Javier Vázquez Delgado recomienda: GO INDIE! Recordando Saga

GO INDIE! es una sección de Zona Negativa en la que recopilamos todos los artículos que se escriben sobre el cómic independiente norteamericano. Con ellos queremos reflejar los distintos productos que se ofrecen desde otras editoriales, que irán desde conocidas franquicias hasta cómic de autor. En ellos hablaremos de colecciones o personajes que nos parecen relevantes por algún motivo, algunas veces será por su calidad, otras por su fama o por su importancia en el medio.

Nacido en 1976, Brian K. Vaughan es uno de los guionistas de cómic estadounidenses que más aplausos arranca entre los aficionados al medio. Obras como Y: El último hombre, The Private Eye o Paper Girls siempre han sido seguidas con gran interés. El autor, nacido en Cleveland, lleva tres lustros en el candelero, pero lo cierto es que en la actualidad está en mejor forma que nunca. Tras completar Ex Machina, Vaughan abandonó en 2010 el mundo de las viñetas atraído por los cantos de sirena de un entorno audiovisual del que ya había sido participe en productos como Perdidos o La Cúpula. Sin embargo, la cabra tira al monte y un año después anunció que se iba a embarcar en la mayor travesía comiquera de su resucitada carrera.

Tomando una idea que le rondaba a BKV mientras se aburría en las clases de matemáticas en su juventud y que consolidó con el nacimiento de su segundo hijo, surgió Saga. Vaughan realizó un ejercicio que consistía en extrapolar la paternidad al mundo de las viñetas. En Saga, la familia es el eje sobre lo que gira absolutamente todo lo demás. Así pues, nos encontramos ante un cómic muy personal que posee una, valga la redundancia, personalidad arrolladora.

Para poder llevar a cabo la epopeya que tenía en mente, pocos socios surgieron en el horizonte que se adaptaran a la singularidad de la obra. En el apartado gráfico se alzó la todoterreno y multidisciplinar Fiona Staples quien, desde que se diera el pistoletazo de salida en 2012, se encarga de dibujar, colorear, hacer las portadas, entintar y rotular. Como no podía ser de otra forma, Image fue la compañía ideal para tener la libertad creativa necesaria, sin ningún tipo de injerencias.fiona-staples Gracias a ello, Vaughan y Staples se mueven como pez en el agua realizando un trabajo de auténtica autoría, desbordante de humanidad. Número a número se puede apreciar las toneladas de cariño que han inyectado a un cómic especializado en robar corazones.

Saga es una serie única que carece de esquejes y cuyos autores no cambian, lo que permite que la continuidad sea total. Sin lugar a duda, nos encontramos ante una obra con unos estándares de calidad muy por encima de la media. Volviendo al tema del dibujo, la infatigable artista canadiense fue una recomendación a Vaughan de Steve Niles (trabajaron juntos en Mystery Society) y su estilo único, aparentemente sencillo, encajó como anillo al dedo en Saga. Cierto es que no recarga en exceso las viñetas y que sus fondos no son muy definidos (carecen de entintado y el uso del color es exclusivamente digital) pero su derroche de imaginación y la expresividad con que dota a sus personajes lo compensa con creces. El trazo de Staples es consistente, limpio y opta por los colores planos. Por otra parte, utiliza fotografías de ella misma con las que toma sus poses como modelos. Entre sus referentes nos encontramos una mixtura casi imposible de anime (Akira), videojuegos (Final Fantasy), cine (Dentro del laberinto), los clásicos de Disney y cómic europeo (Corto Maltés). Todo ello regado con elementos arquitectónicos del mundo antiguo que sirven como escenarios en los cuales se desarrolla la acción. Como curiosidad, la letra de Hazel (personaje responsable de contar la historia) es la de la propia mano de Staples. Tanto monta, monta tanto Vaughan como Staples ya que ambos se reparten los derechos de Saga al 50 % demostrando al mundo que no sólo pueden tratar la igualdad en el cómic, sino que son los primeros en practicarla.

Sin embargo, la exclusividad de Staples en el apartado gráfico propicia que la serie precise de momentos de parón (como el que acabamos de vivir, cuando llegamos al ecuador de la historia). De esta forma, las pilas se recargan y la vuelta siempre viene cargada de ideas nuevas y kilos de ilusión. Saga no da señales de agotamiento en ningún momento, más bien todo lo contrario. Concebida para llegar a los 108 números americanos o, lo que es lo mismo, 18 tomos como los que Planeta Cómics publica en nuestro país y que han sido rebautizados como capítulos. Pocas obras pueden mantener la frescura desde el primer día, el cómic creado por Staples y Vaughan es uno de ellos.

Pero… ¿Qué es Saga? Staples y Vaughan nos ofrecen una épica intergaláctica que goza de una narrativa espectacular. El creador de We Stand on Guard recoge el manido estereotipo del romance imposible, llevándolo a cotas antes nunca vistas en el mundo del noveno arte. Saga es una ópera espacial con más capas que un árbol milenario. A pesar de tener una trama aparentemente sencilla, Vaughan se remanga los pantalones y entra decidido en el fango para tratar diversos temas relacionados con la problemática de la sociedad actual. En la elaboración del guion, no da puntada sin hilo en la confección de un tapiz majestuoso apoyado en diálogos dinámicos y chispeantes.

La historia comienza en el planeta Grieta con el nacimiento de Hazel, cuya narración omnisciente desde un futuro indeterminado nos advierte de que los hechos que veremos en el conjunto de la obra ya se han producido. Los padres de la criatura, Marko y Alana, se aman con locura, pero pertenecen a dos facciones que están enfrentadas entre sí. Concretamente, un planeta y una luna que expanden su lucha por otros sistemas generando una inevitable guerra de las galaxias. Terrada vs Guirnalda, o lo que es lo mismo “Modernidad vs Tradición”. No sabemos los motivos del origen del conflicto, tan sólo que llevan muchísimo tiempo batallando unos con otros y que el reguero de víctimas es constante.

Con el nacimiento de Hazel, Marko plantea pasar inadvertidos, pero Alana da un golpe encima de la mesa diciendo que eso nunca ocurrirá, ya que sólo les traerá infelicidad. Alana y Marko quieren salir de ese sinsentido que es la guerra. Ambos deben dejar atrás un pasado que les atormenta. Vaughan y Staples nos presentan una pareja luchadora que se verá continuamente perseguida y que cambiará las vidas de todos aquellos que se crucen en su camino ya sean enemigos o aliados. Como dice Hazel “cada relación, amplia nuestra educación”. Así pues, este matrimonio prohibido y su hija se embarcan en un viaje sin destino definido. Una huida que ya manejó BKV con sus Runaways de Marvel. Los poderes fácticos desean el exterminio de una relación que consideran aberrante. Cada día que pasan juntos es un potencial lugar para la esperanza que no quieren contemplar. De esta forma, la persecución del diferente se presenta como un punto capital en el cómic. ¿Tal vez sea Hazel, el fruto que nunca debió nacer, la llave para conseguir la paz en este loco universo?

Alana es una mujer de armas tomar, de fuerte carácter y un tanto malhablada, mientras que Marko tiene un compromiso con la paz y es vegetariano. Ambos acaparan la mayor parte del protagonismo tratando de proteger a su hija. La tantas veces versionada Romeo y Julieta, vuelve a ser el referente más claro de esta relación. Eso sí, cambiando Montescos y Capuletos por “alados” y “cornudos”, las razas que habitan Terrada y Guirnalda. Pese a que el amor es una constante en Saga, no resulta para nada empalagoso. Entre otras cosas, gracias a la manera que tiene el comic de abordar el sexo. De manera natural y pasional, es habitual ver por sus páginas erecciones, felaciones o masturbaciones. Vaughan y Staples se atreven con lo que haga falta y en cierta forma provocan a las mentes más conservadoras, como demuestra la polémica surgida con la venta prohibida, en su momento, del número 12 en dispositivos IOS. Censuras al margen, dichas escenas no son nada gratuitas pues se antojan imprescindibles en la elaboración de los personajes y en la comprensión de sus propios deseos. Para muestra, un botón. Una de las máximas que se recoge en la obra es que “la antítesis de la guerra no es la paz, sino follar”.

Como comentábamos al principio, Saga ha alcanzado su ecuador llegando al número 54 o, lo que es lo mismo, con el tomo 9 de Planeta, saliendo hoy a la venta el décimo, que da salida a la segunda mitad. Por lo que tendremos 108 números y 18 tomos a completar en los próximos años. Cada tres tomos (18 números USA) componen un ciclo que engloba un marco temporal concreto, por lo que vemos a Hazel ir creciendo con el transcurso de la historia.

La violencia sólo genera violencia es un mantra en el que Marko cree a pies juntillas lo que genera varios dilemas internos cuando se ve empujado, por el bien de su familia, a romper sus principios. Sin caer en lo naif, Alana y Marko son espíritus puros que derrochan carisma por los cuatro costados, aunque a veces se equivoquen y tomen malas decisiones. Vaughan pone en relieve la cuestión del racismo entre las diferentes especies funcionando como reflejo de nuestra sociedad. No se queda ahí. A lo largo de las aventuras se tratan temas como el terrorismo (la Última revolución), el aborto, la posesión de armas, la trata de blancas (con un planeta, Sestillon, dedicado por completo a saciar fantasías de todo tipo), el abuso de menores, la explotación infantil, los fanatismos religiosos, la adicción a las drogas, los malos tratos y un largo etcétera. BKV realiza una crítica nada edulcorada de las principales miserias humanas.

El tratamiento de personajes resulta brillante y la evolución de los mismos es para quitarse el sombrero. Saga posee un riquísimo surtido de secundarios y todos ellos dejan huella, destacando sobremanera un fantasma rosado adolescente llamado Izabel. Independientemente de su protagonismo, cada uno de ellos tiene su parcela en forma de subtrama. Merced a su brillante construcción, los autores consiguen que hagamos nuestros a los personajes, preocupándonos por ellos. Una vez más, la gran diversidad con la que juegan Staples y Vaughan para definir a los personajes hace las veces de espejo de nuestra sociedad, lo que facilita la empatía. En el otro lado de la balanza se encuentran los cazarrecompensas, principales antagonistas de la historia y cuya incansable búsqueda hará la vida imposible a Hazel, Alana y Marko. El Tallo, La Voluntad (cuyo atuendo es un claro homenaje al género superheroíco), La Marca… trabajan al mejor postor y van acompañados de animales como la Gata de la Mentira, toda una auténtica máquina de la verdad. Pero no serán estos mercenarios los únicos obstáculos que deberán sortear nuestros héroes. Criaturas monstruosas de gestación cuasi onírica como el Devorador temporal (un inmenso depredador astrológico) o un gigante de grandes genitales pondrán en jaque más de una vez a la recién formada familia. En buena medida son producto del gran derroche imaginativo de Fiona Staples, cuya aportación se antoja clave para proveer de pluralidad a la obra.

Aunque las escenas de acción no son el punto fuerte de este cómic, lo cierto es que la violencia es bastante explicita. Cuando llega el momento de los “fatalities” no es un problema para los autores apostar por el “gore”. La brutalidad hace acto de presencia en no pocas ocasiones, aunque, seguramente, los lectores estamos inmunizados frente a ello. Curiosamente, no se puede decir lo mismo de su alto contenido sexual que, probablemente, sigue siendo el aspecto más controvertido de Saga. Dentro de su reivindicativa diversidad, el colectivo LGTBI tiene un peso importante. Petrichor es un personaje transgénero que parece hablar por el autor cuando afirma “no defino a los personajes por sus genitales”. La fuerte homofobia en su planeta natal provoca que Upsher y Dorff mantengan su conexión en secreto. Esta pareja de periodistas, que compaginan su relación sentimental con la laboral, tratará de descubrir la historia del trío protagonista y así poder dejar el periódico sensacionalista para el que trabajan. Lo políticamente incorrecto es la tónica habitual de una obra que, sin ser excesivamente pretenciosa, sí busca la reflexión del lector. Habrá quien únicamente disfrute de las aventuras espaciales, pero se quedará sólo en la superficie de Saga. La profundidad de la obra, su doble lectura, es mucho mayor de lo que puede parecer en un primer acercamiento.

El vasto macrocosmos de Saga maravilla, pero son los mundanos problemas de los protagonistas lo que termina por encandilar al lector. Los conflictos de nuestra realidad, los grandes temas universales, son adornados de ciencia ficción y fantasía para que el análisis de las miserias resulte menos chocante. Pero como ocurre con las novelas de D. Oswald Heist, el mensaje está ahí. En un particular ejercicio de metaficción, Vaughan da vida a este escritor de aparentes novelas baratas pero cuyo subtexto afilado sirve para abrir las mentes de Marko y Alana. Siguiendo con la rama de las letras, BKV dota a los luneros con un lenguaje propio llamado esperanto y que, sin los anillos de traducción, supone un muro de comunicación entre las diferentes especies. Un tema que el autor de Ohio ha tratado con mayor profundidad en Barrier, cómic en el que colaboró con Marcos Martín y Muntsa Vicente.

La lucha de clases también tiene lugar en Saga. Formando parte de las fuerzas de la coalición, aparece como aliado de Terrada el sistema monárquico del Reino Robot en cuyo emblema podemos ver código binario. Sus habitantes son androides con la salvedad de que sus cabezas son pantallas de televisión. En una jugada maestra, para explicarnos las diferentes clases sociales de este sistema, Vaughan y Staples dividen a la población en función de si emiten en color o en blanco y negro. Príncipe IV y Dengo son polos opuestos de la pirámide social. Dengo, consumido por el dolor, es un personaje que se encuentra a la deriva en busca de venganza por la muerte de su hijo, mientras que IV, perteneciente a la realeza, vive un peculiar cuento de príncipes y princesas. Los destinos de ambos están condenados a cruzarse. Tanto uno como otro reflejan sus emociones e impulsos a través de la pantalla. Terrada recuerda sospechosamente a Estados Unidos, un país que en buena parte de su historia ha estado en guerra, pero no en su propio territorio y que decir de Phang, un cometa que saquean ambos bandos por el combustible que se encuentra bajo sus pies y que nos retrotrae a Oriente Medio. Los paralelismos con nuestra realidad no se quedan ahí y, por ejemplo, el hada de las plumas es un claro trasunto del ratoncito Pérez.

BKV disecciona los puntos oscuros de la sociedad moderna en un recorrido que tiene como escenarios el teatro, la cárcel o el mismísimo espacio. Con el fin de acelerar la trama, la elipsis es el recurso favorito del autor quien, en ocasiones, rompe con la linealidad temporal para narrarnos hechos del pasado de los protagonistas. Acompañados de las geniales splash pages de Staples, los capítulos suelen cerrar con cliffhangers marca de la casa. Toda la obra está cargada de humor que sirve para curar las heridas que nos dejan otros momentos más dramáticos. Aunque divertida, la trama no está exenta de crudeza. Vaughan no se casa con los personajes. Como hiciera George R.R Martin en Canción de Hielo y Fuego o Robert Kirkman en The Walking Dead, todos los personajes son susceptibles de morir en cualquier momento, por lo que la pérdida y el luto serán una constante en una obra cargada de giros argumentales.

Cotidianidad y fantasía se dan de la mano en una historia en la cual la magia es un elemento crucial en la vida de los habitantes de Guirnalda. De hecho, nos encontramos con un homenaje a Locke & Key cuando Marko crea cierta llave maestra. Saga también explora la antropología con la que entender las creencias transmitidas de generación en generación y que definen a los individuos que componen un todo. Un grupo heterogéneo de personas cuyas vidas se cruzan con Alana y Marko, una sacrificada pareja de fuertes convicciones pero que también tienen que aprender a lidiar con las discusiones, los celos, las tentaciones de la infidelidad o los desencuentros. Personajes que vienen y personajes que se van en el río de la vida a la vez que se forman alianzas improbables. A pesar de no contar con un argumento complejo, Saga es una historia tremendamente adictiva que consigue poner nuestros sentimientos a flor de piel. Tristeza, alegría, miedo, sorpresa, asco, ira… un carrusel de emociones que provoca carcajadas y amargura a partes iguales.

Vaughan y Staples han creado una extensa mitología con sus propias reglas en un producto cargado de buenas intenciones, que mete el dedo en la llaga provocando sonrisas y lágrimas. En los nueve capítulos publicados hasta ahora, acompañamos a Hazel en sus primeros siete años de vida. Una trepidante aventura llevada a cabo en una gincana interplanetaria con personajes de lo más variopinto. Vaughan acierta no cayendo en maniqueísmos y presenta unos villanos con suculentos matices. El reconocimiento de esta obra ha llegado respaldado tanto por crítica especializada como por el público. Los buenos números en ventas fueron acompañados de varios premios Eisner (incluyendo los de mejor serie regular, mejor guionista y mejor ilustrador/artista multimedia) y del premio Hugo a la mejor historia gráfica en 2013. Estamos bien jodidos rezaba la portada del último tomo publicado, hasta hoy, en España. Toda una declaración de intenciones.

En conclusión, Saga es una caja de sorpresas que pone de manifiesto la libertad y la integración. Fiona Staples y Brian K. Vaughan, en plena madurez, han creado un cómic cuya lectura engancha como pocas y que se aleja de la complacencia. Sin rellenos innecesarios, Saga es uno de los mejores cómics de lo que llevamos de siglo y, por extensión, una de las mejores series en el terreno indie del mundo de las viñetas. Desde el primer momento, Vaughan tuvo bien claro cómo iba a terminar la historia narrada por Hazel. Aún queda para llegar a ese punto, la obra se desarrolla despacio pero este mes por fin tenemos un nuevo tomo. Sigamos disfrutando con este viaje a través de las estrellas.

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