve al personaje al terreno del drama romántico del BatCat para iniciar el camino al número #50, no sin antes, en compañía del propio Mitch Gerads, desarrollar un número grandioso coprotagonizado por La Cosa del Pantano. Con los lápices, de nuevo, de David Finch, se da un vuelco a la relación con la proposición de matrimonio en el #24 USA.

Antes de llevar a cabo el acto más difícil de su vida, decide tener una conversación con Gotham Girl, la creación de ambos autores para la primera grapa de la etapa. Es interesante que sea precisamente con ella con la que decida pasar esos momentos, cuando por trayectoria sin duda ese papel le hubiera correspondido a Dick o Alfred. Como todo lo que hemos ido viendo, no es un aspecto baladí, sino que sirve para un objetivo mayor que involucra al “vapuleado” Bane. Una vez más, King deja muy claro que esta es su historia y este es su Batman, oponiéndose frontalmente a las ideas preestablecidas por la continuidad.

Batman

Batman

En cuanto a la proposición, es una escena cocinada a lo largo de apenas cinco páginas que se sienten eternas y que riman a la perfección con lo establecido en Azoteas. Jordie Bellaire reproduce con acierto el trabajo de Mitch Gerads en el color. La escena se sustenta por el azul y negro que define cromáticamente a ambos personajes, en una oscuridad con unas tonalidades extrañas que explican la esperanza del enlace.

También se compone con la misma voz con la que King defendió aquellos encuentros. La vulnerabilidad del héroe a la hora de tomar la decisión que resulta, aunque coherente con su carácter desde el inicio de etapa, precipitada y accidentada.

Es como un niño en el patio de recreo acercándose a un compañero que le gusta. Es tierno y frágil en sus emociones, como demostrará al suspender la respuesta de Selina hasta que esta conozca un detalle de su pasado. Por establecer un paralelismo con un personaje de la editorial, si John Constantine tiene Newcastle, Bruce Wayne tiene la Guerra de bromas y acertijos.

Es este uno de los arcos con más contenido, para bien y para mal, de la etapa. Aplicado a nuestro tema, pueden hacerse una serie de reflexiones que inciden directamente en las reglas de juego que propone King así como la personalidad de Batman que requiere para su historia. Sobre lo primero, no puede obviarse que el autor se aleja ostensiblemente de la continuidad clásica y que tanto el Joker como el Acertijo que vemos son más producto de las condiciones coyunturales de lo que quiere narrar que de una línea unificadora con el pasado.

Son personajes a los que es difícil reconocer echando la vista atrás, pero que sí resultan coherentes si tomamos sus decisiones posteriores. Es un punto de no retorno, la segunda gran declaración de intenciones de King con su etapa, después de lo visto en Yo soy Suicida y la revelación de Bruce. Este es un Batman distinto, adscrito a sus reglas, con un componente libérrimo y personal. Pero, además, tiene potencial transformador de cara al futuro, al estar dentro de la línea oficial de DC Comics. No es un Otros-Mundos.

En cuanto a Batman, King toma una decisión que, de nuevo, puede conllevar el agotamiento de su fórmula y alejar a un tipo de lector. Trae al personaje a un conflicto moral, con implicaciones jurídicas y de filosofía del Derecho muy profundas.

Un problema claro que supone contar con personajes que cumplen ochenta años es el carácter circular de las relaciones. Nada permanece para siempre. Nada puede ser infinito en el tiempo y esto hace que ninguna respuesta a cuestiones generales posea mayor o menor verdad. La pregunta es la tan recurrida en redes sociales “¿Batman mata?”.

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Tom King, con este arco, nos dice que sí, haciendo como no puede ser de otra forma trampas con la reflexión. Toma tanto elementos de ficción como de la realidad para explicar el motivo. En la vida real, un vigilante nocturno como Batman no duraría ni dos días en las calles. Eso en primer lugar. Pero, además, de sobrevivir, por la naturaleza de sus enfrentamientos parece evidente que terminaría por matar a alguien, por imprudencia grave o con dolo.

Lo interesante, a mi juicio, de la escena final, que lleva a que un desbordado Murciélago tome la decisión de matar al Acertijo, no es tanto el propio hecho como el modo en el que este influye en el carácter depresivo y excesivo desde lo moral de Batman, que ya hemos comentado. Resulta estimulante el modo que tiene King de apoyarse en este nuevo trauma para incidir en cómo este condiciona su vida en función de unos parámetros de conducta que no casan en absoluto con su empresa vital.

Una persona que, en definitiva, se pone un traje para apalear villanos ha de contener un modelo ético, desde luego, pero no puede convertir la aflicción en su modo de vida. Es hasta risible que, como condición previa a su matrimonio, deba contar esta historia a Catwoman.

En una tierra de payasos y enigmas imposibles, de atentados terroristas diarios, la moral de nuestro mundo no puede ser extrapolable. Con ello, hay dos visiones, la del castigo personal de Bruce y la de Catwoman, que de cara al futuro resulta la más sana.

Esta no solo no le parece reprochable, pues como participe en la guerra, sabe cómo fue esta y el volumen de sangre derramada, sino que le resulta normal. Lo normal en la vida que llevan.

Con esto último, el compromiso se cierra y comienzan los preparativos de boda.

En este camino a la boda, destaca por calidad la historia Cita Doble, dibujada por Clay Mann. Entre las múltiples virtudes exhibidas, la principal resulta del aroma clásico que se respira en apenas cuarenta y ocho páginas. Triunfa en la contraposición de ideas alrededor de dos de los más grandes personajes de ficción de la historia, Batman y Superman, y cómo ambos se relacionan y ven al otro.

La definición que predica Clark de Bruce es perfecta en la misma medida que lo es la que el segundo hace del primero. El respeto entre ambos y su amistad eterna se sustenta, ante todo, en una admiración profunda.

En este sentido, conviene hacer mención a la diferencia que hay entre el modo que tiene el hijo de los Kent de ver a su compañero y el que este tiene de sí mismo. El Batman de Tom King es más parecido al primero, por mucho que Bruce no consiga verlo. Este número, a su vez, proporciona un merecido descanso entre tanto drama y termina por ser el único momento en el que vemos una auténtica vida de pareja entre el Murciélago y la Gata.

Para entender que el problema de Batman está en su mentalidad tenemos el número 40, con dibujo de Joëlle Jones. Como consecuencia de una aventura en compañía de Wonder Woman, queda arrastrado a una prisión temporal de 37 años. Lo único que le mantiene con vida es su obsesión por la Gata, incapaz de avanzar o de tomar su tiempo para aprender a gestionar el resto de asuntos pendientes. Todo queda en un paréntesis alargado del que sale siendo la misma persona, con el mismo objetivo.

Su persistencia en el amor romántico terminará por romperle.

4-La boda

Con todo lo comentado, llegábamos a la BatBoda, uno de los acontecimientos más esperados en mucho tiempo para los lectores de DC Comics. Con una campaña brutal de marketing y muchas esperanzas irreales detrás, se publicó finalmente el 4 de julio de 2018… y recibió un ataque brutal por una buena parte de los fanáticos.

Batman

Considero que, en puridad, el error se debió a una falta de comunicación entre autor y público. La Boda, dentro de la historia planteada por King, en ningún momento se sentía como un final, sino un elemento más del camino, incluso antes de que las maquinaciones de Bane fueran puestas a conocimiento del público.

Como describíamos en el tercer apartado, la proposición en si misma se sentía precipitada, con un Bruce Wayne al que todavía le quedaba mucho que aprender sobre sí mismo y su pareja. Mentalmente devastado desde el comienzo de la etapa, con actos propios de una persona muy inestable y que veía la Boda como una salida fácil a todos sus problemas. Y la vida, incluso en los cómics, no funciona así.

De nuevo, Tom King se vale de la narración epistolar para contar la historia. Como en Yo soy Suicida, a falta de una, dispone de dos, una por contrayente. Centrándose fundamentalmente en los miedos en las horas previas, las diferencias que les han traído hasta ese día y el modo en el que una institución como el matrimonio puede servir para que ambos reconduzcan sus vidas.

Camino de la celebración del enlace, continúa con sus preguntas infantiles a Alfred. “¿Puedo ser feliz?”. Esto nos revela que, a pesar de ser el hombre más peligroso del mundo y un individuo de una inteligencia superior, emocionalmente no dispone de herramienta alguna para hacer frente a sus problemas.

La imprecisión en el modo de proceder de Bruce no se debe a un error de guion por parte de Tom King. Es un movimiento estudiado, que se consolida con el paso de los números hasta la Boda. Se suele decir que las mejores películas de amor del cine clásico finalizan en el momento perfecto, pues de continuar con la historia, no tardarían en romper ni dos días. Es la sensación que parece quedar de la unión matrimonial de Batman y Catwoman, de haber sido esta celebrada en ese momento concreto.

Incluso los momentos previos a la boda remiten a Azoteas y cómo ambos pretenden controlar el tiempo a través del otro. Todo ha de hacerse sin arreglos y preparación. Con el primer juez para oficiar, sin más invitados que los necesarios por ley.

Al final, se rompe por las maquinaciones de Bane a través de Holly y las inseguridades de Selina, pero podría haber sido por cualquier otro motivo. En apenas cincuenta números habíamos podido apreciar cómo ambos avanzaban, desde luego, y maduraban su relación de pareja, pero también, a través de pequeñas inseguridades, que las carencias afectivas seguían gobernando la vida de uno y otro.

Selina sigue siendo una niña a la que le cuesta aprender a ser feliz y que no sabe cómo desprenderse de su pasado, así como de la sensación injusta de no merecer algo tan humano como disfrutar de una relación madura en pareja. Solo hace falta que su dama de honor le empuje levemente en la dirección del drama para que vuelva la inseguridad y el complejo. No está lista para casarse, desde luego, independientemente de Holly.

Resulta interesante, en último lugar, señalar lo relevante que es el modo que tiene Bruce de reaccionar al desplante. En lugar de apoyarse en Alfred, al que ha descrito al comienzo del número como su verdadero compañero de vida, salta de la azotea. Se recluye en la soledad más absoluta y repite los errores que le hemos ido viendo desde la situación en el avión.

Le falta, y presumimos por sus actos y lo visto previamente que desde luego lo piensa, hablar de la decepción que sería para sus padres. Los jueces estarían tristes, en esa proyección enfermiza que emplea Bruce para no atacar la raíz de sus problemas.

Ya estaba roto. Era un suicida que había decidido morir con honores encima de un avión protegiendo su ciudad, signifique lo que signifique eso. El abandono por parte de Selina es un fracaso, pero no uno que se separe del resto o que diste del contenido de sus traumas. Sus conflictos ya se sentían sin resolver. Y no hay boda que arregle esto.

La BatBoda fue un recurso muy efectista para dar el paso a la segunda mitad de la etapa que, desgraciadamente, se vio reducida y cortada, con lo que carecemos de la posibilidad de análisis acerca de cómo Tom King planeaba cerrar la historia. Por las propias características de su estilo, pausado y fecundo en detalles, se nos privó de un final que, sin duda, hubiera deparado un contexto superior.

Con la mirada que proporciona el paso del tiempo, no puede sino advertirse que, a pesar de la reacción inicial, resulta del todo coherente con la personalidad tanto de Selina como de Bruce, y planteaba un escenario brutal de cara al desenlace de la obra y su efecto en la relación entre Batman y Catwoman.

En la segunda parte, abordaremos el análisis de los números que van desde Días fríos, la visión de Tom King de 12 Hombres sin piedad, a Ciudad de Bane. Pues aunque el personaje de Catwoman desaparezca de la colección, sigue estando presente en todo momento.

Queda mucho BatCat en la etapa.

“Mírala, Murciélago. Es un diamante. Resplandece”.



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