Javier Vázquez Delgado recomienda: 30 Aniversario de Image: Lecturas recomendadas
Treinta años hace que nació Image. Treinta años desde su primer cómic, cuya fecha de salida data del 10 de abril, que no es otro que el Youngblood de Rob Liefeld. Para celebrar este acontecimiento, redactoras y redactores de Zona Negativa nos hemos unido para recomendar una serie de obras lanzadas a lo largo de su recorrido. No han de ser las mejores, ni siquiera nuestras favoritas, solo aquellas de las que nos apetecía hablar y que, en realidad, dan buena cuenta de la variada labor de Image en todos estos años.
Sergio Fernández: Sam & Twitch
Sam & Twitch. 26 Números (1999–2004). Por Brian Michael Bendis, Ángel Medina, Alex Maleev, Ashley A. Woods y varios artistas. Publicado en España por Planeta Cómic. De las entrañas del número uno de Spawn o, mejor dicho, de sus viñetas, surgieron dos personajes secundarios con ganas de gozar mucho más protagonismo. Con una química envidiable, Sam & Twitch se convirtieron, por méritos propios, en una de las parejas de detectives más icónicas del noveno arte. Aunque el padre biológico de las criaturas fuese Todd McFarlane, lo cierto es que fue Brian Michael Bendis quien, como progenitor adoptivo, supo sacar lo mejor en un spinoff que contó con diferentes etapas.
Como ya hiciese en Goldfish o Torso, el guionista de Ohio, todo un especialista en el género negro, se movió como pez en el agua en una ciudad oscura y repleta de violencia. En medio de un cuerpo de policial corrupto, la integridad de sus protagonistas les puso en más de un aprieto. Con una atmósfera más propia de películas como Seven o la reciente The Batman, Sam Burke y Maximiliam “Twitch” Williams estarán al frente en casos de asesinatos con todo tipo de mutilaciones e, incluso, conceptos sobrenaturales. Mafia sudafricana, brujería, cazarrecompensas… elementos que no parecen casar demasiado bien entre ellos pero que, sin embargo, se insertan cual zapato en Cenicienta en la mitología de Spawn.
El carisma de Sam & Twitch y su camaradería se pondrán en tela de juicio en más de una ocasión como consecuencia de una tragedia que parece perseguirles. Ambos policías se complementan a la perfección. Por un lado, el menudo Twitch es el mejor tirador del cuerpo y buenísimo con los pequeños detalles. Por otra parte, el orondo Sam (se pasa las páginas comiendo) es la intuición personificada. Aunque sea una serie extremadamente recomendable, los diálogos, presentados de una manera un tanto particular, pueden dificultar el seguimiento al lector menos atento. Del encargado artístico se encargó gente como Angel Medina, Alberto Ponticelli o Alex Maleev. Marc Andreyko, co-creador junto a Bendis de Torso, tomó el testigo del guionista de Alias, para continuar con el legado de esta gran pareja. Si Spawn supuso un éxito colosal para Image, Sam & Twitch demostraron que podían estar a la altura de su protagonista sin tener que compartir viñetas con él.
Edu Sesé: Clase Letal
Clase Letal. Serie Abierta (2014–…). Por Rick Remender y Wes Craig. Publicado en España por Norma Editorial. Corría el año 2013 cuando, en plena ola de creatividad sin parangón en Image Comics, un guionista decidió abandonar la Casa de las Ideas. Rick Remender había vivido una larga etapa de éxito en Marvel, pero hemos de suponer que en algún punto del camino se cansó de trabajar para otros y tomó la determinación de volver a dedicarse a sus ideas. Allí, en la editorial de Portland, inició una etapa dorada en la que, junto a algunos de los mejores artistas del panorama mundial, nos dejó un puñado de series maravillosas que hicieron de esa década más aún la edad de oro de Image Comics. Y probablemente, Clase Letal sea la mejor de ellas.
Creada en 2014 por Remender y el artista Wes Craig, Deadly Class nos narra las desventuras de Marcus López, un joven huérfano sintecho con un pasado oscuro que es reclutado por la escuela Kings Dominion, un centro académico secreto en el que adolescentes de los más diversos orígenes son formados y entrenados para convertirse en los mejores asesinos del mañana. Allí, Marcus no solo se verá amenazado por su pasado y por las letales maniobras de su escuela, sino por algo casi igual de terrorífico: encajar en su nuevo instituto.
Hay mucho que se puede decir sobre Clase Letal, y casi todo es bueno. La serie creada por Remender y Craig es sin lugar a dudas uno de los cómics más salvajes y frenéticos de todo el panorama USA, una masterclass de cómo agarrarte de las solapas y sacudirte la cabeza hasta echar la papilla a base de acción a raudales y giros de guion sin escrúpulos. Wes Craig, (muy) bien acompañado en el color por Lee Loughridge al inicio y Justin Boyd después, se corona como uno de los narradores más asombrosos del mundo del cómic, un absoluto maestro de la acción y el movimiento, capaz de hacer que las balas y las puñaladas pasen silbando a nuestro lado al girar cada página.
Pero no todo es acción: inspirado por su tortuosa y violenta adolescencia, Rick Remender aprovecha su fascinante Hogwarts de asesinos no solo para sumergirnos en una vorágine de divertidísima acción, sino también para realizar una magnífica disección de lo que significa ser adolescente. La soledad entre la multitud, el miedo a encajar o las luchas internas por ser más de lo que se espera de ti son solo algunas de las muchas radiografías que el guionista realiza sobre ese periodo tan brutal de la vida que es la adolescencia. Y sí: es cierto que en su último volumen ha dado algunos signos de agotamiento, pero pase lo que pase en su ya inminente final, Clase Letal será siempre una de las obras más importantes de Image por derecho propio.
José María Vicente: The Bulletproof Coffin
The Bulletproof Coffin. Dos volúmenes de 6 números cada uno y un One-Shot (2011–2017). Por David Hine y Shaky Kane. Inédito en España. Publicada en 2010, antes del resurgir de Image gracias a Saga, The Bulletpoof Coffin merece ser elogiada como el gran cómic olvidado de la editorial. David Hine, un guionista que sobrevivía encadenando olvidables trabajos alimenticios para las dos grandes editoriales americanas y Shaky Kane, un dibujante desconocido eclipsado por la sombra de sus influencias, sorprendieron a crítica y lectores con una pequeña obra maestra de seis números. Lo que en las primeras páginas aparentaba ser un curioso homenaje a los cómics que el Comics Code y los superhéroes hirieron de muerte, es decir, cómics de vaqueros, detectives o justicieros pulp, resultó ser un hermoso y complejo relato metatextual en el que ambos autores enarbolan con orgullo la bandera del cómic indie, donde la creatividad e imaginación de antaño aún puede aflorar.
Describir el argumento de la serie sería arruinar parte de la diversión. Centrémonos, pues, en lo que es sin duda lo más llamativo de la serie: sus autores. Como decía, Hine había pasado sin pena ni gloria por las grandes editoriales, para las que redactaba guiones que los editores luego modificaban o hasta censuraban. Muchas veces tenía que adaptarse a eventos y crossovers que no le interesaban. Las ideas interesantes que sobrevivían las interferencias editoriales morían a causa de las limitaciones de los universos compartidos o las fechas de entrega, que impiden que un guionista y dibujante puedan mantener un fructífero intercambio de ideas. Por su parte, Kane ardía en deseos de demostrar que su dibujo e ideas eran mucho más que una imitación grotesca de Jack Kirby. Nadie pensaba que estos dos hombres pudieran hacer algo destacable.
Solo en una editorial como Image, que garantiza plena libertad creativa a sus autores, pudieron ambos exprimir a fondo sus talentos, dar lo mejor de sí mismos, asumir riesgos comerciales en pos de crear un cómic del que sentirse orgullosos. Demostraron que la única limitación que existe en el cómic indie es la que se imponen sus autores. Para crear un cómic extremadamente divertido e inteligente, exigente y que sepa recompensar los esfuerzos del lector, atípico y personal, ambicioso y creativo, no hace falta nada más que esfuerzo y pasión.
Seis números eran claramente insuficientes para abarcar todo lo que el universo de la serie podía ofrecer. Por lo tanto, no debe sorprendernos que en 2012 se publicase una secuela, subtitulada Disinterred, igual de genial que su predecesora. Ya en 2017 se publicó un brillante número unitario subtitulado The Thousand Yard Stare.
Podría dedicar más líneas a explicar por qué The Bulletproof Coffin es una de las mejores series indie del siglo XXI, pero jamás podría hacerle justicia. Esta serie debe y merece ser leída y apreciada.
Raúl Gutiérrez: The Darkness
The Darkness. Varios volúmenes (1996–2013). Por Marc Silvestri y Varios Artistas. Publicado en España por Planeta Cómic y Norma Editorial. Hablar de Image es sin duda hablar de Top Cow, el sello editorial de Marc Silvestri, una de las caras más conocidas de la Image primigenia. Nacido en 1992, el sello Top Cow estaba plagado de series superheroicas en su mayoría, conectadas entre sí, en las que el elemento mágico o de leyenda primaba más en la historia que los accidentes radioactivos u otros modos de conseguir unas mallas y una capa.
De hecho, los personajes de Top Cow no eran exáctamente superhéroes, si no más bien antihéroes o incluso villanos que, simplemente, se enfrentaban a rivales aún más ca***es que ellos mismos. Esto estaba patente en personajes como Witchblade, o incluso Magdalena, la guerrera santa, pero sobre todo era casi palpable en The Darkness, la entidad demoniaca que poseía al mafioso Jacikie Estacado.
En las páginas de este cómic, cuyo primer run de cuarenta números estuvo llevado a cabo por Marc Silvestri, Garth Ennis y David Wohl, se nos presentaba a Estacado un mafioso que al cumplir los veintiún años (mayoría de edad en Estados Unidos) recibía el regalo póstumo de su finado padre, una entidad oscura que lo poseía y controlaba pero que, a cambio, lo dotaba de grandes y terroríficos poderes que utilizaba para hacerse con el control del hampa.
El problema residía en que, solo podía existir un portador de The Darkness a la vez, y por eso, si Jackie tenía descendencia (la maldición se transmitía por herencia genética directa) en el momento en el que ese bebé naciera, él moriría.
Ello daba lugar a uno de los más interesantes leitmotiv de la historia, que no era otro que el hecho de que Jackie condenaba su vida a no tener jamás relaciones sexuales de ningún tipo. Dejando de lado lo que eso suponía respecto del feminismo, otras opciones sexuales, o simplemente, sobre cualesquiera relaciones que no implicaran penetración vaginal (suponiendo que los preservativos y otros métodos anti conceptivos fueran tan falibles como el propio cómic nos explicaba), pues este cómic es hijo de los locos noventa que lo vieron nacer, The Darkness fue en su día un magnífico punto de entrada en el mundo del cómic USA para aquellos que no querían leer sobre superhéroes más conocidos y clásicos.
Una colección que hoy en día me causa no poca vergüenza ajena pero que en su momento, disfrutaba a ritmo de diez grapas diarias.
Enrique Doblas: Copra
Copra. 41 Números (2012–2021). Por Michel Fiffe. 1-3 publicado por El Nadir/Inefable Tebeos. Una de las facetas más interesantes de Image ha sido la de adoptar bajo su manto a autores que se habían dado a conocer a través de la autoedición. Es un win-win en el que la editorial ofrece su fama y estructura editorial al autor mientras que éste contribuye a la economía y el prestigio innovador de Image sin perder sus derechos sobre los personajes. Entre estos autores, se encuentra un enamorado de los comics de superhéroes que llevaba la friolera de 31 números de una especie de escuadrón suicida que copiaba descaradamente personajes de Marvel y DC. Un genio llamado Michel Fiffe y una serie llamada Copra.
Este artista nos deleita y atrapa con un dibujo propio en el que, aparte de una capacidad para desarrollar la acción espectacular, muestra un acabado sorprendente. Es un estilo minimalista en las formas y rostros, sin por ello perder credibilidad o sentimientos, pero profuso en efectos con tinta, trama, color y lo que se le ocurra.
Pero sobre todo nos agarra directo al cuello con una trama adictiva y llena de giros sorprendentes y cliffhangers. Coge lo mejor de Ostrander pero le da una vuelta de tuerca a los personajes que nunca hubiéramos pensado. Mezcla a un Castigador hispano con un Doctor Extraño en proceso de legado, una Vixen en el cuerpo de Grace Jones con un Ironman adolescente, a un Deadshot cuerdo con una Waller a la que todo el mundo debe favores. Y digo esos nombres porque el usar arquetipos tan descarados le permite a Fiffe sugerirnos tridimensionalidad en menos de dos pinceladas. Y así la historia puede avanzar a velocidad de vértigo dándonos una sensación frenética.
Tenemos traiciones por la espalda, juegos de espías que implican agencias y gobiernos, misiones en las que todo sale terriblemente mal, otras dimensiones… y villanos. Ahí si que se desata la parte creativa de Fiffe que nos entrega todo un plantel de imaginativos, macabros y apabullantes enemigos, cada uno más Morrisoniano que el anterior.
Si bien Image sólo ha editado 10 nuevos números (y ha reeditado todos los TPB anteriores), semejante seriaza merece estar en este homenaje, destacando de alguna manera la labor de la editorial en amparar este tipo de underground más comercial. Y oye, que a Fiffe le han dejado los mandos de una de las banderas más tempranas de la editorial, aquella macarrada del inigualable (en todos los sentidos) Liefeld, Bloodstrike.
Diego García Rouco: Midnight Nation
Midnight Nation. 12 Números (2000–2002). Por Joe Michael Straczynski y Gary Frank. Publicado en España por Planeta Cómic y Norma Editorial. Las primeras series que aparecieron en Image eran un pastiche de las series de superhéroes en las que habían trabajado los fundadores de la editorial, pero con más violencia, escotes imposibles, hombreras y dientes. Aunque había maravillosas excepciones como The Maxx. Con el paso del tiempo los diferentes estudios que componían la editorial comenzaron a dar cabida a otro tipo de productos con una mayor variedad argumental. A finales de la década de los noventa Top Cow, el sello fundado por Marc Silvestri, dio cobijo a Joe’s Comics, un subsello en que aparecerían los cómics guionizados por Joe Michael Straczynski, creador de la popular serie de ciencia-ficción Babylon 5 para la televisión estadounidense. En ese sello en que el guionista conservaba los derechos de sus obras pudimos disfrutar de series tan interesantes como Rising Stars y, sobre todo, la fantástica Midnight Nation que realizo en colaboración con el excelente dibujante británico Gary Frank, con la excepción de Midnight Nation 1/2: Objetos preciados, una historia independiente publicada por la revista Wizard dibujada por Michael Zulli.
Straczynski y Frank crearon una obra cerrada que apareció en doce comics-books que se alejaba por completo de las historias de superhéroes para ofrecernos una road movie de fantasía oscura sobrenatural. Un trabajo mucho más cercano a los que podríamos leer en Vertigo en aquella época que a los habituales del sello de Silvestri.
El protagonista de la historia es el teniente David Grey, un policía de Los Ángeles, con una vida anodina por la que pasa de puntillas que, mientras investiga unos asesinatos bastante truculentos, acaba descubriendo por las malas que el mundo comparte espacio físico con una especia de limbo donde van a para las personas que han perdido todo lazo son el resto. Tampoco vamos a rebelar mucho más de la trama por si hay algún lector que no ha podido acercarse a uno de los primeros y mejores trabajos del guionista que le sirvió para exorcizar algunos demonios de su pasado y que además de ser una excelente obra que encandilara a los lectores de terror encierra algunas reflexiones bastante interesantes sobre la existencia y el hastío que muchas veces sentimos del mundo y también sirve como denuncia del trato que damos como sociedad a los más desfavorecidos. Una obra muy recomendable que no tiene la fama que merece.
Raúl López: Los Muertos Vivientes
The Walking Dead (Los Muertos Vivientes). 193 Números (2003–2019). Por Robert Kirkman, Charlie Adlard y Tony Moore. Publicado en España por Planeta Cómic y ECC.Los muertos vivientes arrancarían su andadura en el año 2003 bajo el paraguas de Image Comics. En su origen la idea arrancó con el nombre de Dead Planet, proyecto que Robert Kirkman y su amigo Tony Moore presentaron a varias editoriales sin tener mucho éxito. Esta versión primigenia se acercaba más a la ciencia ficción pues establecen que habían sido unos alienígenas los que habían traído a los zombies a la tierra. Curiosamente, al presentar el proyecto a Eric Stephenson, director de marketing de Image Comics por entonces decidió ‘limpiar’ el argumento de este tono alienígena y proponerle una serie de zombies más al uso. Para su sorpresa, éste declinó la propuesta por ser excesivamente típica y Robert Kirkman optaría por darle una vuelta y de nuevo recuperar su sinopsis inicial, en palabras del guionista: «Dije que toda la historia se basaba en la posterior revelación de que los alienígenas habían causado los zombies, y que todo eso formaba parte de una gran invasión alienígena. Se dedicaban a debilitar las infraestructuras del gobierno devolviendo la vida a los muertos, para terminar barriendo todo y quedándose con el planeta.» Esta variante gustó a Eric que aprobó el proyecto sin saber que tanto Robert Kirkman como Tony Moore ejecutarían su primera idea desestimada eliminando todo rastro alienígena para sorpresa de Eric cuando cayó en sus manos la primera entrega y ver como se la habían jugado, una apuesta arriesgada pero que con la ventaja que da el tiempo le salió redonda a los autores.
Catalogar Los muertos vivientes como una historia de zombies sería hacerle un flaco favor a la historia, porque por encima de todo es una historia sobre la vida (y la muerte), sobre el comportamiento del ser humano y cómo este varía en función de los hechos o de aquello que la persona lleve dentro. Los grises lo son más que nunca y deja de haber buenos humanos en una situación nueva en la que todo vale en favor de la supervivencia. Al respecto de esto y sobre lo que Robert Kirkman quería explorar da los siguientes detalles: «Nunca ha habido una historia que continuara con los personajes que partían hacia el ocaso. Nunca ha habido una narración continuada que se quedara en ese mundo y siguiera a los personajes hacia su conclusión natural, viéndolos intentar sobrevivir durante años en este panorama post apocalíptico. Eso era algo que me habría encantado leer, así que decidí hacerlo porque no existía.»
En el apartado artístico a pesar de la excelente labor inicial de Tony Moore este no continuó más allá de la sexta entrega cediendo el testigo a Charlie Adlard y Cliff Rathburn quienes a pasos agigantados con cada nueva entrega fueron subiendo el nivel gráfico hasta unas cuotas rara vez alcanzadas en una serie regular de forma tan prolongada. La ausencia de color, que nació como la excusa para abaratar costes y de esta forma intentar prolongar el máximo una posible cancelación por bajas ventas se convirtió en santo y seña de la serie y aunque a día de hoy se está reeditando en color siempre nos quedará ese juego de luces y sombras con las que nos aterraron Charlie Adlard y Cliff Rathburn.
En 2019 saldría publicada la última entrega, la 193. Dando por cerrada una de las grandes obras maestras recientes del cómic. Sin lugar a dudas la mejor historia de zombies jamás publicada.
Ángel García: Saga
Saga. Serie Regular (2012–…). Por Brian K. Vaughan y Fiona Staples. Publicado en España por Planeta Cómic. Del amor de Marko y Alana, dos personas de razas antagónicas en continua guerra, nace Hazel, que va a narrarnos su vida. A partir de un argumento tan simple, se va a construir el mejor cómic de fantasía de los últimos tiempos y uno de los mejores ejemplos del estilo imperante en la industria actual, capaz de extender las historias a lo largo del tiempo y los arcos, sin comprimir en exceso las historias y permitiendo un desarrollo extraordinario de personajes.
Con espacio para reflejar temáticas muy actuales con una precisión sobresaliente (LGTB, ecologismo, depresión…) y sin condescendencia alguna, toma lo mejor de la tradición de la ciencia ficción del cine para construir un viaje apasionante del más variopinto grupo de personas. Desde la amoralidad más absoluta de unos hasta el amor incondicional y ternura de otros, habrán de convivir a lo largo de los años y las dificultades para no perder la vida.
El dibujo de Fiona Staples demuestra un potencial narrativo al alcance de los grandes maestros del medio, con un imaginario infinito en detalles, reflejando el efecto de la guerra y las dinámicas de poder en la anatomía de las clases humildes, que sufren siempre las consecuencias, así como en las características de los planetas y los modos de convivencia. Impecable, también, en la construcción del estado emocional de sus personajes, que cambiará dependiendo de las circunstancias del camino.
Vaughan, por su parte, no puede ser tan evidente como en otras obras a la hora de disponer de referencias populares, que llevó al paroxismo en Y El Último Hombre, pero se emplea a fondo para, de un modo más o menos evidente, desarrollar a través de su trabajo las inquietudes culturales que han regido su carrera. Al contrario que en otras ocasiones y aprendiendo la lección de la citada obra de Vertigo, deja respirar la historia y se toma el tiempo necesario para cerrar tramas y acelerar el destino de sus protagonistas.
El largo parón de la serie ha servido para que la misma vuelva con fuerza con un número 55 que da pie a nuevas y poderosas tramas con las que seguir acompañando la infancia y adolescencia de Hazel, una narradora a la altura y uno de los mejores elementos del tebeo, brillante tanto por el lenguaje empleado por el guionista como por el modo de disponer de sus intervenciones desde el diseño del página.
Una joya, en definitiva, y la obra maestra absoluta de Image para toda una generación de lectores.
Luís Javier Capote Pérez: Cyberforce
Cyberforce. 4 Volúmenes (1992–2018). Por Marc Silvestri y Varios Artistas. Publicado en España por Planeta Cómic y Norma Editorial. La historia de la fundación de Image Comics llegó a España con la dilación propia de los ya lejanos tiempos «pre-interneteros». En aquellos días, el lapso entre las ediciones estadounidense y española era, en el mejor de los casos, de un año, de modo y manera que, cuando vimos sus consecuencias por estos pagos, todo aquello había sucedido hacía muchos meses. Sin embargo, es justo y necesario destacar el hecho de que, a través de las secciones de correo y de noticias de las publicaciones de Comics Forum, supimos lo que estaba pasando al otro lado del océano, de forma aproximada. Varios de los principales dibujantes que estaban trabajando para Marvel habían tomado la decisión de abandonar la editorial, para fundar un sello en el que pudieran desarrollar sus propias creaciones con plena libertad y, detalle importante, conservando los derechos de propiedad intelectual sobre aquéllas.
Poco a poco, supimos más sobre las causas de aquella marcha, que había tomado por sorpresa a la afición. Algunos de los ilustradores formaban parte de la élite mimada de la empresa, cuyos editores habían sacrificado a guionistas veteranos como Chris Claremont o Louise Simonson, en favor de unos jóvenes dibujantes que estaban consiguiendo ventas millonarias. Pese a ello, aquel septeto consideraba que no recibían de su empleador tanto como le estaban entregando. Quizá consideraron que sus emolumentos -dinerarios o no- eran insuficiente; quizá temieran, no sin razón, que algún día ellos podían ser objeto de sustitución y víctima del olvido, para dejar paso a la siguiente generación. En todo caso, decidieron irse cuando estaban en la cresta de ola y se arriesgaron con creaciones de nuevo cuño. Por su parte, la casa de las ideas o, más concretamente, quienes regían sus destinos editoriales consideraron que eran los personajes y no sus dibujantes los que garantizaban el éxito. Unos pensaban que sus dibujos eran los que brindaban aquel engañoso y mareante resultado de cifras de seis ceros. Otros, que esos millones de ejemplares -dos millones para Spider-Man, tres para X-Force, siete para la segunda colección de la Patrulla-X- era mérito de la editorial, de modo y manera que los dibujantes podían ser sustituidos sin problemas. El tiempo demostraría que ambas partes se equivocaban, pero, en ese momento, quedaron sentadas las bases que habrían de brindarnos lo que, retrospectivamente, son las características definitorias de lo peor del género superheroico en la década de los noventa. Las colecciones que los siete padres fundadores imagineros dejaron atrás y las que fundaron son muy buenos ejemplos de material de ese jaez y, dentro del segundo grupo, Cyberforce es, casi con total seguridad, una compilación de todo lo malo que se podía encontrar en un tebeo de aquella Image.
Marc Silvestri era uno de los ilustradores más potentes de la Marvel de finales de los ochenta y principios de los noventa. Su nombre está vinculado a la escudería mutante, pues acompañó a Chris Claremont en la colección de la Patrulla-X, dibujando historias tan memorables como La caída de los Mutantes o Inferno. Tras ceder su puesto a Jim Lee, firmaría otra etapa junto a Larry Hama en la serie protagonizada por Lobezno. Como acontecía con buena parte de sus colegas «imagineros» la espectacularidad de su estilo hacía que la afición pasara por alto sus carencias, hasta el punto de que su aparición en los dominios del patriarca mutante prologaría los tiempos en los que se daría más importancia al dibujo que al guión, con todo lo que ello implicaba. Con este bagaje, hondamente vinculado a la franquicia-X, no resultó extraño que don Marc presentara un grupo que, al igual que los WildC.A.T.S. de Jim Lee, recordara a la Patrulla-X.
Cyberforce cuenta la historia de un grupo de personas que, dotadas de capacidades extraordinarias, tanto físicas como psíquicas -sí, son mutantes-, reciben, adicionalmente, una serie de implantes robóticos que las mejoran. Su oponente es la compañía Cyberdata que, a su vez, tiene su propio equipo de dotados mejorados, dedicado a la caza y captura de quienes, siendo como ellos, no se prestan voluntariamente a servir a una entidad cuyos fines son, eminentemente, criminales. Todo esto se presenta en una miniserie con la que maese Silvestri tomó el pulso al mercado y que se saldó con un resultado lo bastante positivo como para dar paso a una colección regular.
La historia de presentación es una mala aventura de la Patrulla-X, en la que la espectacularidad de unos diseños imposibles no es suficiente para ocultar las carencias de unas premisas y la simpleza de unos personajes que, en esta primera aparición, dejan patente el pequeño detalle de que la parte literaria no puede ser dejada en un segundo plano. El hecho de que Marc Silvestri dejara las labores de guionista en manos de su inexperto hermano Eric, deja patente la filosofía del autor y, por extensión, de la recién fundada editorial, respecto al equilibrio entre guión e ilustración en el cómic. Es por ello por lo que la escogí para participar en esta entrada colectiva, pues es el nada sutil recordatorio de que la Image que conocemos no tiene mucho que ver con la que vio la luz, allá por 1992 y uno de los ejemplos de una época, afortunadamente breve, en la que se pensó que la parte literaria no era importante si, en cambio, tenías unas viñetas llenas de imágenes espectaculares. Quizá, solamente quizá, el nombre elegido para aquella nueva editorial era una declaración de esa intención pero, afortunadamente, ahora es el emblema de una empresa bien distinta.
Mònica Rex: Bella Muerte
Bella Muerte. 15 Números (2014–2020). Por Kelly Sue DeConnick y Emma Ríos. Publicado en España por Astiberri.
Han pasado ocho años desde que Kelly Sue DeConnick, Emma Ríos y Jordie Bellaire publicaron, bajo el amparo de Imagen Comics, el primer volúmen de Bella Muerte. Ese mismo año Astiberri Ediciones se hacía con los derechos de la obra y la ponía a disposición de los lectores españoles.
Aquel primer número nos adentró en un mundo fantástico, prácticamente onírico. Con una mitología única y realmente original. Partiendo de una estética western nos explicaron una historia de amor y venganza, de redención y destino. Todo empieza con la fábula del Albañil enamorado de Bella. Un hombre controlador y posesivo que, tras casarse con ella, se ve devorado por el miedo a perderla y decide encerrarla en una atalaya. El final de Bella es tan trágico como cabría esperar. Pero, al morir, la mismísima Muerte se enamora de ella y, de ese amor, nacerá la niña Ginny. La segadora de la Venganza. Un ser que habita entre el mundo de los vivos y de los muertos cuya misión es acabar con la vida de aquellos que Muerte le diga, segar en nombre de la venganza para la recolecta de Muerte.
A lo largo de los tres tomos que -de momento- conforman la historia de Bella Muerte iremos conociendo la historia de los diferentes segadores. En el segundo volúmen, titulado El Oso, el Miedo y la Fortuna se enfrentarán a la segadora de la Guerra. Por su parte, el tercer volúmen, La Rata, nos retratará a Hambre, Sed y Obsesión.
Bella Muerte no sería el gran cómic de ficción que es si no fuera por el apartado gráfico. La infinidad de recursos narrativos con los que Emma Ríos nos sumerge en las aventuras de los diferentes protagonistas y el sugerente color de Jordie Bellaire que nos ahoga en las diferentes atmósferas que crea Bella Muerte son, sin duda, elementos indispensables para explicar el éxito de esta propuesta.
Muchos han comparado el trabajo de DeConnick, Ríos y Bellaire con Sandman o Predicador, pero la verdad es que Bella Muerte es una joya que brilla por sí misma.
Miguel Ángel Crespo: The Wicked + The Divine
The Wicked + The Divine. 45 Números (2014–2019). Por Kieron Gillen y Jamie McKelvie. Publicado en España por Norma Editorial.
Cada noventa años, doce dioses regresan como jóvenes. Serán amados. Serán odiados. En dos años, todos estarán muertos. Está ocurriendo ahora. Está volviendo a suceder. The Wicked + The Divine nos propone una reinvención de la mitología en la que deidades procedentes de distintas tradiciones se reencarnan en estrellas del pop que despiertan encendidas pasiones entre sus seguidores. Su única misión es vivir rápido, vivir intensamente, vivir como nunca nadie ha vivido… pues pronto no serán más que bonitos cadáveres. El equipo creativo formado por Kieron Gillen, Jamie McKelvie y Matt Wilson nos presenta una fantasía cargada de angustia existencial, pero al mismo tiempo tremendamente vitalista y esperanzadora. ¿Merece la pena una muerte temprana a cambio de la capacidad de autoexpresarse? ¿De elevarse por encima de la mediocridad de nuestra sociedad y de brillar como una auténtica estrella? ¿De dejar una huella indeleble en la historia antes de caer en el olvido? La respuesta está en las páginas de esta colección; una colección que rezuma drama y muerte, engaño y conspiración, intriga y misterio, pero también amor, alegría y pasión. Todo se vive intensamente en The Wicked + The Divine, tanto lo bueno como lo malo.
Los autores juegan con numerosas metáforas que referencian el mundo del arte, de la moda y de la música, en especial el de la música pop. La sombra del polifacético David Bowie está presente desde el principio, pero no es ni mucho menos el único músico que ha influido en este cómic. La serie habla sobre la fama en la época de las redes sociales, sobre adorar a unos ídolos con pies de barro y sobre la tremenda presión que sufren aquellos que se sientan en la cima, pero también habla sobre la identidad; sobre cómo la certeza de un final cercano hace que perdamos el miedo a ser lo que siempre hemos querido ser. No en vano, The Wicked + The Divine es uno de los cómics con más y mejor representación LGBT+ dentro del mainstream. En su constante disputa entre lo terrenal y lo divino, la obra de Gillen, McKelvie y Wilson logra algo que muchas veces le falta al cómic americano: autenticidad. Más allá de los trajes de colores y de las actuaciones exageradas se esconde lo más importante, lo único que importa en realidad. Y está aquí, en este cómic.
Juan Luís Daza: Savage Dragon
Savage Dragon. Serie Regular (1992–…). Por Erik Larsen. Publicada parcialmente en España por Planeta Cómic y Aleta. Siento una especial debilidad por Erik Larsen. Descubrí al autor estadounidense en su etapa de The Amazing Spider-Man dentro de la revista infantil Gente Menuda del períodico ABC con las historias escritas por David Michelinie, de hecho de una de ellas ya hablé en Zona Negativa, para más tarde seguir sus andanzas en una recién creada Image Comics. El nombre de la editorial independiente lo dejaba claro, la «Imagen» iba a ser el elemento más importante de las publicaciones de este nuevo sello que llegaba en 1992 para cambiar el panorama estadounidense con un grupo de «dibujantes hot» huídos de Marvel Cómics para montar su propia empresa sin atadura alguna y recibiendo los beneficios que ellos creían equivalentes a su trabajo. Pero mientras autores como Todd McFarlane o Marc Silvestri tardaron poco en dejar los lápices para convertirse en empresarios Erik Larsen fue, es y, mientras la salud se lo permita, será siempre el autor de su criatura, Savage Dragon, nacida en el seno de su subsello Highbrow Entertainment.
Savage Dragon, sobre todo su primer largo arco argumental con Overlord como enemigo principal, es la muestra quintaesencial de lo que era Image Comics durante los 90. Splash pages espectaculares, hombres musculados, mujeres sexualizadas hasta la vergüenza ajena, referencias a la cultura pop, aguijonazos a Marvel y DC de escasa sutilidad, violencia explícita y mucha, mucha acción. Porque Savage Dragon es pura adrenalina desde su primera página y que su guionista y dibujante supedite la historia a esos pasajes en sesión continua en los que su amnésico policía verde con aleta no para de pelearse con superhéroes o villanos que le doblan la altura con las excusas más peregrinas posibles consiguen que el relato de fondo que supuso el génesis de Dragon, intentar encauzar su vida como agente de la ley y recuperar la memoria para saber quién era en el pasado, quede totalmente eclipsado y construido sobre la marcha sin ninguna solidez narrativa.
Pero aquí hemos venido a jugar y la relectura de esta Canción Triste de Hill Street con esteroides y plagado de humanos superporderosos que montó Erik Larsen mientras desplegaba todo su abanico de efectismos visuales y galería de personajes esperpénticos es recibida con las adecuadas dosis de cariño y nostalgia incitándonos a no ser muy severos con lo que no deja de ser el enésimo cómic noventero que malentendió obras capitales como Watchmen o El Regreso del Caballero Oscuro. Rapture, Horridus, Dart, Frank Darling, Superpatriot, Mighty Man, Overlord, Cut-Throat o Hellrazor forman parte de nuestra infancia y adolescencia y aunqque un servidor hace años que dejó de seguir las andanzas de Dragon transmite cierta sensación de tranquilidad que Erik Larsen siga al pie del cañón, 30 años después de su creación, fiel a sí mismo escribiendo y dibujando un tebeo a día de hoy anacrónico y casi casposo hasta en sus entregas más recientes, pero al que todos aquellos que alucinamos con el fuego artificio que fue Image Comics cuando dio sus primeros pasos siempre miraremos con cariño.
Fer García: Lazarus
Lazarus. Serie Regular (2013–…). Por Greg Rucka, Michael Lark y Santi Arcas. Publicada en España por Norma Editorial. Lazarus ha sido una de las puntas de lanza de la renovada Image, que emergió para cubrir el hueco dejado por una moribunda Vertigo a comienzos de la década pasada. Desde aquel momento, somos muchos los lectores que hemos devorado cada capítulo de la historia de Forever y la familia Carlyle, ambientada en un distópico y cruel futuro en el que la sociedad solo está compuesta por unos pocos privilegiados y una mayoría de esclavos, cuya vida está en manos de los miembros de la familia a la que pertenecen.
La pareja creativa formada por Greg Rucka y Michael Lark, quienes ya trabajaron juntos en la maravillosa Gotham Central, a los que se añade el trabajo del colorista Santi Arcas, llevan a cabo un fantástico trabajo de simbiosis creativa, con un guion y un dibujo que casan a la perfección, en la que el discurso prominente de la obra es abordado meditadamente desde todos los planos artísticos, contribuyendo a un potente desarrollo de sus planteamientos, gracias a una gran riqueza de planos de influencia cinematográfica y una sobria paleta de colores.
Rucka, Lark y Arcas exponen de manera brillante las claves de la deriva política y social de nuestra época, así como las factibles consecuencias que podrían tener en un hipotético futuro la acumulación de riquezas en manos de unos pocos, la falta de escrúpulos de las grandes corporaciones que exprimen al individuo, el agotamiento de los recursos naturales y el control de los restantes, el apesadumbrado clima que reina en la sociedad, el imparable avance de la globalización y la configuración de un sistema político que vuelve a girar en torno al individualismo, o el despotismo y la concentración de poder en un reducido número de personas, frente a un colectivismo que intenta erigirse con muchas dificultades como un duro oponente.
Uno de los pocos aspectos negativos que se pueden resaltar de esta serie es su ritmo de publicación aperiódico, que la tiene momentáneamente interrumpida en la actualidad, por lo que esperamos que sus autores retomen pronto su publicación y podamos conocer su final.
Juanjo Carrascon: Paper Girls
Paper Girls. 30 Números (2015–2019). Por Brian K. Vaughan y Cliff Chiang. Publicada en España por Planeta Cómic. El cómic independiente. ¿Qué es para mí? Muchas cosas, muchos significados. Luz, frescura, recuerdos, WildC.A.T.s, Savage Dragon. Crecí como voraz lector de cómics en los noventa y la implosión de este género pudo nacer allí. O más bien podríamos decir que se plantaron esas semillas que al final, muchos años después, florecieron dando lugar a un amplio catálogo de series como la que voy a comentar que a fecha de hoy son un soplo de aire fresco. Ese aire fresco supone vida sana frente a Marvel y DC. No digo que las grandes editoriales sean tóxicas, puesto que hay grandes cómics allí. Si bien, el agotamiento de las ideas y de muchas series que llevan a sus espaldas 60 y 80 años supone un lastre que al final va pesando. Cuando uno lleva 30 años leyendo super héroes al final todo lo ha leído ya. Aunque se engalanen de originalidad y frescura, muchas líneas argumentales ya se han visto antes de otra forma.
Últimamente estoy cansado de leer lo mismo mil veces y con vueltas de tortilla que a veces se salen literalmente de la sartén. No es normal leer y quedarte dormido porque al final del día el cuerpo y la mente no están listos para leer soporíferas aventuras. He probado en fines de semana y el resultado es igual; aburrimiento supremo. Sin embargo, con lecturas del cómic independiente gozo como un crío.
Los noventa me convirtieron en lector y series Image suponían un refresco, en muchos casos de mala calidad no lo niego, frente a verdaderos tostones de sábado por la tarde en Telecinco. De nuevo treinta años después y más frescos que nunca, muchas series de este tipo consiguen que mantenga esta afición.
¿Por qué Paper Girls? No voy a hablar de la grandeza de esta serie, ni de su incuestionable calidad. Toca ser más personal, son treinta años que deben celebrarse desde el corazón, desde el sentimiento, y desde la cercanía. Ya había oído hablar de esta serie de treinta números, pero fue con la publicación de las dos integrales de Planeta Cómic cuando al final me lancé.
Llegó un momento que con una lectura de un super héroe de Marvel muy famoso me pregunté «¿Qué estás haciendo, perdiendo un tiempo valioso leyendo esto cuando podrías estar leyendo Paper Girls?» Y así empezó todo.
Brian K. Vaughan y Cliff Chiang cuentan la historia de cuatro repartidoras de papel de 12 años. Una mañana aparentemente normal, están en sus bicicletas, repartiendo periódicos, cuando se ven inmersas de cabeza en una misteriosa aventura de ciencia ficción.
Ciencia ficción en estado puro con una historia que te atrapa y luego no te deja respirar hasta la página final. Es un cómic rápido y fácil de leer. Consigues devorar con ansiedad la serie completa en cuatro días. Sumado a lo anterior sus personajes te tocan el corazón de una manera que nunca los olvidarás.
Paper Girls es un viaje extraño que te sumerge dentro de la vida de sus cuatro protagonistas femeninas. El miedo, la inseguridad, la madurez sexual, la identidad sexual, el feminismo, la igualdad, la religión y sobre todo la amistad son temas que dejan los viajes temporales en segundo plano. La combinación de personalidades distintas, humor agudo, y la amistad poderosa de Erin, Mac, KJ y Tiffany es lo que me ha hecho disfrutar muchísimo de cuatro días de intensa lectura.
Mucha nostalgia de los 80, comentarios políticos y sociales, referencias a la cultura pop, lenguajes muy bien construidos consiguen que tengamos entre manos una lectura que no es solo para pasar sino para pensar.
Jordi T Pardo: Sex Criminals
Sex Criminals. 31 Números (2013–2020). Por Matt Fraction y Chip Zdarsky. Publicada en España por Astiberri. El sexo siempre ha sido una asignatura pendiente del cómic estadounidense. No porque no haya estado presente en sus publicaciones, sino por la manera en la que ha sido retratado y las ideas a las que habitualmente ha sido asociado. Solo el cómic underground nos ha ofrecido con anterioridad una aproximación más cercana y real, aunque casi siempre desde el punto de vista masculino.
En ese sentido, durante décadas el cómic independiente también ha reproducido muchas convenciones, tópicos y clichés de las publicaciones mainstream en torno al sexo. Esto demuestra que es una cuestión cultural y aprendida ligada a la sociedad estadounidense; ni siquiera los grandes autores del medio han podido y/o sabido escapar a ello. Es por esto que Sex Criminals es una obra tan especial, porque a pesar de su tono gamberro, su elemento fantástico y el cínico humor que atesora, habla de sexo de una forma sincera y abierta como pocos cómics se atreven a hacerlo.
¡Y ya era hora de tener “la conversación”! Esa que no tuvimos muchos con nuestros padres, nos han dado con todo lujo de detalles una pareja tan atípica como Matt Fraction y Chip Zdarsky. El ingenio de ambos nos ofrece una de las mejores y más imaginativas series que se han publicado en Estados Unidos en lo que llevamos de siglo. Tan divertida como emotiva, tan simpática como sensual y tan arriesgada como reflexiva. Todo ello adjetivos que raramente coincidirían en un cómic que abordase de forma tan frontal temas de índole sexual.
El argumento de Sex Criminals nos presenta a Suzie y Jon, una joven pareja que se conoce en una fiesta y acaba descubriendo que ambos comparten la misma capacidad: son capaces de congelar el tiempo en el momento que llegan al orgasmo. ¿Qué harán con este poder? Pues las posibilidades son infinitas y las descubriremos a lo largo de esta historia galardonada en 2014 con el Premio Eisner a la Mejor Serie Nueva.
Sex Criminals aborda la importancia del sexo en nuestras vidas, la forma en la que influye en nuestras relaciones y en nuestra manera de ser. Lo hace desde un punto de vista único, rompiendo fronteras y prejuicios e intentando buscar una manera sana de acercarnos a él independientemente de nuestro género. Y además es una muestra más de esa Image Comics que tanto nos ha seducido en los últimos años.
Gustavo Higuero: Stormwatch de Warren Ellis
Stormwatch (Etapa de Warren Ellis). Volumen 1 del 37 al 50 y volumen 2 0 al 11 (1996–1998). Por Warren Ellis y varios artistas. Publicado en España por Planeta Cómic y por ECC.
En octubre de 1996 se acabaron 36 meses de sopor de un grupo que quería ser demasiadas cosas y no lograba encontrar un tono propio y mucho menos voz propia. Su composición y diseño los condenaba a ser un trasunto de grupos de héroes de otras editoriales, como la Liga de la Justicia, Los Vengadores o algunos de perfil más bajo a la sombra de estos dos, como los Guardianes Globales (por aquello de tener miembros de distintas partes del mundo). Creado inicialmente por Jim lee y Brandon Choi en 1992, venía a engrosar las filas de su particular microcosmos compartido, añadiendo un componente extra a la ecuación: que el grupo estuviera a las ordenes de los designios de la ONU.
Los objetivos plantados por Lee y Choi en sus inicios no se habían materializado y el grupo no había sido capaz de crear una mitología propia que le permitiera alcanzar cierto grado de madurez y de independencia. Los múltiples equipos creativos y los distintos devaneos de personajes con el mismo carisma que un trozo de baldosa, habían acabado por pasarle factura a un producto al que el mercado estaba más que dispuesto a abandonar en la cuneta.
Fue en ese momento, cuando el desahucio llamaba ya a las puertas del grupo, en el que acudió al rescate Warren Ellis (acompañado de Tom Raney en el dibujo), que en catorce entregas logró lo que no se había conseguido hacer en las anteriores 36: sacar al grupo del callejón sin salida en el que se encontraba.
Las herramientas para lograr hacer algo así fue centrar la atención en los personajes, sin perder de vista que, a mayor poder, mayor es la responsabilidad y mayores son los daños y capacidad para la destrucción. Y esto se tradujo en un cambio en el paradigma de los personajes que se volvieron más humanos, con problemas que les afectaban, centrándose en su sufrimiento personal, sus filias y sus fobias, sus rencores, sus pasiones y sus envidias. En definitiva, dejó de lado todo aquello del arquetípico superhéroe y se centró más en quién viste las mallas.
Y funcionó.
Lo anodino se volvió interesante.
Tras cerrar la serie en el número 50, se relanzó de nuevo al mercado con un nuevo número uno en octubre de 1997 para continuar explorando los límites del heroísmo, la responsabilidad y el sacrificio como trípode donde sustentar las nuevas historias de StormWatch. El guionista continuó moviéndose como pez en el agua en su análisis de la condición superhumana, llevando a los protagonistas de esta nueva encarnación a vivir situaciones extremas, sin desestimar el componente humano. Y es que cuando no llevas las mallas puestas, eres alguien normal, con problemas normales. Eso, unido a la imprevisibilidad de la colección, donde todo podía pasar, y cuando decimos todo, es todo, lograron que StormWatch llamara realmente la atención de los aficionados. Era la serie en la que podía pasar cualquier cosa.
Cuando ya se aproximaba el final del trabajo de Ellis en la serie, esta vez comandando por los lápices, en primera instancia del gran talento patrio de Oscar Jiménez (recordar su trabajo en Flash), para luego llegar un Brian Hitch en plena explosión visual, se fragua en su mente la necesidad de explotar más el talento del dibujante ingles aprovechando su talento en un nuevo proyecto. Así es como Ellis, en su segunda etapa en la serie, construye los cimientos de lo que luego sería The Authority.
A Ellis, además, no le tiembla el pulso a la hora de usar elementos meramente editoriales, como un crossover de enfoque meramente comercial, en el que el los Wild C.A.T.S se ven las caras con los xenomorfos más famoso del cine, los Aliens, que han invadido Skywatch y masacrado a Stormwatch. Es la nada sutil forma que tiene Ellis de eliminar a los personajes que no iban a ser utilizados en The Authotity, dejando espacio de sobras a ese nuevo grupo y a sus protagonistas.
StormWatch viene a poner sobre la mesa el dicho que expresa que no existen malos personajes, sino malos guionistas. Un grupo sin carisma, sin apenas personalidad alguna, logró elevarse por encima de la media del género gracias al talento de Ellis y de un plantel de dibujantes de primer nivel, como Raney, Jiménez, Michael Ryan y Hitch, que asentaron al grupo, lo destruyeron y de sus cenizas crearon una serie que hoy en día es parte de la historia del cómic de superhéroes USA.
Y es que no hay mal que por bien no venga.
Román de Muelas: Invencible
Invencible. 144 Números (2003–2018). Por Robert Kirkman, Cory Walker y Ryan Ottley. Publicado en España por Aleta y ECC. Está dicho que DC inventó a los superheroes (con Superman) y que Marvel los perfeccionó (con Spiderman).
Spiderman es una versión mejorada de Superman, con matices. Invencible es una versión mejorada de Spiderman, con matices.
Invencible es hijo de dos mundos. Viltrum y la Tierra. Superman y Spiderman. DC y Marvel.
Por una parte. Se trata de un Superman modernizado. Correcto, educado, cariñoso con su madre, fiel a su novia, leal a sus amigos. Por otra parte es Spiderman, un adolescente que debe lidiar con su vida personal (estudios, novia, amigos) y el uso de superpoderes. Porque como todo el mundo sabe “todo poder conlleva una gran…”.
Robert Kirkman fusiona ambas “tradiciones”, se plantea preguntas y nos las responde. ¿Qué pasaría si los kryptonianos fueran villanos? ¿Puede Mark tener una novia humana? ¿Qué provecho económico puede obtener de sus superpoderes respetando la ley?
Gracias a esta labor de pulido, de lima de asperezas, Kirkman nos ofrece un personaje, un entorno y un universo mucho más coherente que no nos obliga a tragar con los consabidos agujeros de los universos superheroicos tradicionales.
Kirkman juega con algunos elementos a su favor. Es su personaje, la serie será larga pero limitada. Tendrá un cierre. Por ese motivo añade un elemento realista que le da verosimilitud al cómic. Un paso del tiempo coherente y eficaz.
A parte del guion de Kirkman, está el excelente trabajo de los dibujantes Ryan Ottey y Cory Walker. Tienen estilos parecidos. Sencillos, sintéticos, claros, dinámicos. Un trazo amable y agradable que contrasta y multiplica uno de los aspectos más destacados, agradables y característicos de Invencible, la ultraviolencia.
El tebeo no aparta la mirada ante las peleas apabullantes de Mark y Omni-Man. Peleas en las que revientan cráneos, explotan ojos, se amputan miembros, se despiezan cuerpos. La sangre fluye brillante y desasosegante.
Inolvidable la pelea contra Contest. Nadie que haya leído Invencible ha podido olvidar ese duelo brutal en el que las páginas del cómic vibraban de energía como no lo hacían desde Kirby.
No se trata de violencia gratuita si no de mostrarnos como sería una auténtica pelea entre seres de fuerza descomunal.
Los autores tienen el buen gusto de cerrar la serie llevarla a un final, viendo que un personaje superpoderoso no tiene mucho más recorrido si no quieren caer en repeticiones, incoherencias, reboots, resurrecciones e incumplir el compromiso no escrito con los lectores.
Tristan Cardona: Deathblow/Lobezno
Deathblow/Lobezno. 2 Números (1997). Por Aron Wiesenfeld. Publicado en España por Planeta Cómic. Algunas veces las cosas pasan porque sí, casi sin buscarlo…
Deathblow and Wolverine no tenía por qué ser tan diferente a los centenares de crossovers entre editoriales de superhéroes que abarrotaban y siguen abarrotando los quioscos y librerías de todo el mundo. Sin embargo, seguramente contra pronóstico, fue diferente; muy diferente. ¿Qué tiene esta miniserie que la hace tan destacable? Calidad. Simple.
Deathblow and Wolverine es lo que antes la crítica especializada llamaba un ejercicio de estilo. Siendo como es la trama endeble, lo que destaca es una narrativa absolutamente diferente de lo que se estila en los cómics de superhéroes, muy cercana a los experimentos de la historieta europea más vanguardista y también al manga, pero sin renunciar a una gozosa espectacularidad.
Deathblow and Wolverine es una miniserie realizada por Aron Wiesenfeld, tanto en el apartado del guion como en el del arte. El entintado corre a cargo de un inspiradísimo Richard Bennett y el coloreado es de Monica Bennett. Fue publicado en dos capítulos por las editoriales Marvel Comics e Image en su sello Wildstorm, entre septiembre de 1996 y febrero de 1997.
Wolverine intenta esclarecer lo que pasa con la madre de su compañera Sung ya que tiene un comportamiento extraño. Ya en casa de la madre les atacan unos ninjas y obligan a Lobezno a escapar por el barrio de Chinatown en fiestas. Superado en número es ayudado por Deathblow, un mercenario yanqui especialista en armamento. Parece ser que todo se debe a un complot para destruir San Francisco utilizando una urna llena de espíritus y también los poderes de Sung Li que pertenece a una estirpe especial. Lobezno y Deathblow se disponen a rescatar a Sung y de paso salvar la ciudad…
Los dos capítulos son una sucesión de páginas llenas de soluciones imaginativas. El uso del espacio en blanco y de las viñetas sin márgenes es modélico. El trazo es limpio y exacto. Cada dibujo está perfectamente encuadrado y siempre desde el punto de vista adecuado. El color de Monica Bennett es muy atractivo dominando los ocres, violetas y verdes turquesa de tono suave que contrastan con las onomatopeyas de color chillón. Y finalmente quiero destacar el uso de un recurso muy cinematográfico como es el gran angular utilizado aquí para dar más espectacularidad a las secuencias como por ejemplo la asombrosa doble página que abre la historia.
Deathblow and Wolverine es un cómic menor, en el sentido que no influye para nada en la continuidad de los personajes, es menor porque nadie siguió la atractiva estela dejada por el gran Aron Wiesenfeld a la hora de encarar una miniserie con dos personajes tan definidos como éstos y es menor porque apenas nadie se acuerda de él. Pero es una obra espectacular, llena de aciertos y llena de grandes momentos de cómic genuino y de calidad. Por eso me apetecía recordarlo y reivindicarlo.
Salut!
Paulo Hernando: The Maxx
The Maxx. 35 Números (1993–1998). Por Bill Messner-Loebs y Sam Kieth. Publicado en España por Planeta Cómic y Norma Editorial. The Maxx de Sam Kieth se publica en 1993, siendo una de las primeras series de la recién creada Image. Si fuiste lector de la época o conoces el mundillo, sabes que en sus inicios la editorial encarnaba todos los vicios de la época, con los dibujantes top sin cadenas (je) la exageración de sus propuestas era evidente, con el indefinible Rob Liefeld a la cabeza. Engañado por el paisaje, el aficionado puede pensar que la cabecera de Kieth sigue esta definida dinámica. Nada más lejos de la realidad, The Maxx se ajusta mucho más a una serie de la nueva Image, la actual, esa que entrega cómics de calidad, distintos y personales. Vendería mucho menos que sus coetáneas, pero Kieth, nada más comenzar la editorial a caminar, les mostró el sendero por el que continuar.
Maxx es un vagabundo al que su asistente social, Julie, ayuda frecuentemente. La mujer es la reina Leopardo del Outback, un mundo creado por su subconsciente como consecuencia de un traumático suceso. Este extraño universo onírico es utilizado para psicoanalizar a los personajes, donde acontecen terribles peligros e imaginativas criaturas, con Kieth dando rienda suelta a su personal trazo, composición de página o diseño de personajes. La colección es ideal para el autor que, inteligente, elige el mejor escenario donde explotar sus virtudes. El del atuendo morado y dentadura prominente es alguien inadaptado con una férrea devoción por este novedoso cosmos y por su reina, a la que protege hasta la extenuación.
La cabecera es transgresora, con un habitual tono cómico trata terribles realidades con una pizca de existencialismo y el surrealismo por bandera. Durante el transcurso de la serie el legado toma importancia, con nuevos personajes asumiendo papeles principales, dando el autor enjundia a su universo. Una locura muy bien estructurada que resulta muy interesante.
The Maxx cuenta con un total de 35 capítulos, publicados entre 1993 y 1998. William Messner-Loebs colabora en el guion de los primeros números y cierto barbudo de Northampton en el capítulo 21. El propio Moore comenta: “En un género del cómic en que cada vez todo parece más repetitivo y sin criterio, la individualidad pura y simple de lo que ha logrado Sam Kieth convierte su trabajo prácticamente en un faro en la oscuridad…parece tener una conexión directa con el mundo olvidado y casi perdido de la infancia, y la alteridad de su peculiar realidad”. El éxito y la particularidades de The Maxx le conducen a una adaptación animada a cargo de la MTV en 1995.
Planeta publicó la serie en grapa hasta el número #21. Fue Norma quien se encargaría de traer a nuestro país la colección completa, en tres tomos, con recoloreado de Ronda Pattinson. Kieth se llevó la licencia a IDW para publicar la recopilación en tomo, son estos los publicados por Norma en 2010. Actualmente es muy difícil encontrar esta serie en nuestro idioma, queda esperar que el mercado español se anime con ella de nuevo, más de uno lo agradeceremos.
Samuel Secades: Los Proyectos Manhattan
Los Proyectos Manhattan. 25 + 4 Números (2012–2016). Por Jonathan Hickman y Nick Pitarra. Publicado en España por Planeta Cómic. Qué fácil se me hace recomendar una obra como Los Proyectos Manhattan apenas unos días después de que nuestro compañero Igor Álvarez Muñiz le dedicara un artículo al primero de los dos integrales con los que Planeta está recopilando la serie creada por Jonathan Hickman y Nick Pitarra; y es que Igor, como yo mismo haré en las siguientes líneas, se deshace en elogios hacia la que es posiblemente la mejor obra de un Hickman que pocas veces ha estado tan cómodo expandiendo un nuevo universo sin límites ni ataduras, el mejor marco posible para realizar una ciencia ficción completamente libre y anárquica (¡y divertidísima!) que nos devuelve ecos de la Ciencia Oscura de Rick Remender y Matteo Scalera e incluso (palabras mayores) de la descomunal Planetary de Warren Ellis y John Cassaday, pero sumándole un refrescante aire de gamberrismo y altas dosis de hemoglobina.
Hickman y Pitarra levantan este fabuloso castillo, además, partiendo no sólo de un marco histórico real, el Proyecto Manhattan que aunó a brillantes mentes científicas con el objetivo de crear la primera bomba atómica, sino que utilizan de manera desvergonzada a figuras como Joseph Oppenheimer (Nolan, echa un vistazo a esto), Yuri Gagarin, Enrico Fermi, Richard Feynman o el mismísmo Albert Einstein para formar un grupo imposible que, como no podría ser de otra forma, reconduce la historia que todos conocemos hacia un festival del anacronismo y la locura: tecnologías alienígenas, múltiples dimensiones, doppelgängers, organizaciones secretas, ex-presidentes reconvertidos en inteligencias artificiales transhumanas… todo lo imaginable en la ciencia ficción más excesiva tiene cabida en estos Proyectos Manhattan que no están exentos de un humor negrísimo y una violencia desenfrenada que acompañan a un argumento que, a pesar de resultar algo confuso en sus compases iniciales, va tomando forma conforme avanzan los números y que a pesar de la gran cantidad de personajes y tramas paralelas, consigue engancharnos con multitud de giros y, sobre todo, la maravillosa sensación de no saber qué surrealista sorpresa puede depararnos la siguiente página.
A todo ello ayuda el impecable apartado artístico, con un Nick Pitarra en estado de gracia perfilando cada personaje de manera fantástica y combinando su talento con el sencillamente fabuloso trabajo de la colorista Jordie Bellaire; ambos saben moverse en los múltiples ambientes con variopintos escenarios y soluciones visuales que casan completamente con la alocada y desternillante trama que propone Hickman en la que podemos saltar de una viñeta a otra de la desquiciada y poliédrica mente de Oppenheimer al lado cósmico y multidimensional de la trama de Einstein y Feynman pasando por inenarrables visitas al Despacho Oval de Kennedy o una Guerra Fría como nunca te la habían contado. Si Hitchcock decía que las películas tenían que comenzar con un terremoto y de ahí hacia arriba, Los Proyectos Manhattan hacen lo propio con la ciencia ficción más divertida, salvaje y excesiva que podéis encontrar en un cómic. Menudo viaje.
Alfonso del Pino: Murder Falcon
Murder Falcon. 8 Números (2018–2019). Por Daniel Warren Johnson. Publicado en España por Planeta Cómic. Vale, el argumento de Murder Falcon es, para empezar, llamativo. Por un lado tenemos a Jake, nuestro protagonista. Es un tío normal y corriente, con sus dramas y miedos, cuya vida se está haciendo pedazos. Por otro lado, tenemos una fuerza maligna que trata de invadir la Tierra con monstruos horrendos y gigantescos. Pero, de nuevo, Jake es un tío normal y corriente. ¿Qué pinta él en todo esto?
Bueno, ahí es donde entra en escena Murder Falcon, también conocido como Murf. Él es la gran estrella de este espectáculo: un personaje que en realidad tiene cierto toque cómico porque más que un «halcón asesino» parece una paloma con esteroides. Murf ha sido enviado desde «El Heavy» para detener al mal que se cierne sobre el planeta, pero no puede hacerlo solo; necesita la inestimable ayuda de Jake y sus rasgueos de guitarra. Solo así Murf puede canalizar todo el poder del Heavy Metal y salvar el mundo.
Es posible que ahora mismo estéis pensando que esta es una de las macarradas más ostentosamente absurdas que habéis escuchado en vuestra vida. Pero, del mismo modo que Jake pasa de ser un tío normal a salvar el mundo con sus acordes, Daniel Warren Johnson es capaz de potenciar este absurdo argumento con el resonar de su guion, su dibujo y, especialmente, su corazón.
Porque si algo tiene esta miniserie que se sobreponga a cualquier otra característica que la pueda describir es su corazón. Sí, hay monstruos gigantes y una paloma chetada que se lía a puñetazos usando el poder del Metal, pero también unos personajes con los que empatizamos en todo momento con unos problemas que (a excepción seguramente de la invasión global de seres infernales) tienen la capacidad de conectar de lleno con los lectores entre cada sucesión de momentos molones.
Las diferentes absurdeces de Murder Falcon, en definitiva, son capaces de superponerse las unas a las otras hasta formar una armonizada sinfonía. Un impactante rasgueo junto al que también vibra la cuerda sensible de los lectores.
O puede que todo esto no sea más que la exagerada opinión de alguien al que le moló mucho ver a una superpaloma soltando leches metaleras. Quién sabe. Como mínimo, eso sí, os puedo garantizar que esta combinación de absurdeces, guste más o menos, no dejará indiferente a nadie.
Mariano Abrach: Five Ghosts
Five Ghosts. 17 Números y un one-shot (2013–2015). Por Frank J. Barbiere y Chris Mooneyham. Inédito en España. ¿Cómo elegir una sola obra de Image Comics para recomendar? En sus tres décadas abundan la diversidad de géneros y estilos, la cantidad de autores, las joyas por todos reconocidas y los diamantes olvidados entre mucho barro. ¿Qué tener en cuenta de todo esto? ¿Qué criterio utilizar para seleccionar una? En lo personal, haber sido parte de la sección de esta web que aborda sus trabajos durante los últimos diez años (un tercio de la vida de la editorial, ¡locura!) no hace más que dificultar la selección. Aunque lo cierto es que me complico innecesariamente y siempre supe el camino que quería tomar para este recomendado, sincero y coherente con Image y conmigo mismo.
La síntesis de razones que reúnen en este cómic es lo que la hizo ser la elegida. La fecha de publicación del número #1 de la serie es de la época del 20º aniversario de Image, aquellos notables años en que la editorial de la i rebosaba de innovación, nuevos autores, títulos que prometían ser los mejores del año y más allá. Los autores, Frank Barbiere y Chris Mooneyham, eran dos jóvenes talentos que habían conseguido conquistar la atención de esta editorial luego de un Kickstarter exitoso y una todavía más exitosa presentación en una convención. En esos años, la editorial se caracterizó fuertemente por recibir estrellas que se iban de Marvel y DC tanto como por darle lugar, impresión y distribución, a nombres desconocidos con muchas ganas e ímpetu.
En los motivos además entra el gusto personal, los intereses que uno tiene como lector. Y en Five Ghosts hay varios reunidos también, combinando múltiples tópicos de historias de aventuras de los géneros típicos en un nuevo personaje, pero a la vez dando el centro de la serie a las historias en sí mismas. El protagonista de este cómic, llamado Fabian Gray, es un buscador de tesoros que mediante una piedra que encontró (y se le incrustó en el pecho) canaliza cinco espíritus de grandes personajes literarios míticos (los cinco fantasmas del nombre de la serie): el mago, el arquero, el detective, el samurái y el vampiro. Estos espíritus de la literatura clásica le dan poderes que utiliza en sus aventuras, persiguiendo sus objetivos. Pero también le generan una maldición que lo atormenta física y mentalmente, a la vez que la misma piedra que le da sus habilidades generó que su hermana quedara incapacitada.
Con esa premisa, los autores llevaron a Fabian Gray por tres aventuras tocando diferentes fibras de la literatura pulp, con un poco de cazador de tresoros, algo de piratas, una de monstruos y un especial que nos deja con la idea de que este personaje da para mucho más si los autores quieren volver a él en algún momento. Y aunque eso no suceda, dejaron su pequeña marca en Image Comics y en decenas de miles de lectores que alguna vez recordarán estas historias y las evocarán con una sonrisa, señal de que fue una buena lectura.
Igor Álvarez Muñiz: Chew
Chew. 60 Números (2009–2016). Por John Layman y Rob Guillory. Publicado en España por Planeta Cómic. Amo Chew desde el día que la conocí. Amor a primera viñeta que se podría decir. ¿Un agente que puede ver el pasado de la comida? Compro. ¿El dibujo expresivo tipo cartoon de Rob Guillory? Compro. ¿Los locos mundos de John Layman? Compro. No había duda, Chew era mi serie. Y tras sesenta números, más especiales, la historia de Tony Chu sigue siendo una de mis favoritas.
Desde que Image desembarcó en España siempre he tenido un ojo en la editorial, para bien y para mal. He vivido sus inicios y su actual época de esplendor, Chew es uno de sus motores de cambio. Hizo falta el increíble éxito de The Walking Dead, años después de su inicio y potenciado por la serie de televisión, para que la editorial se diera cuenta que había gente interesada en crear historias diferentes y lectores dispuestos a disfrutarlas. Pero hay un problema, Chew, en la línea de otras como Morning Glories, llegó demasiado pronto.
Su inicio se da en 2009 y sus ventas fueron buenas, para mantener ese recorrido debían serlo. Ganó el Eisner a mejor serie nueva al año siguiente y el Eisner a mejor serie regular al otro, así como dos Harvey, por lo que las críticas también fueron muy positivas. Pero da la impresión que si hubiera salido unos pocos años después estaría en el Olimpo que alcanzaron obras como Saga, The Wicked + The Divine o Clase Letal. En especial fuera de su territorio, más en especial en España. Poco se habla de ella y es todo un imprescindible del cómic independiente en el presente siglo, sin nada que envidiar a las antes citadas.
Por suerte Planeta va a lanzar en un par de meses una edición integral, en tres tomos, con toda la colección. Esperemos que incluya los especiales de Poyo (grandísimo personaje) y que también se animen con la siguiente serie, llamada Chu, inédita por estos lares.
¿De qué va Chew? Pues es una serie policiaca, con humor, drama, algo de noir, ciencia-ficción, llena de locuras y con un final de levantarse a aplaudir. ¡Ah sí!, y comida, mucha comida. No dudes en degustarla.
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