Javier Vázquez Delgado recomienda: Marvel Must-Have. Patrulla-X: Génesis Mutante 2.0

Edición original: X-Men #1-7 USA (Marvel Comics, 1991)
Edición nacional/España: Marvel Must-Have. Patrulla-X: Génesis Mutante 2.0 (Panini Cómics, 2021)
Guion: Chris Claremont, Jim Lee, John Byrne, Scott Lobdell
Dibujo: Jim Lee
Entintado: Art Thibert, Scott Williams, Joe Rubinstein, Bob Wiacek
Color: Joe Rosas
Traducción: Santiago García y David Hernández Ortega
Realización técnica: Estudio Fenix
Formato: Tapa dura. 200 páginas. 15,00€

Adios Chris Claremont, hola Jim Lee

«Te doy tu sueño, Charles»

La todavía relativamente nueva línea Marvel Must-Have ha mostrado ser un productivo cajón de sastre para reeditar obras más o menos autoconclusivas de la historia (moderna) de la Casa de las Ideas. Sí, también se están reeditando alguna que otra etapa como los Vengadores de Brian Michael Bendis, pero el espíritu de la línea sigue siendo poner a disposición de los lectores, sagas o arcos con cierta pátina de fama o importancia a precios ajustados en ediciones más que correctas. Es en este mencionado espíritu en el que Panini recupera los primeros siete números de X-Men publicados entre 1991 y 1992; que si bien podemos discutir largo y tendido sobre su calidad, nadie debería poner en duda la importancia histórica los mismos.

Para los despistados o recién llegados, en 1991 La Patrulla X era la colección más importante y exitosa del cómic estadounidense. La mayor parte de la responsabilidad de este éxito (no toda, claro) correspondía sin duda a Chris Claremont, un británico concienzudo que, desde 1976 había regido con puño de hierro y guante de seda el destino de la franquicia mutante. 15 años dan para muchas historias, no todas buenas, por supuesto; pero el estatus de Claremont en la oficina X y en Marvel al inicio de los 90 era, de puertas afuera, el de una de las figuras más importantes de la empresa. Pero dentro de la editorial, las cosas habían cambiado mucho. La llegada de nuevos dibujantes -en especial Rob Liefeld y Jim Lee– cuyo estilo parecía conectar bien con parte del público lector más joven había provocado un cambio de prioridades en la editorial. Había que dar cancha a estos chavales, dibujantes que venían con ganas de comerse el mundo, dispuestos a trabajar las horas que hicieran falta. Los ambiciosos planes de Claremont para los mutantes chocaban con una realidad que el patriarca mutante se negaba a reconocer: La Patrulla X era una colección que había trascendido a los deseos de su guionista. La “Propiedad Intelectual X-Men” (las famosas IP que ahora obsesionan a los imperios mediáticos estadounidenses) había alcanzado un punto de desarrollo tal que podía empaquetarse y venderse a otros medios para ser descubierta, disfrutada y, sobre todo, consumida por gente que no habría leído un tebeo en su vida. Jim Lee, el dibujante por aquel entonces de La Patrulla X, quería contar aventuras intrascendente protagonizadas por iconos más que por personajes, por arquetipos más que por héroes de carne y hueso. Claremont quería seguir desarrollando a estos personajes, llevarles a nuevos territorios y crearles nuevos quebraderos de cabeza. Pero la IP debe ser respetada por encima de cualquier otra consideración. Se podrá hacer algún cambio estético, o incluso llegar a matar a un personaje; pero siempre sabiendo que todo será temporal, que las aguas deberán volver a su cauce. Claremont quería seguir manteniendo el poder y la influencia sobre unos personajes que se le escapaban como arena de entre los dedos.

Con gran disgusto personal, Claremont había consentido -previa presión de Bob Harras, editor de las colecciones mutantes-, la participación de Jim Lee en los argumentos de La Patrulla X. La colección era la más espectacular del mercado, sí, pero por el camino se habían perdido el drama y el desarrollo de personaje. Claremont parecía estar deshaciendo su propio legado mientras intentaba dialogar los argumentos creados por Lee. Pero la cuerda tenía que acabar rompiéndose y lo haría preparando el lanzamiento de una nueva serie, el spin-off definitivo, la bomba termonuclear del mercado especulativo: X-Men. La línea mutante contaba a principios de los 90 con 5 colecciones regulares: La Patrulla X, Los Nuevos Mutantes, Excalibur, Factor-X y Lobezno. Por supuesto que había espacio para una más. Pero no una cualquiera. Tras el éxito de ventas que había supuesto la transformación de Los Nuevos Mutantes en X-Force, Bob Harras y el Editor en Jefe de Marvel, Tom DeFalco, pensaron que podían crear un éxito mayor, una expansión de la franquicia original. La Patrulla X tenía 13 miembros que se podrían considerar titulares así que se optó por dividirles en dos alineaciones. X-Men estaría protagonizada por el Equipo Azul: Cíclope, Gámbito, Mariposa Mental, Pícara, Lobezno y Júbilo (la cual sería dada de lado rápidamente y permanecería en tierra de nadie o como secundaria en la serie de Lobezno hasta la creación de Generación X en 1994); mientas que La Patrulla X estaría dedicada al Equipo Oro: Tormenta, Hombre de Hielo, Jean Grey, Arcángel y Coloso.

X-Men #1-3 es la despedida (temporal, pero eso no lo sabíamos entonces) de Claremont de la franquicia mutante. Y es una mejora con respecto a sus últimos dos años en la colección madre. La historia tiene un foco claro, Magneto, personaje que Claremont desarrolló de manera brillante durante años, haciéndole evolucionar de villano unidimensional a aliado e incluso maestro de los Nuevos Mutantes. El relato sigue a un grupo de mutantes que buscan asilo en el Asteroide M, base en la que vive Magneto. A partir de ahí, se desatará un conflicto internacional y una serie de batallas entre el “villano” y los X-Men que le sirven al guionista para intentar cerrar una serie de cabos sueltos sobre su antagonista fetiche y dar por muerto al amo del magnetismo. A pesar de todo el “peso” editorial que traen consigo estos tres números, la historia funciona. Funciona como presentación de los personajes con la clásica puesta en escena en la sala de peligro. Funciona como conflicto entre los héroes y el villano gracias al carisma de Magneto. Funciona como lectura incluso a pesar de los, en ocasiones, larguísimos diálogos. ¿Es perfecta? Por supuesto que no. Todo lo relacionado con el lavado de cerebro de Moira a Magneto está mal planteado y peor resuelto; Fabian Cortez y sus ¿motivaciones? no tienen demasiado sentido y tendrán que explicarse posteriormente ya sin Claremont en el título; el conflicto acerca de la personalidad de Magneto, según la cual (simplificando mucho), cuanto más usa sus poderes más malvado recuerda sospechosamente a lo que hizo John Byrne con Namor en la colección del vengador submarino un año antes, pero es que además hace referencia a una situación -Magneto convertido en un bebé- que tuvo lugar en un número de Los Defensores en 1974…

Siempre me ha parecido un detalle elegante (aunque insuficiente por parte de Marvel para con Claremont), la pequeña banda que se incluye en la última viñeta del #3. El canto del cisne de Claremont se merecía algo mejor pero el mundo es un lugar frío y cruel, y en ese sentido el británico ni siquiera es uno de los peores ejemplos dentro del cómic.

Con Claremont fuera de la ecuación, Jim Lee y sus chicos tienen pista libre. Lee, al igual que Liefeld, al menos siempre ha reconocido que no valdría para guionizar un cómic. Tiene ideas bastante sencillas, simples incluso, sobre lo que debería ser un tebeo de superhéroes. Para Lee, la Patrulla X es como un organismo atrapado en un bloque de hielo, inmutable al paso del tiempo. Para él, los mutantes deben seguir todos formando parte de la Escuela de Xavier (aunque muchos parecen más treintañeros que adolescentes) y salir de la mansión que la alberga para luchar contra el malvado Magneto o el villano de turno.

X-Men #4-7 conforman una historia de Lobezno en la que el resto de miembros del equipo con poco más que secundarios. El plot es lo de menos: Lobezno+Arma X+La Mano+creación de nuevos personajes molones+McGuffin versión del adamantium bastante random+acción y violencia a raudales. Lee se saca de la manga a Rojo Omega (cuyo diseño creo que es un acierto) y a Maverick (cuyo diseño parece hecho por Liefeld), un enemigo y un aliado pensados para aumentar el fondo de armario de personajes del Universo Lobezno. Teniendo en cuenta que Larry Hama se encontraba por aquel entonces haciendo lo mismo en la serie del canadiense, sacándose enemigos y aliados del pasado de Logan, me pregunto si los lectores de la época empezarían justo en ese momento a pensar que Lobezno (y su pasado) comenzaba a tener demasiado protagonismo. Aún así, es un movimiento inteligente por parte de Lee, el introducir personajes nuevos en su primera historia como “mente maestra” del título, ya que esto hace que el lector tenga la sensación de que “pasan cosas”.

A nivel editorial, las cosas eran más conflictivas casi que dentro del papel. Con la marcha de Claremont, quién si no, John Byrne apareció para encargarse de dialogar los argumentos de Lee pero apenas duró un par de números (parece ser que Lee mandaba tarde sus páginas y cambiaba cosas sobre la marcha). Para sustituirle, en el #6, veremos debutar en la colección a un joven talento que estaba destinado a darle años de gloria a las colecciones mutantes. Bueno, en realidad no, ya que dicho #6 estaría dialogado por Scott Lobdell. Aunque la aportación de Byrne en la serie sería anecdótica, no olvidemos cómo intenta salvarle la cara a Lee con sus diálogos en más de una ocasión; especialmente divertido cuando intenta explicar en el #4 porqué Lee dibuja en bikini a Mariposa Mental dentro de la mansión. El dibujante estrella, no está claro si por falta de tiempo, comenzaría en el #5 a dedicarse más a hacer los bocetos que los lápices completos de la serie (véase la ristra de entintadores en ese mismo #5). Otra curiosidad, y que me corrija quien tenga más información sobre esto, pero juraría que el #4 es el inicio de la “relación” o mejor dicho la tensión sexual/romántica entre Gámbito y Pícara. Lo cual, por otra parte, tiene sentido ya que, llegados a aquel punto, los lectores ya nos habíamos acostumbrado a ver cómo Lee dibujaba a los X-Men como modelos de ropa interior con cuerpos esculturales (lo raro es que gente tan guapa no se hicieran insinuaciones erótico-festivas todo el tiempo).

Releyendo estos cómics me doy cuenta de algo que se me pasó por alto cuando era adolescente y los leí por primera vez. Jim Lee tiene problemas en lo que se refiere a la narración de ciertas secuencias. Hay muchos momentos donde el ojo del lector no sabe dónde posarse, ni cuál es el orden que siguen viñeta y diálogo. Situaciones confusas como el primer enfrentamiento con los Acólitos se repiten en varios momentos del tomo. Que nadie se lleve a error. Los dibujos de Lee son espectaculares y, como opinión muy personal, creo que el nuevo coloreado (lanzado en 2012 en EE.UU.) le sienta mejor que el color original. Si pienso en cosas como Divine Right -que ya es de los trabajos menos logrados del dibujante- con el coloreado noventero, me dan ganas de arrancarme los ojos. Tengo que reconocer, sin embargo, que el Magneto de Lee es, probablemente, una de las versiones definitivas del personaje, con un nivel de majestuosidad rara vez visto.


Soy un defensor del formato Marvel Must Have y creo que este material funciona muy bien en esta línea. El tipo de papel satinado resalta y potencia el nuevo coloreado (y su menor gramaje permite “llenar” más los tomos, véase la diferencia entre las ediciones Marvel Deluxe y Marvel Must Have de Planet Hulk o Jóvenes Vengadores), la relación calidad-precio es ajustada, el material extra es correcto, los artículos acompañan para dar contexto. Para los puristas, recordar que el tamaño de esta colección es ligeramente mayor pero es algo que Panini ha normalizado en sus tomos en tapa dura así que asumiremos que la gente está ya acostumbrada. El encolado sería la parte más débil de esta edición pero, al ser solo 7 números USA, el tomo no debería sufrir demasiado. Con 10-12 números por tomo, habrá que tener más cuidado.

Sería un error menospreciar el impacto cultural que los X-Men de Jim Lee tuvieron en su época. Además de ser uno de los cómics más vendidos de la historia (solo el #1 vendió más de 8 millones de copias), los diseños del dibujante se convirtieron en la base de la serie de animación de esa misma década de los 90 pero también de los videojuegos de lucha desarrollados por Capcom unos años después. Algunos crecimos con estos X-Men. Lo duro es volver a leerlos.

Lo mejor

• La relación calidad-precio del formato. El Magneto de Jim Lee

Lo peor

• La lectura se hace, por momentos, muy farragosa debido al exceso de exposición. Es un ejemplo perfecto de historia donde la forma fagocita por completo al fondo (especialmente en la segunda parte del tomo)



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