Javier Vázquez Delgado recomienda: Fuerza Especial Z #1
Edición original: Task Force Z núm. 1-3 USA
Edición nacional/España: ECC Ediciones
Guion: Matthew Rosenberg
Dibujo: Eddy Barrows
Entintado:Eber Ferreira
Color: Adriano Lucas
Traducción: Francisco San Rafael Simó
Formato: Rústica, 80 págs. A color.
Precio: 9,00 €
Fuerza Especial Zzzzzzzzzz
«Vengo por la pizza con vodka.»
Una nueva serie de personajes DC zombificados llega a nuestro país, en esta ocasión de las manos de Rosenberg y Barrows. Si la temática zombi es explotada por la editorial principalmente en los llamados Elseworlds, aquí se hace en la Tierra principal. La circunstancia limita enormemente las consecuencias, que nadie espere a todo el universo implicado como en DCsos, la serie se mueve en su parcela limitada. Por ello, tampoco es una colección de zombis, con las características habituales de este tipo de trabajos, tan solo es una serie superheroica donde hay un grupo de agonizantes, controlados y manipulados por la resina de Lázaro, la droga que pudimos ver en Future State.
Capucha Roja con nuevo uniforme, más orientado al original que al visto recientemente en su serie, lidera un equipo donde se encuentran unos moribundos Bane, Manbat, Arkham Knight o Mr. Bloom, único de ellos con el que es posible mantener una conversación, más o menos, no está drogado, ni es un zombi mantenido con vida por la resina. La premisa es todo lo que entrega la colección, siendo una serie que podría haber resultado interesante aun siendo un pastiche de enemigos de Batman unidos en su propio Escuadrón Suicida. Pero la genial idea de zombificarlos limita enormemente su caracterización, siendo reconocibles estrictamente por el dibujo, quien acuda aquí esperando leer a los personajes de la portada, probablemente se sentirá decepcionado. Jason adquiriendo el papel de papá preocupado, con ganas de cumplir la ley, mucho más bondadoso que de costumbre, no se siente cómodo al lector. Mejor lo hizo Lobdell, sí Lobdell, incluso dando muestras de agotamiento al final de su serie en Renacimiento, cuando debe lidiar con una situación similar colocándolo como profesor de un grupo adolescente de villanos en potencia. La trama es heredada de la iniciativa El Año del villano, siendo Todd más fiel a sí mismo bajo esta difícil particularidad de lo que nos ofrece aquí Rosenberg. El líder de esta Fuerza Especial Z, Crispin, cuya identidad se desvela en la última página, resulta una sorpresa y puede seducir. La serie discurre por lugares comunes estrictamente superheroicos con una caracterización deprimente y una trama muy poco sugerente.
Algún villano elegido parece una broma, como el Hombre Edredón. Reírse de sí mismo puede generar simbiosis con el lector, está bien, pero sigue sin tener gracia. Es otra singularidad del tebeo, ¿acaso pretende un humor negro? Debe hacerlo, pero resulta tan torpe en ejecución que uno ni se da cuenta del chiste. Otros adversarios, como Cheshire, aparecen en el cómic. ¿Es su hija y la de Roy Harper, la Shoes de los gatos callejeros de Catwoman?
El capítulo tres tiene un ritmo distinto de los dos anteriores, es más serio y profundiza más en los personajes. Además sale de las cuatro escenas únicas del cómic hasta el momento; pelea, vuelta a la base, ducha de Jason, vuelta a la pelea. Aquí vemos un bar y el elenco de secundarios es capaz de articular alguna palabra, siendo menor el grado de zombificación, por lo que es posible empezar a construir dinámicas entre los personajes. Demasiado tarde, este número mejora, no es que sea excelso, tan solo correcto, con alguna idea que puede resultar interesante, pero no prospera todo lo que requiere la serie tras la exasperación producida en las páginas anteriores.
Capucha Roja es un personaje mayoritariamente defenestrado en blogs o comentarios, pero que debe de contar con una base de seguidores suficiente para ver sus cómics publicados, pues DC siempre lo tiene en cuenta. Una larga etapa en Renacimiento, su participación en Batman: Leyendas urbanas o incluirlo en este disfuncional grupo como absoluto protagonista lo contempla. Sin embargo, usarlo de reclamo y no terminar de darle una colección de valor o una dirección clara al personaje, puede acarrear la desilusión de aquellos que lo siguen, generando contrariedad en los aficionados y probable contención o aversión ante la segura próxima serie integrada por el Robin resucitado.
Barrows ya sabe lo que es tratar la resina de Lázaro pues fue el encargado del dibujo de Robin: Eterno en Estado Futuro, donde se presentaba el compuesto. Frecuente de la editorial, con aires noventeros, no es un artista especialmente reconocido pero suele cumplir sobradamente con su trabajo. En esta tebeo se muestra menos dedicado que en otras ocasiones (por ejemplo, llena una página con la misma escena tres veces, idénticas dos de ellas y la restante con mínima variación) y algo más abocetado. Cuenta con su equipo de trabajo habitual, Ferreira a las tintas y Adriano Lucas al color (colorista del “hermano mayor”, Nightwing) entregando un deliberado ambiente sucio y oscuro, con buenos diseños, casando bien con una serie de acción con un componente zombi. Sin ser extraordinario, el arte resulta lo mejor del tomo.
Una serie que en su país de origen cuenta con buenas críticas de forma mayoritaria. Quizás he leído otro cómic, podría ser el calor extremo que sufrimos, pero la percepción obtenida es que leerla supone más de un sofoco. Ningún personaje se siente él mismo, siendo irreconocibles, la dinámica de grupo es absurda, con Jason erigido en líder sin nadie con quien interaccionar, la trama no se esfuerza lo más mínimo por resultar interesante y el guion pretende ser gracioso sin serlo. Barrows cumple pero se le percibe más desganado de lo habitual, Adriano Lucas parece reservarse para Nightwing. Todo se sustenta en el fanservice, en el interés que pueda generar una alineación de enemigos de Batman unidos en un Escuadrón Suicida zombi, con Capucha Roja como líder.
Lo mejor
• El dibujo.
Lo peor
• Todo lo demás.
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