Javier Vázquez Delgado recomienda: Reseña El diablo y el señor Twain y entrevista con Koldo Azpitarte y Mikel Bao

Aprovechando que Dolmen acaba de publicar El diablo y el señor Twain hemos querido charlar con sus creadores Koldo Azpitarte y Mikel Bao para que nos hablen de su novela gráfica. Son dos veteranos de la divulgación que ya habían realizado cómics con anterioridad, pero que con esta obra debutan en el formato novela gráfica.

Koldo Azpitarte (Bilbao, 1970) es un divulgador y guionista de cómic. En su trayectoria como guionista destacan sus colaboraciones para el mercado francófono con Ángel Unzueta, Reliquias y Cara de Ángel, ambas editadas en España por Panini dentro de su sello Evolution, además de sus colaboraciones con Mikel Bao en la revista La resistencia. Dentro de su larguísima trayectoria como divulgador, además de ser uno de los primeros colaboradores de esta casa, hay que destacar su labor como director de la revista Z, editada para la asociación de librerías Zona Cómic por Laukatu, además de sus artículos para otras cabeceras como Dolmen o Trama. También ha colaborado en varios libros teóricos sobre el medio entre los que destacan Cómics made in Spain (Dolmen) y Senderos Una retrospectiva de la obra de Paco Roca (Laukatu).

Mikel Bao (Bilbao, 1971) es un historietista, librero en Joker (Bilbao) y divulgador. Ha publicado varias historias cortas en revistas como El Balanzín o La Resistencia (Dibbuks) y ha ilustrado relatos fantásticos de diferentes autores en Alambre de letras. En su labor como divulgador haya que destacar que es el subdirector la revista Z, además de haber escrito un completísimo ensayo sobre el Dios de Trueno de Marvel titulado Thor sin fronteras (Laukatu).

Entrevista Koldo Azpitarte y Mikel Bao.

¿Cómo surge El diablo y el señor Twain?

Koldo: El proyecto surgió del proceso de documentación para otro guion muy distinto centrado en la figura de Nikola Tesla, que espero que pueda ser completado en no demasiado tiempo. Cuando descubrí que Tesla y Twain habían sido amigos, me picó la curiosidad y me puse a leer sobre esa etapa de la vida de Twain y descubrí toda una serie de hechos verdaderamente maravillosos. De ahí salió la primera historia de las que aparecieron en La Resistencia, que fue algo así como el episodio piloto de una serie. Siendo como era un gran fan de Twain y de El forastero misterioso, pronto empecé a imaginar una historia que diera forma a una historia más ambiciosa que, articulada en capítulos individuales, conformara una novela gráfica.

Mikel: Koldo y yo éramos ya amigos, y compartíamos afinidades en muchos gustos, además de colaborar desde 2013 en la revista Z. Yo sabía que él escribía, él sabía que yo dibujaba. Empezamos a colaborar en algunas historias cortas en fanzines y después en La Resistencia, y disfrutamos mucho de la experiencia. Una vez decidimos seguir adelante con Twain, no dudamos en ningún momento del potencial de la historia como novela gráfica larga.

Cuando comenzáis a realizar las historias cortas para La Resistencia, ¿teníais en mente que pudieran convertirse en una novela gráfica de casi doscientas páginas?

Koldo: Teníamos claro que el personaje daba para una historia larga y empezamos a trabajar en un proyecto de novela gráfica desde la segunda historia, con la dificultad añadida de realizar historias autoconclusivas para la revista. Una vez liberados de esa obligación, nuestra única preocupación fue el dotar a nuestra historia de un ritmo y una profundidad adecuadas. Seguimos manteniendo la estructura en capítulos porque era parte de ese aire a libro editado por entregas que queríamos que tuviera, pero tuvimos mayor libertad en cuanto a la duración de los mismos.

¿Cómo ha evolucionado la obra desde esas historias cortas?

Mikel: Esas historias son ahora varios capítulos de nuestro libro. Fuimos terminando las piezas y luego llegó un momento en el que reflexionamos sobre cómo encajaban. Dos capítulos se fusionaron en uno, se añadieron y eliminaron varias páginas, se retocaron viñetas y diálogos… hasta que dimos con el equilibrio que más nos convencía y que hacía que la historia fluyera mejor.

Koldo: Afinar la estructura del libro fue un proceso laborioso. Liberados de la presión de las entregas, nuestra única presión fue el tratar de crear la obra más redonda posible. Como dice un buen amigo: sólo hay una única oportunidad de crear una buena primera impresión… y esta era nuestra tarjeta de presentación.

Primer boceto de Mark Twain de Mikel Bao.

Mikel, ¿tú también sentías esa fascinación por Twain que siente Koldo?

No tanto. Yo soy apasionado de Dickens, si hablamos de clásicos literarios. Pero Twain es una figura indiscutible, he leído unas cuantas obras suyas, me gusta su ingenio y su inteligencia como escritor, y me parece que su vida fue absolutamente apasionante.

¿Sentisteis vértigo al desarrollar una historia de esta extensión que supera en mucho vuestros trabajos precedentes?

Koldo: Siempre que uno escribe una historia tiene que dejar de lado muchos elementos que había seleccionado en la investigación, durante el proceso de documentación y en esa “poda” a veces se queda lo mejor de la historia. Nuestra novela gráfica podría haber durado tranquilamente el doble introduciendo más encuentros con personajes fascinantes de la época, pero se habría perdido el foco sobre la reflexión sobre la identidad que da vida a la historia. No hay que perder la vista de la estructura del guion y marcar un ritmo de lectura que te encamine hacia la conclusión. El reto era contar una historia de cierta densidad literaria y conseguir que el lector nos acompañara hasta el final.

Mikel: Al ir abordándola capítulo por capítulo, el vértigo se reduce un poco, pero es cierto que es una obra larga y densa: muchas páginas, con muchas viñetas y mucho texto. Hemos intentado que la lectura del libro sea lo más clara posible en todos los sentidos, y aportar mucha información, pero siempre pertinente para la historia. Y por suerte, todos los comentarios que estamos recibiendo de lectores y de profesionales del medio nos dicen que la sensación de lectura del libro es fluida, y que no resulta pesado o farragoso.

A lo largo de la novela gráfica intercaláis fragmentos de las obras de Twain de la época. ¿Fue difícil escogerlos?

Koldo: Lo más complicado fue buscar la manera de que a la vez que complementaban la historia principal, aportaran información relevante. Así, en el caso del fragmento de Cabezahueca Wilson, un libro irregular pero con una valiente tesis antirracista, era importante subrayar ambas cosas, ya que tan importante es retratar al autor en declive como la importancia de sus posicionamientos sociopolíticos. Precisamente la lucha contra el racismo es un elemento en común con Barnum, a cuya viuda conoce poco después.

Está vivo o muerto es un brillante relato que nos da la primera pista sobre uno de los temas de la obra, la identidad, mientras que la adaptación de Un cuento sin final nos ofrece un respiro humorístico clásico de Twain antes de que nos adentremos en la parte más dramática, que es reforzado con un fragmento de Juana de Arco, que adapta el momento más dramático de una novela que Twain escribió pensando en su hija.

Crónicas del Joven Satán es el texto más largo que adaptamos y lo hacemos directamente de una versión inédita en castellano que es la que Twain estaba escribiendo en su estancia en Austria. En este caso, su papel es fundamental para reconducir el propio concepto del Diablo y llevarnos a la recta final de la historia. Todos los relatos cumplen su función e interactúan con la narración principal, enriqueciéndola. De otro modo, no hubieran estado en el libro.

¿Por qué decidís convertir a Rogers en una personificación del diablo?

Koldo: En realidad (y permíteme que no sea más explícito) Rogers no es más que lo que yo vi en él cuando supe de su existencia. Es un personaje manchado por mis prejuicios. Un tipo que se hace multimillonario partiendo de la nada, un tiburón de las finanzas, el Amancio Ortega del petróleo de finales del siglo XIX, tiene que ser necesariamente un personaje diabólico.

Habrá quien lo vea como el demonio y otros lo verán como un héroe. Somos así. Proyectamos en los demás nuestros prejuicios y los transformamos en juicios.

Una de los elementos que más me han gustado de la obra es las interacciones de que se producen en la novela gráfica entre Twain y personajes reales como Tesla, Bram Stoker o Freud. ¿Os hubiera gustado añadir algún personaje más?

Koldo: Claro que sí. Muchísimos. Por ejemplo, Kipling (otro de mis favoritos) tiene una buena historia con Twain… pero sucede unos años antes de que nuestra narración comience. El problema es que uno no puede alargar indefinidamente la historia sin que los elementos dramáticos se resientan. En este caso, tras presentar a Twain en Nueva York y hacerle interactuar con diversos personajes, debíamos mostrar su periplo europeo y presentar a los siguientes grupos de personajes que debían hacer avanzar la historia. reconozco que estuve tentado de mostrar más historias relacionadas con su viaje a través del mundo pero no aportaban nada de verdadero peso a nuestra historia.

Creo que lo más interesante de la obra es la manera en la que reflejáis la dualidad que encierra el ser uno, no solo entre el bien y el mal, sino también en las dudas de Twain con respecto a su personaje literario y su verdadera personalidad. ¿Cómo decidisteis abordar esos temas?

Koldo: El proceso de inmersión en Twain, leyendo sus escritos de la época, su autobiografía (que no fue publicada sin censuras hasta el centenario de su muerte) y sus cartas me puso sobre la pista de un hombre como el que hemos tratado de reflejar en la novela gráfica: alguien devorado por su propio personaje, con profundos claroscuros y sin embargo no exento de una enorme altura ética en sus reflexiones. Supongo que todos poseemos una cierta dualidad que nos lleva a dar lo mejor y lo peor de nosotros a quienes nos rodean. Hubo momentos en los que me sentí muy identificado con el personaje y supongo (más bien espero) que al lector le pasará algo similar.

Es una obra larga y muy densa, pero no se hace nada pesada por el ritmo de los diálogos. ¿Habéis tenido que recortar mucho material previo?

Koldo: Todo proceso de investigación genera gran cantidad de material que no llega a entrar en el guion. Lo que es verdaderamente difícil (y uno nunca sabe a ciencia cierta si lo consigue o no) es destilar todo ese torrente de información en algo que sea ameno y que conserve la esencia de todo lo que quiere contar.

Mikel: Koldo escribía un guion detallado viñeta por viñeta, que yo interpretaba gráficamente, y entonces lo poníamos en común. Había momentos puntuales que los textos se acortaban, o se repartían entre dos viñetas, o se añadían viñetas para destacar detalles importantes… pero siempre respetando la esencia de lo que figuraba en el guion, y siempre pensando en lo mejor para la historia.

¿Cómo ha sido la colaboración entre ambos?

Mikel: Ha sido muy fluida en todos los aspectos. Todo lo referente al libro ha sido consensuado entre ambos, y la obra tiene exactamente el aspecto que queríamos. Para mí como dibujante, los consejos y comentarios de Koldo han sido fundamentales para dar con el estilo de dibujo de la obra.

Koldo: ¡Exacto!

¿Por qué os decantáis por publicarla con Dolmen?

Mikel: Dolmen mostró un gran entusiasmo desde el principio, en cuanto vieron la obra enseguida mostraron un interés que nos convenció para que ellos fueran nuestros editores.

Koldo: Tuvimos más de una oferta, pero para nosotros la fe y el entusiasmo que Dolmen tenía en el proyecto fue fundamental. Ahora que el libro ha salido a la venta y está recibiendo una calurosa recepción puede parecer una tontería, pero en aquel momento nos temblaban las piernas y necesitábamos ver que quien iba a defender la obra con nosotros tenía la confianza que a nosotros nos faltaba.

La edición es espectacular y nos recuerda a los libros de la época de Twain. ¿Teníais claro que sería de esa manera desde un principio?

Mikel: Claro, esa era la idea. Todo lo referente a la obra, el diseño, el dibujo cartoon y el coloreado en tonos uniformes, el aspecto gráfico del libro en general, trataba de recordar a un libro de la época, y lo más importante era que llamase la atención entre la riada de novelas gráficas que se publican todos los meses.

¿Vais a tratar de mover la obra para explorar las posibilidades de publicarla en otros países?

Koldo: Estamos en el Salón de Angoulême en el momento de redactar estas líneas y el motivo no es otro que tratar de mostrarla a editores de diferentes países. No sabemos en qué se concretará eso, pero de momento hay varios que han mostrado un gran interés en ella.

Mikel: Vamos a intentarlo, sin duda. Nos haría una ilusión enorme, y nos parece que es una obra perfectamente universal.

¿Cuál es vuestra obra predilecta del escritor?

Koldo: De las novelas, El forastero misterioso, ya que, pese a que no era una obra preparada para su publicación y que sufrió varias manipulaciones, sigue gustándome mucho. Sin embargo, debo decir que con lo que más disfruto hoy en día es con sus relatos breves. ¡Twain es un maestro insuperable en este terreno! Así pues, mi recomendación es el libro de Cuentos completos de Twain editado por Penguin Classics, que no sólo tiene sus cuentos sino también El forastero misterioso.

Mikel: De las que leído, Las aventuras de Huckleberry Finn.

¿Proyectos para el futuro?

Estamos ya enfrascados en una nueva novela gráfica de la cual aún no contaremos mucho, pero que está ya en un estado bastante avanzado en cuanto a la concepción general de la historia, y esperamos tardar menos en terminarla.

Reseña El diablo y el señor Twain.

Portada El diablo y el señor Twain

Edición original: El diablo y el señor Twain (Dolmen Editorial, 2021)
Guion: Koldo Azpitarte
Dibujo: MiKel Bao
Corrección: Soraya Pollo
Formato: Cartoné. 192 páginas. 19,95€

Nuestros peores diablos somos nosotros.

«Cada día me siento más alejado del personaje que creé en mi juventud: Mark Twain, un fanfarrón de lengua viperina que vendería su alma al Diablo por un minuto de gloria.»

En el número 8 de La resistencia pudimos leer una fascinante historia corta que relataba en primer encuentro entre un Mark Twain y Nikola Tesla obra de Koldo Azpitarte y Mikel Bao. En los dos siguientes números de la añorada revista pudimos leer dos historias cortas más sobre el escritor, las tres funcionaban muy bien, pero no sabíamos que iban a formar parte de una obra mucho más ambiciosa. Aunque en ellas ya podíamos ver algunos de los elementos más destacados de El diablo y Mr. Twain como estábamos ante un hombre, Samuel Langhorne Clemens, atrapado por el personaje, Mark Twain, que el mismo había creado, su relación con el filántropo Henry Huttleston Rogers y con su propia familia, mientras busca escribir su última gran obra.

A lo largo de los capítulos, una estructura que inevitablemente nos recuerdan a las publicaciones en las que vieron la luz las obras del autor, que componen la novela gráfica vemos como Twain se codea con algunas de las figuras más importantes de la época de cualquier ámbito, como los ya mencionado Tesla y Rodgers y otros como Bram Stoker, Nancy Fish, Sigmund Freud o Theodor Herzl, entre otros. Sus encuentros y conversaciones son lo que, junto a sus vicisitudes personales y familiares, sirven como hilo conductor de la historia. Entre esos episodios los autores integran fragmentos de algunas de las obras que el escritor creo en esa época. Esos fragmentos no están puestos por mera casualidad, sino que sirven para entender que es lo que pasaba en cada uno de los momentos por la mente del autor y como los reflejaba en su obra.

Sin embargo, no estamos ante una biografía de los últimos años del escritor estadounidense, ya que, aunque sí nos cuentan los elementos más relevantes de su vida y obra de una manera muy didáctica y a amena, en realidad la obra trata sobre las diferentes identidades que nos construimos y cómo reflejamos algunos de los aspectos más turbios de nuestra personalidad en algunas de las personas que nos rodean o, en el caso de Twain, en sus obras. Pero no son los únicos temas que aborda la obra ya que gracias a las conversaciones entre Twain y las personas que le rodean también vemos reflexiones sobre el éxito, la ambición, el amor o la amistad, pero siempre desde varios puntos de vista que dejan que sea el lector quien extraiga sus propias conclusiones. Que la obra este llena de conversaciones y cartas puede hacer pensar que en la posibilidad de que sea algo densa y de lectura farragosa, pero, aunque sí estamos ante una obra que no se lee en un suspiro, en ningún momento se hace pesada ya que los diálogos están muy bien medidos y llenos de ritmo a lo que contribuye de manera decisiva la planificación de los mismo y el trabajo de Mikel Bao que consigue gracias a un gran dominio de las posibilidades del medio que no estemos ante una obra repleta de bustos parlantes.

Aunque estamos ante una obra que refleja de manera inequívoca el profundo amor y respeto que los autores tiene por la obra de Twain, en ningún momento se convierte en una hagiografía, ya que trata de alejarse de la figura mítica en la que el tiempo ha convertido al autor para traernos de vuelta a la persona, llena de duda e inseguridades, que se han acrecentado con la edad y las dificultades económicas que ha atravesado.

Uno de los grandes aciertos de la obra es cómo juegan con la figura de Rogers convirtiéndolo en una figura misteriosa e inquietante, que se convierte en una sombra constante sobre el escritor, aunque no esté presente en cada momento. Nuestra forma de verle, al igual que le sucede a Twain, tiene más que ver con nosotros mismos y nuestra ideología que con la representación que hacen en la obra y con la figura real.

Otro aspecto a destacar es la manera de reflejar las dudas creativa que acosan a Twain que no consigue dar forma definitiva a El forastero misterioso, la novela en la que trata de explicar su forma de ver el mal, y el resto de sus obras de la época.

La obra está dibujada con un estilo sintético y muy limpio en el que Mikel Bao ha optado por representar a los personajes con los menos trazos posibles, pero sin que pierdan expresividad. Aunque a lo largo de la obra sí que vemos con detalle los diferentes escenarios donde transcurre cada capítulo, no se pierde en los detalles, sino que tiene claro que la obra la conducen los personajes. Como ya hemos mencionada el ritmo narrativo que impone a la obra hace que su lectura sea realmente fluida pese que la abundancia de diálogos. Toda lo obra tiene un eminente tono clásico propio de los libros de Twain que se ve potenciado por la composición de página que casi siempre es del seis viñetas, además de la tonalidad elegida para la obra formada por colores sepias que asociamos a las fotografías de la época. Esos colores primar en toda la obra salvo en una de las escenas finales que emplea tonos azulados con toda lógica dada su naturaleza.

Ese aspecto de libro se ve potenciado por el diseño del volumen que se asemeja a los que tenían los libros de Twain. Un trabajo magnifico de Dolmen en una edición que se complementa con un epílogo en el que ambos autores no explican la génesis y el desarrollo de la obra.

Con El diablo y el señor Twain, Koldo Azpitarte y Mikel Bao han firmado una obra interesantísima que además de servir como un homenaje al afamado escritor no invita a reflexionar sobre la identidad, el éxito, la amistad y la forma en la que vemos a los demás.

Lo mejor

• Pese a ser una obra densa durante la lectura no se tiene nunca esa impresión.
• Lo bien integrados que están los extractos de los libros de Twain.
• La aparente sencillez con la que el dibujo de Mikel Bao consigue que la lectura fluya.

Lo peor

• Que se hayan quedado en el tintero los encuentros de Twain con otros personajes de la época.



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