Javier Vázquez Delgado recomienda: Versiones, de Alberto Breccia, Juan Sasturain y Carlos Trillo

Edición original: El fin, Acuérdate, Semejante a la noche, Las mellizas, La prodigiosa tarde de Baltazar / La gallina degollada (Crisis, abril-septiembre 1986 / Ediciones Record, 1978)
Edición nacional/España: Versiones (Astiberri, 19 de mayo del 2022)
Guion: Juan Sasturain y Carlos Trillo
Dibujo: Alberto Breccia
Formato: Cartoné. 64 páginas. 14€

El genio de Latinoamérica encerrado en un tomo

«No tenía destino sobre la tierra, había matado a un hombre»

Cuando se habla del Boom latinoamericano, el fenómeno literario que ensalzó las letras latinas en la segunda mitad del siglo XX, se suele identificar con dos o tres nombres concretos. Nombres tan pesados como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar, que no por nada resuenan en nuestra cultura incluso entre los oídos de quienes no han abierto un libro sin estar obligados en su vida. Sin embargo, este Boom, del que muchos de ellos se desentendieron, se desligaron o incluso negaron, estaba compuesto por una gran cantidad de nombres. La lista es inmensa, no obstante, pocas veces se reconoce la labor de los historietistas en esta revelación del genio latinoamericano, y entre ellos, quizás sea atrevido por mi parte decirlo (perdónenme el atrevimiento), pero había un genio que sobresalió y elevó el sello latino a cotas que aún tienen ecos en multitud de autores contemporáneos; no es otro que Alberto Breccia. ¿Y qué sucede cuando el genio del blanco y negro, el genio de la sombra latinoamericano se cruza con los genios de la literatura, y es acompañado por titanes de la talla de Sasturain y Trillo? Descubrámoslo. Pero antes, hablemos algo más de ellos.

Alberto Breccia nació en Montevideo, el 15 de abril de 1919 y acabaron sus días en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1993. Aunque de alguna manera seguirá muy presente mientras tengamos sus obras, y sabiendo la calidad de éstas seguirá con nosotros mucho tiempo más. Conocido por llevar a cabo obra fundamentales del cómic como Sherlock Time (1958-1959) junto a uno de sus colaboradores más alabados, Héctor Germán Oesterheld, tras la cual su calidad fue en aumento; se dice, que fue debido a las palabras que le dejaría caer su compañero y amigo Hugo Pratt: «Vos sos una puta barata, porque estás haciendo mierda pudiendo hacer algo mejor«.

A partir de ahí sería el artífice de obras de la altura de Mort Cinder (1962-1964), la nueva versión de El Eternauta (1969), originalmente publicada en 1957 por el mismo escritor a los lápices de Francisco Solano López, pasando por diferentes adaptaciones de obras maestras de la literatura como Los mitos de Cthulhu (1973), relatos de Edgar Allan Poe, un Drácula (1984) algo especial o Informe sobre ciegos (1991), adaptación de uno de los pasajes más intensos de la novela de Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas. Aunque sería en 1986, cuando la revista argentina Crisis publicó cinco adaptaciones de clásicos de la literatura latinoamericana realizadas por Breccia con la colaboración de Juan Sasturain, entre los números 41 (abril de 1986) y 46 (septiembre de 1986), y que hoy reseñamos.

Juan Sasturain nación en la provincia de Buenos Aires, el 5 de agosto de 1945. Egresado de Letras y docente de Literatura, terminó de inclinarse por el periodismo y colaboró en Clarín, en el diario La Opinión y en Página/12. Se desempeñó como jefe de redacción de las revistas Humor y Superhumor, donde conoció a multitud de autores. Sin embargo no sería hasta 1981, cuando conocería al dibujante Alberto Breccia y juntos elaboraron la historieta Perramus, la cual ganó gran prestigio en el país y en el exterior, donde llegó a ser premiada por Amnesty International (Amnistía Internacional, el organismo de derechos humanos Premio Nobel de la Paz 1977).

También tuvo relación con la pantalla pequeña, pues condujo el programa de televisión Ver Para Leer, que trataba sobre libros y escritores que él y otros famosos recomendaban. El programa fue emitido todos los domingos a la medianoche por Telefé, el canal 11 de Argentina. Condujo semanalmente el programa Continuará…, sobre la historia de la historieta argentina y Disparos en la biblioteca, sobre el género policial argentino. Con una bibliografía de más de 30 títulos entre los que encontramos novelas, historietas, relatos y crónicas, se convertiría en un referente de las letras.

Carlos Trillo nació en Buenos Aires, el 1 de mayo de 1943 y falleció en Londres, el 8 de mayo de 2011. Empezó su vida profesional en 1963, y entró en la revista Patoruzú en la que estuvo hasta 1968. Hasta 1975 escribió cuentos guiones para series como Hijitus, Antifaz, Topo Gigio y La Familia Panconara, entre otras. A partir de ahí entró en la revista Mengano, en la que colaboró desde el número uno con Altuna y realizó Un tal Daneri junto a otro de nuestros protagonistas; Alberto Breccia. Ambos dos, son autores con una obra extensa y muy notable, en la que coincidieron varias veces como dupla, y que ahora ECC ha recupera en su nueva colección. Teniendo obras como Nadie (1977-1978), adaptaciones de cuentos populares (1980-1981) o Buscavidas (1981-1982).

De la mano del dibujante Horacio Altuna, Carlos Trillo fue el creador de la popular tira cómica El Loco Chávez que fue publicada diariamente en el diario Clarín de Buenos Aires entre el 26 de julio de 1975 y el 10 de noviembre de 1987. Su compenetración fue tal que llevaron a cabo varias colaboraciones, una de las más renombradas fue Las puertitas del Sr. López que se presentó por primera vez en la revista de cuentos de ciencia de ciencia ficción El Péndulo en octubre de 1979, y a partir de 1980 en la revista Humor.

Versiones de un mismo mundo

En esta obra se nos recopilan 6 relatos de 6 autores diferentes, entre los que no hay ningún elemento en común excepto la congoja que producen las bajezas y la ruindad inherentes al ser humano. Los seis relatos con sus autores son: El fin de Jorge Luis Borges, Acuérdate de Juan Rulfo, Semejante a la noche de Alejo Carpentier, Las mellizas de Juan Carlos Onetti, La prodigiosa tarde de Baltazar de Gabriel García Márquez, y La gallina degollada de Horacio Quiroga. Todos ellos fueron adaptados por Juan Sasturain, excepto La gallina degollada adaptado por Carlos Trillo, que se introdujo en este volumen en sustitución de Antiperiplea, de João Guimarães Rosa, relato del que no fue posible obtener los derechos de reproducción por parte de la editorial.

Los 6 relatos que aparecen tienen una extensión de 8 páginas, excepto el último que ocupa 9. Pese a que todos los trabajos se encuadran geográficamente en Latinoamérica, excepto el de Carpentier que recorre el mundo, mantienen una entidad universal gracias a esa incidencia en el espíritu, esa pretensión de hablar del alma humana que era marca de la casa. Con todo, y convirtiéndose también en firma no pactada, ese tratamiento introspectivo del individuo no solo pasaba por lo mágico que esconde el género humano en su mirada, sino en lo perverso que aflora de su fuero interno.

No obstante, cada uno de los relatos tiene su propia noción del espíritu reflejado, noción que sería la rúbrica de cada uno de estos autores, su personalidad literaria, su propia versión del ser humano, y en última instancia; del mundo. En Borges, aparece la concepción de lo trascendente, de lo elevado, con una visión solemne de unos actos nada solemnes, envolviendo al mundo con una capa de grandeza interpretativa que no parecería tener si solo atendiéramos a los actos que suceden.

En Juan Rulfo, podemos intuir una nostalgia apabullante, un sentir de perdida no solo del bien pasado, sino también del mal, un sentimiento encontrado entre la paz del que descansa tras haber perdido y del que añora tras haber ganado. En Carpentier, el más aperturista de todos ellos, se nos presenta un sentimiento de hermanamiento del ser humano. Sin embargo, se trata de un hermanamiento en la pérdida, en la impotencia tras la resignación ante la pérdida inevitable que viene con la batalla, y en la verdad que se esconden tras todas ellas; la codicia de la grandeza. En Onetti, quizás el que peor está adaptado, aflora una reflexión malsana sobre el amor y la necesidad, que termina por estallar en una abominación excusada, como en muchas otras ocasiones, en la piedad. En Márquez, como no podía ser de otra manera, se incide en la lucha de clases, en la felicidad puntual del espíritu sobre el cuerpo que solo parecen ser capaces de conseguir quienes están abocados a la necesidad de escapar del mundo real. Y por último, posiblemente la mejor adaptada, en Quiroga se nos ofrece un sentimiento de repulsa genuino, no hay artificio, solo la misma naturaleza del ser humano convertido en animal inocente pero salvaje, perverso a ojos de la razón pero puro a ojos del espíritu. Una manera perfecta para cerrar esta galería de sensibilidades atribuladas.

La misma intención de desgajar todo lo que se esconde no solo en la obra sino en los simples textos, y más aún, en las adaptaciones de los textos, de estos gigantes, es cuanto menos atrevido y en conclusión puramente subjetiva. Algo de lo que yo he sentido y entendido está, pero para muchos no todo, o quizás halla mucho más. Es una de las virtudes de los titanes, que introducen al lector en una atracción emocional en la que pueden o no escarbar para saber qué es lo que esconden, o pueden simplemente dejarse llevar. Con todo, esta atracción, que mezcla la casa de los horrores y la montaña rusa, se hace incluso más atractiva para los visitantes gracias al arte que se desprende del pincel protagonista.

En el apartado gráfico, Breccia hace un ejercicio artístico digno de quienes adapta. El artista adecúa su trazo y su pincel a las necesidades que desprenden cada uno de los relatos. No es casualidad el estilo que se escoge para cada trabajo, incluso se diría que el estilo del dibujo predispone al lector al mensaje y al sentimiento que se escondían en los relatos originales de los autores. Aunque hay similitudes entre todos los estilos, para alguien no entendido, e incluso para los entendidos si se les pusiera delante sin referencias, dirían que son autores diferentes, grandes autores, pero diferentes.

En las páginas podremos encontrar prácticamente todos los estilos que tocó Breccia, pasando por el rasgado de La prodigiosa tarde de Baltazar, el feísmo abultado de Acuérdate, lo pictórico de El fin, el estilo de vasija griega de aspecto y pretensión histórica en Semejante a la noche, la simpleza acompañada del punto de color necesario en La gallina degollada, e incluso ese pseudo-collage que se plantea en Las mellizas. Todos diferentes, todos geniales, todos Breccia.

En conclusión, una obra de arte en todos y cada uno de los sentidos de la palabra. La edición de Astiberri es una autentica maravilla y tiene un precio, que en estos días se ve como verdadero milagro, algo que el lector agradece de manera taxativa. Un trabajo para toda clase de lector, para toda clase de interpretación; un trabajo donde las versiones no se contradicen, sino que se engrandecen.

Lo mejor

• Que se hayan juntado tantos genios en un mismo volumen, y que se escogieran relatos tan representativos de la obra de cada uno.
• La interpretación gráfica que hace Breccia de cada relato y cada autor.
• El precio, gracias.

Lo peor

• Que no se hayan conseguido los derechos de Antiperiplea, de João Guimarães Rosa, pero he de reconocer que si hubiera que sacar La gallina degollada por introducir ésta primera, lo dejaría como está.



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