Javier Vázquez Delgado recomienda: Wonder Woman #2/ 38
Edición original: Wonder Woman núms. 775-779 USA
Edición nacional/España: ECC Ediciones
Guion: Becky Cloonan, Jordie Bellaire, Michael Conrad
Dibujo: Andy McDonald, Emanuela Lupacchino, Jill Thompson, Paulina Ganucheau, Travis Moore
Entintado: Becky Cloonan, Jordie Bellaire, Michael Conrad, Andy McDonald, Jill Thompson, Paulina Ganucheau, Travis Moore, Wade Von Grawbadger
Color: Nick Filardi, Jill Thonmpson, Jordie Bellaire, Tamra Bonvillain, Kendall Goode
Traducción: Francisco San Rafael Simó
Formato: Rústica, 176 págs. A color.
Precio: 17,50 €
Wonder Woman viaja, pero duerme en el trayecto
«Fuiste tú quien orquestaste todo esto, pero ¿Por qué?»
Nueva entrega de la amazona por antonomasia de DC Comics a cargo del equipo creativo que la relanzara bajo Frontera Infinita, Michael W. Conrad y Becky Cloonan como guionistas. El principal dibujante del primer tomo era Travis Moore que regresa en los capítulos finales de este segundo, pero el número de implicados en el arte aumenta considerablemente con Andy McDonald, Emanuela Lupacchino o Jill Thompson, haciendo imposible una unificación artística y lastrando inevitablemente el conjunto. Un cómic menos inspirado que su primer tomo, se aprecia la misma inconsistencia en aquello que se quiere contar, sin dotar de ningún tipo de trasfondo ni un mínimo de complejidad una típica travesía entre universos. Una tacaña (por los escasos matices mostrados) pero definitivamente buena caracterización de Diana, sigue siendo uno de los principales aciertos del libro. La conjunción de los distintos elementos de las diferentes Tierras no acaba de ser la mejor, ni sentirse orgánica, tan solo es el marco por el que trascurre un cómic de acción.,
Dejamos a Diana de regreso en el Olimpo tras su periplo en Asgard, donde deberá hacer gala de todo su ingenio para revertir una complicada situación. Los dioses del Olimpo despiertan poco interés en su representación (al menos son reconocibles) y desarrollo, ocupan un cómic que no aprovecha su presencia para enhebrar una trama épica, son simples secundarios, comparsas, a los que Wonder Woman abandona siguiendo el rastro de Jano. El cementerio de los dioses, El país de las Hadas, Mundogema, la prehistoria y otros mundos serán visitados por el trío protagonista. Visitas que entregan aquello que el lector puede esperar, sin que el guion nunca ofrezca más de aquello estrictamente necesario. Cada capítulo es una misión secundaria en el que en el mejor de los casos casi se atrapa a la villana, escapando esta en el último momento, repitiéndose la coyuntura más de una vez. Un conveniente Deux Ex Machina también acude en favor del progreso de la trama en algún que otro número, avanzando la historia de forma artificial y poco orgánica. Premisa interesante la travesía de Wonder Woman por extraños mundos, pero desperdiciada por el poco provecho que se hace de las distintas situaciones, siempre adheridas a la convencionalidad más recurrente, limitándose a definir las características de cada lugar visitado, sin explotarlas con acierto u originalidad. Demostrar reiteradamente lo valeroso del guerrero vikingo y la majestuosidad de Wonder Woman, siendo Ratatosk el alivio cómico, parece ser la única aspiración. Deadman nunca encuentra una voz propia, su participación siempre está destinada a la exposición de la situación.
El tono del cómic es muy ligero. La relación con “Siggy”, los diálogos, la sucesión de acontecimientos, a pesar de ser tramas con potencial para resultar terroríficas en más de un caso, todo resulta agradable al lector. Incluso cuando uno de lo héroes es capturado por la villana los protagonistas no desprenden un mínimo de preocupación o angustia. El guion parece no querer en ningún momento incomodar ni disgustar, enclaustrado en un buen ambiente inamovible ya visiten el Reino de las hadas o la Zona Fantasma. Tan amistoso y liviano que no hay ninguna sensación de peligro en los enemigos, ni la etapa es capaz de verse como algo más que Diana en un viaje por diferentes realidades con un nuevo novio mitológico y una ardilla mascota, sin nada que la haga memorable, percibiéndose tremendamente procedimental y muy poco sugestiva. El único elemento que puede salirse de la norma, es el mensaje feminista que lanzan sus autores (ni mucho menos es reiterativo, apabullante o de presencia constante) con Wonder Man erigiéndose en el machista retrógrado al igual que sucedía con Thor en el volumen anterior. Alguna frase inspirada se puede encontrar durante la lectura, también algún personaje simpático u olvidado de la editorial, se agradece ante el escaso enganche que produce la lectura.
El primer tomo ya presentaba estas mismas pautas, pero Wonder Woman inclusa en Asgard resultaba una curiosidad novedosa que podía discurrir por senderos más interesantes. La etapa, hasta ahora, se emplea plenamente en sumergir a Diana en distintos mundos, repitiendo la jugada inicial y también los mismos errores al apostarlo todo a la premisa sin preocuparse de implementar un desarrollo interesante o ameno. Por reiteración, una menor inspiración en el guion y un dibujo heterogéneo, este segundo tomo no está a la altura del primero.
La historia de complemento escrita por la colorista Jordie Bellaire, con dibujo de Paulina Ganucheau y color de Kendall Goode sigue narrando las aventuras de una joven Diana en Themyscira, con vistazo a su historia. Un añadido que puede resultar simpático, especialmente para los más jóvenes, pero que no impregna un valor al tomo. En Frontera Infinita, DC Comics, implementa esta práctica en sus colecciones, de resultado desigual y en el que rara vez se eleva la calidad del conjunto. Una maniobra que atiende a principios comerciales realizada sin el cariño necesario por parte de los implicados y la editorial como para percibirse imprescindible o gratificante.
En el libro convergen varios artistas. A Andy MacDonald ya pudimos verlo en la llegada al Olimpo de nuestra protagonista en el tomo anterior, continúa aquí encargado de representar cementerios, dioses y columnas de orden Jónico, destacando en esta parcela con buenos fondos. Jill Thompson se ocupa del Reino de las hadas con el estilo más personal y onírico del cómic, sus páginas le sientan bien al mundo mágico, ocupándose también de su propio color. Cloonan participa en el dibujo del capítulo con dos páginas. Emanuela Lupacchino dibuja Tierra 11 con un buen diseño de los héroes y acertada en el tratamiento de la acción, con las tintas de Wade Von Grawbadger. Travis Moore regresa para el resto de capítulos sabiendo adaptarse a los distintos escenarios, con buena narrativa y teniendo el mayor de sus debes en los fondos que en ocasiones resultan poco trabajados o inexistentes. De igual forma, distintos coloristas se dan cita en el tomo, Nick Filardi, Jordie Bellaire (colabora en el par de páginas dibujadas por Cloonan) y Tamra Bonvillain, todos con su particular paleta sin inquietarse por lograr cierta cohesión. La sucesión de mundos hace un poco más conveniente el uso de distintos artistas, pero aún así la unidad artística se resiente y es inevitable percibir de forma tibia (en el mejor de los casos) el choque de estilos.
Un cómic con un supuesto interesante, pero con un desarrollo muy convencional que puede gustar a los seguidores de la amazona o a los amantes de los viajes multiversales. DC lo ha intentado muchas veces con Wonder Woman, pero en este run parece no hacerlo con las mismas ganas que en anteriores ocasiones (independientemente del resultado final de los cómics) la inconsistencia en el arte y los autores elegidos pueden ser muestra de ello. Finalizada la odisea entre universos queda por ver como se desenvuelve el dúo de guionistas con Diana en Tierra 0, no se augura un tebeo excelso pero esperemos consigan una mayor inspiración.
Lo mejor
• Diana sigue estando bien caracterizada.
Lo peor
• El guion no es capaz de sacar partido de su propia premisa.
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